Allá en el campo que fue olvido,
un libro viejo lleno de barro
respira como un eco de bodega
las tentaciones de un orden divino,
en un rincón, su llanto y sus ronquidos
mantienen en vilo a la muerte,
que ya inalcanzables a sus dedos
van siendo añejo y barroco vino,
que a merced del texto va mi reflejo
y se refugia mi piel obnubilada.
En el silencio sus páginas manchadas
son para mí, de ebriedad ya mi sosiego,
y para ti, de ser ciego la desgracia.
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