005: "Una alma en peligro y un corazón roto"

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Josiah miraba su reflejo en el espejo del baño, estaba realmente agotado física y mentalmente, ya casi era la hora de salida,  no había prestado atención a casi ninguna de las clases, en aquellos precisos momentos su cabeza se encontraba en otro planeta y no parecía querer regresar.

Notó que su ropa estaba un poco desordenada así que decidió quitarse su jersey y amarrarlo sobre su cintura, pero todo aquello se vió interrumpido de forma abrupta cuando la puerta del lugar fue abierta de una manera poco amable, siendo seguido por unos pesados pasos que se acercaban cada vez más a Josiah.

Su reacción inmediata fue tratar de ver de quién se trataba, para aquél momento se imaginó lo peor, pero justo cuando levantó su mirada, aquel —en ese momento desconocido— lo tomó por la espalda y lo hizo girarse de manera poco amable, acercándose peligrosamente a su cuerpo.

Josiah trató de liberarse de su agarre desesperadamente pero no lo logró, el contrario lo apretó más contra la pared, acercándose más a él. Josiah sólo cerró los ojos con fuerza esperando el golpe. No le extrañaba ya que aquello sucediera, lo único que quería era que todo se acabara.

Para aquél momento se estaba reprendiendo mentalmente por haber huido de Alaska en los recreos, probablemente si se hubiese quedado con ella no estaría en tal situación, a punto de ser golpeado, otra vez.

Apretó sus puños con fuerza, había pasado ya un tiempo y nada ocurría, aquello le estaba comenzando a desesperar. Lentamente abrió sus ojos y entonces se topó frente a frente con el causante de sus peores pesadillas desde niño, quien lo miraba de una forma que Josiah no pudo explicarse, mantenía una mirada ¿Lasciva? O de alguien ebrio, no lo sabía exactamente. Eso lo ponía más nervioso, quería irse, trató de empujarlo de nuevo pero volvió a fallar.

Jerome acarició la mejilla Josiah con delicadeza, haciendo que un escalofrío recorriera la espalda del menor, al parecer Jerome notó aquello, pues una sonrisa triunfante se dibujó en sus labios. Empezó a forzar más el agarre sobre la cintura de Josiah, generándole dolor al menor.

—Aléjate, Jerome —Soltó Josiah con su voz trémula y un poco desesperada.

Jerome volvió a sonreír y tomó las manos de Josiah con una de las suyas, aprovechando que eran pequeñas, podía tomar con facilidad.

—Si tu hermana no puede ser mía —Susurró cerca del su oído—. Tú serás mío.

Josiah tragó saliva, no podía imaginar lo peor, su corazón se aceleró y intentó alejarse de nuevo, movió su cuerpo de forma desesperada pero no pudo soltarse del agarre de Jerome. Tenía sus manos atrapadas, se sentía asustado y impotente, no podía describir lo que sentía. Pero quería irse, quería a Alaska.

Una vez más lo intentó, esta vez su rodilla golpeó la entrepierna de Jerome con toda las fuerzas que pudo sacar en el momento, haciendo que el mayor retrocediera con una mueca de dolor y finalmente lo dejara libre, Josiah no lo pensó ni un segundo, corrió hacía la puerta y justo cuando estaba a unos centímetros de ella, Jerome lo jaló de la mochila, haciéndolo regresar.

—¿Quieres jugar de esa forma? —Rodeó el cuello del pequeño con su mano—. Todos estos años, dios, extrañé tanto ponerte una mano encima —Empujó a Josiah contra la pared y se acercó a él, metiendo una mano bajo su jersey, acariciando su torso—. Tu cuerpo es tan femenino, dios. Eres tan dulce como un pequeño pastel de fresa.

Josiah percibió un fuerte olor a alcohol en el momento en el que el chico habló frente a él. Sintió asco, odio y miedo. Todo se combinó, sacó todas sus fuerzas y empujó a Jerome, quién apretó más su cuello y empezó a besar este mismo. Josiah empezó a temblar, no quería eso, jamás imaginó que algo así le sucedería. Comenzó a llorar al darse cuenta que no podría liberarse, no podía alejar a Jerome, era un hecho que aquél terminaría lastimándole de innumerables formas.

Josiah apretó sus ojos y trató de no dejar que el contrario le quitara su ropa, tomando su jersey con fuerza impidiendo que las manos del contrario entraran en ella. Jerome ante esto, lo tomó de su cintura intentó besar sus labios, acercándose lentamente a él, haciendo que Josiah sintiera más asco que hace unos segundos.

Sus sollozos y llamados de piedad inundaron el lugar. Entonces, de forma repentina, Jerome se alejó de él, como si alguien lo hubiese empujado, cosa que asustó a Josiah quién abrió los ojos y sintió su corazón detenerse en aquel preciso instante.

Jerome estaba en el piso con la nariz ensangrentada, mientras Zachary se encontraba dándole puñetazos en el rostro sin compasión alguna. Uno tras otro, tras otro, hasta que su rostro quedó totalmente lleno de sangre y con heridas por todo sus labios. Zachary levantó a Jerome de una forma ruda, tomándolo de la camisa y empujándolo contra la pared, haciendo que el chico cayera al piso.

—¡Aléjate de mí! —Imploraba cubriendo su rostro ensangrentado—. ¿¡Qué mierda sucede contigo!?

Zachary lo tomó del cuello de su camisa y lo levantó a centímetros del suelo mientras Jerome pedía piedad ante la sorpresiva actitud del mayor.

—Vete —Dijo sin más, soltando a Jerome, quién lo miró confundido por unos segundos, de pie frente a él—. Mierda ¿En qué puto idioma hablas, imbécil? No quiero verte cerca de aquí, vete a la mierda o esta vez no dudaré en terminar contigo.

Jerome retrocedió mirando aterrado a Zachary, su nariz no paraba de sangrar y su ojo comenzaba a hincharse por los puñetazos que había recibido. Jerome corrió fuera del lugar, tropezando con sus propios pies, dejando pequeñas gotas de sangre en el piso mientras se alejaba.

Josiah se encontraba aún en el rincón, con su cuello lleno de mordeduras y los ojos llenos de lágrimas, aún en estado de shock por lo que acababa de suceder. Seguía temblando y aquello se podía notar en sus divagantes manos. Su corazón seguía a mil por hora y no sabía que sentir. No sabía que estaba pasando, tampoco siguió pensándolo, su cuerpo se movió por inercia y corrió a abrazar a Zachary, enterrandose en su pecho mientras comenzaba a llorar.

No sabía que era lo que estaba haciendo, no estaba pensado en nada, sólo estaba asustado y necesitaba sentirse protegido, irónicamente en los brazos de quién anteriormente le había causado daño.

Zachary no correspondió a aquel abrazo, pero tampoco alejó a Josiah. Simplemente lo miró, su cabello estaba alborotado por todo su rostro, su ropa desordenada, su cuello con pequeñas marcas rojas, su rostro enterrado sobre su pecho... Manchando su camiseta favorita de lágrimas.

Al darse cuenta de aquello, pensó en alejarlo Inmediatamente pero sus manos se detuvieron, no podía hacerlo. Algo se lo impedía. No recordaba la última vez en la que había sentido lástima por alguien pero al parecer ahora lo estaba haciendo, o tal vez no era tan bastardo como para tratar mal a un chico que ya había sufrido mucho por hoy.

Sintió su corazón estrujarse al escuchar los sollozos de Josiah.

—Bien, es suficiente —Tomó de los hombros al menor y lo alejó de él. Josiah lo miró y algo hizo click en él, abrió sus ojos de una forma hasta exagerada, alejándose unos pasos hasta chocar contra uno de los cubículos, parecía haber visto al mismísimo  Satanás en aquel preciso instante. Zachary lo miró confundido.

—Lo siento —murmuró desviando la mirada, limpiando su rostro.

Zachary ladeó su rostro y se cruzó de brazos, sin despegar la mirada de él.

—Deberías aprender a defenderte, lo necesitas ¿No lo crees? —Josiah lo miró con confusión por unos segundos.

—No necesito nada —Habló esta vez más fuerte, juntando todo el poco valor que le quedaba.

—Bueno, entonces quizá mereces todo lo que te pasa. Eres imbécil.

Josiah lo miró sin entender nada, su presencia aún lo hacía temblar, pero extrañamente no se sentía tan vulnerable frente a él como la última vez. Tal vez sólo era la adrenalina en su cuerpo que no le permitía pensar con con lucidez, no le dejaba ver la realidad de las cosas. Zachary lo había lastimado también, era igual que Jerome, lo sabía, estaba seguro de eso pero, no sentía lo mismo. Sabía que eran iguales, pero se sentía como si fueran totalmente opuestos.

—¿Por qué hiciste eso? —Preguntó de repente, después de un largo rato de silencio.

Zachary guardó silencio. Ni siquiera él lo sabía, ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué no sólo pasó de largo? Eran unas buenas preguntas a las que no podía darles respuesta, o tal vez sí.

Zachary ignoró sus pensamientos, no quería recordar nada, así que sólo miró al chico de manera inexpresiva, no sabía que responder.

¿Qué le sucedía? Normalmente sólo hubiera dejado que el chico fuera abusado sin importarle en lo absoluto, pero en aquel momento no era así. Aquella escena le resultó tan asquerosamente familiar, sólo no lo pensó, golpeó a aquél chico sin pensarlo dos veces. Golpeó a Jerome, aunque en su mente golpeaba a otra persona, no a Jerome.

—No te interesa —Respondió con voz grave y poco amigable.

Josiah estaba apunto de decir algo, pero la puerta de aquel lugar volvió a abrirse, dejando ver a una desesperada Alaska quién se detuvo abruptamente al contemplar tal escena, Josiah estaba a solas con Zachary, con sus ojos llenos de lágrimas y su ropa desordenada. Habían gotas de sangre en el piso y los puños de Zachary estaban enrojecidos.

—¿Qué mierda le hiciste a mi hermano? Maldito —Alaska se abalanzó sobre Zachary con su puño levantado, preparada para atacar, pero Zachary era más ágil así que en un rápido movimiento pudo evitar el golpe.
—Temía que esto sucediera, eres un hijo de puta vengativo, nunca cambiarás.

Zachary sonrió y la miró directamente a los ojos, escuchando atentamente lo que la fémina tenía para decir.

—No —dijo Josiah desde su lugar, ganándose la atención de ambos presentes—. Yo... Me caí y-

—Jerome trató de hacerle daño —Interrumpió Zachary. ¿Qué mierda le sucedía? Debería callarse e irse, ese ya no era asunto suyo, pero no podía hacerlo, algo no se lo permitía y no sabía exactamente qué.

—¿En serio piensas que voy a creerte?

—Me importa una mierda lo que creas o no, deberías agradecerme, salvé a tu querido hermano de Jerome —Miró a Josiah y después se dirigió a Alaska nuevamente—. Cosa que tú nunca pudiste hacer ¿O me equivoco?

Alaska lo miró con el entrecejo fruncido. Sabía que siempre se sintió culpable por el abuso que Josiah sufrió de niño por parte de Jerome y sus amigos, reprocharle eso realmente calaba en lo más profundo de su ser y al parecer Zachary lo sabía. Alaska se echaba la culpa de lo que sufrió Josiah, nunca lo ayudó, incluso se avergonzaba de admitir que Josiah era su hermano, ignoraba cuando lo golpeaban, había sido una hija de puta y lo sabía, por ello el sentimiento de ser tan sobreprotectora siempre, de cierta forma, sentía que era una forma de compensar todo lo que en el pasado no había hecho por su hermano mellizo.

—¿Eso es cierto, Joss? —Su voz sonó un poco más apagada de lo normal y sus ojos parecían querer llenarse de lágrimas, aquello le indicó a Zachary que su comentario le había dolido, tal vez si obtuvo su venganza después de todo.

Alaska ignoró la socarrona sonrisa del mayor y miró a su hermano, quién solo asintió tímidamente como respuesta, ella le creyó.

Josiah no tenía ni un solo golpe de donde esa sangre pudo haber salido, tampoco tenía rasguños ni moretones. Entonces aquello era cierto, Jerome trató de dañarlo.

Y de nuevo, ella no pudo hacer nada para salvarlo.

Alaska se acercó a su hermano y lo abrazó lo más fuerte que pudo, acariciando su espalda tiernamente, sintiéndose lo peor del mundo. El pequeño seguía con la respiración agitada, seguía aterrado.

—¿Puedes ir con Venus y Monroe? Están afuera, necesito hablar en privado con Zachary —Habló cerca de su oído y miró a su hermano con una pequeña sonrisa. Aquel asintió, para ese preciso momento lo único que quería era salir de ese maldito lugar y jamás volver a entrar.

Josiah tomó su mochila del piso y a paso lento empezó a caminar hacía la puerta, no sin antes mirar de reojo a Zachary, quién se encontraba imponente, mirándole también con cierta curiosidad, o tal vez hostilidad, Josiah no pudo descifrar la mirada del mayor en el momento, nunca podía hacerlo a decir verdad, siempre parecía molesto y nunca sonreía al menos que fuera por sarcasmo o burlarse de alguien y él no entendía el porqué de aquello. Siempre quiso preguntarle, indagar más, pero ahora que se había acercado a él tanto como nunca antes pensó hacerlo, sólo estaba seguro de una cosa: no quería volver a tenerlo cerca nunca más.

Seguía sintiendo demasiadas cosas por Zachary, pero tendría que desecharlas como un trapo viejo, tenía que empezar a pensar con la cabeza fría y dejar las ilusiones para los mundos de fantasía, en donde la felicidad no es algo utópico y casi imposible como en la realidad, como en su realidad.

Al haber abandonado el lugar, Alaska se dió la vuelta y caminó hasta donde Zachary, mirándolo fijamente. Para aquél momento la chica había dejado derramar un par de lágrimas, las cuales habían dejado un húmedo recorrido por sus mejillas.

Algo insignificantes desde el punto de vista de Zachary.

—Sé porqué lo hiciste —Fartulló, recibiendo una mirada insípida por parte del contrario—. Sé porqué defendiste a Josiah.

—Crees saberlo todo, crees ser una experta, una especie de Wikipedia especializada en mí, cuando realmente no sabes nada —Irritó alzando la voz, mirando a la chica sin compasión alguna.

—Ambos sabemos porqué lo defendiste, sabés porqué no permitiste que Jerome abusara de él —Enervó alzando su tono de voz de también, calmandose un poco al darse cuenta.

Zachary desvió su antipática mirada, empezando a sentir como su paciencia era reguñada.

Alaska notó aquello y trató de relajar su tono de voz, extrañamente, no quería herirlo. Tocar el tema que tanto odiaba Zachary significaba acabar con su poca estabilidad mental, Alaska sabía lo que era un chico de uno noventa y cinco de altura, capaz de hacer en medio de una crisis, así que sólo se calmó y lo miró de la forma más serena que pudo en aquél momento.

—Gracias por no dejar que aquello sucediera —Aludió de la forma más apacible que pudo. Zachary la miró, aún con su ceño fruncido, asintió.

—¿Terminaste? —Enervó, ganándose una mirada confusa de la chica. ¿Cómo era posible que jamás dejara su insoportable forma de ser? Alaska simplemente lo ignoró, y salió del lugar antes de que su lado armonioso se fuera y terminara golpeando a Zachary de nuevo.

Zachary se quedó solo en aquél aislado y silencioso lugar, sin razón alguna. Todo lo ocurrido lo había dejado con un extraño sentimiento, incomodidad, ira, irritación, frustración.

Cerró sus ojos para tratar de calmarse y fue entonces cuando los recuerdos empezaron a bombardearle como balas, una detrás de la otra, sin remordimiento alguno, destapando sus más horribles y indeseables traumas. Fue entonces entonces su mente se volvió un caos y su paz desapareció por completo, su puño se enfundó, marcando todas las venas de su brazo, dejando ver con cuánta fuerza lo hacía.

Para aquél momento la ira se había apoderado de su cuerpo, y piedad debería pedir cualquiera que en su camino se cruzara, pues el mayor no dudaría en acabar con alguien sin ningún tipo de remordimiento, sin lástima. Por suerte nadie llegó, sólo más y más memorias que lo destrozaban cada vez más.

Miró el espejo frente a él, en el que todo parecía cobrar vida. No veía su reflejo sino recuerdos que lo destruían a cada segundo, imágenes que deseaba eliminar para siempre de su cabeza, sacarlas y destrozarlas. Zachary no pudo más y lanzó su puño contra aquel espejo que se hizo añicos, dejando caer sus pedazos en el piso.

Pedazos de vidrio terminaron incrustados en sus ya lastimados nudillos, haciendo que sangre empezara a brotar de ellos.

Al insomne muchacho le importó una mierda el dolor físico que sentía. Sólo quería salir de ahí, subirse a su costoso auto y darse una ducha con desesperación, como si aquella fuese a lavar sus más infames pesadillas también. Zachary salió del edificio y se dirigió al estacionamiento en el que casi nadie se encontraba, subió a su auto y condujo hacía su casa, pasando cuánto semáforo en rojo le fuera posible, en ese instante nada le importaba, aceleraba el vehículo como si no existiera un mañana más que un ahora. El volante estaba lleno de la sangre que sus manos derramaban.

Estaba destrozado.

Entonces, ¿Qué importaba si moría aquella tarde?

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