Capítulo 19 - Tres de Bastos

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

3 de Bastos: Virtud; fuerza establecida, realización de la esperanza, nobleza; cooperación, asociación.

INVERTIDO:

Inconsistencia, decepción, engaño; robo, pérdida.

-----------------------------------------------------------------------

Era imposible recordar cuanto tiempo llevaba ahí, ese inevitable vaivén entre el éxtasis y la agonía no le permitían concentrarse en nada en absoluto. La chica consumía con avidez toda la fuerza vital que le quedaba. Cada dulce beso era una reafirmación de su sentencia de muerte. Ya se estaba resignando a su destino, después de todo, había peores formas de morir. Él mismo había estado a punto de irse al otro mundo de maneras mucho menos placenteras: incinerado, devorado vivo, ahogado, apuñalado. Por fortuna Marah parecía ser mucho menos viciosa que su madre, quién parecía disfrutar asesinando de maneras espantosas.

Casi había olvidado las circunstancias que lo habían llevado a ese predicamento, cuando percibió sobre el hombro de su acompañante que la puerta se abría muy despacio. Una figura entró dudosa a la habitación. En su estado de debilidad le costó algo de esfuerzo reconocer que se trataba de Selene, la verdadera.

Al ver a Dante en esa situación, titubeó por un instante. Su primer impulso fue el de dejarlos en paz, salir de la habitación y hacer como si no hubiera visto nada. Pero luego recordó que él estaba en verdadero peligro y necesitaba ayuda. Por fortuna para Dante, la ilusión que proyectaba para alterar su apariencia era dirigida directamente a su cerebro. De lo contrario hubiera sido muy incómodo tener que explicar por qué Marah lucía idéntica a ella. Selene buscó con la mirada algo que le sirviera como arma. Tomó un pesado jarrón y se acercó dispuesta a golpear a Marah con él.

El agudo oído de ésta le permitió escuchar los suaves pasos de Selene, volteó la cabeza ciento ochenta grados como un búho, furiosa por la intromisión mostrando su verdadero rostro. Selene aterrada caminó hacia atrás tropezando con un candelabro derribándolo al suelo junto con ella. Marah se levantó, frente a los ojos de ambos cambió a su forma más temible, una especie de gárgola alada, una furia monstruosa. Se elevó por los aires dispuesta a caer sobre la chica para proporcionarle una muerte segura. Selene por instinto, con afán de defenderse, levantó el candelabro apuntando sus tres ramificaciones hacia su atacante. Su fuerza no hubiera sido suficiente para hacerle ningún daño, pero irónicamente, el haber caído al suelo la puso en ventaja, ya que su arma quedó firmemente apoyada contra el suelo. Los reflejos de Marah no fueron suficientes para evitar caer sobre el candelabro, que como un tridente le traspasó el pecho.

Marah se levantó, en su rostro había dolor y desconcierto, notables a pesar de su faz animal. Retrocedió unos pasos, luego voló hacia la ventana destruyéndola mientras huía del lugar. Al hacerlo, una negra y espesa niebla comenzó a entrar en la habitación.

—¿La... la maté? —preguntó Selene consternada.

—No, no lo hiciste —afirmó Dante tratando de no desvanecerse—. Es imposible matar a esas cosas con armas convencionales. Tenemos suerte de que es joven e inexperta, estoy seguro de que es la primera vez que siente dolor en su corta vida. Se asustó y huyó. Si hubiera sido uno de los otros dos estaríamos muertos sin duda.

—Oh, qué pena, ojalá lo hubiera hecho —manifestó, desconcertando a Dante—. Que niebla tan rara, es negra, además, ¿en esta época del año? —Dante trató de responder, pero sintió que le faltaba el aire y no pudo articular palabra. Selene lo miró por un instante, nunca le habían llamado la atención los hombres mayores, pero no pudo evitar sentir algo al verlo así. Siempre le habían gustado los hombres con tatuajes, además, a pesar de no tener un cuerpo muy trabajado, era muy varonil, de hombros y brazos anchos. Las cicatrices lo hacían parecer rudo, una en particular le llamó la atención, parecía una quemadura en un costado. Pero tenía la forma de una mano. Le recordó la historia que contó sobre usar fuego contra los zombis—. Déjame te desato —agregó por fin. Selene se puso junto a él para soltar las ligaduras de sus muñecas. Dante ahora podía verla de cerca, estaba cubierta de sudor, diminutas gotas adornaban como perlas su piel mostrada por el escote. Su aroma era mucho más excitante de lo que le había parecido el de Marah, ahora combinado con su transpiración y algo más, una especie de esencia almizclada que la acentuaba.

—No puedo, está muy apretado, déjame buscar algo para cortarla —explicó Selene cuando no pudo desatar los nudos. Buscó algo afilado en el cuarto, tomó uno de los vidrios de la ventana rota y procedió a cortar la soga—. Siento una especie de déjà vu —externó ella.

—Tienes razón —dijo Dante pudiendo hablar de nuevo. Recordó lo que había leído en el expediente policíaco sobre ella—. Parece que no es la primera vez que te enfrentas a una perra psicópata y salvas al caballero en peligro.

—Pero espero que sea la última... Listo, ya está.

Dante movió adolorido los brazos y los hombros para recuperar la sensibilidad, el dolor en su espalda era abrumador. Luego algo apenado, ocultó sus partes privadas dentro de su pantalón, con bastante dificultad, ya que el efecto de la saliva de Marah aún no desaparecía del todo. Los botones de su camisa estaban desprendidos así que no podía cerrarla por completo. Se levantó muy despacio, estaba demasiado débil y mareado. Pero no había tiempo que perder, Marah podría regresar en cualquier momento.

—Bien, aún no me dices como escapaste de Qarinah.

—O.K. después de que nos separaron, el tipo se llevó a Edith a otra habitación en éste mismo piso, la chica murciélago te trajo a ti aquí, y Qarinah me llevó a mí a otro lugar, era una especie de calabozo o algo así. Y pues verás... no sé cómo explicarlo, el caso es que después de un rato de estar con ella, la engañé, la convencí de dejarme encadenarla. En cuanto pude salí corriendo a buscarte.

—Espera un momento, ¿engañaste a un demonio de la lujuria de más de cuatro mil años en su propio juego? —Dante estaba anonadado, Selene sólo se encogió de hombros y sonrió nerviosa—. Eso requiere de mucho, digamos, talento. Voy a necesitar que me digas con lujo de detalles todo, TODO lo que sucedió en ese lugar. Ya sabes, por motivos de investigación.

Selene se sonrojó un poco, luego miró a Dante entornando los ojos.

—Buen intento, pero no te voy a decir TODO lo que pasó ahí. Tú tienes tus secretos, yo tengo los míos.

—No puedes culparme por tratar. Ahora, llévame a ese lugar dónde dejaste a Qarinah —pidió Dante mientras se apoyaba un poco sobre el hombro de Selene para mantener el equilibrio.

Notó que estaban de nuevo en la segunda planta del edificio, Selene lo guio hasta una puerta dentro del laberinto de pasillos.

—Ésta es, ésta es la puerta del calabozo. —informó la chica.

Dante cerró los ojos y apoyó la palma de su mano derecha sobre la puerta.

—Aún sigue ahí, no ha escapado. ¿Escuchas eso?

—No escucho nada —dijo Selene ahuecando la palma de su mano alrededor de su oreja.

—Exacto, no está pidiendo ayuda, si quisiera pudiera estar llamando a su hermano a gritos.

—Y, ¿por qué no lo hace?

—Soberbia. Mientras más viejos y poderosos son los demonios, más grande su ego. No admitirá haber sido vencida por una mortal a menos que no le quede otra salida. Espera escapar por sus propios medios y atraparte antes de que los demás se den cuenta de su fracaso.

—Supongo que de verdad debo haber herido su orgullo, cuando la dejé me amenazó de manera espeluznante, sentí escalofríos.

—¿Recuerdas qué palabras utilizó?

—No todas —respondió la joven inclinando la cabeza tratando de recordar—. Pero algo sobre que juraba por la Estigia y el Aqueronte que se vengaría. —Dante no pudo ocultar su consternación al escuchar eso—. ¿Por qué? ¿Es algo malo?

—No te preocupes, no es nada —mintió para no preocuparla.

—Por cierto, me extraña que siga dentro, por lo que he visto y escuchado, ellos son bastante fuertes, las cadenas parecían viejas y no particularmente resistentes.

—Permíteme —dijo Dante mientras tomaba las manos de la chica. Las acercó a su rostro, Selene por un segundo pensó que las iba a besar, pero en vez de eso sólo las olfateó—. Óxido, seguramente esas cadenas están hechas de hierro forjado. Muchos demonios tienen cierta debilidad por el hierro, mientras más puro más vulnerables. Pero igual, tarde o temprano superará su debilidad y escapará.

Dante tomó un pedazo de tiza del bolsillo y trazó varios dibujos sobre la puerta y la pared.

—¿Eso la detendrá? —preguntó Selene.

—No, no tengo la fuerza suficiente para detenerla a ella, a Marah seguro que sí podría. Pero los hermanos son muy antiguos y fuertes. Pero al menos sabré cuando escape. Listo, ahora llévame a donde llevaron a Edith.

Regresaron sobre sus pasos, al dar la vuelta en una esquina, Dante alcanzó a distinguir una puerta abrirse. Tomó a Selene y tiró de ella hacia un pasillo angosto y oscuro, escuchaban pasos acercarse. Poco después, Karabasan pasó por su campo de visión, en una funda a la altura de la cintura llevaba una daga que Dante reconoció, se dirigía hacia las escaleras. Para su fortuna no pareció descubrirlos. Siguieron su camino hacia la habitación de la cual había salido su enemigo. Al entrar vieron cerca de dos docenas de camas de hospital. Casi todas estaban ocupadas por jóvenes mujeres dormidas. Y una de ellas era Edith.

—¿Estarán todas bien? Preguntó Selene consternada.

—Creo que sí, parece que están durmiendo bajo un hechizo de sueño. Estoy seguro que aquí estarán la mayoría de las mujeres desaparecidas de las que me habló el inspector Velázquez.

—¿Crees que puedas despertarla?

—No creo que haya problema —Dante respiró profundo, luego puso sus manos sobre los hombros de Edith y comenzó a sacudirla con fuerza—. ¡DESPIERTA EDITH! —gritó. Edith abrió los ojos desorientada y se incorporó como un resorte. Selene rodó los ojos y negó con la cabeza.

—¿Así? —preguntó Selene—. Creo que esperaba algo más... mágico.

—A veces las cosas más simples son las que funcionan mejor.

Le explicaron a la confundida Edith lo que había sucedido, suponían que Karabasan había subido al tercer nivel del edificio. Tenían la oportunidad de escapar, pero Dante les dijo que pensaba enfrentarlo, aún tenía un as bajo la manga, y si salían perdería la oportunidad de acabarlo.

—¿No vas a despertar a las otras? —preguntó Edith.

—No sería buena idea, estarán asustadas y confundidas, se haría un caos y llamaría la atención de él. Estaríamos todos perdidos. Su mejor oportunidad es dejarlas así y despertarlas cuando no corramos peligro.

—Tienes razón —afirmó Edith—. Vamos por él.

—Sí, vamos —secundó Selene.

—Está bien, vamos juntos —aceptó Dante.

—Espera —interrumpió Edith extrañada—. ¿Así nada más? ¿No vas a insistir en que debemos dejarte sólo, por nuestra seguridad?

—Esta vez no. Ya lo comprendí. Creo que tienes una habilidad más que desconoces. Una especie de premonición subconsciente. Parece que puedes reconocer a las personas necesarias para realizar exitosamente una tarea. Tú no conocías a Selene, sin embargo, cuando me rescató de Marah, realizó ciertas acciones de una manera similar a otra ocasión en las que también estuvo en peligro. Es como si hubieras presentido lo que sucedería y trajiste a la persona indicada para ayudar. Cuando me seguiste al cementerio, sin tus habilidades con toda seguridad hubiera fracasado. Ahora creo que, si piensas que es buena idea que vengan las dos, debo seguir tu instinto. Además, ya sé cómo me vas a ayudar. Estoy seguro de que puedes hacerlo, no es muy diferente a lo que hiciste con la cerradura, sólo un poco más a distancia.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro