Capítulo 87. Theodore Grey

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Jase y yo llegamos al mismo tiempo que nuestro jefe Corey. Lo veo bajarse de la patrulla con un radio en cada mano y señalar el perímetro del banco.

—Quiero un cerco en esta cuadra, ningún civil dentro del área.

El oficial que lo acompaña toma de la cajuela un rollo de cinta amarilla para acordonar y se la lanza a Jase. La habría atrapado yo, pero mis manos tiemblan.

Mierda.

Es mi primer código rojo real, no un simulacro de la academia de policía. Es un robo en progreso, hay personas en riesgo y somos los primeros en responder.

—Jefe. —Jason luce más tranquilo que yo—. Los accesos al banco están cerrados, probablemente necesite al negociador o un equipo especial.

Corey resopla ruidosamente, luego levanta uno de sus radios.

—Capitana, necesitamos al detective Grey y al detective Sawyer.

Se queda en silencio mientras habla con mamá y yo echo un vistazo a los curiosos que comienzan a reunirse alrededor.

Veo un vehículo estacionado más atrás y mis pies se mueven en esa dirección porque, maldita sea, luce como la camioneta de Jamie.

Me inclino sobre el cristal para ver el interior pero parece bastante limpio. Solo para confirmar me dirijo a la cajuela y el sticker de "Amo a mi esposa" que Phoebe pegó está ahí.

Doble mierda.

Vuelvo sobre mis pasos hacia Corey y le quito el radio con el que se comunica con mamá porque esto pasó de riesgo a alerta roja en segundos.

—Mamá... capitana Grey, mamá. —balbuceo—. Es Jamie. Está adentro del banco, casi estoy seguro de ello. Necesitas llamar a papá y al señor Sawyer ya.

—Agh, carajo. —la escucho decir—. Voy para allá.

La radio se queda en silencio y yo lo regreso a Corey, que me mira como si yo hubiera derramado su maldito café.

—¿Dijiste Jamie? ¿Jamie Sawyer? —por supuesto que lo conoce de nuestros días de adolescencia—. Ve a vigilar el perímetro, no quiero a nadie dentro de la cinta amarilla, ni siquiera a ti.

—¿Y qué se supone que hagamos? ¿Nos quedamos viendo y ya?

—¡Si! Y esperamos los refuerzos mientras protegemos a los civiles. —señala algo del otro lado de la calle—. Ahora desaparece de mi maldita vista, chico.

Ay, mierda. Una reportera de la televisión local está transmitiendo Dios sabe qué, mientras su camarógrafo hace tomas del edificio, y al menos seis personas graban con sus teléfonos móviles.

—¡Hey! ¡Oye! —me acerco a ellos—. No pueden cruzar la línea.

El camarógrafo me enfoca y también los imbéciles de los móviles. Enderezo los hombros con una sonrisa para desplegar mi encanto.

—Disculpen, pero no pueden dar detalles, podría entorpecer las labores de rescate.

—¿Rescate? —la mujer pone el micrófono sobre mi—. ¿Hay víctimas? ¿Rehenes? ¿Cuántos son?

—Yo, eh... —busco con la mirada a Jase, que está en la otra esquina—. No tengo la información, señorita. Debe esperar a las autoridades.

Las llantas de un taxi rechinan cuando se detiene abruptamente a mitad de la calle, luego una mujer vestida de blanco sale.

—¡Ted! ¡Jamie está ahí! —mi hermana viene directo a mi—. ¡Ted!

Me alejo de los civiles y sujeto los brazos de mi hermana, a quien no he visto desde su boda hace unos días.

—Phoebe, tranquila, no estamos seguros de eso. —miento para tranquilizar.

Ella me empuja e intenta esquivarme.

—Jamie está ahí, me lo dijo esta mañana. Esa es nuestra camioneta. —la señala—. ¡Por Dios, dime qué está pasando!

Abro la boca y la cierro, pensando en una excusa creíble para ganar algo de tiempo cuando sonidos fuertes vienen del interior del edificio.

Disparos.

—¡Mierda! —empujo a mi hermana al piso y observo a los civiles hacerlo también—. ¡Quédate ahí!

—¡No! —chilla—. ¡Quiero ver a Jamie! ¡Ted, déjame ir!

—No. Phoebe, piénsalo. Si tu esposo está ahí, que no estamos seguros, es el único con entrenamiento militar. Sabe lo que hace. Y Reynolds debe estar cerca.

Es ridículo que uno de los mejores francotiradores del país esté ahí dentro, en una situación de rehenes, pero podría ser una oportunidad todos.

—¡Por eso mismo! Lo conozco, querrá poner a todos a salvo y arriesgar su vida.

—Y yo tengo que protegerte mientras él hace se trabajo. —sostengo sus brazos con fuerza—. Correr directo al peligro solo hará que Jamie se distraiga.

—Pero...

Mi hermana se deja caer contra mi pecho y llora desconsoladamente, como pocas veces la he visto hacerlo. Y solo por eso quisiera entrar ahí y saber que rayos está pasando.

Parece que ella podría desmayarse en mis brazos cuando dos autos patrulla se acercan a toda velocidad y se detienen a mitad de la calle.

Papá se baja del puesto del conductor, el señor Sawyer del acompañante con un cigarrillo colgando de sus labios y mamá de la patrulla de atrás.

Se dirigen directamente a mi.

—¿Cuál es la situación?

Estoy luchando por mantener a Phoebe en mis brazos y señalar al mismo tiempo.

—La alarma del blanco sonó, por lo que creemos que es un asalto, y por lo que parece, el sistema de seguridad del edificio cerró las salidas.

—Es decir que están atrapados dentro. —confirma papá.

—Si.

Mamá intenta alcanzar a Phoebe pero mi hermana se endereza con un empujón a mi pecho.

—Conozco el sistema, Jamie me habló de él, ellos están ahí dentro porque van a colocar las cámaras de seguridad. —eso capta la atención de todos—. Solo el director puede desactivarlo.

El señor Sawyer se pone más pálido.

—¿Entonces es un hecho que ellos dos están ahí? —pregunta, con la esperanza en su voz.

—Si. Ese de ahí es el auto de Jamie. —señalo la camioneta.

Los hombros del mejor amigo de papá caen mientras ellos se miran el uno al otro.

Y hay noticias peores.

—Antes de que ustedes llegaran se escucharon algunas detonaciones.

—¿Qué? —los tres arquean las cejas, sorprendidos de mala manera.

Rayos, espero que esos dos estén bien. Corey grita desde dentro del perímetro que me dijo que no traspasara.

Cabrón.

—¡Se desactivó la alarma! ¿Dónde están los refuerzos? —gira la cabeza en todas las direcciones—. ¿Y los equipos de emergencia?

Papá, mamá y el señor Sawyer corren hacia el banco mientras yo tengo qué controlar a mi hermana.

—¡Phoebe, basta!

—¡Suéltame! ¡Tengo que ir con Jamie!

—No puedes. Mi jefe no quiere civiles en la zona.

Ella intenta burlarme pero la sostengo del brazo.

—Soy una enfermera, puedo ayudar a los heridos mientras llegan los paramédicos. —sus ojos se llenan de lágrimas—. Ted, déjame pasar. Por favor.

Phoebe está suplicando, y carajo si eso no me desconcierta. Presiono mis labios en una línea antes de finalmente asentir.

—Voy contigo. —mis padres jamas me perdonarían si algo le pasara—. Y no dejes que Corey te atrape.

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