012: "No dejes que tus sentimientos ganen la batalla"

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Josiah miraba desde la ventana de su habitación como la nieve de la calle empezaba a derretirse con toda la paciencia del mundo, mientras mantenía a su gato entre su regazo. El fin de semana finalmente había hecho acto de presencia después de una tediosa y inusual semana, que aunque en el pasado la hubiese disfrutado con toda su vida, en ese momento habría preferido no haberla vivido nunca.

Ser un tutor en la escuela era algo complicado para Josiah, pues las relaciones sociales nunca fueron lo suyo, esto se complicaba en sobremanera cuando la persona receptora de sus tutorías era nada más y nada menos que Zachary, ya que sólo el hecho de sentir su presencia a tan sólo centímetros de distancia lo hacía temblar como una gelatina, no sólo por el hecho de todo lo que sentía por el chico de ojos verdes, sino por lo aterrador que se volvía mantener una conversación con él sin hacer que su voz temblara, su corazón se acelerara y sus ojos desearan mirarlo todo el tiempo como si no hubiera nada más en el lugar.

¿Por qué justo en el momento en el que quería alejarse el destino lo acercaba más?

No tenía ni la las mínima idea aunque quisiera, odiaba sentirse de esa forma pero no podía evitar mantener sus sentimientos a flor de piel cada vez que estaba cerca de aquél chico, por más que se lo negara no podía y probablemente jamás podría, no mientras sus sentimientos fueran tan grandes y latentes como lo eran en ese preciso momento.

Escuchó la puerta de su habitación abrirse y por ella entró su madre, capturando la atención de Josiah quien la miró de pies a cabeza, la mujer vestía un vestido rojo con pequeños brillantes pegado a su delgado cuerpo, acompañado de unos tacones bastante altos y negros que le agregaban altura a su cuerpo; su cabello rubio y lacio, su maquillaje, aquello no era raro en la mujer pues al mantener una profesión como el diseño de modas, acostumbraba a ser siempre muy selectiva con sus conjuntos diarios.

—Cariño, estaba buscándote —Sonrió al chico mientras se colocaba el último arete faltante en su oreja—. Tu padre y yo tenemos una cena con unos amigos en una hora, supongo que regresaremos hasta el anochecer, por favor no salgas de casa mientras no estemos.

Josiah volvió sus ojos a la ventana, regresando su atención al ambiente que allá se pintaba. Sus padres estaban tan pocas veces en casa que el hecho de verlos tan sólo unas pocas veces a la semana se había vuelto demasiado común, algo a lo que había empezado a restarle importancia. Sabía que eran personas ocupadas que preferían su trabajo antes de dedicar tiempo a sus hijos y aunque al principio le doliera, había aprendido a vivir con ello.

—¿Alaska irá? —Cuestionó mientras acariciaba su gato, el cual cerró sus ojos y comenzó a ronronear mientras Josiah pasaba las manos por su espalda.

—No podrá —Se acercó a su hijo y se sentó a su lado en la cama, depositando un beso en su mejilla—. Dijo que tenía un trabajo pendiente con un chico que tal vez venía a ayudarle, supongo que lo esperará.

Finalizó y Josiah se limitó a asentir, restándole importancia, hasta que después de unos segundos analizando lo dicho por su madre, en su mente el recuerdo de hace una semana hizo aparición, cuando aquel chico llegó hasta su casa en busca de Alaska pero no la encontró. Su corazón se detuvo.

¿Y así aquél chico que ayudaría a Alaska era Zachary? No podría serlo, Alaska lo odiaba y nunca aceptaría que el trabajara junto a ella, y tampoco se imaginaba a Zachary colaborando para ello, es estúpido y incoherente.

Frunció el entrecejo, tratando de analizar a profundidad la situación, ya que por más que intentara de darle vueltas al asunto para encontrar respuestas no podía encontrar nada, aquello no hacía sentido en su mente.

Josiah estuvo a punto de descartar todo y olvidarlo, pensando qué tal vez se tratara de otro chico y no de Zachary, pero entonces, un vano recuerdo vagó por su mente, creando un caos completo en esta, haciendo que mirara a su madre de forma rara y confundida, por alguna extraña razón.

Recordó el día en el que estaba con las amigas de Alaska y una de ellas había mencionado algo acerca de un nuevo novio de Alaska, recordó como la chica había huido de él sin siquiera decirle nada ¿Por qué le avergonzaba? ¿A caso ese chico era Zachary Laurie? No podría ser eso cierto, Alaska nunca regresaría con alguno de sus ex novios, era una regla que la chica aplicaba en su vida siempre ¿La rompió ahora?

Recordó aquél día en el que la chica pelirroja intentó acercarse a la Zachary pero él la había rechazado a toda costa, cuando una semana antes parecían tan felices juntos ¿Esa era la razón por la cual la había rechazado? ¿Por Alaska?

No estaba seguro de ello, pero de lo que si estaba seguro era de que su corazón se había vuelto a romper en su pecho, sintió como si lanzaran un balde de agua fría sobre su cuerpo al imaginar a su hermana en los brazos de aquél hermoso sujeto, simplemente no podía hacerlo, esta vez no podría, esta vez no podría contenerse, no soportaría tal cosa, sabía que era patético en todo el sentido de la palabra sentirse triste porque un chico para el cual él no significara nada estuviera saliendo con su hermana, no debía sentirse mal por ello pero su pecho dolía y sus ojos comenzaban a cristalizarse.

—Bebé ¿Estás bien? ¿Qué sucede? —Su madre, quién aún seguía a su lado lo miró con preocupación, tomándolo suavemente del mentón para intentar conectar sus miradas.

Josiah trató de mirar hacia cualquier parte y así evitar que su madre viera sus ojos que en cualquier momento comenzarían a derramar lágrimas. Se odiaba, se odiaba tanto en aquél momento, sabía que estar enamorado de aquél chico era algo que nunca debió pasar, sus sentimientos no debieron dirigirse hacía esa dirección, jamás debió poner sus ojos en algo que no estaba a su alcance.

Josiah se contuvo, su latente corazón roto seguía atormentando su ser, pero se limitó a sonreír y mirar a su madre de la forma más despreocupada que pudo en ese momento, asintiendo como respuesta a lo cuestionado por la mujer.

—Estoy bien, mamá, sólo, tengo sueño —Sonrió de forma pequeña y rascó su cabeza, cerrando sus ojos en medio de la sonrisa.

—Bien, trata de dormir un poco, cariño, volveremos pronto —Sin más la mujer se levantó y besó la frente de Josiah antes de salir del lugar, dejándolo olo finalmente.

Josiah se quedó mirando a un punto fijo con miles de preguntas y imágenes rondando en su cabeza, volviéndola un caos total, haciéndolo sentir abrumado y ahogado en aquél estúpido sentimiento.

Se dejó caer en el piso y se cubrió con sus propios brazos intentando consolarse a sí mismo, pero era inútil, no podría, su pecho dolía y sus ojos no podían más, con un nudo en su garganta comenzó a llorar, dejándose caer por completo a piso, abrazándose a sí mismo mientras comenzaba a sollozar por lo bajo.

Comenzó a llorar y a odiarse como nunca antes, odiaba sus sentimientos, su estupidez, su cuerpo, odiaba todo ¿Por qué todo era tan difícil? Tontamente pensó que si tal vez fuese una chica todo sería mucho más sencillo, pero no era así, tan sólo era un chico sin nada que ofrecer más que decepción y problemas, no era nadie y lo sabía. No era nadie y jamás sería alguien, solo un cero a la izquierda, alguien en quien nadie jamás pondría su atención, alguien por quien nadie se atrevería a arriesgarse. No era nadie.

Las palabras de consolación no existían en aquel momento, nada ni nadie podría sacarlo de su propia miseria, sus propios recuerdos, sus propios problemas, sólo el mismo. Josiah sabía eso pero no se sentía capaz, nunca sé sintió tan fuerte como para afrontar todo por si mismo, para contener sus sentimientos, para saber cuándo era momento de detenerse y respirar. No sabía cómo hacerlo y sólo se lanzaba al abismo sin saber cuando finalmente caería.

Se quedó en esa misma posición por alrededor de dos horas, pensando en si mismo y en todo lo demás, intentando inútilmente calmarse, intentando dejar de llorar hasta conseguirlo, aunque en su pecho aún siguiera sintiendo aquel incómodo sentimiento de vacío.

Después de unos minutos de haber frenado sus lágrimas, se levantó y comenzó a frotar sus ojos que para aquél momento estaban levemente rojos. Miró hacía el reloj y notó que ya eran las tres menos cuarenta minutos de la tarde.

Se sentó en una esquina de su cama y miró hacía la puerta de su habitación ¿Qué mierda debería hacer? ¿Irse sería lo mejor? Sabía que su madre había dicho que no saliera de casa, pero simplemente no podría quedarse en ese lugar y escuchar como Alaska y Zachary se dedicaban palabras lindas, no podía verlos de esa forma, no quería ni siquiera imaginarlo.

Con pesadez y de forma lenta caminó hasta su armario y de ahí sacó uno de sus abrigos, poniéndoselo al instante, preparándose para ir afuera sin saber exactamente hacía donde, sólo caminaría lo lejos posible de su casa, necesitaba un momento de paz y sabía que en ese lugar eso no se encontraba.

Creyó entonces saber en donde si podría encontrar paz.

Abrió la puerta de su habitación y caminó unos pocos metros por el pasillo hasta llegar a la escalera, en la que se quedó por unos minutos, mirando hacia el primer piso desde allí, sintiéndose un tonto infantil que huía de sus problemas, sabía que estaba mal lo que hacía, pues rompía las reglas de su madre pero no podía quedarse, había tomado una decisión y no iba a cambiarla en ese momento.

Pero justo en el instante en el que uno de sus pies bajó el primer escalón, el timbre de su casa resonó por todo el lugar, haciéndolo sobresaltar y retroceder de nuevo, escuchando como el timbre seguía sonando de forma impaciente hasta cinco veces en menos de tres segundos.

Aquello le resultó tan familiar, por mero instinto retrocedió por completo y se escondió tras la pared, asomando tan sólo la mitad de su rostro hacía la escalera para intentar mirar lo que sucedía abajo.

Pudo ver cómo Alaska caminaba hacia la puerta con pesadez y la abría, dejando entrar al chico del que hablaba su madre. Pudo sentir como su estómago se revolvía al darse cuenta que efectivamente se trataba de Zachary Laurie, el cuál entró mirando a Alaska de pies a cabeza con su típico semblante serio y de pocos amigos.

—¿Podrías calmarte, maldito hijo de puta? Sé que estás impaciente por verme, pero no tienes que ser tan malditamente impaciente —Alaska caminó hasta el comedor y Zachary la siguió de lejos, sintiéndose ya estresado con tan sólo el hecho de escuchar la respiración de la fémina.

Josiah intentó mirar más allá y se asomó un poco más, doblando accidentalmente su tobillo y cayéndose al piso de cara, a unos centímetros de caer por las escaleras. El sonido que hizo su abrigo al caer resonó por todo el silencioso lugar, Josiah se levantó de inmediato como un rayo y se aseguró de que nadie lo hubiese visto.

Por suerte, nadie había presenciado su estupidez, y ya estando seguro de que probablemente no podría salir de casa sin ser visto, regresó a su habitación, estresado y molesto consigo mismo.

Se encerró entre las cuatro paredes de su habitación y se dejó caer al piso, de espaldas a la puerta, mirando hacia cualquier parte mientras divagaba por sus pensamientos.

Seguía sintiendo aquella incómoda opresión y cosquilleo en su pecho. No quería ni siquiera imaginar lo que sea que estuviese sucediendo en la cocina, no quería ver nada de eso porque probablemente terminaría de romper su corazón más de lo que estaba, sabía qué tal vez no estaba preparado para tal cosa.

Se sentía patético y infantil ¿Tanto valía aquél sujeto para sentirse de esa forma? Claro que no, el chico no importaba en lo absoluto, importaban los sentimientos que mantenía en su pecho guardados, aquellos gigantescos que no cabían más y que trataba de vencer, de eliminar para siempre, para nunca más volver a dejar que cruzaran por su mente, por su corazón. Quería desecharlos como basura, tirarlos a la hoguera y dejarlos arder hasta que cada parte se convirtiera en simple ceniza. Pero no podía, intentaba abrir la puerta para dejarlos salir pero el mismo volvía a cerrarla, no podía dejarlos ir, cada vez que imaginaba aquellos hermosos ojos, aquel cabello negro, aquellos brazos tan masculinos y llenos de tatuajes, marcados por sus venas, todo eso se combinaba y sólo los hacía crecer más y más, su presencia, su aroma, el sonido de su voz. ¿Qué mierda estaba sucediendo? En vez de desaparecer se expandían y no podía detenerlos.

Se quedó sentado de espaldas a la puerta por alrededor de una hora y media, hasta que su mente volvió a conectarse con su cuerpo para recordarle el espacio y tiempo en el que se encontraba, para hacerlo volver a la realidad. Miró el reloj en la pared; las cinco menos catorce minutos, habían pasado cerca de dos horas y se había sentido como tres segundos.

Y mientras el chico seguía tratando de controlar su caótica mente encerrado en su habitación, Zachary tamborileaba sus dedos sobre la mesa del comedor, impaciente y cansado, necesitaba largarse, en primer lugar ¿Qué mierda hacia ahí? Sentía que su orgullo se había quedado atrás hace muchísimo tiempo, pues parecía hacer caso a las amenazas de la insulsa e irrelevante Alaska con total facilidad. Jamás fue tan fácil de persuadir y odiaba eso con toda su alma. Odiaba que la chica conociera su punto débil para chantajearlo de esa forma, al menos agradecía que no se mofara en su cara por tal cosa, porque no dudaría en hacerle daño y mandar a la mierda todo sin pensarlo dos veces.

Suspiró cansado y dirigió sus ojos hacía la cocina, en donde Alaska se encontraba hablando por teléfono con quién sabe quién, ni siquiera le importaba saberlo, pero le molestaba que la chica llevara casi media hora allí encerrada, soltando sonrisas tontas y palabras melosas hacia la persona al otro lado de la línea, comenzaba a asquearse por tal cosa.

Mandando el último gramo de paciencia que le quedaba a la mierda, se levantó y caminó hasta la cocina, irrumpiendo en el lugar, captando la atención de Alaska al instante.

Zachary se recostó sobre el marco de la pared y se cruzó de brazos, mirando a la chica con intensidad y molestia. Alaska como respuesta, se dió la vuelta, ignorándolo por completo.

Zachary presionó su mandíbula con fuerza y se acercó hasta la chica, la cual se servía un vaso de agua mientras seguía en su mundo, Zachary se paró tras de ella y intentó arrebatarle el celular a toda costa, estaba dispuesto a estrellarlo contra la pared y irse a la mierda. Una forma de enseñarle a la estúpida chica que no jugaría con el de nuevo, pero no tuvo en cuenta lo fuerte que era Alaska, así que sus intentos fueron inútiles y lo único que logró fue hacer que la chica soltara el vaso de agua y este se rompiera en el piso, creando un desastre.

Alaska lo miró con molestia y cerró sus ojos, masajeando su sien mientras aún seguía en la llamada. Si el chico quería que cortara ¡Demonios que no lo haría! Lo había esperado por dos horas y cuando llegó ya era muy tarde, no debería molestarse de ninguna forma.

Mientras tanto en el piso de arriba, Josiah abría la puerta de su habitación y caminaba de forma sigilosa por el pasillo, asomándose por las escaleras para asegurarse de que no hubiesen moros en la costa, saldría de ahí a cómo diera lugar, no quería seguir en esa prisión. Bajó las escaleras con total cuidado de no hacer mayor ruido, y al estar finalmente abajo, miró hacía el comedor y notó que no había nadie en el lugar, ¿Habían terminado tan pronto?

Caminó un poco más, acercándose cerca del comedor, sin darse cuenta de lo que estaba a punto de presenciar.

Zachary tomó el teléfono de Alaska y cuando estuvo a punto de lanzarlo al piso,la chica lo tomó del brazo y por tal brusco movimiento, sumándole el piso mojado, ambos por poco se caen, de no ser por Zachary, quién golpeó de espaldas al refrigerador y Alaska cayó encima de él, terminando en medio de sus brazos, en una incómoda posición, con sus rostros a escasos centímetros de distancia.

Josiah pensó que antes de salir sería bueno ir por una manzana a la cocina, después de todo, Zachary se había largado de ahí, podía estar tranquilo, o eso creyó, hasta que cruzó el marco de la puerta y sus ojos presenciaron lo que estaba sucediendo en el lugar, haciendo que su corazón se encogiera en su pecho.

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¡Hey! Últimamente me he dado cuenta que mis capítulos casi no tienen diálogos xD trataré de incluir más en el próximo capítulo, lola mento. xc

Sin más ¡Gracias por leer!

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