XXII

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Los días transcurrieron y pese a esa larga e incómoda charla con Ed, las cosas siguieron igual con Ricky, la confusión seguía reinante dentro de mí, quise hablar con él varias veces para intentar aclarar, en lugar de eso, cada vez que lo veía en la oficina, por inercia me portaba algo cortante y él un poco nervioso.

Si mi conversación con Ed fue incómoda y dramática, no quería ni imaginar cómo habrá sido la de ellos para que él tuviese ese comportamiento conmigo. Continuaba con su típica y contagiosa alegría por toda la empresa, pero al estar a solas conmigo, todo aquello se notaba fingido como una máscara que buscaba ocultar la realidad de lo que intentaba transmitirme o esperaba de mí, pero yo no me atrevía a quitársela para enfrentar la verdad.

Me costaba no pensar en ese beso al tenerlo de frente y es que tal escena se rehusaba a abandonar mi cabeza desde aquel día cuando decidió reaparecer ante mí.

Por fortuna, bastante ajetreado me encontraba por el trabajo aunado al constante asedio de Zack que no me dejaba a sol ni sombra, era consciente de que debía estar al pendiente del proyecto, pero llegué a sentir su presencia igual a la de un acosador, aunque me molestara no me quedaba más que sonreír y ser cordial mientras deseaba la pronta inauguración del Palace, pese a que para tal evento aún faltaban meses.

—¡Lo mejor de mi vida eres tú! —canturreó Ricky al irrumpir en la oficina y agradecí en silencio tal interrupción, estaba harto de Zack, pero vi al pasante cubrirse la boca apenado antes de proceder a disculparse con voz trémula—. Perdón, Tobi... —Sacudió la cabeza un segundo y luego se apresuró a corregir—. Quiero decir, señor Wolf, no sabía que estaba ocupado.

Sonreí en su dirección y le pedí acercarse, él lo hizo un poco tímido.

—Te presento al señor Jackson, representante del hotel Palace en el cual estamos trabajando. —Ricky asintió con una nerviosa sonrisa al tenderle su mano para presentarse, Zack se la tomó con un gesto similar en el rostro, aunque se notaba falso—. Ricky es pasante de mensajería.

—Un placer conocerte, jovencito —le dijo en un extraño tono que no supe interpretar en aquel momento, pero Ricky retiró su mano rápido, me entregó mi paquete y se apresuró a salir, bastante nervioso debo decir.

A Zack se le escapó una risa baja supuse que ante la actitud del pasante, luego volvió a tomar asiento frente a mí.

—Un poco extraño el chico —expresó en tono bajo con la vista hacia la puerta, ni siquiera notó mi confusa manera de mirarlo, es que más raro me había parecido su comportamiento que el de Ricky.

—Sí, así es él, medio alocado —le dije y así volvió a mirarme—. Tenemos una especie de amistad compleja —añadí y lo vi sonreír de medio lado.

—¿Acaso son pareja? —preguntó entre risas algo burlesca y luego añadió—: jamás te habría imaginado así.

—¿Qué? ¡No! Me ayudó con el bebé y de allí nuestra amistad.

Di por cerrado el tema y volvimos al trabajo, aunque cada cierto tiempo pude notar la mirada de Zack dirigirse hacia la puerta o sonreír con discreción cuando por casualidad el canturreo de Ricky se colaba en mi oficina.

Cuando al fin terminamos de organizar, salimos hacia la construcción; una vez más la vista de Zack aterrizó en Ricky mientras abandonamos el estacionamiento, el chico estaba sobre su scooter eléctrico, ajustándose el casco y antes de partir, levantó el rostro, pero volteó la mirada de mi auto enseguida.

Sentí que algo pasaba, aún más cuando Zack rio en bajo y negó con la cabeza junto a mí.


Había estado tan ajetreado con el trabajo y la organización del cumpleaños de Tadeo que, la verdad, olvidé por completo el mío y aquel treinta y uno de octubre, aunque era sábado debí pasar el día en la construcción desde muy temprano, las decoraciones de Halloween en casas y avenidas no me alertaron pues desde que inicia el mes suelen ambientar, por eso resultó una rotunda sorpresa llegar a casa durante la tarde y ser recibido por serpentinas, pitos, gritos y aplausos de amigos y familia vestidos con disfraces. Tuve que leer el cartel de "feliz cumpleaños" para comprender de qué se trataba todo.

Mis padres iban trajeados como Morticia y Homero mientras que el bebé era Périclès; Sebas e Irene, su esposa, eran Drácula y una versión un poco recatada de Elvira; la pequeña Samantha vino de Vampirina; Simón creo que era Dennis de Hotel Transylvania y el mayor, Santiago, una especie de Edward Cullen o Stefano Salvatore; toda una vampiresca familia tenia de visita en casa y solo podía reír con los disparates de mi amigo y sus colmillos que no paraban de soltarse.

Ya que era el único sin disfraz y todos estaban ansiosos por celebrar y disfrutar, optaron por desbaratar mi atuendo, Irene usó sus dotes como maquilladora profesional y en cuestión de minutos pasé de elegante arquitecto a zombi desgarbado, poco les importó destrozar mi traje para acentuar el efecto.

Cuando la noche empezó a caer, Santiago se llevó consigo a los más pequeños para pedir golosinas, mamá no estaba muy segura de permitirle llevar a Périclès, pero el que resultó ser Stefano Salvatore consiguió convencerla. Así quedamos los adultos en casa, compartiendo bebida y comida a la vez que nos turnamos en el karaoke o para atender a los niños que venían por sus dulces.

Mientras Sebas interpretaba, magistralmente, Me cambiaste la vida de Río Roma, Irene le contemplaba cual adolescente enamorada y juro que escuché a mis padres exclamar un sonoro "awm" al unísono. Por un instante pensé en Odalys, mi primer y único gran amor, recordé los momentos más hermosos de nuestra relación como un veloz montaje de escenas hasta fundirse y ante mí aparecieron las locuras de Ricky, su actuación en el teatro, su estruendosa carcajada me provocó una inconsciente sonrisa que probablemente se ensanchó cuando reapareció ese beso que se negaba a abandonar mi cabeza, estaba tan perdido que ni siquiera escuché el timbre y era mi turno de atender a los niños, fue Sebas quien al micrófono clamó mi atención:

—¡Epa, Tobías, quita la cara de menso o te harán travesura!

Sacudí la cabeza y con una risita tonta me dirigí a la puerta con el tazón de golosinas, serví su ración a cada pequeño hasta quedar a solas frente a una gran calabaza parecía inflable, forrada en peluche que me provocó una carcajada.

—¿Oye, no crees que eres muy grande para pedir dulces? —pregunté entre risas, entonces la calabaza elevó la cabeza que había permanecido oculta en el interior del traje y vi la tez morena del pasante asomarse, con esa enorme y brillante sonrisa.

—Tú me cambiaste la vida, por ti es que he vuelto a creer.... —Escuché a Sebas entonar en alto esa parte del tema y la calidez que ya sentía dentro de mí, migró hacia mis mejillas porque claramente allí la percibí.

—¡Feliz cumpleaños, Tobi! —exclamó el chico delante de mí y como pudo consiguió abrazarme ya que el traje casi no le permitía acercarse, pese a eso pude sentir su calor comenzar a embriagarme y lo halé del brazo para ayudarlo a entrar.

Todos en casa se reventaron de risa al ver a la calabaza desfilar por la sala como si se tratase de una pasarela mientras caminaba a donde Irene se encontraba para terminar la canción con ella. Hubiese sido mejor si no abría la boca. De igual modo, todos aplaudimos como si se tratara de un conciertazo.

Todos bailábamos en la sala para el momento en que los niños regresaron y las risas no se hicieron esperar al ver una calabaza danzante, sin embargo, la emoción del bebé fue todavía más fuerte al notar de quién se trataba.

—¡¡¡Liqui!!! —gritó Tadeo y corrió a abrazarlo en medio de un par de tropezones que me obligaron a llevarme las manos a la cabeza, preocupado de que pudiera caer y lastimarse.

Ricky hizo maromas para poder cargar al bebé, pero al lograrlo, admito que en ese momento, fue una imagen que deseé seguir viendo: ambos compartían una sonrisa, Tadeo posó sus manitas en las mejillas del chico y restregó la punta de su nariz con la suya.

«Date la oportunidad de amar, deja que fluyan tus sentimientos sin miedo al qué dirán, solo importa tu felicidad», volví a escuchar las palabras de Ed y se me erizó la piel. Nuestras miradas se cruzaron, la miel de los suyos reflejaba un nivel de bondad y dulzura que me inyectó calidez, una sonrisa cómplice compartimos, aunque al poco tiempo acabé riendo al ver cómo Tadeo intentaba quitarle esa cosa que llevaba en la cabeza y que funcionaba como tallo de la calabaza.

—No, bebé, ese es mío; pero tengo algo para ti —le dijo Ricky con una amable sonrisa y caminó hasta el sofá, hacia esa calabaza de felpa que dejó allí cuando llegó y que la creí un bolso o cesta de dulces hasta ese momento; era un disfraz para Tadeo.

—¡No te atrevas! —sentencié en alto y todos comenzaron a reír en el instante que corrí a impedirlo. Cabe recalcar que sin éxito alguno porque Irene y luego mis padres intercedieron, alegando que luciría encantador.

No se equivocaron, Tadeo era una pequeña calabaza adorable, aunque igual quería asesar al chico por intentar convertirlo en una mini versión suya.

Ricky puso un vídeo infantil en Youtube titulado Chumbala cachumbala, se trataba de una canción de Halloween del canal Lunacreciente y no podíamos dejar de reír al verlos, Simón y Samantha se unieron a ellos, al parecer conocían el tema, los cuatro hacían cada tonto paso guiados por la gran calabaza. Arrinconamos cada objeto del salón para despejar con la única intención de que ellos contaran con espacio suficiente para realizar su danza.

Santiago, entre risas, hacía una transmisión en vivo, sus padres, los míos y yo no parábamos de aplaudir y reír. Amé ver la carita de felicidad en Tadeo mientras jugaba, fue ese el mejor regalo que pude recibir aquel día.

Cuando la locura pasó, entré a la cocina por algunas bebidas y vi a la gran calabaza batallar con una bandeja, Ricky suele ser amable y busca ayudar, por tal motivo no se negó a apoyar a mamá, pero era obvio que con esa cosa inflable que usaba como disfraz no sería sencillo.

—¿No crees que deberías quitarte esa cosa? —le dije al llegar junto él y tomar la bandeja para prevenir un caos, el chico sonrió con su típica picardía y al instante me arrepentí.

—¡Tobi, pero qué atrevido! —exclamó en un tono irónico y enseguida me hice a un lado susurrando un "olvídalo" para dirigirme hacia el refrigerador; sin embargo, de nuevo volvió a hablarme casi en una súplica risueña—: Perdón, Tobi. Tienes razón, pero podrías ayudarme, la cremallera está detrás.

Luego de un suspiro fui con él, apenas tomé el pasador para comenzar a bajarlo, el descarado chico volvió a hacer de las suyas y sus palabras me obligaron a soltarlo y dar un paso atrás:

—¿Qué te hace pensar que llevo algo más debajo?

—Mejor olvídalo —le dije con fastidio y volví a lo que hacía, él no dejaba de reír, pero volvió a acercarse por ayuda, una que solo le brindé luego de jurarme que usaba mallas bajo el traje.

Tan pronto la gran calabaza cayó hasta el suelo, él se giró para esta frente a mí, sentí taquicardia cuando tomé sus manos para ayudarlo a abandonar el traje y sí, era cierto, portaba una ceñida malla negra de cuerpo entero que poco dejaba a la imaginación, en realidad era como si no llevara nada puesto; mi corazón se aceleró aún más luego de un pequeño tropiezo con el traje inflable en el suelo, pero afortunadamente conseguí atraparlo entre mis brazos y evitarle una caída.

Su calor me embriagó por completo casi a la par de la miel de su mirada, sus antebrazos reposaban sobre mis pectorales, pude notarlo acelerado al igual que yo, incluso sus labios se entreabrieron. Ante el gesto retornó a mí el recuerdo de su suavidad, esa que sentí aquel día en el auto, aunque ahora volvía a tener el arete en el inferior. Sus manos, que habían permanecido inertes, despacio y con sumo cuidado, subieron hasta aferrarse a las solapas de mi desgarbado saco, las mías por inercia se ciñeron más a su espalda baja y sin duda, noté su rostro más cerca del mío.

—Tobias, hijo.

La voz de mi padre me obligó a abandonar el trance y enseguida puse distancia con Ricky antes de girarme a encararlo.

—Gracias por ayudarme con el traje, Tobi —me dijo el chico, intentando disimular el nerviosismo y luego pateó el traje hacia un lado para ir por la bandeja de bocadillos, sonrió hacia mi padre antes de salir y dejarnos a solas.

Me sentí algo nervioso, no sabía qué tan mal interpretable podría ser la escena que él acababa de presenciar. Sin embargo, contrario a lo que esperé, no dijo nada relacionado a eso, solo se dirigió al refrigerador, sonriente y extrajo las cervezas que se suponía yo fui a buscar.

—Hijo, que estés caracterizado como zombi no significa que lo seas —me dijo mientras abría una lata y la llevaba a su boca, luego de un trago continuó—. ¡Estás muy lento! —prosiguió entre risas y lo vi salir de la cocina una vez más.

Me quedé pensando en lo que dijo, pero también en lo ocurrido con Ricky hacía apenas un instante.

—¿Por qué ese chico me afecta de esta manera? —me pregunté a mí mismo y volví a escuchar a Ed: «¡qué se joda la lógica!».

La fiesta concluyó con el pastel, todos permanecieron a la expectativa mientras pensaba mi deseo de cumpleaños, incluso Ed desde la tablet en una videollamada, aunque no se me ocurría que pedir. En ese momento, sentí que lo tenía todo; por años me había enfocado en convertirme en socio y eso estaba a nada de cumplirse, tenía conmigo a cada una de las personas importantes en mi vida. Miré a Ricky quien me sonreía con el bebé en brazos y pensé de nuevo en Ed: «Tienes tan arraigado dentro de ti el miedo a ser diferente, que te estás privando de disfrutar la familia que siempre deseaste».

Apagué las velas entre feliz y nervioso, guardé para mí el secreto del deseo.

Despedimos a Sebas y su familia vampírica, mis padres querían arreglar el desorden en casa, pero lucían cansados, así que los persuadí de ir a descansar con Tadeo que parecía estrella de mar, durmiendo desparramado en el sofá. No hubo forma de convencer a Ricky de partir, estaba decidido a ayudarme con el caos.

Recogimos el desastre, devolvimos cada parte del mobiliario a su lugar, los micrófonos a su maletín y cajón; cuando todo estuvo listo y ordenado, incluso en la cocina porque él decidió dejar todo lavado. Ambos suspiramos exhaustos y a la par nos dejamos caer en el sofá.

—Tendrás que quedarte, es tarde —le dije en bajo, volteando la cabeza para verlo, sus ojos se anclaron en los míos y enseguida una pícara sonrisa le iluminó el rostro.

—Ay, Tobi, ¿me harás un huequito en tu cama? —respondió con ironía y no pude evitar reír. De hecho, ambos nos embarcamos en una estruendosa carcajada hasta requerir boquear para respirar.

La verdad, mentiría si digo que quería echarlo, en realidad deseaba tenerlo cerca, ya no podía negar mis sentimientos por ese entrometido que llegó a colarse en mi pecho de tal manera que ya ni sabía cómo sacarlo, incluso se ganó a mis padres con su simpatía y pese a que abiertamente no me lo decían, más de una vez insinuaron una posible relación entre nosotros, ya era parte de la familia.

Recostados juntos, con nuestras cabezas reposadas sobre el espaldar del sofá y los ojos puestos en la mirada ajena, las risas habían mermado hacía un rato y mi pecho se infló y desinfló con dificultad, era como mantener una profunda charla sin siquiera emitir palabra...

—¿Qué? —me preguntó después de un momento de solo mirarnos, sentía el palpitar del corazón en la garganta y ni siquiera comprendí el motivo, no, más bien sí, lo comprendía demasiado bien en ese momento.

—¿De qué? —Fue lo único que atiné a decir.

Estaba demasiado nervioso, creí ser incapaz de moverme y como si lo hubiese adivinado, Ricky se acercó hasta mí; aunque había espacio en medio de ambos, podía sentir el calor emanar de su cuerpo y mi piel se erizó cual si estuviese a la intemperie sin abrigo en pleno invierno. Humedeció sus labios sin apartar los ojos de los míos y todo mi interior se aceleró debido al gesto...

—Señor Wolf, si le asusta el arete puedo quitarlo —me dijo en un vano intento por sonar irónico, pero su voz se oyó algo apagada, más grave, como si le hubiese costado soltar palabra en ese momento, creo que estaba nervioso y a la expectativa, lo mismo que yo.

—¿Siempre debes decir cualquier cosa? —repliqué en bajo y sentí mi voz temblar.

—¿Y tú vas a atreverte o prefieres que lo haga yo, Tobi?

Su descarada mano se apropió de la solapa de mi saco, luego hizo el intento por acercar su rostro al mío; sin embargo, la mía fue más veloz y se posó en su nuca al mismo tiempo que junté nuestros labios.

Aquel momento resultó extraño, un hombre de mi edad sentía todo el cuerpo temblar como si fuese una joven y virginal criatura, fue sin duda el beso más torpe de toda mi vida, peor quizás que el primero en mi adolescencia y es que en parte lo era; no es como si hubiese ido por allí besando chicos, de hecho, nunca me había interesado en alguno y jamás hubiese esperado que ese descarado joven me hiciera sentir de tal manera, pero dentro de mi pecho había toda una revolución.

Una mezcla de emociones me inundaba, sentía miedo, pero a la vez algo muy cercano a la felicidad. Su mano subió hasta mi mejilla en el mismo instante que rompió el beso para tomar aire, ambos respirábamos de forma entrecortada y su nimia sonrisa se hizo eco en mi rostro, tal gesto resultó una invitación para él, enseguida se posicionó a horcajadas sobre mí y una vez más juntamos nuestros urgidos labios, esta vez con más pericia.

Su calor me embriagó por completo y mis manos por inercia se aferraron a su espalda baja, quería juntarlo conmigo, traté de fusionar nuestros cuerpos si es que aquello era posible, solo deseaba grabar su esencia en mi piel.

Estaba acostumbrado a la suavidad propia de las chicas y aunque su incipiente barba resultaba algo nuevo, más que asustarme, se tornó una rústica caricia que descontrolaba todo mi interior. Sus manos soltaron cada botón mal cerrado de mi camisa y su boca solo abandonó la mía para migrar a través de mi mandíbula y cuello, multiplicando cada desenfrenada sensación. Pese a la ceñida malla que portaba, pude sentir el calor de su piel quemarme como si estuviese al desnudo...

—Tobi... —expresó jadeante, ambos lo estábamos, pero el tono de su voz en ese momento me descontroló todavía más.

Admito que sentir la dureza de su ingle restregarse contra mí me descolocó un poco, pero yo estaba igual que él y era debido a cada electrizante sensación que ese chico lograba producirme. Lo apreté fuerte y en un movimiento veloz nos giré para recostarlo en el sofá, su risa baja resultó una traviesa invitación; con mis dientes, di un pequeño jalón al diminuto aro de su labio antes de besarlo una vez más.

No obstante, sentí escalofríos y me paralicé en cuanto escuché la voz de mamá. Creo que palidecí del terror y Ricky se cubrió la boca con una mano ante mi rostro espantado. Me incorporé con cuidado y noté que, por fortuna, se encontraba en el corredor que da hacia las habitaciones, a una distancia prudencial, imposible que hubiese notado algo de lo que ocurría, de hecho, tuve que asomarme sobre el espaldar para poder verla al responder:

—Sí, ma, ya terminé de arreglar, en un rato iré. ¿Tadeo está con ustedes? —pregunté fingiendo una serenidad de la cual carecía por completo y tuve que golpearle un muslo a Ricky cuando le escuché una burlesca risa baja.

—Sí, cariño, ¿lo llevo a la cuna?

—No, déjalo, no lo despiertes —mi voz creo que salió más nerviosa y me maldije por eso, aunque también al chico que reposaba entre mis piernas sobre el sofá a punto de reventarse de la risa— Hasta mañana, ma.

Tan pronto mamá dio la vuelta, agudicé el oído hasta notar el sonido de la puerta de su alcoba cerrarse, suspiré cansino, pero enseguida mi instinto homicida creció cuando Ricky empezó a reír. Palmeé su pierna para pedirle moverse y volví a sentarme con la cabeza tirada hacia atrás sobre el espaldar y el rostro entre mis manos.

—¿Arrepentido? —preguntó Ricky algo risueño y quizás fue por inercia, miedo, pena o la verdad no sé, pero de lo único que aún me arrepiento es de esa respuesta:

—¡Por supuesto que sí! —espeté sin pensar y dejé caer las manos desde mi cara hasta las piernas. En ese momento vi que Ricky estaba arrodillado sobre el sofá a mi lado con una lastimera expresión en el rostro.

—No, Ricky...

El chico se levantó enseguida y caminó deprisa hacia la puerta, juro que escuché a Ed gritarme: "¡Muévete, estúpido!", entonces di un salto, a toda velocidad logré alcanzarlo en la entrada, pero para mi maravillosa suerte, soltó su brazo de un tirón y aprovechó de subir al taxi que acababa de dejar a mis vecinos. Me maldije por eso muchas veces mientras veía el auto alejarse.


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Holis mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖

¿Qué me les ha parecido el capítulo? 😅

P.D.: Creo que al fin he logrado dedicar el capítulo, este va para cierta lectora especial que ha sido un gran apoyo y motivación con sus comentarios y palabras de aliento en mis redes, un gran abrazo y espero que hayas disfrutado el capítulo ToniSamaraStark 💖🤗

P.D.2: quiero empezar a dedicar capítulos y contestando un comentario se me ocurrió algo, si quieres que te dedique uno, intenta ser el primero en comentar cada capítulo. ¡Qué comiencen los juegos del hambre! Digo, a ver quién será el próximo 😂 el siguiente saldrá para BERTISDIAZ y también gracias por tu apoyo desde ya💖🤗

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