Capítulo 33

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Lisa estaba mirando su reflejo frente al espejo, acariciando suavemente su labio partido para luego rozar su ojo morado, haciendo una mueca de dolor.

Desvió la vista, conteniendo las ganas de llorar.

Lis, ¿por qué tienes este feo moretón?

—Me peleé con unas niñas, unnie.

—¡Pero bebé! —Namwan sonrió suavemente, acariciándole las mejillas, para luego besarle la frente—. No deberías pelear con nadie, Lis. Tienes que sonreírle siempre a todo el mundo.

—¿Aunque sea un mal día, unnie?

—Aunque sea un mal día. ¿Acaso no sabes que sonreír cuando estás triste es de valientes?

—¡Yo quiero ser valiente, unnie!

Trató de sonreírle a su reflejo, pero no logró hacerlo, sólo una débil mueca de dolor se formó en su rostro.

Limpió las lágrimas que caían por su mejilla, saliendo del baño.

Cuando entró al cuarto, se encontró con Jennie esperándola.

Ver a su exnovia hizo que algo dentro de ella doliera como si le estuvieran enterrando un puñal en todo el cuerpo. En especial cuando chocó con los fríos ojos de Jennie, que no demostraban nada más que indiferencia.

Pero, acaso ¿merecía algo más luego de tratarla como lo hizo?

Quiéreme, quiso decirle, quiéreme, Jennie, por favor.

Sin embargo, nada salió de su boca.

—¿Ocurre algo? —preguntó en cambio con educación, incómoda por la escrutadora mirada de la pelinaranja. Incómoda porque la haya llevado a su casa cuando lo único que quería Lisa era encerrarse en su cuarto otra vez, emborracharse y pensar en lo miserable que era su vida.

—Siéntate —ordenó Kim con voz grave.

Lisa quiso protestar por capricho, pero estaba demasiado cansada para hacerlo. Así que se sentó a su lado, Jennie poniéndose de pie, quedando frente a ella. Abrió el maletín que llevaba en su mano, revelando el botiquín de primeros auxilios, y sin decir nada, le echó alcohol a un algodón.

—Jennie, no es nece- ¡MIERDA, ESTO DUELE! —chilló alejándose cuando el líquido hizo contacto con su labio roto.

Pudo notar el amago de una sonrisa en el rostro de Jennie, pero fue tan rápida que no sabía si realmente estuvo allí.

—Quédate quieta —ordenó la mayor ahora suavemente.

Lisa cerró sus ojos, notando las suaves manos de Jennie tomando su rostro, y se imaginó que las cosas no estaban mal, que Jennie le estaba curando el labio roto porque se lo mordió demasiado fuerte mientras se besaban y no porque se golpearon, que Jennie se iba a reír de ella para luego tomarle la mano, con ese simple gesto diciéndole que estaba allí, a su lado. Que Jennie luego se inclinaría para darle un pequeño beso, diciéndole que la amaba mucho.

—Mi amor, ¿por qué lloras? —susurró Jennie deteniendo sus movimientos.

Y ese «mi amor» se escuchó tan bien que pudo sentir que su corazón se rompió otra vez, y quería llorar como una niña pequeña, dejando que la de ojos gatunos la abrazara, la rodeara con sus brazos y la sostuviera, para luego pedirle perdón por todas las cosas horribles que dijo.

Y Jennie la iba a perdonar, por supuesto, de eso no tenía duda alguna.

El problema era... era que Jennie había dicho una vez que siempre la perdonaría, pero eso no significaba que las cosas serían como antes.

Lisa quería que todo volviera a ser como antes de que su hermana muriera, antes de que una parte dentro de ella se marchitara para siempre.

—Du-duele... —tartamudeó, queriendo referirse a su labio partido, aunque ambas sabían que no hablaba de eso.

Pero Jennie no dijo nada más, terminando de limpiar su herida.

Lisa la miró, limpiando sus ojos.

—Lamento... lamento haberte mordido, Jennie —dijo en voz baja, fijándose en la herida en su cuello.

Esta asintió, distraída, sin alejarse.

—Siempre tuviste complejo de vampiro —comentó como si nada.

Recordó las veces que Lisa escondía su rostro contra su cuello como si nada, sus labios acariciándole suavemente allí, mordiendo ajena a los reclamos de Kim.

—Lamento lo que te dije, Lisa —agregó entonces Jennie.

Se miraron a los ojos, ambas quedándose prendadas la una de la otra.

Lisa se inclinó.

Jennie cerró sus ojos, acercándose.

Sin embargo, a último momento, Lisa se alejó.

—No podemos —murmuró.

La pelinaranja parpadeó, sonriendo tristemente.

—No te preocupes —se puso de pie para luego besarle la frente—. Deberías dormir, Lili —una pequeña pausa—. Luego de que despiertes y comas algo, podrás irte a tu casa.

Y volver a salir de tu vida, pensó Lisa, pero sólo se quedó en silencio, viendo como Jennie desaparecía por la puerta del cuarto, llevándose una pequeña parte de su corazón con ella.

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