XXXVI

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En medio de tontas risitas regresamos hacia la orilla a vestirnos y de la mano, atravesamos el bosque de regreso a casa, despacio, sin ninguna prisa por volver. Hablamos y reímos, también lo aprisioné varias veces contra algunos árboles para embriagarme con el sabor de sus labios.

Cuando cruzamos la puerta deslizante de la cocina, sentí el bochorno llegar a mí, me ardía el rostro, incluso las orejas. Mis padres, Irene, Sebas y Ed se encontraban en ese lugar, todo parecía indicar que a la expectativa. Fue Ricky quien levantó nuestras manos entrelazadas con una radiante sonrisa y de inmediato todos cayeron encima de nosotros con vítores y aplausos para felicitarnos.

—¡Eres un estúpido, Tob, pero confiaba en que lo lograrías! —exclamó Ed, abrazándome con fuerza y luego se giró hacia Sebas— ¡Seb, págame!

Contemplé a ambos boquiabierto, no podía creer que hubiesen apostado sobre mi relación, pero lo peor fue cuando papá llamó a mi rubio amigo para cobrarle también. Al parecer, Sebas estaba completamente seguro de que yo arruinaría las cosas en la laguna.

—¡No lo tomes personal! —me dijo el desgraciado mientras terminaba de pagarle a papá. Sin embargo, dejé de prestarle atención cuando Ed abrazó a Ricky y lo escuché decirle: "te lo dije". Ladeé la cabeza, confundido, y él comenzó a contar sin tapujos cómo Ricky se había pasado todo el año diciendo que me sacaría de su vida porque yo era un completo imbécil, pero cualquier tema que hablaban lo llevaba de regreso a mí y Tadeo.

—¡Cállate! —exigió un apenado Ricky a Ed a la vez que le propinó un empujón o eso intentó ya que mi mejor amigo es una mole a comparación de él.

—¡Es que me tenías mamao, mijo! —replicó Ed entre risas— ¡Maginate! Uno: full orgulloso y despechado; el otro: pendejo y triste. ¡Iban a salir de abajo, pues!

Las risas en la cocina no se hicieron esperar.

A pesar de las bromas y el bochorno que pasábamos gracias a Ed, amé lo que ocurría en ese lugar, fue uno de los momentos que más atesoré de nuestro viaje.

Pasé el resto de la noche con Ricky en la habitación que él ocupó durante su estadía, solo platicamos hasta ser vencidos por el sueño y cayó rendido en mi pecho.

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A la mañana siguiente fui despertado por Tadeo, estaba sobre mí e intentaba ahorcarme pidiendo rendición. Aún no me despertaba del todo, costó un poco procesar el lugar en que me encontraba; creí que todo lo ocurrido la noche anterior fue un sueño, de lo contrario, ¿por qué sería el bebé mi despertador? Procedí a hacerle cosquillas hasta dejarlo sin aire y no le quedó de otra más que suplicar clemencia.

Fue en ese momento que contemplé alrededor y caí en cuenta que, en efecto, estaba en la recámara de Ricky. Una sonrisa se me escapó.

—Papi, vamos a desayunar —me dijo Tadeo en cuanto logró calmarse un poco.

—Campeón, ¿qué haces aquí?

—Ricky dijo que te deperte porque no le haciste caso.

Sus palabras me hicieron reír. Ni siquiera fui consciente del momento en que Ricky intentó despertarme, pero procedí a levantarme y asearme e ir con el bebé hacia la cocina para darle alcance a la familia.

Aquel domingo fue soleado y decidimos reunirnos en el patio. Ricky, Sebas y yo jugábamos junto a los niños con la pelota, mis padres e Irene se enfrentaban al póker entretanto, Ed se encargaba de la carne asada, que realmente olía increíble, junto a su novio Martin quien no pudo asistir a la fiesta de mamá por trabajo.

El tipo era agradable. Enorme y robusto como él. Aunque parecía leñador por la camisa a cuadros que traía abierta sobre un jersey blanco, en realidad era ingeniero y resultó que se conocieron hacía casi un año porque fue cliente del buró; llevaban tiempo saliendo, pero recién decidían formalizar su relación.

Parecía un buen tipo, mi mejor amigo también lucía feliz con él; así que todo encajaba en su sitio. Sentí una felicidad desbordante porque la vida poco a poco dejaba de estar patas arriba.

Cuando el sol cayó y el frío empezó a arreciar, mudamos la diversión al salón familiar, un sitio bastante amplio con acabados en madera pulida e iluminación cálida, la pared más larga tapizada de libros, grandes estanterías albergan la enorme colección de mi padre; en el muro frente a esta, una inmensa chimenea de madera tallada con detalles metálicos que papá velozmente encendió en cuanto entramos.

Los felpudos del suelo frente al fuego fueron ocupados por los niños apenas ingresaron; mamá e Irene continuaron su platica en los mullidos sofás; Sebas se dirigió a la mesa de pool, Martin se le unió seguido por Ed.

Al fondo del salón, un piano de cola desde el cual pude ver a Trev sonreírme en el asiento, esperaba por mí. Tomado de mano con Ricky, caminamos hasta allí, él ladeó la cabeza cuando me senté, pero quedó boquiabierto en cuanto mis dedos comenzaron a pulsar las teclas. El ambiente fue inundado con aquella melodía que se convirtió en mi primera ejecución de música clásica cuando tenía nueve: Para Elisa.

Cerré los ojos y me dejé absorber por la pieza, a pesar de los años alejado del instrumento, resultó sorprendente poder usarlo a un nivel óptimo, claro está que tal pieza es básica. Sin embargo, las risas invadieron el salón cuando en algún punto olvidé lo que seguía y me lancé con el soundtrack de Mario Bross. Incluso creí escuchar la risilla de Trev a mi lado.

—Tobi, eso fue hermoso —dijo Ricky emocionado y fijé la mirada en él mientras el resto aplaudió, procedieron a felicitarme también, excepto Ed quien, entre risas, comenzó a señalar errores en la ejecución.

—Cierra la boca —le respondí en su mismo tono burlesco y el desgraciado, después de aclararse la garganta, se acercó al banquillo.

—¡Con permisa! —exclamó en una voz afeminada que a todos nos hizo reír— Abre paso a la divaza del piano.

No podíamos dejar de reír con sus payasadas. Miré a Martin quién tenía la vista fija en Ed y sonreí por lo que vi en su semblante mientras mi mejor amigo tocaba.

El desgraciado optó por Algo más de La quinta estación, al mismo tiempo cantaba, sus ojos iban del piano a Martin en un ciclo, toda una declaración musical. Tal romántico gesto me obligó a apretar con fuerza la mano de Ricky; él no dudó aferrarse a mi brazo y reposar allí mismo su cabeza.

Me sentí muy feliz por ellos, en especial por Ed, definitivamente, volver a casa le hizo bien.

Compartimos en familia hasta que fue hora de despedir a Ricky, por mil medios intenté convencerlo de quedarse, pero fue inútil, jamás le ha gustado faltar a su trabajo y clases.

—Señor Wolf, yo no soy un flamante jefe, tengo un horario que cumplir —me dijo con las manos entrelazadas en mi nuca. Estábamos en el pórtico, por milésima vez detenía el andar antes de llegar al auto de papá para llevarlo al aeropuerto.

—Debiste permanecer en Murano —repliqué con un triste puchero—, te habría convertido en mi asistente personal.

Ricky soltó una risilla antes de contestar.

—Tentativa oferta, señor Wolf... —Plantó un beso veloz en mis labios, después continuó—. A veeer, seguir con mi empleo mal pagado, pero relacionado a mi carrera o quedarme en Murano como tu asistente para que te aproveches de mí...

Su tono me hizo reír.

—Nada que pensar, escojo seguir así, Tobi.

Compartimos un lánguido beso y ya que yo me rehusaba a andar, él empezó a tirar de mí hasta el vehículo y ni modo, tocó iniciar la marcha.

Odié su estruendosa música, como de costumbre, aunque mentiría si digo que no extrañé sus chillidos y berreos; mi mano solo abandonó la suya cuando necesitaba utilizar la palanca de cambios, pero luego volvía a entrelazar nuestros dedos sobre el reposabrazos.

Habría deseado convencerlo, pero sin más opción, tocó disfrutar nuestros últimos instantes juntos hasta verlo partir.

—Tobi, deberías tener un piano en casa, no sabía que podías hacer algo así de hermoso —me dijo en algún momento de la conversación mientras estábamos a la espera del vuelo, una risita se me escapó—. ¡Tobi, de verdad, no te rías!

—Río porque estoy contigo, porque tu sola sonrisa me llena de alegría.

Ricky reposó su cabeza en mi hombro, yo repetí el gesto sobre la suya antes de volver a hablarle:

—Voy a extrañarte demasiado.

—Señor Wolf, es usted un exagerado, mañana volveré a verlo.

—¿Me lo juras? —pregunté igual que un niñito en busca de aprobación y sonreí ante su risa baja. Él procedió a acomodarse, con sus manos acunó mi rostro y su boca sin más buscó la mía.

No me importó el lugar, la gente o sus posibles miradas y comentarios, en ese momento mi única prioridad era empaparme de su ser, que su aroma y esencia permaneciera en mí hasta volver a vernos.

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El lunes por la mañana teníamos todo listo, empacado y arreglado en la mini van, acordamos descansos más cortos para el retorno. Luego de despedirnos de mis padres, iniciamos el viaje.

Decirle adiós a la paz de ese lugar fue difícil, Tadeo también quedó encantado y decidió que quería volver para navidad o su cumpleaños, yo estuve de acuerdo, pero sería en avión, no tenía intención alguna de otro viajecito por tierra como ese.

Disfrutamos las paradas, más fotografías se sumaron, por supuesto. Al interior de la van, Irene cantaba de vez en cuando con los niños para entretenerlos y a las ocho de la noche, luego de once horas de viaje, al fin llegamos a la villa. Casi escuchaba a mi cama susurrarme con deseo las ganas que tenía de poseer mi cuerpo.

Sin embargo, todo rastro de sueño o cansancio se vio esfumado de mi sistema apenas nos acercamos a la puerta del complejo y vi bajar de un taxi, apostado delante de nosotros, a la persona que menos esperaba ver en aquel momento, sentí palidecer, incluso Sebas me sacudió asustado.

—¡Tobías! Oye, Tobías, ¿qué pasa? ¡Reacciona!

Ella se acercó a la ventanilla en portería y luego de un instante giró el rostro en la dirección que nos encontrábamos, las luces del vehículo la alumbraban a la perfección y aunque usaba una mano para mitigar la incidencia en sus ojos, vi su rostro y sentí pavor.

Las manos de Sebas me movían para tratar de llamar mi atención, pero su voz era distante, mis ojos permanecieron fijos en la imagen de esa mujer que caminaba despacio hacia el auto o, al menos, así lo percibí.

Por inercia, bajé la ventanilla en cuanto estuvo a mi lado, su mirada viajó un instante hacia el interior. Con una expresión de alivio y anhelo, fijó los ojos en Tadeo; sentí el corazón en la garganta, pero mucho más cuando volvió a mirarme y pude escucharla:

—Hola, Tobías, necesitamos hablar.





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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 quise hacer un especial de san Valentín, pero fracasé miserablemente, por eso, les traje nuevo capítulo. Espero les haya gustado 💖

Este capítulo salió con dedicatoria para mi querida KelyPrieto por 2 razones:

1- Esta chica fue mi primera lectora en la plataforma😢 y pos es algo que atesoro con harto cariño, cuando no yo creía en lo que hacía, ella se leyó mi primer libro hasta donde lo llevaba por entonces y me dio ánimos de continuar💖

2- Se mandó un maratón bomba con este libro igual que lo hizo en aquel entonces con mi arcoíris y pos no había tenido oportunidad de agradecerle.

Mi dulce corazón multicolor 💛💚💙💜💖 gracias por todo el apoyo que siempre me brindas, ti loviu y feliz san Valentín 💖💖💖.

Hay una tercera razón oculta y es decirte que al igual que tú creíste en mí en aquel tiempo, yo creo en ti ahora, sé que puedes con el #ONC y quiero ver más de esa m4ld1t4 loca; así que, ¡vos podéis. Dale con todo a esa molleja, mijita!😆

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