Capítulo 8

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Luli entró con cautela a la mansión, encontrándose con los guardaespaldas de su padre, cada uno en su respectivo puesto de vigilancia. A ella no le importaba si la observaban, así que pasó junto a ellos, dejándolos confundidos.

Sentía un nudo en el estómago al pensar en subir las escaleras hacia su habitación, ya que esa misma vía conducía al cuarto de su padre. No deseaba cruzarse con él. Así que optó por dirigirse al dormitorio de su nana. Al llegar, llamó a la puerta y la mujer, con una expresión preocupada, la abrazó y la hizo entrar.

—No me des esos sustos otra vez, Corazón. ¿Sabes qué hora es? —Pero te avisé, nana. De todos modos, lamento haberlo hecho. —Está bien, mi niña. No te ves bien; ven y déjame atenderte.

Luli se dejó caer en la cama y se sumió en un profundo sueño. La Mujer, con las manos en la cintura, se quedó allí sin saber qué hacer con ella.

Mientras tanto, el Señor vigilaba a su hija a través de las cámaras desde su habitación. Aún inmerso en su trabajo, tomó un sorbo de café con tranquilidad, reflexionando sobre la situación.

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Idier está siguiendo a los hombres que Hugo le indicó en la llamada, sin entender qué desean a esas horas de la noche. No está dispuesto a tolerar sus juegos.

—Hemos llegado —anuncia uno de ellos, apartándose a un lado. —Entra —le ordena con un tono amenazante.

Idier, sintiendo un ligero nerviosismo, accede al lugar sombrío sin dudarlo. La sensación que le invade no es agradable; el ambiente se impregna de maldad.

El pasillo desprende una mezcla de nostalgia y misterio, con sombras que se alargan por la débil luz que se filtra a través de la ventana.

El polvo se acumula en los rincones, y las telarañas cuelgan en las esquinas del techo, aportando un aire de abandono.

La atmósfera es silenciosa y casi tangible; solo se oye el crujir ocasional de la madera bajo sus pies, indicando que el lugar ha estado desocupado durante mucho tiempo.

Las luces del almacén parpadean y revelan el rostro de Saúl, junto con la presencia de Hugo.

Observa a más de diez matones, que sin duda podrían estar armados, mirándolo fijamente. La expresión de Saúl es la de una persona ordinaria, pero su aura es completamente diferente. Se sienta en un sillón como un rey, acompañado por Hugo a su lado.

Saúl es un chico joven, con un físico atractivo que muestra su compromiso con el ejercicio. Su cabello negro es corto y un poco alborotado, lo que le otorga un estilo desenfadado. Sus ojos, de un negro profundo, son cautivadores y aportan un aire enigmático a su carácter.

Hoy viste una camiseta sin mangas blanca que acentúa sus brazos musculosos y unos pantalones negros ajustados que destacan su figura atlética. Sostiene un cigarro entre los labios, lo que le confiere un aspecto rebelde y despreocupado. Al mirarlo de cerca, Idier se da cuenta de que su piel está adornada con tatuajes extraños y fascinantes.

Además, Idier no puede evitar preguntarse cómo un joven casi de su misma edad tiene la autoridad para dar órdenes a esos hombres mucho más grandes que él.


No se puede pasar por alto que un perro lo observa con la lengua afuera; es la primera vez que se encuentra frente a un Pit Bull Terrier.

Este canino parece tener un tamaño mediano y presenta una musculatura que indica buena salud. Sus patas son robustas y están bien equilibradas en relación con su cuerpo.

El pelaje negro brilla con un aspecto saludable, lo que sugiere que recibe buenos cuidados. Las manchas blancas en su pecho son bastante notorias y forman una figura singular que le otorga un toque distintivo.

El perro no aparta la vista de Idier, pero está atado con una cuerda que sostiene un hombre a su lado.

«Por qué tengo el presentimiento que si no hago bien mi trabajo pueden provocar que me ataque ese animal».

—¿Así que tú eres el famoso Idier?

Cuando escucha por primera vez la voz de Saúl, no le sorprende que tenga un tono grave, considerando que está fumando en este momento.

Se levanta y se dirige hacia Idier, saca un cigarro y hace un gesto. En ese instante, uno de sus secuaces se acerca para encender su tabaco.

Comienza a fumar mientras lo observa con curiosidad.

—Oye, niño, ¿tienes idea de algo?

«Espera... ¿me acaba de llamar niño? Qué cabrón.»

—No, tú dime—responde Idier con un tono áspero.

—Antes de que puedas unirte a nuestra banda, tendrás que pasar una prueba. Si la superas, serás parte de nosotros. Y debo decir que me agrada tu actitud —sonríe de manera inquietante, dejándolo en un estado de desconcierto.

Su mirada es del tipo de psicópatas que les gusta ver el sufrimiento del otro sin ningún remordimiento


—Y si no lo logro, ¿cuál será mi destino?

Idier siente que la dirección que están tomando las cosas le resulta incómoda, como si ya lo hubiera vivido antes.

—Confío en que lo conseguirás, me recuerdas a uno de mis chicos... ¿cómo se llamaba?—intenta recordar.

—Idiomar—responde Hugo, fijando su mirada en Idier.

—Sí, ese inútil —se burla Saúl.

La ira comienza a invadir a Idier; que se haya referido a su hermano le molesta profundamente, especialmente si ellos tuvieron algo que ver con su muerte. Solo pensarlo aviva su sed de venganza, y Saúl lo está provocando. No le dará el placer de perder el control sin alcanzar primero su objetivo, aunque por dentro esté furioso.

«Debo mantener mi ira bajo control a toda costa»

—¿Puedo preguntar quién es Idiomar?—sus rostros cambian al instante; la seriedad en sus miradas y el profundo silencio indican que hay un pasado oscuro.

—Solo podrás preguntar cuando hayas ascendido en la jerarquía; por ahora no puedes, ya que eres un novato —le dice Saúl con calma.

«Así que tengo que ascender para conocer la verdad y descubrir a qué se dedican realmente»

—Idier—pronuncia su nombre, exhalando humo en su dirección.


Idier, con los ojos sellados por el humo que le dificulta respirar a través de las fosas nasales.

—Eso es para que te enfoques en la tarea que te preparó mi hermano.

«¿Hermano? ¿De quién estará hablando?»

Hugo se aproxima.

—Todo está preparado —declara con firmeza.

Saúl esboza una sonrisa maliciosa.

—Parece que voy a ser testigo en vivo de lo que has planeado para nuestro nuevo miembro —su mirada fija en Idier. Saúl, al terminar su pequeño cigarro, lo arroja al suelo y se aleja.

«Se nota que disfruta de fumar; lo consumió rápidamente.»

—¡Vamos, novato!

Idier les sigue, forzado a hacerlo.

Tras un rato de caminar, llegan a una calle adyacente a una tienda de ropa recién renovada, que irradia elegancia; ahora está cerrada y no hay nadie por allí.


Idier, confundido por la situación, se queda en silencio.

—Toma —Hugo le pasa un arma.

Ahora empieza a comprender hacia dónde se dirigen las cosas, y no le gusta nada.

—¿Qué se supone que debo hacer con esto?

—¿Ves aquella tienda? Aprieta el gatillo y haz lo que sabes hacer.

—¿Cómo voy a hacer eso? Hay cámaras por todas partes.

—¿De verdad crees que vamos a actuar sin planearlo antes? No seas tonto; empieza con el trabajo, no tenemos todo el día —le responde Hugo con su habitual arrogancia.

A lo lejos, observa a Saúl con curiosidad, acompañado de dos hombres.

«Malditos miserables.»

No le queda más remedio que cumplir con lo que le piden. Apreta el gatillo y la bala atraviesa el cristal, causando estragos. Se pierde en sus pensamientos, imaginando cómo acabaría con todos ellos en ese instante, impulsado por un deseo de venganza.

—¡Detente! —la voz de Saúl lo saca de su ensueño.

Idier se detiene, conteniendo la ira de no acabar con él en ese preciso momento.

—Tienes agallas, me gusta eso. Estás dentro —dice Saúl con una sonrisa maliciosa.

—¿Y cuál es la razón de esta prueba? ¿Solo destrozar esa tienda sin motivo? —pregunta, levantando una ceja.

Saúl sonríe de forma cínica.

—Haces bien en preguntar. Te daré una respuesta.

Se acerca más a Idier y le quita la pistola, entregándosela a uno de sus hombres.

—Busco algo que tú tienes; la tienda es lo de menos. No te preocupes, no aparecerás en las noticias por esto. Ahora eres parte de nosotros —sonríe, transmitiendo una maldad evidente.


Aún está observando con una curiosidad inquietante que aterra a Idier. Fuma con tranquilidad, pero el humo le resulta molesto y apenas puede soportarlo, preguntándose cómo logra no toser.

—Tienes la suerte de que no fui yo quien te asignó esta tarea, porque si así hubiera sido, dudo que logres superar la prueba.

—¿A qué te refieres?

«Seguro que me mandaría a eliminar a alguien».

Hace un gesto hacia uno de sus secuaces y le pasa un arma. «Demonios, eso no lo vi venir». Se acerca más y sonríe sin un atisbo de humor.

—Te mandaría a eliminar a alguien —dice Saúl mientras limpia el arma como si tuviera polvo. Idier, con algo de nerviosismo, intenta mantener una fachada de fortaleza.

«Ya imaginaba que diría algo así».

—No es una sorpresa para mí saber eso.

Saúl sonríe al mirarlo.

—No te mandaría a eliminar a cualquier persona desconocida, sino a alguien que realmente te pondría en aprietos... Como Íker. Eso sería interesante de ver —comienza a reír con una malicia intensa y todos sus matones se suman a su risa, evocando esas risas psicópatas de las películas de terror que resultan perturbadoras.


Sin perder de vista que el perro también está ladrando con fuerza y sus risas desagradables se intensifican, Idier comienza a experimentar alucinaciones aterradoras que se mueven rápidamente como en una película, provocándole un intenso dolor de cabeza.

Se agarra la cabeza, intentando regresar a la realidad, pero no lo logra; ve visiones y rostros sin facciones, acompañados de risas extrañas que le causan malestar. La voz de Saúl resuena, llamándolo en un eco distante.

«Esto es demasiado, me volverán loco, que paren de una puta vez»

Continúa escuchando la voz de Saúl, esta vez más cercana, lo que indica que ha regresado a la realidad.

—Idier.

Sus miradas se cruzan y él se mantiene firme; lo único que lo sostiene es el deseo de venganza, todo por su hermano.

—¿Estás bien?

—Perfectamente—responde con confianza. —¿Qué más harías?—le pregunta, manteniendo una postura decidida a pesar del terror que le provoca su presencia.

—Te daría tres segundos para que le dispares a Íker. Si percibo que vacilas, serás tú quien enfrentará las consecuencias. Para que quede claro: seré yo quien acabe contigo, aunque no es habitual que me ensucie las manos. Tómalo como un letal gesto de cortesía.

Apunta el arma a su cabeza y los nervios de Idier no tardan en reaparecer.

—No dudaría en hacerte volar la tapa de los sesos.

Acciona el gatillo, pero por fortuna está vacía; solo le provocó un gran susto.

—¡Vaya! No tiene balas, parece que la suerte está de tu lado, Idier—se burla con una sonrisa traviesa, mientras Idier lo mira con la respiración entrecortada.

«Maldito psicópata»

Deja caer el arma al suelo y uno de sus hombres la recoge, colocándose en su lugar como un soldado bien entrenado.

Saca otro cigarrillo de su bolsillo junto con un encendedor, lo pone en la boca de Idier y lo enciende.

—Fuma un poco, eso te ayudará a calmar esos nervios que tienes.

Luego le da una palmadita en el hombro y continúa hablando.

—Bienvenido a una parte de mi mundo, Idier; si decides escalar más alto, quizás... —No termina su frase, y eso provoca que la irritación en Idier aumente de inmediato.

Se da la vuelta y camina hacia un auto oscuro. Uno de sus escoltas tose accidentalmente ante él. No se molesta en mirar quién fue; hace una señal, y uno de sus hombres se acerca rápidamente a Saúl.


—Deshazte de él —ordena con frialdad, sin mostrar ni un atisbo de compasión por uno de sus hombres.

—¡No fue mi intención! ¡Por favor, no me maten! —implora el chico mientras lo arrastran hacia un vehículo separado.

«No puedo creer lo que estoy presenciando».

Idier observa cómo un joven se encuentra en la puerta del coche de Saúl, quien entra con una calma inquietante. «Sin duda, este esconde algo más. Me ha dado un susto terrible».

«Así que esto era lo que hacía mi hermano, vaya sorpresa».

—Eso es todo por hoy —anuncia Hugo.

Idier saca el cigarro que tiene entre los labios y comienza a toser descontroladamente. La hierba es muy potente y no comprende cómo Saúl la consumía tan fácilmente.

—¿No sabes fumar?

Hugo se ríe de él, mientras Idier lo mira con desdén.

—De todas formas, tienes suerte de haberle caído bien a mi hermano. Asegúrate de hacer tu trabajo correctamente o puede que no cuentes la historia.

—Así que eres su hermano —logra articular ya recuperado del efecto.

—Eso no te concierne; más te vale no provocarme también. Y empieza con la tarea que te asigné sobre Luli; creo que hoy estuvo con el individuo misterioso.

—¿De verdad?

—Estoy convencido. Ese miserable cuando lo atrape deseará nunca haber nacido. Y tú, asegúrate de hacer bien tu trabajo; esa niña consentida no debe verte como un idiota, igual que a su tonta amiga.

Todos comienzan a alejarse, dejando a Idier solo en la oscura calle, con el frío y la inminente llegada del amanecer.

En su mente aparece Íker, y no entiende por qué Saúl mencionó algo sobre matarlo. Esa gente es peligrosa y necesita advertir a su padre.

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Idier no logró conciliar el sueño tras lo sucedido. Mientras se prepara para salir de su departamento, se toma una taza de café, reflexionando sobre cómo contárselo a su padre. De repente, su móvil vibra sobre la mesa y lo agarra al instante.

~ LLAMADA ENTRANTE PAPÁ ~

—¡Buenos días, Papá!

—¿Cómo te sientes, hijo?

—Estoy bien, ¿y usted?

—Estresado, pero en fin, debemos hablar esta noche en el mismo lugar de la última vez.

—Está bien, ahí estaré.

—¿Has desayunado ya?

—Sí, no te preocupes.

—Eso espero. Recuerda también que debes concentrarte en tus estudios; estoy al tanto del caso y no puedes cargar con todo tú solo. ¿Lo entendiste?

—No te preocupes.

—Bien, hijo. —Cuelga la llamada.

De repente, se levanta y al querer salir se da cuenta de que olvidó su mochila. Regresa al comedor por ella y, mientras la sostiene, encuentra el colgante dorado en forma de caballo que le pertenecía a Luli sobre el sofá.

Lo mira, admirando el brillo del collar.

«Me pregunto: ¿si lo dejó intencionadamente o si simplemente se le cayó por bruta?»

Con ese pensamiento, decide dejarlo en la mesita de noche de su habitación antes de salir del departamento un poco fatigado.

••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Bella se encuentra en la entrada del instituto, con los brazos cruzados, aguardando la llegada de Luli. Lo que ocurrió el día anterior no deja de atormentarla, cuestionándose si Luli aparecerá, considerando cómo se sintió ayer.

—¡Hola, Bella! Casi no te vi en el bar, ¿de verdad estuviste?—pregunta Rashi, la morena que la invitó la noche anterior.

—Sí, estuve, aunque no logramos vernos. Tal vez fue porque no me quedé mucho tiempo, disculpa.

—Ah, no te preocupes. Me alegra saber que viniste. ¿Llegaste con Luli?

—Así es.

Rashi sonríe.

—¡Están hablando de mí!—exclama Luli, luciendo unas gafas oscuras.

—Hola, Luli, me encantan tus gafas, te quedan genial —Rashi dice con una sonrisa.

—Gracias.

—Creo que tengo que irme, mi clase está a punto de empezar. ¡Nos vemos!

Se aleja dejándolas solas.

—Finalmente llegaste.—¿Por qué llevas esas gafas? ¿Aún estás bajo los efectos?

—No sabes cómo saludar, ¿qué pasó con tus modales?

—Sí, lo olvidé. ¡Buenos días! ¿Estás feliz?

—Es temprano y no te ves muy bien.

—¿Y qué esperabas? ¿Qué sucedió con Idier? Te fuiste con él y no sabemos a dónde, y pareces un poco perdida.

Ella se quita las gafas, sus ojos brillan de inmediato.

—¿Aún crees que estoy drogada?

—No, pero...

—Pero nada. Mejor vamos a clase.

Se vuelve a poner las gafas y comienza a caminar. Bella la sigue al darse cuenta de que no la espera.

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Idier entra a clase y empieza a caminar, perdido en sus pensamientos.

—¡Hey, brother! —lo llama Íker, atrayéndolo hacia él.

—¿Cómo va? —pregunta Idier al notar la alegría de Íker tras el rechazo de Bella la noche anterior.

—Todo bien, claro, ¿y tú cómo estás?

—Más o menos, podría decirse.

—Vamos a clase —dice Íker mientras lo agarra del brazo.

••••••••••••••••••••••📚🖊•••••••••••••••••••

El profesor está explicando varios conceptos, mientras Idier intenta concentrarse al máximo, tomando apuntes diligentemente. después comienza a escribir en la pizarra con un marcador negro.

—Qué atractivo te ves cuando te enfocas —susurra Luli cerca de su oído. «Esa loca...»

Idier no puede creer que ella haya dejado su asiento solo para molestarlo.

Cierra los ojos, intentando resistir su provocativa observación.

—¿Acaso has perdido la capacidad de hablar? —lo empuja con brusquedad.

—¿Qué crees que estás haciendo? —su frustración es palpable; Luli lo saca de quicio.

—¿No vas a mirarme a los ojos? —pregunta con una calma inquietante.

—No tengo tiempo para jugar contigo. Deja de actuar como una niña mimada; no voy a seguir tus caprichos. Déjame concentrarme en la clase —utiliza su frialdad como un escudo, esperando que ella se aleje.

Luli permanece en silencio durante un momento.

—Entonces no te importará que me quede con lo que tomé de tu cuarto.

Idier se frustra al escuchar eso. «De verdad que esta niña» se da la vuelta, encontrándose con su rostro; ella lleva una coleta alta y unas gafas oscuras en la cabeza, pero él se fija más en sus ojos oscuros, sin maquillaje, pareciendo un ángel que no molesta a pesar de su comportamiento inmaduro. Ella esboza una sonrisa coqueta al conseguir que él le preste atención. «Señor, dame paciencia con esta diablilla».

—¿Qué tomaste? —Idier está al borde de gritar.

—Baja la voz, estamos en clase —responde haciéndose la inocente mientras escribe en su cuaderno.

—¡Luli! —pronuncia su nombre en voz alta. De repente, todos lo miran y el profesor deja de escribir en la pizarra.

—¿Idier, verdad? —pregunta el profesor, sonando molesto.

—Sí —afirma, mostrando una sonrisa falsa.

Mientras Luli finge prestar atención a la clase, eso le molesta aún más. «Pero será...»

—Estás interrumpiendo a la señorita Luli, así que fuera de mis clases —dice el profesor con cierto enfado.

—Pero...

—Hasta mi próxima clase, ni un "pero" más —le ignora y continúa con su tarea.

Molesto, sale del aula. Al estar afuera, lanza una mirada a la causante; ella le sonríe con descaro evidente.

«Sí que tengo que cuidarme de ti; tan astuta y loca no se puede».

***********************************

Ludmila siente que la rabia le burbujea al presenciar lo ocurrido; no permitirá que esa injusticia quede sin respuesta. El sonido de la campana resuena, indicando a los estudiantes y al profesor que es hora de moverse.

Esto la lleva a acercarse a Luli, aunque su irritación es evidente.

—¿Qué pasa por tu mente? ¿Acaso no tienes un mínimo de respeto? Tu padre realmente te ha malcriado.

—¿Por qué le hablas así a Luli? —interviene su amiga en defensa de ella.

—No estoy hablando contigo —responde Ludmila con un tono gélido.

—No puedo creerlo... —protesta Bella, lanzándole una mirada fulminante.

—Déjame a solas con ella, por favor, Bella —la mirada serena de Luli se posa en su compañera rival.

Bella, furiosa, se aleja como si estuviera echando humo.

—Ahora estamos solas, Luli. Olvídate de Idier; él no tiene tiempo para tus caprichos. Eres una loca que no sabe lo que quiere —le lanza Ludmila, pero la indiferencia de Luli parece encender aún más su furia.

«Increíble».

—¿Has terminado ya?

—¿No vas a defenderte? Aceptas ser una malcriada, caprichosa y muy zorra. Sin olvidar, claro.

—Es bueno que te desahogues de vez en cuando; al menos me has expresado lo que piensas de mí, y lo agradezco. Pero, si yo hiciera lo mismo contigo... ¿Qué sucedería? ¿Serías capaz de soportar tus propias verdades?

—No me tientes, Luli, te lo advierto.

—¿O qué? —levanta una ceja, mirándola con interés.

El enojo de Ludmila se intensifica.

—No gustará saberlo. Así que déjale en paz a Idier, por tu propio bien.

—¿Por qué debería dejarlo tranquilo? ¿Qué interés tienes en él? Dame una razón válida.

Se cruza de brazos, esperando su respuesta.

—Es mi amigo, y no voy a permitir que se pierda por tu culpa; ya es suficiente con Hugo.

—¡Wau! —Luli sonríe con desfachatez.

Mira a su alrededor con los movimientos de una auténtica diva.

—Te recuerdo que él también es mi amigo, pero la diferencia es que... nuestra amistad es más... "Íntima", y eso es normal que te duela.

—No tienes vergüenza.

—Estoy siendo sincera, algo que tú deberías aprender. O prefieres que hablemos de ese tema que ambas conocemos para ponerte en tu lugar.

—Luli —la advierte.

—Parece que ya estamos hablando el mismo idioma.

—Es algo que solo nosotras sabemos. No es el momento ni el lugar para discutirlo.

—Debiste pensarlo antes de desafiarme.
Mmmm... Por cierto, Idier va a hablar contigo sobre nuestra supuesta enemistad. Me pregunto si serás capaz de decirle la verdadera razón de nuestra relación, o si seguirás actuando y engañando a todos como hasta ahora.

—No entiendo... ¿Qué le dijiste? ¿Te preguntó sobre nosotras?

—Eso ya no es asunto mío; solo quería avisarte —se aleja de Ludmila, dejándola muy confundida.

*******"*****************************

Bella, atrapada por su ira, recorría el pasillo, claramente molestada por Ludmila. Reflexionaba sobre cómo lidiar con ella, sintiéndose en desventaja debido a que conocía su secreto. De repente, nota a Idier dejando algo en su casillero. Los pensamientos del día anterior la abruman mientras se aproxima a él.

—¡Justo a ti te buscaba! —eleva la voz.

—¿Pero qué clase de modales son esos? —suspira Idier, mirándola. —¿Qué te pasa? Te advertí que no me provocaras y, ¿qué haces? Justamente lo opuesto —cierra su casillero.

—¿Qué es lo que intentas, eh? ¿No sabes que el secuestro es un delito? ¿Qué le hiciste a Luli? —grita nuevamente.

—No es verdad.

Él sacude la cabeza y la toma del brazo.

—¿Qué estás haciendo?

Ignorando su pregunta, la arrastra hacia una sala vacía.

—Escúchame...

Él gira el cuello y la mira fijamente.

—Primero que nada, no te metas en mis asuntos. Esta es la última vez que lo haces. No me fuerces a perder la paciencia.

Suspira mientras mira hacia la izquierda, pero de repente se centra en Bella.

—Y otra cosa... ¿Qué demonios le hiciste a mi amigo?

—¿Al payaso de Íker? Por favor, no me hables de él. Sé cuáles son sus intenciones y no me interesan en absoluto.

—Sí que no tienes remedio. Ve y pídele disculpas o subiré tu foto a todas las redes sociales.

—No te atreverás a hacerlo.

—Ponme a prueba. ¿Crees que no podría? Pedir perdón por tu mal carácter no es tan complicado. Íker es un buen chico; tú te lo pierdes. Prefieres fijarte en el ex de tu mejor amiga... Mejor no digo nada. Ahora ve rápido a disculparte.

—¿Quién te crees para decirme eso? No tengo intención de disculparme. No me apetece.

—Tienes media hora para hacerlo; después no te sorprendas si todos ven quién eres realmente.

Idier sale de la sala, dejándola furiosa.

«Esas chicas hay que ponerlas en su lugar, ya no voy a tolerar ese tipo de comportamiento. Ahora Luli, no sé quién se ha creído que es, esa niña engreída. Me cansé de sus juegos enfermizos»

—Bro, ¿qué haces aquí? Tenemos clase de literatura y el profesor no permite que nadie llegue tarde —comenta Íker, tratando de captar la atención de Idier, quien camina por el pasillo distraído en sus pensamientos.

—¿Ya ha llegado ese profesor?

—Aún no ha llegado, pero puede aparecer en cualquier momento. Por cierto, Luli es la mejor en esa materia; al profesor le encanta su trabajo—lo comenta con una sonrisa en el rostro.

—¿A qué te refieres?—el tono de voz de Idier se altera.

—Oye, bro... Tranquilízate... Te pones celoso con facilidad. No es así como se hace...

—¡Íker, ven a ver esto! —lo llama uno de sus compañeros.

—Acompáñame, podría ser algo interesante —dice con entusiasmo.

Mientras lo sigue, observa que Bella entra en el aula acompañada de Luli. Pero antes de que ella pueda avanzar, él le tira del brazo con fuerza. Se da cuenta que  intenta liberarse; de hecho, él aprieta su brazo aún más, obligándola a caminar a su ritmo.

—¡Suéltame!

Idier no le hace caso y la lleva hacia la cancha de baloncesto para tener más privacidad. Al ver que no hay nadie alrededor, finalmente la suelta, y ella le lanza una mirada llena de ira.

«No puedo creer que se moleste después de la humillación que me hizo pasar»

—¿Te divertiste al interpretar esa escena de niña caprichosa y malcriada? —pregunta él con irritación.

—¿De verdad quieres discutir eso ahora? ¡El profesor está a punto de entrar!

—Parece que te importa bastante esa clase. ¿Qué pasaría si decido que no puedes asistir?

—Ni se te ocurra —le lanza una mirada desafiante.

Ella intenta marcharse, pero Idier le bloquea el camino.

—¿Qué crees que estás haciendo? ¡Déjame pasar!

Idier se divierte al ver su enfado, ya que normalmente tiene un aire juguetón, pero en este momento es todo lo contrario.

—No irás a ninguna parte —afirma, mirándola fijamente para observar su reacción.

—¿Estás bromeando?, ¿verdad? —ella evita su mirada, tratando de calmarse.

—Piensa lo que quieras...¿Qué? ¿Solo tú puedes hacer lo que deseas conmigo, mientras que yo no tengo esa libertad? ¿Te has dado cuenta de lo egoísta que eres?

Idier se acerca aún más.

—Lunática —susurra, casi tocando su rostro.

Luli abre sus ojos deslumbrantes, sorprendida por lo que acaba de escuchar.

—Vaya, parece que realmente estás muy enfadado. No es para tanto, recuerda que fuiste tú quien gritó mi nombre. Si hubieras sido un poco más sensato, esto no habría sucedido —lo suelta con un tono desafiante.

Él sacude la cabeza al escuchar sus palabras.

—¿Es esta tu manera de vengarte? —pregunta, mirándole a sus ojos azules.

—Tómalo como quieras. Solo sé que aquí no te vas a mover.

La levanta de inmediato como si fuera un saco de papas, su sorpresa le alegra el día, y ella no para de retorcerse.

—¿Qué estás haciendo, Idier? ¡Bájame ahora!

—Como ordenes, su majestad.

Abre una puerta oscura y la deja caer suavemente al suelo.

—¿Qué es este lugar? —su expresión cambia y no sabe si siente miedo o alegría, porque con ella nunca se puede prever.

Cierra la puerta de golpe.

—¿No pensarás en dejarme aquí? —pregunta desde el otro lado de la puerta.

—Hasta luego, Luli —responde mientras comienza a alejarse.

Se detiene para ver si empezará a gritar, pero no lo hace.

«¿Qué estará haciendo? Si la dejo media hora estará aprendiendo la lección, al mismo tiempo me preocupa».

Suspira frustrado.

«Aun así, me tiene desconcertado».

De repente, suena su celular, mostrando una llamada desconocida.

—¿Quién es?—responde con desdén.

—¿Todavía no me has guardado en tu agenda?, ¡idiota! —se escucha la voz de un Hugo muy molesto.

«Y tenía que llamar justo ahora, qué inoportuno»

Sí, claro, solo que no esperaba tu llamada y no vi que eras tú —Idier se defiende con sarcasmo.

Eres insensato...

«Te haré pagar esto, sigue provocándome»

—¿Qué querías?

Ven de inmediato y no tardes más de dos minutos. ¡Te lo advierto! —ordena con esa arrogancia que Idier detesta.

«Pero qué exigente»

Sale de la sala y a medio paso se lo encuentra en el campo de fútbol acompañado de dos tipos. «Me pregunto ¿cuándo tendrán tiempo para las clases esos idiotas?»

—Aquí estás —anuncia al acercarse a Idier.

Hace una señal a sus cómplices para que se alejen.

—¿Para qué me llamaste?

—Me enteré de que te expulsaron de clases, y fue por culpa de Luli. Explícame, ¿cómo es posible que manejes tu cabeza tan lenta?

Se cruza de brazos con el ceño fruncido.

—Necesito tiempo. No es fácil tratarla; debo encontrar la manera de ganarme su confianza para obtener información sin hacer muchas preguntas.

—Hazlo bien, no quiero más errores, novato.

Se marcha dejándolo allí parado.

«Qué obsesionado está con Luli... Y hablando de ella»

Idier corre al recordar que la dejó en aquel cuarto oscuro.

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