001: "El amor sólo existe en los sueños"

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Muchas personas odian la soledad, la describen como algo abrumador y horrible, que los hace sentir vacíos y deprimidos. Muchos llegan a esto porque fueron dejados de lado, simplemente lanzadas al abismo del olvido junto con todo lo que alguna vez significaron. Tal vez por esto duela tanto la soledad para muchos, porque se llegó de una manera cruel a ella, y ahora duele no tener todo lo que alguna vez se tuvo, a lo que ya se estaba acostumbrado. A sentirse importante para alguien. A ser alguien.

En el caso de Josiah era todo lo contrario; pues el siempre prefería tomar a la soledad como su única compañía, y realmente disfrutaba de aquello, aunque esa comodidad que sentía estando alejado de la mayoría de su círculo social, se estaba empezando a acabar poco a poco y él era consciente de tal cosa.

Muchas veces en el recreo, sin querer sus ojos se desviaban a los demás adolescentes, algunos bromeaban entre ellos, otros iban tomados de las manos, muchos sonreían teniendo a su persona especial al lado. Se veían realmente felices, aquello parecía genuino y Josiah verdaderamente deseaba experimentar algo así alguna vez, tal vez un amigo que de verdad quiera intentarlo con alguien como él, o tal vez encontrar el amor en algún momento de su vida, aunque Josiah siempre se decía así mismo que eso era poco probable, y es que en su mente siempre se repetía lo mismo una y otra vez, lastimándose, matando su pobre lado positivo de ver las cosas.

Las personas ni siquiera te quieren como un amigo, mucho menos alguien te querrá para algo más, no seas estúpido. Eres raro y las personas como tú mueren solas y tristes.

Aquello era lo que su cabeza le repetía las veinticuatro horas del día, una parte de él quería no prestarle atención, pensar que eso no era cierto, pero otra parte sabía perfectamente que su consciencia tenía la razón, todo aquello era cierto. Y eso lo lastimaba más de la cuenta, por ello prefería mantenerse siempre ocupado y así evitar ahogarse en sus propios pensamientos dañinos.

La escuela realmente ayudaba a aquello, pues las tareas, exposiciones y exámenes lograban ajetrearlo demasiado, y eso le ayudaba a concentrarse únicamente en sus estudios y no en lo demás. Su tiempo libre lo pasaba viendo series, escuchando música o leyendo, pero casi nunca haciendo nada. Aquello había funcionado en el último tiempo, pues sus pensamientos negativos disminuían con ellos el dolor, y sus notas subían, convirtiéndolo en el tercer mejor estudiante de la preparatoria.

Josiah se encontraba en plena clase de geografía, cosa que amaba más que a nada. Prestaba atención a la explicación acerca de la geografía de Chile como si su vida dependiera de ello. Era bastante interesante saber que Chile era más largo que toda la unión europea junta, o que era el país más sísmico del mundo.

Todos los demás alumnos murmuraban hablando entre ellos, revisando sus celulares o haciendo cualquier otra cosa que mantuviera su mente lejos de la clase. Los minutos para ellos pasaban más lentos que nada, todo lo contrario para el chico que se sentaba hasta en frente, pues en sus grandes ojos azules se pudo notar la decepción cuando la campana para el almuerzo sonó, haciendo que todos salieran casi corriendo de aquel lugar, empujandose unos con otros, mientras Josiah sólo seguía ahí, sentado, esperando a que todos se fueran para poder salir y así evitar ser golpeado por los demás.

—Josiah, ¿No piensas venir? —llamó su atención una chica desde la puerta, se trataba de su hermana Alaska, quién lo esperaba desde ya hace unos minutos de de pie ahí.

—Esperaba a que todos se fueran —señaló sin más, mientras se ponía de pie y tomaba su mochila. Realmente le molestaba caminar entre multitudes, odiaba el contacto físico y peor aún con desconocidos. Por eso siempre en los recreos o cambio de clase esperaba a ser el último en salir, y así evitar toparse literalmente con sus compañeros.

Josiah caminó junto a su hermana hacía la cafetería, algunos los observaban de reojo pues aparte de que no era normal ver a aquel chico junto a alguien, mucho menos lo era verlo con la chica más popular del instituto, la sexy capitana de las porristas. Al parecer algunos aún no sabían que era su hermano, pues algunos chicos que querían intentar algo con Alaska observaban de manera retadora a Josiah, quién se empezaba a sentir un poco incómodo.

Al llegar a la cafetería ambos fueron por su comida y se ubicaron en mesas separadas, Alaska con sus amigas y Josiah en una mesa del fondo que casi nadie usaba. Alaska odiaba aquello, no le parecía en lo absoluto dejar a su hermano solo, pues estaba a merced de los típicos brabucones que se dedicaban a hacerle la vida gris a los demás. Al menos se sentía tranquila de tenerlo a la vista y poder ir hasta donde él si algo pasara. La chica de cabello café había tratado por mucho tiempo incluirlo a su círculo, sus amigas lo amaban y pensaban que era alguien muy tierno, querían pasar abrazandolo y dándole besitos todo el tiempo, pero Josiah siempre se negaba a aquello, prefería mantenerse lejos de ellas pues eran muy problemáticas, por ello su hermana había terminado por respetar su decisión de estar solo, aunque esto no significaba que lo dejaría a su suerte. Siempre lo vigilaría como un Alcón a su nido desde la distancia, había prometido proteger de el pase lo que pase y cumpliría aquello.

Mientras tanto Josiah jugaba con las papas de su plato, no tenía demasiado apetito aquel día así que planeaba tirar a la basura un poco de comida de nuevo. Aquello le hacía sentir mal pues su madre siempre le recordaba que habían millones de niños deseando lo que él desechaba, y si pudiera dárselos lo haría realmente, pero como no es el caso, solo restaba ahogarse en el sentimiento de la culpa por tirar lo que otros anhelan.

Sus pensamientos se vieron esfumados rápidamente al notar como alguien se sentaba frente a él de manera abrupta, lanzando la bandeja de comida sin ningún tipo de cuidado. Aquel chico simplemente tomó asiento y empezó a devorar su plato como si aquella fuera su última comida. Sin siquiera voltear a ver al pequeño chico que ya se encontraba ahí.

Josiah simplemente desvió un poco la mirada de aquel sujeto, sus pintas no le generaban confianza, sabía que estaba mal juzgar a los demás por su vestimenta pero Josiah no podía evitar mirar de vez en cuando, el chico frente a él vestía chaqueta negra rasgada, camiseta del mismo color que marcaba su torso perfectamente trabajado y un montón de anillos en su mano derecha en la cual se podían distinguir varios tatuajes, lo que le hizo entender que probablemente el chico fuera mayor de edad, cosa que llamó realmente su atención.

Dirigió su vista hasta el rostro de aquel sujeto y entonces fue cuando se dió cuenta de quién se trataba, nada más ni nada menos que Zachary Laurie, el chico al que todos temían. Josiah había escuchado demasiados rumores acerca de aquél hombre que se encontraba frente a él, desde robos hasta el haberle destrozado el rostro a un maestro del plantel. Sus latidos empezaron a aumentar esporádicamente, más cuando notó que sus ojos se habían posado sobre él. El pequeño chico simplemente dirigió la mirada a su plato y junto sus manos bajo la mesa, apretándola una con la otra, sentía sus mejillas arder de la vergüenza, timidez o tal vez el miedo de morir en aquel lugar.

Al transcurrir los minutos y darse cuenta de que nada ocurría, volvió sus ojos a aquel chico, quién justo en el momento terminó con su comida y se levantó, no sin antes lanzar una fría y amenazante mirada al contrario, para después darse la vuelta y simplemente irse. Josiah para aquél momento se había convertido ya en una bolita de nervios, miró sus manos y aquella temblaban un poco, así que simplemente las hizo puño y las juntó, para tratar de calmar aquel nerviosismo que Zachary había dejado en él.

Apretó sus ojos y respiró con calma, mirando entonces al lugar en donde el chico había estado sentado segundos antes, Podría decirse que Zachary había sido su crush imposible por los últimos dos años, a pesar de los rumores y el miedo que le generaba aquel chico de hermoso rasgos, sentía algo fuerte por él y demonios que no podía evitarlo, era algo que sucedía cada que lo veía, el temblor en sus piernas, el nerviosismo repentino y los escalofríos en todo su cuerpo.

Esta era la vez que más cerca lo tenía, la primera en la que él lo veía y notaba su existencia. Aquello generaba un cosquilleo en el estómago del pequeño, pero quería olvidar aquellos pensamientos. Simplemente era algo irreal que jamás sucedería, era lo más imposible del mundo.

Deja de ser un idiota, el amor no existe el amor no existe el amor no existe.

Se repetía una y otra vez, pero unos ojos verdes aparecieron en sus pensamientos y rápidamente le hicieron descartar todo. Su corazón se rompió, sabía que estaba sintiendo cosas por quién menos debería. Aquello le lastimaba y lo sabía, pero no podía evitar sentir cosas al pensar de nuevo en aquel chico de hermosos rasgos.

—¿Por qué me hiciste tan defectuoso, Dios? —Rechistó el joven mientras deja caer su cabeza sobre la mesa, dando un golpe algo fuerte que llegó a lastimarle, pero poco le importaba aquello ahora.

Odiaba enamorarse de un imposible, pues el amor era lo más hermoso y doloroso que existía, lastimosamente para Josiah sólo existía la parte dolorosa, pues aquel amor que sentía jamás era correspondido y sólo le quedaba desearlo desde la lejanía, importándole sólo que llegue la noche y así pueda sumergirse en sus sueños, pues todo ahí puede ser real y menos doloroso. Ahí el amor existe y el dolor se ve sólo desde la lejanía como una nube de tormenta que es alejada por el viento.

En sus sueños él es suyo, pero en la vida él es sus sueños. Y lastimosamente esta es la única y dolorosa verdad de las cosas.

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