Capítulo 19

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—Estoy aquí, ¿me escuchas? —la saco de sus pensamientos.

—¡Oh, cierto! Perdona, Idier, ¿qué estabas diciendo?

—No te veo del todo bien. Mejor dejemos esta charla para otro momento.

—Estoy bien, ¿qué dices? Estamos hablando de Luli. Me gustaría saber, ¿qué te contó sobre mí?

Me alegra que mi estrategia esté funcionando. Solo necesito que sople lo que quiero saber sin que ella se dé cuenta de mi verdadera intención.

—¿De verdad quieres saberlo?

—Sí, no quiero que pienses algo que no es. Por eso me intriga saber qué te dijo.

—Bueno, no dijo mucho. La que debería contarme más eres tú. Solo mencionó que eres una buena actriz. No entiendo por qué… Me gustaría que me aclararas lo que está pasando.

—Parece que no te contó toda la verdad y ahora yo soy la villana de la historia.

Espera, ¿qué está sucediendo aquí? ¿Qué es lo que esconden esas dos? ¿Por qué tanto misterio?

—Ludmila, ¿hay algo más que debería saber?

Me lanza una mirada pálida y distante.

—Ya estoy aquí —interrumpe mi tío.

—Ludmila, tu madre te está buscando.

—Está bien, doctor. Idier, hablamos después.

Sale rápidamente. Hay algo raro en todo esto... Necesito descubrir qué ocultan esas chicas.

Me pregunto, ¿qué fue lo que Luli no me reveló? Esa chica y sus juegos me están volviendo loco. Solo espero que no me haya mentido, porque no sé cómo reaccionar. Si no ha cumplido su promesa de ser honesta conmigo, se las va a ver conmigo.

—Lamento haber interrumpido, sobrino. ¿Lograste obtener alguna información útil? Después de todo, ella fue la novia de Idiomar y para mí, es la más sospechosa.

—No, tío, pero definitivamente planeo hacerlo. Más ahora que tengo algunas dudas.

—¿Dudas sobre qué?

—No estoy del todo seguro, solo espero que mis sospechas no sean ciertas. Te contaré todo más adelante. Por cierto, ¿de qué estaban hablando tú y papá?

—De ti. Él está preocupado porque no le contestas el celular, a pesar de que ya te has aparecido.

—Le llamaré en un momento, pero antes necesito irme. Gracias por tu preocupación, tío.

—¿A dónde crees que vas? Deberías descansar; no estás bien. Ve a tumbarte en la cama ahora mismo, necesitas recuperarte. ¿Acaso piensas que la salud es un juego, Idier?

—Pero tío...

—Es hora de descansar. Iré a buscar algo para que comas, y no se te ocurra moverte. ¡Entendido!

—Sí, entendido.

—Bien...

Se va y me deja aquí sintiéndome aburrido.

Estoy en modo estudio porque mañana tenemos clases. No quiero parecer una ignorante que se quedó atrás. Aprovechando que tengo tiempo, estoy revisando mis apuntes.

Por ahora, intentaré no pensar en él, aunque es difícil. No puedo evitar sonreír mientras me acomodo en el sillón.


Me echo unas gominolas a la boca, luego tomo mi laptop y empiezo a buscar información sobre la historia antigua.

De repente, mi celular empieza a sonar. Veo un número que no reconozco y mis manos se quedan paralizadas mientras el móvil sigue vibrando.

No sé qué me pasó, pero al final decidí contestar. No digo nada, ni tampoco la persona que llama. Solo escucho su respiración al otro lado de la línea.

—¿Te daba miedo pensar en quién podría ser?— una sonrisa surge en mis labios al instante.

—¿Cómo conseguiste mi número?

—¿No vas a saludarme antes? Vaya, parece que no tienes modales...

—Te diría lo mismo, considerando que fuiste tú quien me llamó. Eso debiste hacer primero, ¿no crees?

—Tienes razón, lo admito. Empecemos de nuevo. Hola... ¿cómo has estado? ¿Qué andas haciendo?— esa voz tan atractiva resonando en mis oídos me provoca una sensación electrizante por todo el cuerpo.

—Estoy bien, ¿y tú?

—Creo que también estoy bien. Pero no me contaste qué estabas haciendo.

—Si te lo dijera, no me lo creerías.

—Eso depende de cómo me lo cuentes. Sabes que no soy bueno para saber cuándo mientes. Pero por favor, dímelo ya, estoy muy curioso —sonreí al escuchar su última frase.

—Justo antes de que llamaras, comencé a tocarme, disfrutando del placer mientras pensaba en ti. No hay nada mejor que tenerte aquí conmigo en este momento—le digo con un tono juguetón.

No dice nada al respecto. Me encantaría saber cómo se ve su cara en este instante.

Esa chica está logrando que me pierda con cada palabra que dice; así no podré ponerla en su lugar.

—¿Idier, estás ahí?—me saca de mis pensamientos al instante.

—Creo que me colaré por tu ventana.

Su risa encantadora resuena en mis oídos, y no puedo evitar sonreír.

Veo a mi tío observándome con atención. Espera, ¿cuánto tiempo lleva ahí como espectador?

Al mirar mi celular, me doy cuenta de que la muy niñata me ha colgado. Trato de disimular dejando el teléfono sobre la mesa.

—Tío, ¿qué haces parado ahí?

—Hace un rato que llegué y ya dejé tu almuerzo en la mesa. Pensé que te habías quedado ciego. ¿Quién te tiene tan distraído que puedes ignorar a tu tío favorito?

—Lo siento, tío, es complicado. Te prometo que luego te cuento todo, pero ahora tengo que salir.

—No te irás hasta que comas y descanses. No quiero que te desmayes en el camino; hazme caso, Idier, por favor.

—Está bien, tío. ¿Podrías pasarme el almuerzo, por favor?

—Con mucho gusto—lo acerca a mi cama con alegría.

Y mis pensamientos se centran en Luli, su falta de educación al dejarme con la curiosidad de sus movimientos misteriosos. Maldita...

Ya son las 4:30 de la tarde y me aburro en este cuarto. Tengo el pijama de tela fina a juego en tono azul marino: la blusa con mangas y los pantalones que me llegan hasta los tobillos. No paro de moverme a un lado de la cama, y todavía me encuentro fatal y de mal humor. No me acuerdo de todo lo que pasó en ese cuarto con Hugo; me duele la zona íntima como nunca antes, y me da miedo ir al médico a hacerme un análisis.

Mientras miro el televisor junto a mi princesa, no quiero ver a nadie hasta que me recupere, mucho menos a Luli. Me muero de vergüenza por lo que hice enfrente de Idier; no puedo creer que tenga tantos problemas y no haya podido resolver ninguno.

Tocan a mi puerta. Doy la orden de que pase la persona del otro lado, dejándome a la vista a la empleada doméstica.

—Perdón por interrumpirte, señorita Bella. Tienes visita.

—¡Ya te dije que no quiero ver a nadie! —grito, y mis ojos se abren al ver a Luli entrar en mi habitación con calma.

—¿Así es como tratas a tus empleados? —levanta una ceja, mirándome de manera extraña.

—Con permiso —la empleada se retira de inmediato, cerrando la puerta tras de sí.

—Luli... No me avisaste que ibas a venir —mi voz tiembla un poco.

—¿Estás bien?

Se acerca a mí.

—Sí, estoy bien —evito mirarla a los ojos.

Permanece en silencio por un momento. Pasa su mano por mi cabello, bajándola hasta mi cuello y me levanta la barbilla, dejando al descubierto la marca de chupetón. Y también las huellas que dejaron las manos de Hugo al agarrarme el cuello. Menos mal que mamá no lo notó bien; qué mal que Luli sí. Ese Sádico de mierda...

—¿Quién te hizo eso?—su voz seria me aterra, «¿cómo carajos voy a decirle que fue su ex?»

—Nadie, me caí del baño, es todo—espero que se crea esa mentira y no me haga más preguntas.

—¿Te caíste? Mmmm, ¿cómo sucedió eso? —su mirada intensa me deja sin aliento.

—No tengo idea, Luli, te lo prometo. Fue un accidente, eso fue todo. No sigas preguntando. No es nada grave.

—Parece que estás muy a la defensiva. ¿Te subió la fiebre o qué?

Me toca la frente, ignorando mis palabras.

—No tienes fiebre, pero para mí estás enferma. No te preocupes, me encargaré de ti.

Se levanta de la cama.

—¿A dónde vas? ¿No se supone que ibas a cuidarme?

—Tranquila, que aún estoy aquí. Solo voy a la cocina y regreso enseguida.

Se va con una dulce sonrisa. Bueno... al menos se olvidó de la marca en mi cuello.

Qué alivio que ya logré salir del hospital, no podía más con el olor a medicamentos. El infeliz de Saúl aún no ha hecho su llamada; seguro lo hará más tarde. Esas son sus horas de psicópata.

En este momento estoy en la puerta de Íker, y sigo intrigado por lo que pasó ayer. Toqué varias veces y la puerta se abre, revelándome a un Íker muy lastimado. Tiene marcas visibles en el cuello de los golpes, lleva puesta una camiseta negra y sus brazos están llenos de moretones, con un aspecto bastante lamentable.

—Bro, ¿qué te pasó? ¿Cómo te sientes?

Lo ayudo a caminar hasta el salón, lo dejo ahí y voy a cerrar la puerta.

—No sabes cuánto me alegra que hayas sobrevivido a la furia de esos animales salvajes, hermano. No te preocupes por mí; mi hermanita ya me atendió. Regresará para prepararme algo de comer.

—¿Cómo no preocuparme? Estás herido.

—Lo sé, eso pasa cuando te pasas de la raya, pero tranquilo, no van a venir a buscarme. Eso sucedió cuando te llamé; estaba en su territorio curioseando algo que me llamó mucho la atención. El problema es que me pillaron al instante.

—Deberías tener más cuidado, porque podría pasarte algo mucho peor. Además, ¿qué fue lo que viste que no pudiste resistir?

Él me observa con una expresión preocupante; ya siento que lo que va a contar no es nada bueno.

Bella ya se ha quedado dormida, lo que me da una gran tranquilidad. Su perrita me observa con esos ojos adorables. ¿Qué querrá ahora?

Le sirvo algo de comer en su platito y, al instante, se alegra al ver que lo coloco en su bandeja. Mientras come, la acaricio suavemente.

Después, saco una botella de Larios y le sirvo un poco en su copita con calma; al notar el líquido, la perrita comienza a beber de inmediato. La dejo disfrutar mientras coloco la botella en la mesita de noche.

Me levanto y le echo un vistazo a Bella; se ve tan tierna durmiendo. Me acerco a la cama y vuelvo a fijarme en su cuello, lo analizo con atención.

Soy consciente de lo que está ocurriendo. «La ciega que se mantiene en silencio sabe más». Escucho a la perrita ladrar con alegría y mover su cola mientras me observa.

—Ya era hora, princesa. Solo quería verte feliz para alegrar a tu dueña.

Comento mientras la acaricio. Siento que ya he terminado con mi tarea; es momento de irme.

—Vamos, princesa, ven conmigo a la puerta.

Empiezo a caminar y la princesa me sigue, ladrando gracias a la dosis de alcohol que la tiene bastante contenta.

Íker me comentó que se encontró con varias camionetas de una marca que supuestamente es conocida, pero no pudo abrirlas, así que necesitaba mi ayuda.

Poco después, me llamó, pero lo vieron y tuvo que deshacerse de su móvil sin que ellos se dieran cuenta de que estaba al teléfono. Peor aún, que fuera conmigo. Si sospecharan que estamos colaborando, los dos estaríamos en problemas.

Lo encerraron en un cuarto oscuro, sentado en una silla eléctrica, castigándolo para que hablara sobre lo que había visto, algo a lo que se negaba rotundamente.

Mientras se negaba, le propinaban golpes y, para colmo, lo sometieron a la electrocución, algo que realmente me incomoda escuchar.

—Eres increíble; si fueras otra persona, ya no estarías aquí. Qué pena que no podamos recurrir a la policía.

—Así son las cosas. Pero cuéntame, ¿cómo lograste regresar sin un rasguño? Te veo bien, hermano; realmente eres el mejor.

—Te equivocas, mira esto—le enseño la venda en mi brazo. No lo notó de inmediato porque llevo puesta una sudadera.

—¡No me digas! ¿Qué tienes ahí?

—Solo un arañazo. No te preocupes, no fue nada grave, al menos...

—Tu valentía me sorprende; realmente te admiro, Idier. Tienes mi respeto.

—No es para tanto—me responde con una sonrisa.

Siento unas ganas enormes de zambullirme en la piscina. Solo tengo unos pantalones cortos y me veo como un atleta, con el cuerpo bien tonificado y el cabello seco y despeinado.

Al sumergirme en el agua, siento cómo me envuelve; la frescura y la ligereza se combinan en un abrazo revitalizante. Cada brazada se siente como un baile con el agua, donde mi cuerpo se mueve libremente, deslizándose suavemente. Aunque la superficie se agite a mi alrededor, dentro de mí hay una calma profunda.

La sensación del agua acariciando mi piel es casi como una terapia; me ayuda a desconectar del mundo exterior. Mientras nado, me enfoco en mi respiración, inhalando aire fresco y exhalando cualquier preocupación. Cada patada me impulsa hacia adelante, y al llegar a la meta, sentir que he superado mis propios límites me llena de energía.

Al salir del agua, el sol calienta mi piel húmeda y experimento la alegría de haberme dejado llevar por ese momento. Mientras camino, las gotas salpican el suelo; en ese instante, uno de mis hombres me pasa una toalla blanca y me acomodo en el sillón para relajarme. De repente, lo que me dijo Saúl vuelve a mi mente: el novato se salvó ayer. ¿Cómo era posible?


Sostengo mi cóctel mientras reflexiono sobre la situación con calma, saboreando cada sorbo y tratando de organizar mis pensamientos. En ese momento, otro de  mis hombres se acerca a mí.

—Jefe, Luli acaba de llegar —al escuchar su nombre, mi ánimo se eleva. Así que finalmente se ha decidido.

—¿Deberíamos revisarla?

—Es indefensa, no la toquen. Puedes dejarla pasar.

Él asiente y se aleja, y en un instante la veo aparecer en mi campo de visión.

Lleva el cabello suelto y su maquillaje oscuro le da un aire de chica mala, linda y seductora. Viste una chaqueta de paño grueso, tono gris beige con botones que le llega a los muslos; en el espacio que queda al descubierto, puedo ver que lleva un top negro y una falda corta del mismo tono. Sus botas femeninas de contorno cano le aportan ese toque de diva. Definitivamente vino para deslumbrarme con ese atuendo, sus piernas perfectas brillan bajo el sol.

No puedo apartar la mirada de sus ojos; cada vez se ve más hermosa y más sensual.

—Mi amor, qué grata sorpresa. Ven aquí —le digo con dulzura.

La observo caminar de manera provocativa y su mirada traviesa me deja paralizado.

Se acerca lentamente, mirándome como si quisiera devorarme; me lanza una mirada inocente mientras acaricia mi cuerpo suavemente, descendiendo hasta donde más me interesa.

Lo toma y en un instante me enciende, pero, ¿cómo es posible? ¿De dónde sacó esa actitud tan atrevida? Seguro que ese tipo le enseñó; antes de matarlo, le tendré que agradecer.

—Te volviste peligrosa, mi diosa. No ves que están aquí todos mis hombres; podríamos ir a mi habitación —le susurro al oído.

—Eso no me importa —su voz seductora me excita aún más; siento cómo masajea mi erección con intensidad, dejándola al descubierto. Su atrevimiento me sorprendió y al mismo tiempo me encantó.

—¿Te gusta lo que hago?

—Sí, cariño, me fascina —intento acercarme para besarla, pero ella coloca su dedo índice en mis labios.

—No tan rápido, León, primero vamos a jugar. Aquí soy yo la que manda.

—Lo que tú digas. ¿Y cómo va a ser este juego, mi diosa? No puedo esperar para quitarte esa prenda.

—Solo elige entre el uno y el dos, y verás lo que tengo planeado para ti.

—Me encanta, Luli; estoy ansioso por ver qué harás en el momento. Tus movimientos me vuelven loco, y prometo que te haré sentir como nunca, mi amor. Será la mejor etapa de nuestra relación.

—Lo deseo tanto —sonríe mientras se muerde el labio inferior de forma provocativa.

—Tengo muchas ganas de besarte.

—Solo podrás hacerlo cuando decidas qué número vas a elegir.

—Está bien, entonces elijo el dos. Ahora dime qué toca...

Ella sonríe mientras me agarra con una fuerza que me sorprende, sacando un cuchillo de la nada. Mis hombres se tensan y la apuntan con sus armas.

—¡No disparen! Déjenos a solas, por favor.

—Pero jefe, está armada. No podemos...

—¡OBEDEZCAN! —grito con determinación, y ellos se retiran al instante.

—¿Qué estás haciendo, Luli?

—Esto es parte del juego, cariño. Tenías que decidir cómo iba a atacarte: ¿con el arma o con el cuchillo? Elegiste el dos, así que aquí estoy con mi cuchillo. Ahora, ¿por dónde íbamos? —sus ojos se oscurecen y siento un escalofrío ante lo que podría hacer esta caprichosa.

No puedo creer que me haya engañado así. Se ha vuelto astuta; ¿por qué me atrae esta situación? Nuestros ojos se encuentran y veo una sonrisa maliciosa formarse en su rostro.

—¿Te gusta lo que ves?

«¿Pero qué falta de respeto, Luli? Te juro que...»

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