Capítulo 31

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Luego de la conversación que Nayeon, Sana y Tzuyu tuvieron (y que será contada en otro momento para mantener en la incógnita a todo el mundo), las tres se dirigieron hacia la casa de Lisa, tocando la puerta a patadas para que la chica no tuviera la excusa de que no oyó nada.

Luego de diez minutos pateando la puerta, esta se abrió, y una desaliñada Lisa las miró con furia.

—¿Se puede saber qué quieren? —preguntó de forma tosca.

—Nosotras... —Sana frunció el ceño, viéndola—. ¡Apestas a alcohol!

Antes de que alguien pudiera hacer algo, Tzuyu empujó a Lisa hacia el interior en tanto Sana pasaba de largo hacia la cocina, viendo todo lleno de botellas de cervezas vacías, tiradas en el suelo sin cuidado. La sola visión la entristeció a más no poder, pero apretó sus labios tomando una botella, llenándola con agua, para luego volver al comedor en donde Nayeon y Tzuyu sostenían a Lisa.

—¡Ustedes...! ¡Sana! —Lisa chilló cuando la chica de cabello rosado le lanzó agua en todo el rostro—. ¡Ba-basta! ¡Sa-Sana! ¡Está... está he-helada!

—¡Lo sé! —Sana le lanzó más agua a la cara—. ¡Eso es por ser cruel conmigo el otro día, cara de pato!

Cuando la botella quedó vacía, Nayeon y Tzuyu la soltaron. Lisa cayó al suelo, aturdida, antes de negar con la cabeza.

—Ahora te vas a cambiar —dijo Sana duramente, sin darle tiempo para replicar—, y vas a salir a comer algo con nosotras si no quieres que te meta esto —levantó la botella—, por tu culo, Lis.

La aludida miró a la chica atónita para luego asentir con una mueca de espanto, dirigiéndose a su pieza lo más rápido que pudo. Una vez quedaron solas, Nayeon miró a Sana.

—¿Cómo hiciste eso?

Sana tembló.

—No sé.

***

De manera tosca, Lisa las siguió hasta un local de comida rápida. Su rostro pálido no demostraba más que rabia y disgusto, sin embargo, sus amigas le ignoraban deliberadamente, sin prestar atención a los pensamientos de odio que parecía lanzar con la mente.

Una vez dentro de un McDonnald's, se unieron a la fila para pedir algo. Si bien seguía en silencio y con esa mirada de odio, Lisa se estaba convenciendo de que esa salida no estaba tan mal. Al fin y al cabo, tendría comida gratis, así que...

—La imbécil de Lucía se puso a coquetearme y quedé sin helado, así que cómprenme uno.

O al menos eso pensaba hasta que escuchó una fría voz detrás de ella.

Su corazón bombeó como loco, pero no se volteó, sorprendida. Menos cuando llegó su turno en la fila.

—¿Qué va a pedir?

Pero su garganta estaba seca, incapaz de modular algo.

Luego de unos segundos en silencio, alguien respondió:

—Oh, ¿vas a pedir algo o las mentiras te comieron la lengua?

Se crispó ante el tono desagradable y cínico que Jennie utilizó, y ya sin controlarse, se giró, chocando con la fría mirada de la pelinaranja.

—Vete a la mierda —le dijo caminando fuera de la fila.

—¡Lisa! —regañó Sana.

—No te preocupes, Sanake —Jennie sonó desinteresada mientras le despeinaba el cabello a Sana—. Uno se acostumbra a que Lisa te mande a la mierda cuando está más preocupada por ella.

La rabia y los celos bulleron en su interior, pero no dijo nada mientras caminaba hacia la salida.

—Porque Lisa no es más que una niña cobarde y mimada que huye de los problemas apenas puede.

Lisa no lo soportó más: dando media vuelta, se lanzó a darle un golpe a Jennie.

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