Capítulo 28

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Volver a la superficie fue tan fácil como dejarse llevar por la brújula. Funcionó a la perfección. Los camellos no estaban donde los habían dejado, así que hicieron el camino de vuelta hasta la aldea de Michael a pie. Cuando llegaron, los padres de Michael estallaron de felicidad. Jaime no paró de corretear de un lado a otro, dando vueltas alrededor de ellos:

—¡Contadme todo! —pedía—. ¿Había dragones?

Tuvo que conformarse con la versión reducida de la historia, ya que ninguno tenía fuerzas ni ganas de hablar demasiado: había llegado el inevitable momento de volver a Littlemagic. Apenados, durante las siguientes horas, se despidieron de toda la aldea. Antes de partir, echaron una ojeada a su alrededor: toda la aldea se había reunido para ver cómo se marchaban. El pueblo estaba encabezado por la familia de Michael. Casi todas las personas reunidas ondeaban sus manos al viento, a modo de despedida.

—Es hora de marchar —dijo Michael, dándose la vuelta, muy decidido.

En apenas unos minutos, les llevó al lugar que usaba él para volver a Littlemagic. Era una duna como otra cualquiera del desierto. Pero, cuando saltaron a su arena, aparecieron en la duna de otro desierto: una de las de la playa de Littlemagic.

—Damon —dijo Kneisha, cuando ya se habían sacudido la arena y se disponían a ir a casa—, creo que me voy a quedar un rato aquí.

Damon asintió con la cabeza y se fue.

—¿Quieres que me quede contigo? —preguntó Ángel.

—No hace falta, no te preocupes —por primera vez no sentía la necesidad de ser protegida, se sentía poderosa ella misma.

—Creo que he formulado mal la pregunta. ¿Puedo quedarme contigo? —su voz sonaba insegura y era algo impropio en él.

Kneisha asintió y ambos se sentaron en la arena. De manera natural, ella echó la cabeza en su hombro y él le pasó el brazo por la cintura. Se habían echado de menos. Kneisha aspiró su aroma y liberó su mente.

Permanecieron así mucho rato. Sin hablar. Kneisha aprovechó para reflexionar sobre muchas cosas: el cambio en su vida, Ángel, la Profecía, lo que vendría después. Pero, sobre todas las cosas, pensaba en Damon, en la manera en la que casi se había dejado vencer. Había estado cerca de perderlo para siempre y sentía que había muchas cosas que nunca le había dicho. Kneisha se dijo a sí misma que debería hablar con él y solucionar todos sus asuntos pendientes. Además, de darle las gracias por cuidar de ella.

—¿En qué piensas? —preguntó Ángel al cabo de un rato.

—En nada. En todo —se limitó a contestar Kneisha—. En Damon. En ti —suspiró, estaba anocheciendo—. ¿Quieres que nos vayamos?

—Si tú te quedas, soy capaz de estar aquí toda la noche —dijo él, envuelto por la calidez de sus ojos.

Como toda respuesta, ella hundió la cabeza en su pecho y él encajó la suya encima.

—A veces me dan ganas de mandarlo todo a la mierda e huir donde nadie me encuentre —suspiró Kneisha.

—Puedes huir conmigo siempre que quieras —contestó él.

Ella no pudo soportarlo más y tuvo que preguntarle.

—¿En serio? Porque has estado más que distante durante mucho tiempo. ¿Se ha acabado eso?

—Sí, estaba equivocado. Yo... tuve miedo.

—Decías que no lo tenías. Que eras fuerte.

—Mentía. No puedo ser perfecto, ¿sabes?

Ella sonrió. Él la sujetó del pelo, haciendo que sus ojos se mirasen.

—Knei... te quiero. Siempre lo he hecho, desde el primer momento en que te vi. Quizás no teníamos más remedio, quizás fuego y agua estén hechos el uno para el otro. No lo sé. Solo... te pido disculpas por todo.

Ella lo besó, silenciando momentáneamente sus labios.

—Yo también te quiero.

Se miraron un segundo más a los ojos, fuego y agua.

—¿Me acompañas a casa? —preguntó Kneisha—. Te acompañaría yo a la tuya, pero no me pilla bien.

Ángel se echó a reír y se levantó.

—Si me estás haciendo una proposición indecente, sería mejor ir a la mía, o Damon me mata.

—Damon no está hoy para estar solo —contestó Kneisha.

—Tienes razón —contestó él.

Ángel la acompañó hasta casa y se despidió de ella con un beso. Kneisha enrojeció debido a la presencia de Damon, pero este no se inmutó, no era una sorpresa para él lo que sentían Ángel y Kneisha.

—Damon, ¿quieres hablar? —preguntó Kneisha, cuando Ángel se fue.

—No, Knei. Quiero estar solo. Vamos a dejar esa charla para otro momento, ¿vale?

Sin estar del todo convencida, Kneisha asintió y se fue a dormir. Esa noche las pesadillas la asolaron desde el primer minuto en que cerró los ojos. Despertó, sudorosa, a medianoche, y se sentó en la cama. Era la primera vez que recordaba lo que su madre le decía en sus sueños. Pregunta a Paul. Paul el viejo loco que venía de otro mundo.



Cuando el primer rayo de sol entró en la habitación, Kneisha se despertó, sobresaltada. Recordó su pesadilla. Tenía que buscar al loco Paul.

Pero, primero, tenía que volver a clase. Ya había faltado mucho, con la excusa del viaje al mundo de Michael. Claro que, para el instituto, había sido un viaje a Grecia. Se preparó las cosas del instituto y bajó a desayunar. Damon estaba allí.

—Buenos días —saludó Kneisha.

—¿Qué tal has dormido? —preguntó Damon, casi con inercia. Era la misma conversación que tenían todas las mañanas.

—Al principio tuve las pesadillas de siempre.

—¿Qué pesadillas? —preguntó, extrañado, Damon.

Entonces Kneisha cayó en que nunca le había hablado a nadie de sus pesadillas. En su rutina matutina en la que Damon le preguntaba si había dormido bien, a ella nunca se le había ocurrido hablarle de esos horribles y extraños sueños.

—Cuando papá y mamá desaparecieron, empecé a tener pesadillas.

—¿Y qué ocurre en ellas? —parecía muy alarmado, Kneisha no entendía por qué.

—No consigo recordarlo.

—¿Absolutamente nada?

—Nada —mintió Kneisha.

—Kneisha, si algún día consigues recordar algo, tienes que decírmelo, ¿vale? Es muy importante.

Kneisha asintió con la cabeza. Pero no pensaba contarle nada hasta que él le contase algo a cambio. No podía seguir ignorando la verdad para siempre.

Así que se fue a clase. A la salida buscó al viejo Paul, pero no lo encontró. Tampoco podía estar mucho rato buscándolo, o los demás se darían cuenta. Así que lo dejó para el día siguiente.

Pero tampoco hubo rastro de él. Ni a los días siguientes tampoco.

Ya estaba empezando a pensar en que debería hacer otra cosa, cuando un día que estaba sentada en la playa, una mano agarró su brazo.

Sabía que era él, incluso antes de girarse. Recordaba que la otra vez la había agarrado de la misma manera.

—Mi Señora —Paul inclinó la cabeza. Debía de estar confundiéndola otra vez con alguien.

Kneisha tuvo una idea, decidió seguirle el juego:

—Querido Paul... —él levantó la cabeza, la miraba con ojos de fascinación.

—¿Por qué no viniste a buscarme? —otra vez la misma pregunta.

—Porque no sé qué te ocurrió. Cuéntamelo, querido Paul, desde el principio. Por eso estoy aquí.

—Mi señora, vos me mandasteis aquí, a este infierno de agua, para buscaros un hogar donde vivir. Vuestra hija Kneisha estaba a punto de nacer y tenía que hacerlo en este mundo. ¿Es que no os acordáis? Me mandasteis aquí, para que determinase cómo era este mundo, pero no me advertisteis. No me advertisteis de que aquí no podría volar, de que no sería libre. No me advertisteis de esta sensación que me ata al suelo. Y me hizo perder la razón, mi Señora Elisabeth, y olvidé el camino de vuelta. Pero siempre esperé que me vinieses a buscar.

De repente, la miró fijamente:

—Pero tú no eres ella —inspiró profundamente—. Me lo dice el aire.

Y se fue repitiendo esa última frase para sí mismo una y otra vez.

—¡Me lo dice el aire! ¡Me lo dice el aire! ¡Me lo dice el aire!

Kneisha estaba muy aturdida. ¿Su madre había mandado a Paul allí? ¿Y qué clase de persona era que nunca fue a buscarlo? Lo único que había averiguado de su madre en los últimos tiempos era que era una persona envidiosa y despiadada. Pero nada de eso encajaba demasiado con lo que ella recordaba.

Se fue a casa de Ángel. Se suponía que Damon estaba allí. Cuando llegó los encontró a todos en el salón, consultando un mapa y algunas ecuaciones. Decidió ir directamente al grano:

—Damon, el viejo loco Paul me ha contado una historia muy interesante.

Al instante, un ambiente de tensión invadió la sala.

—Me ha confundido con alguien. Exactamente, me ha confundido con mi madre Elisabeth, a la que, por cierto, llama "Mi Señora". Me ha contado que ella lo mandó aquí para que le buscase un sitio para nosotras, pero que nunca vino a buscarlo.

Todos se miraron, intentando determinar qué decir. Eso era lo peor, que todos menos ella estaban al tanto de lo que pasaba. Todos menos ella. Se sentía muy traicionada en esos mismos momentos.

—Verás, Knei, esta es una larga historia, quizás sea mejor que te sientes.

—Estoy bien así, Damon. Estoy harta de mentiras. De estar en esta oscuridad en la que me tienes sumida —el resto los dejaron solos, saliendo uno por uno al exterior de la casa.

—El mundo está hecho de luces y sombras, de verdades y mentiras. ¿Es que acaso no lo ves? —dijo Damon con voz triste.

—Déjate de metáforas, Damon.

Damon suspiró. Sí, era cierto, el mundo era una mentira en sí mismo. La vida era dolor y sufrimiento, una lucha permanente. Pero también era una vida de superación, de momentos felices, de momentos inigualables, como los que él había vivido con Adrianna. Pero ello solo le dejaba una sensación de vacío, de infinita tristeza. Recordó que había sido feliz una vez. Cuando aún vivía en el engaño, cuando podía ignorar la verdad. Pero llegó un momento en que ya no podía hacerlo, era imposible. Y lo mismo le estaba ocurriendo a Kneisha, ya era la hora. La hora de que lo supiese todo, si es que no lo sabía ya.

—Y la verdad lleva tiempo —continuó diciendo, no se atrevía a pronunciar las palabras, a convertir el horror en frases.

—Damon... —ahora que estaba tan cerca, tan cerca, tan solo a unos segundos de la verdad, a Kneisha le entraba miedo, pánico—. No puedo seguir así, necesito saber la verdad.

Damon volvió a suspirar, no iba a ser fácil. Al fin y al cabo, era una mentira que implicaba la vida entera de Kneisha. Ya nada volvería a ser igual.

Nota de la autora:

¿Alguien más con ganas del siguiente capítulo?

POOR FIN vamos a saber TODA la verdad. TODA. No digo nada mas...

Por cierto, quiero dedicarle este capítulo, en el que Ángel y Kneisha se reconcilian, a  -0-TormentaNegra-0- que le ha dado el nombre genial a la pareja como SHANGEL. ¡Me encantó!

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