010: "Detención."

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La campana que indicaba el final de la jornada resonó por los pasillos haciendo que segundos después, montones de alumnos inundaran los pasillos, todos parecían tan apresurados por querer salir de ahí, era como si estar un momento más en el lugar significara una tortura que nadie pensaba soportar.

Por su parte, Josiah guardaba sus libros lo más lento posible, aún sentado en su pupitre, haciendo tiempo hasta que el área se despejara, aparte de que odiaba tener que estar siendo empujado en medio de tantas personas estresadas y groseras, sabía que este día no iría directo a su hogar como anhelaba, sino a la tortuosa aula de detención, en la que pensó que jamás pondría un pie, pero al parecer el destino, la vida y el universo entero estaban en su contra siempre.

Al escuchar que el bullicio en el pasillo era cada vez menor, decidió salir por fin, arrepintiéndose de inmediato pues al instante de cruzar el marco de la puerta, se topó de frente con Alaska.

—Jossy, quiero hablar contigo, por favor —Rogó la chica tomando al menor por los hombros, aquel sólo intentó desviar la mirada, tratando de distraer su atención hacía otro lado.— Sé que hice mal en ignorarte, debí prestarte más atención yo-

—Está bien, Ally —El chico sonrió de lado, mordiéndose sus labios y agachando su rostro, sintiendo como cierto sentimiento de culpa empezaba a invadirlo—. Me sentí molesto y dije cosas que no debí, si quiero tenerte cerca, no quiero sentirme solito.

—No lo estarás, lo prometo —Levantó su rostro con el dedo índice y depositó un beso en su frente.

Josiah se tragó todo su orgullo y cerró sus ojos, abrazando a su hermana con fuerza mientras escondía su pequeña cabeza entre el cuello de la mujer que más amaba. Cerró sus ojos y sintió paz, la misma que había estado buscando a lo largo de la tarde y que al fin había encontrado. Su hermana era la única persona en la cual confiaba, la que más amaba y en la única en la que encontraba paz y tranquilidad, seguridad y compasión.

«—Espero nunca te alejes de mí— Pensó el chico para sus adentros mientras seguía manteniendo el abrazo.

Después de unos minutos de largo abrazo, el pequeño se separó, cayendo en cuenta de que su tortura estaba por iniciar.

—Puedo acompañarte, podría saltar el ensayo de hoy y-

—Estaré bien, puedo cuidarme solo —Mintió, sonriendo de forma sincera—. Estaré bien, lo prometo por la manita —Levantó su mano derecha en forma de promesa y la chica la tomó, mirándolo con cierta inseguridad.

Josiah se alejó, no sin antes escuchar las indicaciones de una intranquila Alaska que se empezaba a preocupar de más, como siempre.

Caminó hasta las escaleras que llevaban al cuarto piso de la forma más lenta posible, sintiendo su estómago revuelto, cada escalón hacía arriba era un latido de su corazón que hacía eco dentro de su cabeza, haciendo que eso fuera lo único que sus oídos escucharan hasta llegar al cuarto piso, en donde se topó de frente con un desierto pasillo iluminado y pintado de blanco, con muchas puertas que daban a distintos salones, carteles alucivos a actividades de la escuela, un desolado y silencioso lugar en el que nadie se encontraba, a excepción de él.

Caminó sigiloso hasta la última puerta del pasillo, sintiéndose un poco intimidado por lo que fuese a encontrar allí dentro, tal vez chicos problemáticos, drogadictos sin oficio ni beneficio o bullys que se dedican a hacerle la vida de cuadritos a los demás.

Abrió la puerta de forma meticulosa y pensó dos veces si entrar o huir de ahí, pero se armó de valor ¿Por qué tenía que ser siempre tan cobarde? Juraba tener el valor de hacer las cosas, tal vez estaba muy oculto ¡Joder! este era un buen momento para al menos intentar sacarlo de su escondite.

Suspiró de forma pensada y sin pensarlo demasiado dió un paso al frente, entrando al lugar y sorprendiéndose de inmediato al divisar que todas las mesas del lugar se encontraban vacías, parecía que era el único castigado del día.

Josiah suspiró aliviado ante eso, realmente le intimidaba tener que estar enmedio de personas caóticas que ni siquiera conocía.

—¡Señor Nikólayev! Veo que llega usted temprano, bienvenido —Y entonces esa voz hizo que Josiah pegará un saltito en su lugar, llevando sus ojos hasta el escritorio en donde se encontraba el director Collins, mirándolo con su distintivo semblante sombrío y aterrador.

Josiah no dijo nada y agachó el rostro sonrojado por la vergüenza, de esa misma forma caminó hasta uno de los primeros pupitres y se sentó, poniendo su mochila a un lado del asiento, mirando hacia cualquier parte para tratar de distraerse, era realmente incómodo el sentir la mirada de aquel hombre puesta sobre él, o al menos eso pensaba hasta que posó su azul mirada en el hombre carente de cabellera y entonces fue cuando cayó cuenta que revisaba papeles con total devoción, ignorando por completo su presencia.

Puso su codo sobre la mesa y acunó su rostro sobre una de sus manos, en una posición que realmente lo relajaba. Miró el pizzarón frente a él, tratando de imaginar algo interesante que lo llevara lejos de aquel desolado y poco alegre lugar. Pasó así por al menos cinco minutos, hasta que el director Collins decidió que era tiempo de amargar su vida más de la cuenta.

—Bien, al parecer usted será el único —Dijo aquello mirando al chico de forma despectiva, como lo haría cualquier persona opulenta con un vagabundo—. Empezemos con esto, usted deberá-

Y justo en el momento en el que el hombre calvo se dirigía al único chico del salón, la puerta del lugar se abrió de forma brusca, haciendo que rebotara contra la pared de forma violenta, sacándoles un respingo del susto a ambos presentes.

Ambos dirigieron sus ojos al lugar y se toparon con la inmaculada y atemorizante presencia de Zachary, quien entró al lugar como perro por su casa, sin siquiera dirigirle la mirada a ninguno de los que ahí se encontraban, yendo directo hasta los pupitres del fondo y tomando asiento en uno de estos, estirando sus pies sobre una silla vacía, recordándose en la pared.

—¡CÓMO SE ATREVE USTED, MALEDUCADO! —El director parecía querer estallar en cualquier momento, miró a Zachary con toda la furia del mundo dibujada en su gorda y poco agraciada cara.— Podría darte una semana más en este maldito lugar por tu actitud tan irrespetuosa.

—¿Y qué mierda te detiene, Agustino? —Llamó al director por su primer nombre, haciendo que el hombre se pusiera rojo de la furia, sacándole una inconscientemente sonrisa a Josiah la cual borró de inmediato al sentirse amenazado por la mirada del director.

—¡No entiendo porqué sigues en mi escuela! De no ser por la ayuda que tu madre nos brinda, te hubiera mandado lejos hace muchísimos años, eres insoportable.

—Gracias, usted también luce muy hermoso este hermoso y frío día de invierno. —Sonrió sarcástico y desvió sus ojos al chico que se encontraba unos puestos frente a él, notando al fin su presencia, haciendo desaparecer su sonrisa lentamente.

—¡No lo soportaré más! —Soltó después de golpear escritorio con todas sus fuerzas. Josiah empezaba a sentirse intranquilo en medio de la discusión—. Una más, inténtalo una vez más y te vas a arrepentir de haberme faltado el respeto, maldito mocoso mimado.

Soltó aquellas palabras como cuchillas filosas, pero sorprendentemente Zachary no replicó a sus amenazas, se mantuvo callado y con los ojos divagantes, parecía incómodo y ante la mirada de el director, su intimidación había surtido efecto y el grosero muchacho al fin había aprendido la lección.

Más no imaginaba que la incomodidad marcada en la expresión de Zachary estaba lejos de ser causada por él.

—¡¿Y USTED QUE ESTÁ VIENDO?! —Inquirió arremetiendo ahora contra Josiah, quién se hundió en su asiento temeroso de que ahora los ataques fueran en su contra.

El profesor se calmó, inhaló y exhaló en un vago intento por calmar su ya alterada actitud, al creer haberlo logrado, prosiguió y se dirigió hacía el pizarrón, en el que escribió unas complicados y casi imposibles ejercicios de matemáticas para que los dos presentes resolvieran.

Sin más, se sentó en su cómoda silla tras el escritorio y siguió en lo suyo, hundido entre papeles y folletos, descansado su mente un rato del estrés que le generaba los estúpidos alumnos.

Josiah miró los ejercicios y suspiró hastiado, pasando sus manos por su rostro en un intento por revivirse. Sacó su cuaderno y comenzó a intentar resolver aquellos ejercicios, cosa que no se le dificultó en lo absoluto, pues con la ayuda de sus manos para contar y su mente totalmente concentrada en el asunto, pudo terminar su trabajo en menos de cinco minutos para después cerrar su cuaderno, cansado pero de cierta forma, sintiéndose victorioso por haber terminado las ecuaciones sin dificultad.

El director Collins lo miró cerrar su cuaderno y se levantó, caminando con pesados pasos hacía él, inútilmente creyendo que el chico se había rendido tan pronto y se negaba a seguir con su trabajo. Arrebató el cuaderno de la mesa y empezó a revisarlo, mirando la última página escrita con sorpresa, pues el chico había terminado todos y cada uno de los ejercicios sin dificultad alguna, todos de forma correcta.

—Vaya, al parecer tenemos a un cerebrito con nosotros —Miró a Josiah y sonrió, devolviendo el cuaderno.

Josiah lo tomó de forma tímida y lo abrazó, como una forma de sentirse seguro.

Pasó alrededor de una hora de incómodo y molesto silencio, aburrimiento y calma. Josiah estaba cansado y quería irse a casa, pero dolía ver el reloj y darse cuenta de que aún faltaba una hora y media para poder liberarse de la prisión.

Tomó uno de sus lapiceros y empezó a mirarlo con toda la curiosidad que existía en su mirada, moviéndolo de un lado a otro en su mesa, inconscientemente comenzando a jugar, dejando volar su imaginación una vez más.

Después de unos minutos, aquél común y básico lapicero se transformó en un avión de guerra ante sus ojos, uno que atacaba sin piedad a las aldeas bajo su dominio, lanzando misiles y balas a los civiles abajo, pintando el pánico y el caos por donde el aeroplano pintaba su camino. Dejando que su imaginación llegara cada vez más lejos, alejándose más y más del lugar, llevándolo a un punto en donde sólo existía el y su pequeño jueguito improvisado.

Tan sumergido en su propia escena imaginaria que no pensó en los sonidos que hacía con su boca, imitando a un avión, los disparos y los gritos aterrorizados de las personas, sonriendo de vez en cuando ante su juego, ganándose la mirada curiosa de los presentes.

Zachary levantó la mirada de su cuaderno y la dirigió al chico el cual parecía realmente perdido en su pequeño e infantil juego. En sus rosas y pequeños labios una genuina sonrisa estaba dibujada mientras jugaba solo como si su vida dependiera de ello. Zachary sintió un casi imperceptible calor en su pecho mientras sus ojos seguían posados sobre el chico.

«—Tierno—. Pensó inconscientemente y sonrió de lado, contagiado con la alegre expresión del pequeño.

Sus ojos curiosos siguieron pegados en él sin razón aparente, hasta que sorpresivamente el director se levantó furioso de su silla, caminando de forma amenazante hacía Josiah, arrebatando sin piedad el objeto de las manos del chico, tirándolo contra el piso y rompiéndolo en el acto para después poner las manos de forma pesada sobre la mesa del pequeño, acercándose a él de forma intimidante.

—Este no es el maldito salón de juegos ¡NO ES EL MALDITO SALÓN DE JUEGOS, ENTENDISTE! —Alzó la voz haciendo que Josiah cubriera su rostro con sus manos, a forma de protegerse de los gritos, atemorizado—. Si vuelves a hacer una ridiculez como esa, me encargaré de que tu estadía aquí sea más duradera de lo planeado ¿Me entendiste?

Josiah asintió asustado con sus ojos cristalizados por la sorpresiva y violenta acción del director, llevando su mirada hasta su regazo, en el que mantenía sus divagantes manos abrazándose una a la otra.

El hombre se alejó del chico y volvió a su escritorio bajo la molesta y fría mirada de un furioso Zachary, quien deseaba partir la nariz del asqueroso sujeto junto con sus horribles anteojos baratos, su resentimiento hacía él director creía y creía cada segundo, no sabía porqué pero quería hacerlo pagar ¿Reaccionaba tan tarde a las amenazas del director? ¿Qué mierda le sucedía? Apretó sus puños con fuerza y siguió mirando a Agustino Collins de la misma forma, intimidante y hostil. No bastó mucho para que el director se enterara de aquello.

—¿Perdió algo, señor Laurie? —Miró al chico con desdén, levantando su mentón—. Espero sus ejercicios estén ya terminados, porque si no-

—¿Si no qué? ¿Vas a gritarme? Joder, parece que es lo único que sabes hacer, Agustino.

El director Collins lo miró con furia pero en vez de gritarle, dirigió su mirada al ordenador, comenzando teclear en este con brusquedad, como si aquellas teclas fueran la cabeza de Zachary. Sus ojos buscaban algo con total curiosidad marcada en ellos, al dar con lo que sea que buscaba, sonrió con malicia y miró a Zachary.

—Como lo supuse, el egocéntrico francés Auguste Zachary Courtois Laurie, un inepto en matemáticas y geometría, no me sorprende en lo absoluto. —Sonrió victorioso al ver como los ojos del nombrado se ensachaban en una amenazante expresión. Zachary odiaba su primer nombre y apellido, lo odiaba más que a su propia madre y escucharlo le generaba repulsión.

«Como eres un asco en matemáticas y yo soy una persona bondadosa —Se alabó así mismo—. Dejaré que nuestro silencioso pero inteligente compañero Josiah sea tu nuevo tutor mientras la detención termina, puede ayudarte a abrir tu carente cerebro para que puedas mínimamente ser alguien que resalte ante los demás académicamente.

Josiah al escuchar aquellas palabras se tensó en su lugar y lo único que pasó por su mente fue huir de ahí, correr lo más rápido posible sin mirar atrás, podría caerse por las escaleras, pero en ese momento prefería morir que estar cerca de Zachary, y peor aún, enseñarle matemáticas.

Miró al director con sus ojos totalmente abiertos y después a Zachary, con quien hizo contacto visual quizá milisegundos, pero eso bastó para que el corazón de Josiah se descontrolara más de la cuenta y un cosquilleo en su estómago se hiciera presente.

—Gracias por tu oferta, bondadosa y inmaculada virgen Agustina, pero no necesito de la ayuda de nadie.

—No te pregunté —Miró a Josiah con sarna—. Si Auguste... —Soltó aquello con una irritante sonrisa dibujada en sus labios—... No mejora su calificación en matemáticas para el final de la semana, tú también serás culpable por ser un mal tutor y tú detención se alargará de forma indefinida.

«—¿Qué tengo que ver yo en esto? Dios, si existes por favor has que este viejo tonto muera de una vez, por favor — Arremetió contra el director internamente.

Lo miró inseguro y asustado, no tenía ni idea de que hacer ¿Debía ignorar sus peticiones y mandarlo a la mierda? ¿Ir hasta donde el causante de sus suspiros y pesadillas para orientarle? Su mente explotó, era un caos en aquel momento y no pensaba con claridad, y peor aún cuando sintió como sus piernas comenzaban a temblar por el nerviosismo.

El director lo miró con sus ojos ensanchados como amenaza al ver que el chico no movía ni un dedo.

——¿ACASO NO ESCUCHASTE MIS PALABRAS? —Amenazó al chico poniéndose de pie, empujando el escritorio unos centímetros con violencia.

Eso fue suficiente para que Josiah se levantara de su lugar con el pánico instalado en su cuerpo y su corazón acelerado a dos mil kilómetros por hora. Se acercó a Zachary de forma tímida, sintiendo sus piernas temblar, sin mirarlo a los ojos en ningún momento.

Con cuidado tomó una de las sillas cercanas y la cargó con dificultad, acercándola hasta la mesa del mayor para posteriormente sentarse con inseguridad, mirando indiscretamente el cuaderno de Zachary y dándose cuenta de que el chico ni siquiera había copiado ninguno de los ejercicios.

Su cuaderno estaba abierto y en él se podía distinguir un hermoso dibujo que cubría la totalidad de la página. Aquel era un rostro con el cabello despeinado y una nariz pequeña, rasgos bastante distintivos en el boceto pues era lo que más resaltaba, el dibujo aún no tenía labios y tampoco ojos pero no dejaba de ser hermoso, digno de una exposición en el mejor museo del mundo.

Aquel dibujo era tan familiar para Josiah ¿Tal vez era alguien de la escuela que había visto sin prestarle atención? Quizo seguir su análisis profundo, pero el cuaderno fue cerrado de forma agresiva haciendo que Josiah se sobresaltara y inconscientemente mirara a Zachary, haciendo que sus ojos se encontraran en el camino.

—Sólo empecemos con esto de una puta vez—Fartulló con voz grave y distante, irguiendose en su asiento para estar más cerca de la mesa.

Josiah miró sus movimientos con atención, sintiéndose vulnerable en todo momento, alejando su silla por instinto cuando el mayor se acercó.

—Bien, tu, quiero decir —Mordió su labio inferior nervioso, haciendo que Zachary llevara sus ojos hasta ellos—. ¿Que-que es lo que no entiendes?

—No entiendo nada ¿No es eso obvio? —Irritó de forma poco amable. Josiah lo miró con el entrecejo fruncido en una expresión triste, como un pequeño gatito lastimado.

Zachary tragó saliva con dificultad.

—Entiendo —Tomó uno de los lápices de Zachary, sintiendo un escalofrío inexplicable al hacer contacto con aquel objeto.

Con toda la vergüenza, el nerviosismo y el miedo a flor de piel en su escueto cuerpo, se armó de valor y se acercó unos centímetros hasta la mesa del contrario, tomando su cuaderno, creyendo sentirse listo para empezar con su obligación de la semana: enseñarle matemáticas a Zachary.

Sólo esperaba que sus sentimientos no fueran a jugarle una mala pasada.

Porque era momento de sacar el valor, la firmeza y la seguridad que sabía que de alguna forma tenía, en donde sea que estuvieran escondidos.

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¡Hola de nuevo! Cómo ven, el libro tiene nueva portada ¿Qué les parece?

Otra cosa, siempre trato de que mis capítulos no sobrepasen las 2900 palabras, pero ahora empezarán a ser más largos porque ese número no parece ser suficiente para expresar todo lo que mi imaginación decide idearse ¡Lamento si les molesta!

Por cierto, infinitas gracias por leer y comentar, son mi motor para seguir.

¡Hasta la próxima actualización!

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