Capítulo 48. Luke Sawyer

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—¡Jimmy! ¿Por qué carajos la camioneta huele a aromatizante barato?

Giro la cabeza para mirar a Marcie con las cejas fruncidas y las manos en la cintura, Jamie y Phoebe frente a ella con las mejillas rojas.

—¿Algún problema? —pregunto porque quiero saber el chisme.

—No, papá. Todo está bien. Los seguiremos en la suv.

Veo a Jamie acercarse y deslizar un billete en la mano de su hermana antes de que todos suban a la camioneta de Becca para que podamos irnos.

—¿Pasa algo con los niños? —mi esposa toca mi brazo.

—Creo que no. —al menos ya lo arreglaron—. ¿Por qué la hija de Christian viene con nosotros?

Sostengo la puerta de mi auto para que Becca entre, luego cierro y me siento en el puesto del conductor. Es un día triste para mí, pero al menos tuve a mi mamá muchos años para verme crecer y ser un hombre de bien.

—Le dije a Ana que iríamos a comer antes de que Jamie tenga que irse, y Phoebe insistió en venir.

Vaya.

—¿Y Christian estuvo de acuerdo?

—No. —mi roja baja la vicera de su lado para asegurarse que la suv nos sigue—. Por eso también ellos vienen a comer con nosotros.

—Bueno, mierda. Eso casi mata mi apetito.

—¿Por qué? Creí que Christian y tú eran como uña y mugre.

Mi nariz se arruga de disgusto.

—Mamita, espero que insinues que soy la uña. Y no estoy de acuerdo porque Christian es un dolor en el culo desde que su hija y nuestro Jamie están saliendo. Me estoy cansando de este juego donde todos fingimos que ellos no están tendiendo sexo.

—¡¿Qué?! —la cabeza de Becca gira tan rápido que escuché el latigazo—. ¡Pero si Phoebe es menor de edad!

—Ya lo sé, y no digo que esté bien. Solo digo que la manzana no cayó muy lejos del árbol.

Las bonitas cejas de mi esposa se fruncen, luego su vista vuelve al espejo y suspira. Tal vez debería decirle eso a mi hijo para que no se preocupe tanto por su suegro hipócrita.

—Odio que Jamie tenga qué irse tan pronto. —su tono se tiñe de tristeza.

—Lo sé. Pero está haciéndolo muy bien, su sargento dice que es el mejor francotirador de su unidad. ¿Puedes creerlo? ¡Francotirador! —siento que estoy viviendo a través de mi hijo—. Estoy tan orgulloso de nuestro chico, mamita.

Becca sonríe y apoya su mano en mi muslo, lástima que estemos llegando al restaurante que elegimos para la comida.

—Lo criaste bien, nene.

—Lo hice.

Detengo el auto en el primer puesto libre en el estacionamiento y apago el auto para poder besar a mi maravillosa esposa. Becca se ríe.

—Y admitamos que Marcie y Maddie también ayudaron.

—Si, claro.

Voy a besar a mi roja de nuevo cuando alguien golpea el cristal de mi ventana y la cara fea de Christian aparece en mi línea de visión.

—Sal de ahí, imbécil. Todos tienen hambre.

—Cabrón. —gruño, pero bajo del auto.

Becca y Ana caminan juntas, con Christian detrás de ellas lanzando vistazos a su hija, que viene detrás con Jamie y sus hermanas. Sujeto el brazo de mi hijo para que se detenga un momento.

—Chico, solo quiero que sepas que Christian es como un perro.

—¿Ladra pero no muerde? —sus cejas idénticas a las mías se elevan en su frente.

—Me refiero a que parece feroz, pero solo basta que su esposa le silbe para que empiece a mover la cola.

Jamie se ríe.

—Si, creo que lo entiendo. —empieza a caminar pero lo detengo de nuevo.

—Me refiero a que su esposa es la que manda en la relación. Igual que contigo y Phoebe. —carajo, creo que estoy confundiendo más al chico—. Si vuelve a decir algo sobre ustedes, solo pregúntale a qué edad conoció a su esposa.

Jamie es un chico listo. Sus cejas se fruncen, luego vuelven a arquearse en su frente con sorpresa.

—Entendido.

Para cuando entramos al restaurante, todos los demás ya están sentados en una mesa amplia y están pidiendo sus comidas. Me siento al lado de mi roja y veo que ya ordenó costillitas para mí.

—Mierda, si. Te amo, mujer.

Becca se ríe y las rojas ponen los ojos en blanco, luego nos ignoran para volver a sus asuntos. Un vistazo a mi hijo y él y su novia parecen estar en su propio mundo durante toda la comida y está bien, dejaremos que se despidan.

Cuando terminamos y Jamie se ofrece a pagar, salimos del restaurante. El momento se vuelve triste cuando comprendemos que es el momento de la despedida.

—Debemos irnos. —soy el primero en hablar—. Apenas tendremos tiempo de ir a casa para que Jamie tome una ducha antes de irse.

—La necesita. —murmura Marcie.

—Asi que... Despídete. —le digo, señalando a los Grey.

Jamie primero va hacia su mejor amigo y lo abraza, luego a su hermanito. Ana lo abraza sin que se lo pida, luego Christian estrecha su mano en un gesto incómodo.

—Que tengas buen viaje, chico. Y cuídate.

Mi hijo asiente, luego gira hacia su novia. La única hija de los Grey se lanza sobre Jamie colgándose como un mono.

—¡No te vayas! ¡Es demasiado pronto! ¡Jamie!

—Phoebe, basta. —Christian intenta apartarla.

—¡Por favor, Jamie! —la pobre chica se echa a llorar mientras se suelta y su madre la abraza.

—Nena, por favor. —mi hijo le sonríe pero la mueca no toca sus ojos—. Volveré muy pronto. Y esta vez me quedaré.

Phoebe llora más fuerte.

—Ya no más, Jamie, por favor quédate.

Miro a Christian y solamente una vez he visto esa expresión en mi mejor amigo: el día que envío un mensaje de texto a su Cerecita para decirle que deberían dejar de verse. Él se acerca y levanta a su hija en brazos mientras ella llora más fuerte.

—La cuidaré por ti, chico. Y será mejor que vuelvas en una maldita pieza para que mi niña sea feliz de nuevo.

—Si, señor.

Con esas últimas palabras, se alejan.

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