Su mamá estaba ya con un ataque de histeria mientras tomaba del vaso de su café, sollozando a pesar de que todavía no se fuera.

—Mamá, el avión no sale en dos horas —le dijo con exasperación.

—¡Cállate! —lloró limpiando sus ojos—. ¡Vas a dejar a tu madre sola, triste y abandonada!

—Mamá, sé que te estás viendo con el vecino, las paredes de la casa son delgadas.

—Ay, al menos ya no tengo que darte esa noticia —su madre se limpió las lágrimas, echando su cabello hacia atrás en un gesto de diva—. Vamos, Jisoo, arréglame que se me corrió el maquillaje.

—Como diga, señora.

—Y tú, chica alta, ¿te sirvió la crema que te mandé?

—Sí, señora, ahora su culito es suavecito —contestó Sana sonriendo.

—¡Sana!

—Suavecito y apretable —agregó Im.

—¡Nayeon!

Jennie no quería saber qué se traían esas tres, así que sólo rodó los ojos, viendo por décima vez el boleto de su avión mientras su mamá iba al baño con Jisoo hablándole sobre maquillaje o algo así.

—Creí que Lisa vendría —dijo Sana de pronto, mirando por el enorme pasillo.

Jennie sintió una punzada de culpa en su pecho.

—Nos despedimos anoche —mentira. No se habían visto desde la noche de Año Nuevo—. No quería venir, ya sabe como es Lisa. Ahora estaría llena de mocos y lágrimas.

Sana suspiró, negando con la cabeza, para luego mirar a Tzuyu.

—Iré a comprar algo para comer, ya vuelvo —dijo marchándose.

Tzuyu refunfuñó una respuesta, todavía molesta, y Nayeon comenzó a estirarle las mejillas para tratar de relajarla aunque estaba logrando todo lo contrario.

—Recuerdo cuando eras sólo una mocosa gruñona y odiosa —dijo Rosé fingiendo limpiarse una lágrima—. Ahora ya no eres una mocosa.

—Voy a matarte —murmuró Jennie, distraída totalmente.

De alguna triste forma, también esperaba que Lisa apareciera de pronto, se lanzara a sus brazos y le llenara el rostro de besos, chillándole al oído como solía hacer, riéndose y haciéndola reír.

Pero sabía que era imposible, porque Lisa seguía sin saber nada.

Y no importaba cuanto se lo repitiera, Jennie no podía convencerse de que la decisión que había tomado fue la correcta.

***

Lisa bostezó, retorciéndose entre sus sábanas, viendo la hora antes de contestar a la llamada. Eran las diez de la mañana, ¿quién la podía estar molestando?

—¿Hola? —preguntó media dormida.

—Nunca espero nada de ti, Lalisa, y aun así logras decepcionarme —dijo a modo de saludo Sana.

Frunció el ceño, confundida, y se enderezó.

—¿Qué hice ahora? —bostezó, cansada.

—¿Cómo qué "qué hice ahora"? —le imitó fastidiada—. ¡Deberías estar aquí!

Arrugó más las cejas de ser posible, saliendo de la cama. Ya que la habían despertado, debía aprovechar para tomar desayuno.

—Um, Sana, ¿aquí dónde? —cuestionó bajando las escaleras.

—¡Y te haces la tonta, más encima! —se quejó la japonesa—. Dios, deberías estar llorando, abrazando a Jennie y diciéndole lo mucho que la vas a extrañar...

Se quedó quieta en la puerta de la cocina, viendo a su mamá terminar de preparar el huevo revuelto en tanto Somchai les servía leche a sus dos hijos. Todos la contemplaron en silencio al notarla atónita.

—¿Y por qué le diría eso? —siguió preguntando, ahora rodando los ojos—. Si quedé en verme con Jennie hoy en la noche.

Silencio al otro lado de la línea.

Miró el móvil, preocupada.

—¿Sana?

—¡No es gracioso! —gritó de pronto—. Lisa, no es gracioso. Uf, casi me la creí, ay, ¡eres horrible! Bueno, aunque supongo que en la noche podrías hacer una videollamada con Jennie, eso sería como una cita cibernética, qué sé yo...

—Sana, no entiendo de qué estás hablando —le interrumpió Lisa amablemente—. Ayer hablé con Jennie por teléfono y quedamos en juntarnos hoy en su casa para comer con su mamá. Dijo que ella tenía algo importante qué decirme, ¿es sobre eso o qué?

Más silencio en la conversación.

Lisa se estaba empezando a fastidiar.

—Lisa —la voz de Sana sonó extraña—, ¿cuándo Jennie te dijo que se iba?

Se sentó en la mesa, creyendo que la pelirosa se pudo haber fumado algo o bebido alcohol de dudosa procedencia.

—¿Irse? ¿A dónde?

Ahora el silencio tras la línea cambió totalmente. Era tenso, pesado, casi se podía tocar.

—A Estados Unidos.

—¿Eh? —arrugó los labios—. No sé de qué estás hablando, en serio. ¿Es alguna clase de broma? No le veo la gracia...

El grito de Sana casi la dejó sorda.

—¡MIERDA!

Se sobresaltó y estuvo a punto de derramar su café sobre la mesa.

—¿Sana?

—¡Lisa! ¡Lisa, escúchame bien!

—Bueno...

—¡Lisa, Jennie va a viajar a Estados Unidos!

—¿Qué?

—¡Hija de puta, no te dijo nada! ¡Voy a matarla! —Minatozaki parecía a punto de tener una crisis de histeria—. ¡Lisa, a Jennie le ofrecieron una beca de estudio en Estados Unidos! ¡Fue cuando ustedes estaban peleadas y aceptó!

Se quedó quieta, sintiendo como perdía el color de su cara.

—¿Cómo?

—¡Eso! —gritó—. ¡LISA, JENNIE VA A VIAJAR HOY, EN DOS HORAS!

—Pero... —sintió su garganta apretada, y cuando su mamá se inclinó, preocupada, acariciándole la mejilla, supo que estaba llorando—, pero es... estábamos bien... ¿no? ¿Por qué... por qué se va? —su tono se quebró—. ¿No... se va para no lidiar conmigo?

—Lisa... —ahora Sana suavizó su voz—, quizás... quizás no quería preocuparte... Mierda, la mataré...

—¿No me quiere, Sana? —preguntó antes de romper a llorar, aturdida, desconsolada.

—Lisa-

Cortó la llamada.

Cubrió su boca con su mano tratando de ahogar los sollozos que querían salir de sus labios, pero era imposible, estaba colapsando por completo en ese instante.

—¿Lisa? —preguntó Somchai con expresión inquieta.

—¿Qué pasa, cariño?

—Noona, no llore, por favor.

—Unnie, ¿qué ocurre?

—Se va —susurró callando a su familia—. Jennie. Jennie se va. Me está abandonando como mamá hizo conmigo. Como hizo papá. Como hizo Namwan.

Naree soltó un jadeo de horror, poniendo una expresión asustada en tanto Somchai desviaba la vista.

—¡No digas eso, unnie! —retó Sunan un poco enfadada—. ¡No le digas eso a mamá!

Somchai le quitó el móvil, marcando el número de Sana.

—Hola, está hablando el padrastro de Lisa —la muchacha podía escuchar la histérica voz chillona de Sana al otro lado de la línea—. Sí, bien, entiendo. ¿En qué aeropuerto están? Ah, claro, no se preocupen. Por favor, dale un golpe a Jennie de mi parte y... no le digas nada —Somchai cortó la llamada y miró a Lisa, que seguía sollozando en voz baja—. Vamos.

La pelinegra levantó la vista con los ojos llenos de lágrimas, sin poder creer un poco lo que le había hecho Jennie. Sin poder creer que realmente no le hubiera contado nada de eso.

Maldita idiota, rata de pacotilla. Ya se las iba a ver...

—¿A dónde? —preguntó aturdida.

—Al aeropuerto —el hombre la miró con impaciencia—. Nadie puede hacer llorar an mis hijos.

Sus hijos.

Su hija.

Mierda.

Lisa lloró con más fuerza, ahora tanto por la pena como por la emoción. Estaba sintiendo un cúmulo de sensaciones en su interior que eran difíciles de explicar, pero no le importaba. Cariño por las palabras de Somchai dichas sin vacilación alguna, por la seguridad con la que habló. Llevaba mucho tiempo sin sentirse de esa forma, sin dejar que otra persona se hiciera cargo de ella, porque tuvo que cuidar a Namwan durante años, y ahora, permitir que fuera otra persona la que la cuidara...

Lisa se sintió cálida por primera vez en mucho tiempo.

Pero también estaba triste, apenada por Jennie. ¿Por qué acaso no le había dicho nada? ¿Por qué la ilusionó de esa forma? ¿No se merecía por último una explicación?

El enojo de pronto la invadió, y se puso de pie.

—¡Mira, papá, Lisa hace el mismo gesto que hace mamá cuando está enojada! —dijo Bambam.

—¡Bambam! —regañó Naree.

Iba a buscar a la idiota de Jennie, la iba a abrazar, le llenaría el rostro de besos, y luego le sacaría la mierda para que reaccionara de una vez por todas.

—Vamos entonces —dijo Lisa caminando hacia la puerta.

—Eh... unnie.

—¿Qué ocurre, Sunan?

—Estás en pijama —dijo Sun señalando su pijama de girasoles.

Lisa la miró y sonrió con maldad.

—¿Y eso qué?

Somchai miró a sus hijos para luego encogerse de hombros.

—¿Quién quiere ir a una aventura? —dijo animado.

—Vayan ustedes, yo tengo que tenerles el almuerzo listo —respondió Naree.

—Entonces vamos, niños —habló Somchai caminando hacia la entrada.

—Cariño, tú igual estás en pijama —señaló Naree.

—Vamos todos a juego —respondió el mayor.

—¿Podemos irnos o no? ¡Están arruinando mi rescate dramático! —protestó Lisa.

Somchai suspiró y se despidió de Naree para luego salir con sus hijos detrás y una Lisa mordiéndose las uñas desesperadamente.

—¿Y qué se supone que le voy a decir? —preguntó Lisa mientras él conducía.

—Yo sé —Sun asomó su cabeza desde los asientos traseros—. Podría ser algo como, "mira, idiota gruñona, termino contigo por lo que me has hecho. Además, tampoco follas tan bien", y le das un puñetazo en las tetas.

—¿Qué es follar? —preguntó Bambam desde atrás.

—Nada importante, pequeño —respondió Somchai fulminando con la mirada a Sun, que se encogió en el asiento.

—¿Y si ya se fue? —Lisa se volteó hacia Somchai—. ¿Qué voy a hacer? ¡No es lo mismo reclamarle en la cara que por teléfono o por una videollamada! ¡Si se fue voy a llorar por días!

—Entonces te sacaremos un pasaje y la sigues —señaló Somchai.

—¿De verdad? —Lisa lo miró, esperanzada.

—Claro que no, no seas tonta, Lisa.

Esta hizo un gesto grosero, ganándose un golpe en la nuca por ello.

Media hora después Somchai estacionó el auto en el aeropuerto, y Lisa se bajó ignorando por completo las miradas que la gente le dirigía por ir vestida con pijama.

—¿Dónde tengo que ir? —preguntó la pelinegra acomodándose las pantuflas.

—Según lo que me comentó Sana, Jennie todavía no ingresaba a la zona de embarque, entonces... ¡Eh, Lisa, no salgas corriendo!

—¡Buena suerte, noona! —gritó Bambam.

—¡Somchai, distrae a los guardias antes de que me lleven presa por loca! —gritó Lisa antes de subir a las escaleras mecánicas.

—¡Rápido, Sunan, finge que estás asaltando a tu hermano!

—¿Pero qué mierda-?

—¡AYUDA, ME ESTÁN ASALTANDO!

Mientras, Lisa trataba de orientarse como podía en el lugar, sin detenerse a preguntarle a nadie para dónde tenía que ir, buscando el letrero donde tenían que estar los siguientes viajes. Ni siquiera sabía qué empresa había comprado Jennie, de eso se preocuparía después.

Los vuelos a Estados Unidos que saldrían dentro de la siguiente hora y media eran sólo dos.

Mierda. Mierda.

¿Y si no tenía tiempo para verificar los dos?

Partió al del andén más cercano, corriendo por el pasillo atiborrado de gente, apenas deteniéndose para pedirles disculpas a las personas con las que chocaba. Buscó por todo el lugar algún rostro conocido, sin embargo, no veía a nadie. Ni a sus amigas ni a Jennie.

Desesperada por completo, siguió corriendo hasta el otro andén, buscando entre los pasillos a cualquier persona que se le hiciera conocida.

No quería pensar que Jennie ya había entrado a la zona de embarque, porque significaba que ya la había perdido. Que no la vería otra vez, y no podría decirle que la amaba para luego darle un golpe.

En el andén no estaba ninguna de sus amigas.

La había perdido.

Ya no vería a...

—¡JENNIE!

Su grito resonó en el pasillo mientras volvía a correr al ver una cabellera anaranjada conocida.

La persona se volteó.

Estaba llorando otra vez cuando los ojos de Jennie se fijaron en ella.

Vio sus labios moverse, diciendo su nombre, pero no se detuvo.

—¡Jennie!

Sin detenerse, se lanzó sobre ella, abrazándola por la cintura. El golpe fue tan fuerte que cayeron al suelo, el trasero de Jennie golpeando el suelo, pero aun así, Lisa no la soltó.

—¡Eres una idiota! —le gritó levantando la vista, arrodillándose, golpeándola en el pecho—. ¡Eres la idiota más grande de todo el mundo! ¡Eres una imbécil, una tonta, una estúpida! ¡Te odio, te odio, te odio! —con cada palabra le daba un nuevo golpe, sin embargo, Jennie no se defendía, seguía en el suelo, mirándola completamente atónita.

Lisa sollozó, abrazándola otra vez.

—Viniste —murmuró de forma casi inaudible—. Viniste, Lili...

—¡Y no gracias a ti, sino gracias a la idiota de Sana!

—¡Oye!

—¡Cierra el pico! —le gritó Lisa en un momento de euforia y Sana decidió obedecer—. ¡¿Cómo se te ocurre dejarme de esta forma, Jennie?! ¡¿Cómo te atreves a hacerme esto?! ¡Eres una desgraciada, una hija de...!

—¡Epa, que estoy aquí!

—¡... de tu madre! ¡Eres la persona más vil, cruel e inhumana del universo entero! —le dio una bofetada, ganándose un quejido—. ¡No te voy a perdonar nunca esto, Jennie Kim, ¿lo tienes claro?! —Lisa lloró, limpiando su rostro con sus manos—. Jennie, Jennie, ¿por qué me... me hiciste esto? Si no querías estar conmigo... yo lo habría comprendido...

Jennie hizo el amago de ponerse de pie, y Lisa le imitó, sin dejar de llorar. Estaba hecha un desastre, lo sabía, con el pijama puesto, el cabello despeinado, su rostro colorado y lleno de lágrimas, pero aun así, para Jennie nunca había estado tan hermosa como en ese momento.

—Si quiero estar contigo —le dijo Kim tomándola de las mejillas—, pero fui una cobarde, lo sé... Lo siento, mi amor, lo siento tanto... Estaba pensando sólo en mí y... y tú eras tan feliz con lo que teníamos que no lo quise arruinar...

Lisa permitió que Jennie besara sus mejillas, limpiando con sus labios su rostro lloroso, para luego darle un abrazo más.

—Yo lo habría entendido —dijo Lisa sin alejarse—. Si querías irte a estudiar fuera, nunca te habría puesto problema para eso, Jennie. Hasta te habría dicho que podíamos tener sexo por videollamada...

—Eh, Lisa...

—¡Pero mira lo que hiciste, desgraciada! —la tailandesa le dio un golpe en el costado—. Ahora ya no quiero dejarte ir...

—Perdóname —Jen le dio un beso en la frente, con los ojos llenos de lágrimas también—. Perdóname, cariño. Nunca más. No más mentiras entre nosotras.

Jennie no podía creer que, a pesar de todo, Lisa estuviera allí, en sus brazos, llorándole y tratándola mal. Estando con ella aun cuando le mintió, la engañó vilmente.

Jennie nunca se había sentido tan enamorada de Lisa como en ese momento.

—Lili...

—¡Ya no te vayas! —le interrumpió Lisa colgándose de ella como si fuera un mono, y volvieron a caer al suelo—. Prometo no ser tan empalagosa y cocinarte pastelitos todos los días si te quedas. Hasta ya dejará de importarme que no me contestes cuando te diga que te amo, de verdad, pero quédate conmigo, Jennie, no puedo...

—Lili, te amo...

—... ¡No quiero dejar de verte! Eres mi linda gatita, mi novia hermosa, ¡me alquilé para ti! ¡Soy tu novia de alquiler, no puedes dejarme, tenemos un contrato! ¡Mentí, el contrato no duraba seis meses, era de toda la vida!

—Lisa, te amo...

—¡Soy tu novia de por vida, así que no puedes dejarme, Jennie! ¡Si es necesario voy a atarte a la cama para que no te vayas, hasta te alimentaré como una bebé, te haré el avioncito y utilizaré la ropa de encaje que quieras!

—¡LALISA, TE AMO!

—¡YA TE ESCUCHÉ, INMUNDA ANIMAL!

Lisa miró a Jennie, que le observaba sin expresión alguna, para luego sonreír lentamente, llorando una vez más.

—¿Me amas? —le susurró contra su rostro.

Jennie sonrió, mostrando sus pequeños dientes y rosadas encías, sintiendo un par de lágrimas cayendo por sus mejillas.

—Te amo, Lisa —contestó sin duda alguna.

—¿Mucho?

—Um, sí...

—¿Tanto así como para no dejarme nunca?

—¡Lisa!

—Está bien, está bien —Lisa se arrodilló, tratando de limpiar su rostro—. Pero sigo enojada. Y nunca te voy a perdonar esto, Jennie.

—Lo sé —se inclinó a darle un beso—. Voy a trabajar cada día para que me perdones.

—Te perdonaré si eres mi pasiva.

—Ya, tampoco te pases. Además, no soy tan idiota como Tzuyu.

—¡Las estoy escuchando!

Jennie rodó los ojos, pero se limitó a besarla otra vez, abrazándola, sintiéndola suya con ese simple toque.

—Debo irme —le murmuró contra sus labios.

—Está bien —susurró Lisa sin alejarse—. Voy a extrañarte un montón. Voy a hablarte todo el día y toda la noche, así que espero que eso no te moleste.

—Jamás me molestaría hablar contigo, Lisa —Jennie le dio un último beso, más largo, y se alejó tratando de no llorar—. Te amo, bebé.

—Y yo te amo a ti, gatito.

—Oh, una última cosa —se acercó, besándole la mejilla—. Gracias por alquilarte para ser mi novia, Lili. Voy a estar siempre agradecida por eso.

—¿No quieres volver a alquilarme? —preguntó Lisa de forma juguetona.

—Nunca —Jennie comenzó a alejarse—. Ya no necesito alquilarte para que seas mía. Ahora eres mi novia oficial por siempre.

Lisa sonrió, observándola llegar al control de seguridad y entregar su bolso.

Parpadeó, recordando algo repentinamente.

—¡Jennie, no me has pedido ser tu novia! —le gritó enfadada.

Jennie se volteó, pasando bajo la máquina de rayos X, y le levantó el pulgar.

—¡Adiós, Lili!

—¡JENNIE KIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIM!