Capítulo 38. Jamie Sawyer

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Conozco a mi chica demasiado bien como para saber que sigue molesta.

Durante las primeras cuatro semanas, no recibí ninguna carta o postal de ella y el acceso a mi móvil estuvo restringido durante 6 semanas, por lo que los mensajes no eran una opción.

Lo próximo que supe después de eso fue que recibía una carta de Phoebe cada dos semanas, con una foto de ella con alguien de nuestros amigos o familia: una con Ted, una con Harry, una con Liam, una con mis hermanas... Ahora tengo un pequeño muro junto a mi cama con todos ellos para mirarlos cada día.

—¿Otra foto de tu novia? —Reynolds, el chico en la litera de arriba pregunta—. Es una niña, ¿No?

—Tiene 15 años.

Casi.

Suelta un silbido que me recuerda al lobo de las caricaturas.

—Y es preciosa, imagina cómo se verá cuando sea legal.

—¡Eso dije! —chillo—. Y deja de pensar en mi novia de esa manera, cabrón. Consigue tu propia novia.

—Oh, no. Hay todo un mundo qué recorrer y muchas mujeres que visitar, no voy a echarme la soga al cuello como tú.

Mis hombros suben y bajan con indiferencia.

—Siempre que te mantengas alejado de mi chica, puedes hacer lo que malditamente te dé la gana.

Reynolds se ríe y baja de la litera para observar la nueva foto en mi muro: una de mi papá y mi mamá con Phoebe tomando la selfie. Mi amigo señala a papá.

—Carajo, es como ver a una versión adulta de ti. Y esta es sin duda mi favorita. —señala la imagen de al lado, la que tiene a Phoebe con mis hermanas.

—¿Por qué? —lo miro con los ojos entrecerrados.

—Tus hermanas son lindas, y gemelas. —su sonrisa ocupa toda su maldita cara—. ¿Crees que saldrían conmigo?

—No.

Maddie podría ser amable pero Marcie definitivamente va a golpearlo.

—Bueno, pensaré en algo.

El sonido del toque de queda es alto y claro, para avisarnos a todos que debemos permanecer en nuestras habitaciones antes de que las luces se apaguen. En mi caso, significa que puedo dormir y soñar con mi chica.

Reynolds parece tener otros planes porque vuelve a su mochila y toma la botella de su colonia.

—¿Qué haces?

El idiota sonríe.

—Tengo algo qué hacer.

—¿A esta hora?

Digo, es casi imposible que haga algo, estamos en un campamento aislado con cientos de chicos. Además, los jefes de pelotón hacen rondines durante la noche.

—Si. —se asegura de oler su aliento—. Ya sabes que no puedes decir nada.

—¿A quien le diría? —se supone que debo estar dormido—. ¿Te vas a encontrar con otro chico?

No tengo nada en contra de que sea gay, solo creo que debería evitar los trabajos forzados como castigo por desobedecer. Hace dos días vi a un chico haciendo lagartijas durante media hora y estaba lloviendo.

—No. —me dedica una mirada de molestia—. Tengo una cita con Shannon.

—¿Shannon? ¿La enfermera? —debo estar equivocado porque ella tiene como 10 años más que mis hermanas.

—Si. —me palmea la cara antes de ajustarse el uniforme—. No me esperes despierto.

Dios.

Al menos no están cogiendo en la litera de arriba.

Le hago una seña de despedida.

—Si te atrapan, diré que no sabía nada y que ni siquiera hablas.

Reynolds levanta un pulgar en aprobación y sale de la habitación mientras los demás y yo vamos a dormir.

Lo que más me pesa de estar aquí, es la hora de despertar. No importa qué día sea, las luces se encienden a las 5 de la mañana para que tengamos tiempo de alistarnos, desayunar y empezar las actividades a las 7.

Mamá estaría muy feliz de saber que ahora hago mi cama todos los días.

Estaba tan adormilado que no me percaté si Reynolds volvió anoche, o si estaba en su cama esta mañana. Carajo, de verdad espero que no se meta en problemas.

El líder del escuadrón da la señal para que todos hagamos una fila y comencemos el recorrido de 20 kilómetros a través de terreno irregular mientras llevamos la mochila completamente cargada en nuestras espaldas. Unos minutos después, un jadeo agitado se escucha detrás de mi.

—¿Sawyer? —Reynolds intenta colgarse de mi mochila—. Estoy completamente seco.

¿Qué?

—No voy a darte de mi agua, idiota. Debiste traer la tuya.

Reynolds se ríe entre sus jadeos de perro.

—No me refiero a eso... Carajo, no me digas que eres virgen.

¿Eso que tiene que ver? Mis cejas se fruncen sin que pueda evitarlo.

—Eres tan ingenuo, chico. —se ríe otra vez—. Oh, no me lo digas. ¿Te estás guardando para tu noviecita?

Mantengo mi vista al frente porque no quiero caerme o, peor aún, ser castigado por culpa de este tonto. Él interpreta mi silencio y sigue parloteando.

—Carajo, James. ¿Piensas llegar virgen al matrimonio? ¿La niña esa te está obligando a esperar?

Su padre es el elemento clave, pero me niego a decirle eso a Reynolds. Lo que pase con Phoebe es solo asunto nuestro.

La falta de sueño y la deshidratación hacen que Reynolds tropiece y caiga sobre la tierra, levantando polvo a su alrededor. Nuestro líder trota de regreso para mirarlo.

—¿Qué carajos cree que hace, soldado? ¿Tomando una siesta?

Mis pasos son lentos para poder escuchar a mi amigo.

—Lo siento, señor. Me tropecé con un cordón suelto.

Por la última expresión del líder, Reynolds pasará un tiempo haciendo ejercicios después del horario. Pobre tonto.

Todo el día está tan lleno de actividades que no me doy cuenta que se acabó el día hasta que nos llaman a la cena. Una ducha rápida para quitar la tierra y estoy listo para ir a la cama.

No sin antes tomar la foto de mi chica y ponerla debajo de mi almohada, así puedo soñar con ella. Ojalá pudiera hablarle, o hacer que me grabe un audio para escuchar su voz.

Si, esa sería la mejor forma de ir a dormir.

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1/3

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