019: "Que manera tan celestial de morir"

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El frío viento soplaba de forma cruel y despiadada, cuan típico día de enero, creando un vacío silbido que se mezclaba con el rascar de las ramas y el caer de las hojas, aquellas que acariciaban el blanquecino y brillante suelo con su último suspiro mientras su alma se marchita a la velocidad del viento, como una hermosa flor fuera de su tallo, como un corazón vacío, como un alma en soledad, perdida entre la multitud.

Estaba oscuro, pero aquella preciosa luna que reinaba en la cima regalaba su luz, para que aquellos hermosos ojos azules cuan lago congelado no se perdieran en medio del lóbrego y desolado bosque, a sabiendas que la oscuridad podría matarlo más rápido que el congelante y vil frío.

Movió su mano de forma lenta, intentando encontrar algo que lo ayudara a levantarse de la fría y suave nieve, arrastraba sus manos de un lado a otro con desesperación, sentía como si la nieve lo estuviera absorbiendo, como si su cuerpo estuviera atrapado en arenas movedizas. Siguió intentándolo, hasta que, sintió como de repente, ya no estaba tirado en el piso sino de pie, frente a un camino de tierra, con gigantescos pinos y nieve a los lados, aquél desolado y tenebroso, terminaba en una oscuridad infinita que parecía acercarse cada vez más a él, parecía querer tragárselo, como si quisiera tenerlo, y eso fue lo que lo hizo retroceder; el pánico y la impotencia, aquella corazonada que le decía que huyera lejos, que no dejara que aquello lo consumiera, no esta vez.

Retrocedió a paso lento y después a uno más rápido, dándose la vuelta en sintonía con el viento, corriendo hacia ningún punto en específico, huyendo de aquella lóbrega oscuridad que no parecía querer dejarlo ir. Corrió y corrió, necesitaba sentirse a salvo pero no había nadie en la inmensidad de aquél lugar, sólo el viento y los árboles que parecían crecer más y más cada segundo.

¿Los árboles crecían o él se hacía más pequeño?

No lo pensó demasiado pues, su único fin en aquél momento era encontrar seguridad, esa misma que parecía irreal. Aquella desesperante sensación de no dejarse vencer por la oscuridad comenzaba a sentirse fastidiosa, y fue entonces cuando supo que no podría seguir, no esta vez.

Detuvo sus acelerados pies de golpe y se dió la vuelta.

Pero ya no había nada allí.

¿Fue tan sólo su imaginación?

—Volviste a ceder —Habló alguien a sus espaldas, sacándole un respingo. Aquella voz, tan delicada pero a la vez rasposa, esa misma que generó un débil escalofrío que recorrió la totalidad de su cuerpo—. Te lo repetí un millón de veces; no le temas a la oscuridad pues cuando menos te lo esperes, ella va a ser la única que consolará tu alma rota en medio de la madrugada.

Se giró lo más rápido que pudo, y entonces, su corazón se detuvo y todo lo demás a su alrededor desapareció.

Jasper —Murmuró cuando aquellos preciosos ojos café se conectaron con los suyos. Aquella sensación que lo hizo sentir vivo por fracciones de segundo otra vez.

—Pequeño Josiah —Sonrió, marcando sus incomparables hoyuelos.

Josiah no dijo nada, sólo se quedó admirándolo, como la luz de la luna lo iluminaba, en especial su rostro, aquél escultural con rasgos orientales, con su cabello rizado y sus hermosos y grandes ojos café, aquellos que había anhelado volver a ver toda su vida.

Sintió como si su corazón estuviera a punto de estallar y soltó un débil suspiro ahogado desde sus labios en el momento en el que el chico más alto se acercó a él y lo cargó entre sus brazos, girándolo por todo el lugar.

Cerró sus ojos, perdido en la sensación; como aquellos brazos lo habían capturado mientras su cuerpo se perdía en medio del viento y el placer de volver a estar vivo.

Abrió sus ojos, y esta vez, el bosque y la oscuridad habían desaparecido y en el lugar reinaba la paz: un inmenso cielo azul mientras ambos se encontraban sobre una pequeña colina, tan hermosa como mágica, llena en su totalidad de flores de todos los colores existentes, esas mismas que acariciaban sus manos mientras su cuerpo seguía girando.

—Por favor, dime que esta vez no te irás, júrame que estarás a mi lado otra vez, mi corazón no puede soportar tenerte lejos un segundo más —Soltó el menor, comenzando a sentir sus ojos húmedos—. ¡No sé hasta cuando pueda soportarlo!

El mayor, al escuchar aquellas palabras se estremeció y bajó al pequeño, el cual comenzaba a llorar y sollozar mientras lo miraba como un pequeño gatito triste, igual a aquél que le había regalado para su cumpleaños número diez.

—No puedo prometerte eso —Acarició su mejilla y limpió sus lágrimas, viendo como caían más mientras intentaba detenerlas.

—¿Por qué me dejaste en primer lugar? —Cuestionó con su voz rota y aguda.

—Algunas personas no nacimos para ser eternos en este efímero lugar —Miró a su alrededor, sonriendo de forma débil mientras una pequeña lágrima comenzaba a recorrer su mejilla—. Pero nunca te dejé —Volvió sus ojos hasta el pequeño y le sonrió mientras seguía acariciando su mejilla—. Siempre estuve aquí —Toco el pecho de Josiah. Y jamás me iré mientras tú me mantengas aquí —Tocó su cabeza y le sonrió grande, haciendo que sus ojos se entrecerraran en una encantadora expresión que solía llenar el alma de Josiah.

La única sonrisa que había logrado hacerlo sentir genuinamente feliz.

—Te amo —Fartulló y lo abrazó, cerrando sus ojos mientras sentía como si todo aquello estuviera a punto de terminar y tuviera que despedirse de alguna forma.

—Y yo a —Lo rodeó con sus brazos y besó su cabello, absorbiendo su delicioso aroma a frutas—. Te amé como nunca amé a nadie, y así será hasta el final de los tiempos.

—Mi corazón será tuyo hasta el final de los tiempos también.

—No —Lo separó de su cuerpo y lo miró, acariciando su cabello mientras se acercaba a su rostro—. Tu corazón necesita volver a sentirse vivo, pequeño Josiah, y eso no sucederá hasta que me dejes ir. No te pido que me saques y me olvides, sino que hagas un pequeño espacio para alguien que realmente te ame con cada fragmento roto, con cada suspiro, con cada maldita sonrisa, alguien que merezca cada parte de .

—No hay nadie —Volvió a dejar caer sus incontenibles lágrimas, rompiéndose de nueva cuenta—. Jamás nadie podría amar a alguien como yo.

—Yo lo hice, y fue lo más hermoso que me sucedió en toda mi desagradable vida —Limpió sus lágrimas y besó su frente—. Tu corazón volverá a amar y tu alma volverá a estar viva. Cuando eso suceda, sabré que todo habrá valido la pena.

—Tengo miedo, Jasper.

—No debes temer a nada mientras yo esté sosteniendo tu mano desde el otro lado.

Y así fue como lo abrazó y después, sus labios se unieron en un profundo beso; el primero de sus vidas y aquél que los unió como nunca. Aunque sus labios jamás se hubieran conocido antes, estaban felices de hacerlo por primera vez. Disfrutaron el uno del otro, así mismo como lo hacían a sus trece años, aquellos años cuando todo terminó.

Josiah sintió entonces, un incomprensible vacío en su pecho y abrió sus ojos de golpe, cayendo en la triste y aterradora realidad.

No había nadie más en aquél campo de flores, nadie más que él dándole un beso al viento, a la soledad y al vacío.

—¡Jasper! —Gritó y corrió en medio de las flores, aquellas mismas testigas de su dolor—. ¡Jasper! ¡Por favor vuelve! —Su voz sonaba cada vez más rota, aunque no era sólo su voz la que se rompía con el pasar de los segundos—. ¡No quiero estar solo! —Siguió corriendo, se negaba a aceptarlo, no, él quería verlo y abrazarlo de nuevo, ¡Eso no podía ser real! ¡Jasper tenía que volver y abrazarlo! ¡Quería regalarle su primer beso! ¡Quería sostener su mano! ¡Quería sentirse seguro!

Gritó su nombre una y otra vez, sintiendo como la desesperación lo consumía, hasta que de repente, su cuerpo se hundió en medio de las flores y cayó.

Comenzó a caer en medio de las flores, las mismas que lo arropaban en su hermoso manto, aquellas que ahora, lo mandaban al abismo.

Su vista se nubló y su corazón comenzaba a detenerse mientras una débil sonrisa se pintaba en sus labios.

“Qué manera tan celestial de morir”

Y aquello fue lo último que pensó antes de perder el conocimiento de lo que sucedía a su alrededor y caer preso en medio de un gigantesco manto verde que lo consumió en su totalidad.

__________

—¿Qué mierda? ¡Oye, despierta! —Zachary intentaba despertar a como diera lugar al pequeño chico que se encontraba dormido sobre él, agarrado a su cuello cuan mono a su rama—. ¡Dios! Que puto sueño tan pesado tienes.

Escuchaba como el chico murmuraba cosas y hacía tiernas expresiones, aquellas que lo capturaron y lo hicieron querer admirarlo un poco más.

Y así lo hizo.

Dejó de intentarlo y se concentró en como la pequeña cara del chico sobre él se transformaba en una expresión distinta cada segundo mientras balbuceaba incoherencias que no pudo entender. Sus labios entrecerrados y su típica voz aguda y suave, como la que usaban los pequeños niños cuando querían conseguir algo de sus padres.

Tiró su cabeza hacia atrás, dejándose caer sobre su almohada. Su cabeza dolía como la mierda y necesitaba ir a la cocina por alguna pastilla que pudiera ayudar a combatir aquél martirio, pero algo se lo había impedido; aquél chico sin camisa que había dormido sobre él toda la noche, abrazado a su cuello con todas sus fuerzas.

Después de lo acontecido el día anterior, ni siquiera tenía el valor de ponerle una mano encima, aunque eso fuera para hacerlo a un lado de la cama de forma cuidadosa. Aquél chico parecía tan frágil en todos los sentidos, y temía que, alguien tan brusco como él pudiera a romperlo.

No quería volver a hacerlo.

La culpa y el remordimiento aún seguían vigentes y lo torturaban más que su migraña. Aquella imagen del pequeño inconsciente en el piso seguía atormentándolo y recordándole cuan imbécil era la mayor parte del tiempo. Era fastidioso para él, sentir culpa y arrepentimiento, todo aquello combinado era nuevo y lo odiaba, pero tal vez era lo que menos se merecía.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos de golpe cuando, de repente, el chico sobre él comenzó a retorcerse y a gritar de forma desesperada.

—¡N-no! ¡Jasper! ¡Jasper vuelve! —Comenzó a llorar y a temblar mientras apretaba más su agarre al cuello del mayor.

Zachary lo miró con extrañeza y preocupación mientras el chico seguía gritando en medio de lágrimas incompresibles. Sacudió al pequeño, en un vano intento por despertarlo, pero nada funcionaba y aquello lo desesperó.

Se levantó juntó al pequeño y se sentó en el borde de la cama, haciendo que el menor quedara sentado sobre su regazo, logrando al fin que despertara y se soltara de su cuello, casi cayendo al piso, de no ser por los fuertes brazos de Zachary que impidieron que el chico cayera de lleno.

—¿Dónde-dónde estoy? —Cuestionó, mirando a su alrededor totalmente desorientado mientras sentía como su corazón palpitaba a mil por hora.

—¿Qué sucede contigo? Y ¿Quién mierda es Jasper?

Aquellas preguntas y aquella voz lo trajeron de nuevo a la realidad. Él se encontraba sentado sobre el regazo de Zachary mientras sus rostros se encontraban a escasa distancia uno del otro, incluso Josiah pudo sentir como la caliente respiración de Zachary chocaba con la suya.

Desvió su rostro, avergonzado, sintiendo su rostro caliente.

—No sé de qué hablas —Murmuró, intentando bajarse, pero Zachary lo rodeaba con fuerza, haciendo de aquello tarea difícil.

—Gritaste ese nombre mientras dormías, parecías realmente desesperado —Lo tomó del mentón y lo obligó a mirarlo a los ojos, haciendo que conectaran sus miradas una vez más—.  ¿Quién es Jasper?

—No te incumbe, tonto —Soltó sin pensarlo, arrepintiéndose de inmediato—. Quiero decir yo- yo ¡No me golpees! ¡No quise llamarte de esa forma yo-yo no quiero, no- —Comenzó a balbucear y cubrió su rostro con ambas manos, sintiendo como si Zachary fuese a lanzarlo al piso en cualquier momento.

Pero este sólo estrechó sus ojos y lo miró con incertidumbre y cierta tristeza. ¿Tanto miedo le generaba? ¿Y por qué eso dolía?

—No voy a golpearte, sólo... Sólo tenía curiosidad acerca de ese tal Jasper que parecía aterrarte en tu pesadilla.

—¡No era una pesadilla! —Quitó las manos de su rostro y lo miró con el entrecejo fruncido y los ojos cristalizados.

—Parecía una pesadilla.

—No te interesa, tonto —Volvió a llamarlo de aquella forma de manera inconsciente mientras agachaba su rostro y pintaba sus mejillas de rojo. Aquello le sacó una pequeña sonrisa a Zachary.

—Si realmente quieres insultarme llámame mal nacido, hijo de perra, imbécil, retartado, pero, ¿tonto? —Se rió del chico, hipnotizándolo con aquel hermoso sonido—. ¿Qué edad tienes? ¿Ocho?

—Dieciséis —Respondió, levantando su rostro. Odiaba cuando lo llamaban infantil.

—Era una pregunta retórica, tonto.

Josiah lo miró sonreír nuevamente y formuló una expresión de extrañeza. Aquél chico de mirada fría y hostil parecía más alegre que nunca y eso le generaba cierta incertidumbre en su interior, ¿A caso planeaba algo? ¿Lo trataría bien para después golpearlo? O ¿Estaba simplemente ebrio? Tal vez todas fuesen ciertas pues, su aliento olía débilmente a alcohol y habían algunas botellas alrededor de la habitación.

—¿Por qué me miras así? —Cuestionó después de que el pequeño mantuviera aquella mirada de confusión puesta sobre él. Josiah abrió sus ojos de par en par y se sonrojó hasta las orejas, mirando hacía otro lado.

—¿Vas a golpearme, no?

—Claro que no, ¿Por qué mierda iba a hacer eso?

—No lo sé, sueles lastimarme sin razón alguna cada que tienes oportunidad —Aquello lo dijo en voz baja, pero no lo suficiente para que Zachary lograra escucharlo, desapareciendo su pequeña sonrisa por completo.

Sintió una punzada en su corazón, como si estuviese siendo apuñalado una y otra vez justo en él. Desvió su rostro, y sintió como aquél sentimiento de culpa y remordimiento volvía a invadirlo.

—Perdón —Murmuró con voz grave, mucho más de lo normal, haciendo sentir un escalofrío a Josiah.

Este sólo lo miró incrédulo, algo dentro de él le impedía creer en aquellas palabras tan poco comunes en el chico de hermosos rasgos. Decidió esta vez hacerle caso a su voz interna y mantenerse atento a cualquier acción sorpresiva que el chico pudiera ejercer contra él.

—Quiero irme a casa —Pidió en tono amable, tragando con dificultad.

—Bueno, yo, yo te llevo —Fue así como finalmente soltó al pequeño chico y dejó que este se bajara de su regazo, dejándolo con un incomprensible y débil vacío en su interior.

Josiah vio su camisa con estampado de gatitos en el piso y una pequeña expresión de tristeza se pinto en su rostro, llenándose de melancolía.

—Quítate la venda —Anunció el mayor, llamando su atención—. No tienes más que una pequeña cicatriz ya que el golpe fue interno.

Josiah le hizo caso y desenredo la venda de su frente, sintiéndose un poco más libre al haber culminado. Tocó su cabeza con cuidado y sintió un pequeño dolor punzante en el lugar que lo hizo soltar un quejido, inmediatamente dejó de tocarse la herida.

—No hagas eso, vas a hacer que se abra de nuevo, imbé-... Tonto, si, tonto tonto —Recalcó lo último y se levantó de la cama, tomando la venda de las pequeñas manos de Josiah y lanzándola al tacho de la basura.

Le entregó una de sus sudaderas a Josiah y este se la puso a regañadientes. Le quedaba tan grande que llegaba a rozar sus rodillas, pero no le dio mucha importancia pues se la quitaría al llegar y de ser posible, incluso la quemaría.

Salieron de la gran habitación del mayor y caminaron por el gigantesco pasillo de la casa; el mismo de color beige que se encontraba decorado con hermosas pinturas de la época del renacimiento por todos lados, esas se complementaban a la perfección con los hermosos candelabros de cristal que colgaban del techo, dándole el toque fino y sofisticado al lugar.

Al llegar al primer piso aquello no fue más que hermoso, pues la sala era gigantesca, pintada del mismo color beige con toques dorados por todo el lugar, mientras en el alto y inmaculado techo, se encontraba una gran pintura de un paisaje con pequeños ángeles decorados por todo el lugar cuan capilla sextina en todo su esplendor.

Finalmente salieron de la inmensa mansión, topándose con una cascada en la entrada que era rodeada por un camino en la que algunos autos se encontraban estacionados, entre ellos, el hermoso Corvette Stingray de Zachary, el mismo que lucía un precioso color negro que lo bañaba en su totalidad.

Josiah lo contempló con sorpresa, era realmente hermoso, ¿Cuánto dinero tiene la familia de Zachary? Se preguntó, mirando todo lo que lo rodeaba, la inmensa mansión, los lujosos autos y el gran patio frente a ellos.

—¿Vienes o piensas quedarte ahí parado? —Habló el mayor, sacándolo de sus pensamientos mientras tenía la puerta del copiloto abierta para que Josiah entrara y así pudieran finalmente irse.

El recorrido fue incómodo, silencioso y eterno, a pesar de que fue una escasa distancia de veinte minutos. Tanto que, al llegar, Josiah agradeció internamente que la espera hubiese terminado al fin y desabrochó su cinturón lo más rápido que pudo, haciendo el amague de bajarse, siendo detenido por la voz de Zachary.

—Oye... Yo-yo —Llamó la atención de Josiah, haciéndolo regresar—. Perdón por esto, ya sé que fuí un imbécil de mierda, sólo, perdón.

Josiah asintió y miró sus manos, nervioso.

—Bien —Se limitó a decir. No pensaba perdonarlo, ¿Después de que estuvo a punto de matarlo? Claro que no era tan estúpido.

Salió del auto sin siquiera despedirse y caminó hasta la puerta de su casa sin siquiera mirar atrás, escuchando como el auto de Zachary se ponía en marcha y se perdía en la carretera.

Lo miró alejarse y suspiró cansado, sintiendo un extraño vacío en su pecho.

¿Por qué el destino se empeñaba en acercarlo cada vez más cuando lo único que deseaba era mantenerlo lo más lejos posible?

Negó con su cabeza y se dispuso a tocar la puerta sin recibir respuesta, fue entonces cuando recordó que sus padres estaban de viaje por su trabajo, otra vez.

Miró bajo la alfombra y la llave seguía ahí, aquello significaba que Alaska no había llegado a casa y agradeció tal cosa internamente. No quería dar explicaciones de nada a nadie en aquel preciso momento.

Entró a casa y se dejó caer en el piso, recostándose en la puerta y siendo recibido por su gato, el cuál comenzó a ronronearle.

Josiah lo abrazó y depositó un beso en el rostro del animal, el cual seguía manteniendo su típica mirada de indiferencia y desdén.

—Sabe, señor misifú —Comenzó a hablar con su mascota—. Volví a verlo en mis sueños —Sonrió, sintiendo como sus ojos se podrían cristalizar en cualquier momento—. Lo ví y... Fue tan hermoso, ¿Usted puede recordarlo? —Cuestionó a su mascota, la cual lo ignoró por completo y comenzó a jugar con una cuerda que colgaba desde una mesa, dejándolo solo.

«Porque yo sí lo recuerdo —Murmuró para sí mismo—. Lo recuerdo como si fuese ayer. —Culminó, sintiendo sus ojos humedecerse de nueva cuenta.

Se dejó caer por completo al piso, comenzando a llorar, a llenar el silencio con sus débiles sollozos, recordando cada parte de su sueño, deseando poder volver a vivirlo por el resto de su vida.

Aunque él no era el único que seguía inmerso en aquél pensamiento, pues desde la lejanía, Zachary aún mantenía aquella incógnita en su cabeza, aquella imagen del pequeño tan desesperado mientras estaba preso de su propio sueño, aquel llamado exasperado, simplemente no podía sacárselo de su cabeza y aquella pregunta no paraba de rondar su cabeza.

¿Quién demonios era Jasper y por qué parecía atormentar a Josiah en sus pesadillas?

••••

Capítulo un poco largo, perdún.

Pregunta: ¿Les gustaría que la historia tuviera reparto? Últimamente la idea me está llamando la atención.

Sin más ¡Gracias por leer! Besitos.❤

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