5.

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Cada voto y cada comentario cuentan :)   


5-

Los ojos de Kim se posaron, nerviosos, en las seis personas que en ese momento la miraban totalmente anonadados. No se esperaban verla ahí. ¿Cómo demonios se había enterado?

—¿Qué hace ella aquí? —La voz de Kelsey rompió el silencio y de pronto, todos reaccionaron.

—¿Dónde está Simon? —preguntó firmemente Kim, luchando por ignorar a esa chica con voz de borracha.

Frank se adelantó un paso y encaró a la joven.

—Vaya, vaya. La emperatriz del mal ha venido a buscar a su hermanito.

Todos se rieron de la tontería y Frank pareció disfrutar del momento, pero Kim lo ignoró y se acercó al muelle de madera, donde reposaban la ropa y los zapatos de Simon.
De pronto lo comprendió, y horrorizada, miró hacia las oscuras aguas donde, estaba segura, se encontraba su hermanastro.

Haciendo eco de sus pensamientos, sólo unos segundos después, un burbujeó atenuó la superficie y la cabeza de Simon emergió del agua buscando aire.

—¡Simon! —Su voz sonó muy aguda, totalmente sobreprotectora, aunque la situación lo mereciera—. Sal de ahí. ¡Dios mío!

El chico también la reconoció tras unos segundos de confusión y su rostro se tornó en una mueca atormentada. Estaba tan confuso que su primer instinto fue seguir la orden de la joven y se acercó de nuevo nadando hasta el muelle, olvidándose de su principal objetivo..

Marc, situado a unos metros de ella decidió que era el momento de intervenir.

—¿Qué haces aquí? —preguntó intentando tranquilizar a la alterada Kim.

Ella fingió no haberle oído y se agachó torpemente para agarrar la mano de Simon, que intentaba escalar por el muelle con el agua chorreando por los castaños y rizados cabellos. Su mano se resbaló un par de veces, pero finalmente asió firmemente los dedos de su hermanastro y tiró de él hacia arriba. Cuando el chico logró subir, quedó tendido sobre la madera del muelle y su respiración acelerada fue el único signo de que se encontraba bien. Kim por fin pudo sentirse tranquila durante un instante y se giró hacia Marc, que se encontraba a su lado.

—¿Qué haces aquí? —volvió a repetir él, esta vez sin rastro de suavidad en su voz.

—¿Qué demonios le estabais haciendo? —gritó Kim.

Frank rió burlonamente.

—¿Nosotros? Nosotros no le hemos hecho nada.

—¿No? —Señaló al chico, mojado y totalmente exhausto encima de la madera—. Pues seguro que él no dice lo mismo.

—Kim, no te metas. No es asunto tuyo —murmuró Simon con dificultad.

Ya comenzaba a levantarse y su pálida cara había comenzado a enrojecer momentáneamente. Kim sabía que estaba enojado, pero prefería mil veces verlo enfadado que metido en alguno de los líos de ese grupito.

—Eso, ¡vete de aquí!

Kim se giró hacia esa voz femenina y vio a una chica rubia y menuda acusándola con el dedo. De pronto el tipo grande se acercó a la joven, la acercó a él —como si estuviera protegiéndola— y le dio a beber un largo trago de su cerveza.

Marc puso los brazos en jarras, como si no hicieran falta palabras para explicarle a Kim que no pintaba nada ahí y que nadie quería que permaneciera en su reunión privada.

—Ya lo has oído —Comenzó—. Simon está bien, nadie le ha obligado a nada.

Cualquier muchacha se habría sentido aplastada por la gravedad de la situación y se hubiera alejado agachando la cabeza, pero ella no había hecho ese estúpido viaje hasta ese estúpido lago lleno de estúpidos para largarse en cuanto la cosa se pusiera un poco amenazante.

—Dudo que se haya metido en esa agua sucia, de noche, por voluntad propia.

Tras ella, la otra muchacha comenzó a acercarse lentamente hacia Kim. Se movía como una serpiente y aunque estaba muy bebida, eso no la hacía más torpe sino que la convertía visiblemente en la típica mala de las telenovelas.

—Ya lo has oído, Kim. —La chica pronunció su nombre con frialdad, como si estuviera escupiendo y Kim supo que ya la conocía. En el grupito ya habían hablado sobre ella—. No hace falta que te quedes porque ninguno de nosotros quiere verte por aquí.

Ya había oído suficiente, ¿de qué diablos iba esa muchacha al tratarla de esa manera?

—Kelsey, tranquilízate —le aconsejó Rob, pero Kim alzó su mano, interrumpiéndolo.

—Verás... Kelsey —imitó su forma de haber pronunciado su nombre anteriormente—. No he venido hasta aquí para verte a ti, aunque algo en tu cabeza intente convencerte de que sí. He venido a buscar a Simon porque tú y todos vosotros lleváis días detrás de él y eso le hace estar destrozado. Así que ten en cuenta que si fuera por mí no me habría forzado a ver tu alcholizada cara en toda mi vida.

Para humillación de Kelsey, sus propios amigos comenzaron a reírse compulsivamente del adjetivo «alcoholizada» y una chispa de admiración pasó ante Marc al darse cuenta de que quizás, Kim sería una bomba mucho más fuerte de lo que él esperaba.

Suzanne, por su parte, tenía la mandíbula prácticamente desencajada y, haciendo acopio de todo el valor que le quedaba, se zafó de Frank y se dirigió a Kim.

—Eres muy poco considerada al atreverte hablar de la cara de alguien cuando tú misma pareces la hija perdida del conde Drácula.

Sonrió, orgullosa al tiempo que creía haber hecho el comentario más elocuente y locuaz de toda la conversación, pero no ganó más que otra tanda de risas por parte de sus amigos y un seco «ah, ¿sí?» proveniente de Kim.

En su interior no pudo evitar reírse de esa chica, aún no tenía claro si estaba muy borracha o simplemente una de esas personas que siempre habían sido tontas.

—Simon, por favor, vámonos de aquí —dijo girándose hacia su hermano.

—No.

Kim ya se había temido esa respuesta, así que volvió a acercarse a su hermanastro, esta vez con la esperanza de poder convencerle mejor.

—Por favor, piensa un poco en qué es lo que quieres hacer.

Esta vez, Simon dudó durante unos segundos, pero volvió a repetir lo que quería.

—Quiero estar aquí.

Kim bufó. En ese momento se sentía capaz de agarrarle de... lo único que le quedaba, los pantalones, y atarlo a la parte de atrás de la Chevrolet.

—Mira, Simon...

—Ya lo has oído, no quiere ir a ninguna parte. Quiere quedarse con nosotros.

Marc volvió a acortar la distancia hacia ella y esta vez, Kim pudo observarlo más detenidamente: Tenía el pelo oscuro y ligeramente ondulado y el viento lo hacía volar lentamente, pegándoselo a las mejillas. Era bastante más alto que ella a pesar de sus tacones, pero Kim nunca parecía apocada frente a nadie, y muchísimo menos ante él.

Por primera vez distinguió perfectamente sus ojos: azules y rasgados. Era... era muy extraño, pero mientras miró a sus ojos en ese momento, sintió ganas de rendirse; de dejar a Simon ahí y marcharse a dormir de una vez. Pero Kim era terca, cabezota y sobretodo, estaba decidida a ganar esa batalla.

—¿Se queda con vosotros? ¿Sois vosotros quienes cuidaréis de él mañana cuando se levante enfermo y débil por haber nadado casi de madrugada en el agua de un lago perdido? De todas formas imagino que no ha sido la primera vez. ¿Puedo preguntar qué pretendíais?

Marc endureció su rostro.

—No, no puedes.

De repente algo se dibujó en el rostro de la joven y a juzgar por los labios de Kim, a Marc no le cupo duda de que la joven estaba haciendo un puchero. Involuntario, por supuesto, ya que de todas formas no habría creído que era la clase de chicas que se hacían complacer de esa manera. De pronto, la graciosa mueca se deshizo y fue remplazada por una pequeña sonrisa.

—Entonces sabed que os la vais a cargar.

Frank rió desde su posición.

—¿Se lo vas a decir a nuestra mamá?

Todos rieron menos, Simon, que se tensó de pronto y pareció decidir que al fin y al cabo le convenía ir con su hermanastra si no quería tener problemas con su madre.

Ella sonrió más ampliamente.

—No, vuestras mamás se enterarán después. Cuando la policía sepa que montáis reuniones aquí, bebéis alcohol siendo menores y arrojáis basura al lago, según he visto. Quizá incluso encendáis fuego de vez en cuando... ¿O es que la policía tampoco os asusta y tendría que pasarme por el ayuntamiento...?

La sonrisa de Frank se borró de inmediato y Suzanne lo agarró firmemente, evitando que empeorara aún más las cosas. También Marc estaba serio de pronto.

—¿Nos estás amenazando?

Kim saboreó la palabra en su boca durante unos segundos y finalmente miró al joven.

—Sí.

Kelsey apretó los dientes.

—¡Maldita estúpida...!

—Tranquila —le indicó Marc.

Kim seguía quieta en el mismo lugar, esperando a examinar detalladamente la reacción del chico, hasta que él gruñó con enfado y le agarró rudamente el brazo.

—No vas a hacer nada —ordenó.

—Suéltame.

De pronto el agarre fue más fuerte aún.

—Te juro que si te vas de la lengua con cualquiera nos encargaremos de que tu hermano y tú...

—¡Te he dicho que me sueltes!

Y Kim no supo cómo ocurrió, pero de pronto, mientras intentaba zafarse del fuerte brazo del chico apretando su piel, no calculó bien y lo empujó. Marc perdió el equilibrio y, al contrario de lo que ella pensaba que haría, la soltó y se precipitó fuera de su control.
Un segundo después cayó al agua con un gran estruendo. Kim se asustó al sentir las gotitas de agua fría salpicar y caer sobre su rostro y su ropa justo a la vez que dos agudos gritos femeninos se alzaban en la noche. Tragó saliva, ya no tenía tiempo para pensar. Con un fuerte taconeo salió de la madera.

—¡Simon!

Esta vez, Simon se levantó rápidamente y caminó detrás de la chica, recogiendo su ropa por el camino.

—¡Estás loca! ¡Eres una jodida loca! —gritó Kelsey mientras corría hacia el agua para sacar a Marc.

Todo se quedó en silencio un segundo hasta que la castaña cabeza de Marc emergió desde dentro del agua al coger una larga bocanada de aire. Kim lo oyó gritar algo, pero ya estaba lejos.

Abrió la puerta y entró en el coche; no pasó mucho tiempo hasta que también la puerta del copiloto se abrió y un empapado Simon se sentó a su lado. Echó una última mirada al lago, donde el más joven de los chicos acababa de sacar hábilmente a Marc del agua y nerviosamente, arrancó la camioneta con un airado rugido.

Un segundo después, ya no estaban allí.

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