Capítulo 26

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¡No os preocupéis, ya estoy aquí en esta aburrida tarde de sábado! Os garantizo que me encaaaaaaaanta esta fiesta jaja.


Capítulo 26

She took my heart, I think she took my soul

Ella se llevó mi corazón, creo que se llevó mi alma.

Kings of Leon – Closer


DRACO

El plan estaba claro, ¿de acuerdo? Permanecería en la fiesta un rato, el suficiente como para no levantar sospechas respecto a lo que iba a hacer después.

Necesitaba conseguir la sangre de Astoria, eso era importante. Pero antes de nada debía disimular. Disimular y, sobre todo, pensar en algo que consiguiera distraer a Granger. Granger tenía que estar absorta en cualquier otra cosa para que no pudiera rastrearlo cuando él se marchara de allí. Quizás Astoria podría ayudarle también.

Entró en el Caldero Chorreante y sus ojos buscaron a Granger instintivamente. Localizarla era importante para él esa noche, no podía perderla de vista. A su lado estaba Astoria, su otro objetivo. No dejaba de resultarle extraña esa amistad que se había formado entre ellas en esos años. De todas formas, él mismo sabía muy bien que la luz atraía a la luz... precisamente por eso ellas dos habían congeniado. Su madre también había sido una llama en un día oscuro. El solo pensamiento de concebir a Hermione Granger como un ser de luz lo sorprendió. Ella lo desconcertaba: a veces le parecía igual de cruel que ese Ministerio que torturaba y hasta mataba personas en Azkaban, otras... creía en ella cuando le decía que quería ayudarlo.

Draco se movió entre algunas personas que disfrutaban de la fiesta.

—¿Quieres beber algo? —le preguntó Miranda, acercándose a su oído.

La perspectiva de acudir solo a la fiesta le había parecido lo más aceptable, pero apenas había salido de su cuarto en la Residencia cuando Miranda Ewing lo había asaltado, preguntándole a dónde se dirigía. Después de su última conversación, cuando él se había mostrado bastante desagradable con ella, Draco creía que esa chica no querría volver a acercarse a él nunca. Al parecer se equivocaba.

De todas formas, acudir con una chica a la fiesta de Halloween era bueno, ¿no? Le confería un aspecto de normalidad que él solo, oscuro y taciturno, no tenía.

—No, ahora mismo no —contestó Draco. Miranda se quedó quieta, observándolo, durante varios segundos y él no supo muy bien qué demonios quería—. Pero tú puedes ir a por una bebida, no te preocupes por mí.

—¿Estás seguro? —preguntó Miranda.

Joder que si estaba seguro. Le daba lo mismo dónde demonios se metiera ella, en realidad.

Apretando su brazo con demasiada confianza para despedirse, Miranda se alejó hacia la barra. Draco no llegaba a comprender qué había visto en él que parecía fascinarla tanto. Siguió caminando, sin saber muy bien hacia dónde se dirigía.

—Draco —escuchó que alguien lo llamaba. Cuando se giró, se encontró de frente con el cabello moreno y el rostro aristocrático de Lillian Parkinson. Ella entornó los ojos, como si estuviera preocupada—. Draco, ¿cómo estás?

Lillian había pasado un tiempo en Azkaban y ahora vivía en la Residencia. Él la había visto un par de veces, de lejos, pero nunca se había acercado a ella... ni a ninguno de los otros ex mortífagos. Prefería estar solo. Lillian y Narcissa habían sido amigas, algo que a él aún le resultaba doloroso.

—Bien, estoy muy bien —contestó él con voz tranquila—, ¿y usted?

Lillian parecía haber soportado Azkaban con entereza. Al contrario que otros muchos mortífagos, que cada día se volvían un poco más locos en esa terrible tortura. Las arrugas alrededor de los ojos de Lillian eran pronunciadas, ahora, pero aun así estaba guapa. Siempre había sido hermosa.

—Estoy bien. —Se acercó a él unos centímetros y posó su mano en su hombro de forma cariñosa—. Lo hemos conseguido, Draco. Hemos salido de allí con vida.

Su tacto amenazó con hacerle llorar. Tuvo que apartarse de esa mujer para no hacerlo. Joder, imagínatelo: llorando con la madre de Pansy en mitad de una puta fiesta solo unas horas antes de morirse. De verdad que ese no era su día.

Por primera vez desde que había salido de Azkaban, Draco contempló a alguien con verdadera admiración. Lillian Parkinson tendría una buena vida, Azkaban no sería el final para ella, como lo era para muchos otros.

—Me alegro mucho de verla, señora Parkinson. De verdad.

La mujer se despidió de él con un asentimiento de cabeza y Draco se quedó ahí, quieto, sin saber qué hacer. Tanta gente a su alrededor lo agobiaba, así que tuvo que cruzar la sala para llegar a una esquina más bien despejada. Apenas había pasado unos segundos solo cuando una nueva voz familiar lo sobresaltó.

—Así que al final has venido.

A Draco no le gustaban los sustos por la espalda. Le daban miedo. Tardó un instante en reconocer que quien acababa de pronunciar esas palabras era Blaise Zabini. Se giró hacia él, aparentando normalidad.

—Un gilipollas ha firmado la aprobación para dejarme en libertad por una noche —comentó.

Al instante, Zabini lo abrazó. Él no se resistió, pero aún no se sentía del todo cómodo con las muestras de afecto, aunque se tratara de su amigo. Entonces, por primera vez, Draco se percató de que había alguien más allí, tras Zabini. Una muchacha baja y morena, con los ojos verdes y una tímida sonrisa.

—Draco... —susurró ella.

Se lanzó a abrazarlo de inmediato. Él se estremeció con ese toque y suspiró, aliviado de verla.

—Pansy...

Los habían llevado a Azkaban juntos, hacía más de tres años desde que Draco la había visto por última vez y, pese a saber que la habían puesto en libertad poco tiempo después, los gritos de Pansy Parkinson mientras la separaban de él era una de esas cosas que él no había olvidado en ningún momento. Los gritos de Pansy se habían reproducido en su cabeza noche tras noche en su solitaria celda de Azkaban.

Cuando se separaron, ella alzó la mirada hacia él.

—Estás más alto.

—Es por la comida de Azkaban —bromeó él—, ya sabes, todo lo que un mago necesita.

—Te he dicho que seguía igual de sarcástico —le dijo Blaise a Pansy—, pensaba que habría cambiado algo en la cárcel, pero es como si no hubiera pasado ni una semana.

Y Draco sabía que su amigo comentaba eso para intentar hacerle sentir mejor, pero que no era cierto. Cada año, cada puto mes en Azkaban se le veía en la cara. Sus ojos se habían apagado, su cuerpo estaba... destrozado. Su alma se había ido.

Draco observó a sus dos amigos.

—No me puedo creer que estemos aquí —susurró.

Y era verdad. No se lo creía. Los tres reunidos por fin, el Trío de Plata. Creía que jamás volverían a estar juntos.

Pansy sonrió y su gesto fue dulce.

—Y aún nos queda mucho tiempo por delante.

Draco apartó la vista, incómodo. Según sus cálculos... unas seis horas, más o menos.

—¿Y qué hay de nuevo? —preguntó—. ¿Qué habéis hecho sin mí?

Pansy y Blaise compartieron una mirada cómplice. De pronto, Pansy tomó aire y alzó la mano, mostrándole un anillo de plata con una brillante piedra engarzada.

—¿Sorpresa? —susurró Pansy.

—Wow. Vaya. —Draco tardó unos segundos en procesarlo—. ¿De verdad?

Pansy y Blaise juntos. No podía decir que le pillara desprevenido, tenía sentido que fueran a casarse. Si tenía que ser sincero de verdad, siempre había creído que él mismo acabaría casado con ella. No porque la amara, ni nada por el estilo, sino porque... así sucedían las cosas en su mundo. Dos familias se caían bien, se gustaban y, por tanto, prometían a sus hijos. Estaba seguro de que también ella lo había visto así. Eran amigos, siempre lo habían sido, pero también había creído que acabarían formando una familia y teniendo hijos. Había estado muy equivocado.

El modo en el que ellos dos se miraban era real de verdad. No necesitó ninguna explicación para saber que Zabini y Parkinson estaban enamorados: eso estaba bien.

Así era como debía ser la vida. Los vivos tenían que disfrutar de las cosas buenas y él... él tenía otros planes.

—Enhorabuena —dijo con sinceridad—, no sabéis cuánto me alegro por vosotros.

—¡Llamaremos a nuestro primer hijo Draco! —anunció Pansy, animada.

Él no los culpaba por estar emocionados. Creían que acababan de recuperar a su mejor amigo... qué poco sabían de lo que estaba a punto de suceder.

Malfoy se rio entre dientes.

—No creo que merezca la pena, no hace falta —contestó.

La mirada en los ojos de sus amigos fue extraña y él decidió que era momento de marcharse, de comenzar a llevar a cabo su plan. Las relaciones sociales no iban a llevarlo a ninguna parte y, además, lo mejor para sus amigos era no hablar con él, no encariñarse. Tan solo les rompería el corazón aún más saber que él había muerto cuando vieran las noticias al día siguiente, si es que el Ministerio no decidía tapar su muerte y fingir que había vuelto a Azkaban.

—Nos veremos luego, ¿de acuerdo? Tengo la boca seca.

Caminó hasta la barra del Caldero Chorreante. Contempló, aliviado, que Miranda parecía distraída hablando con una bruja mayor. Lo último que quería era atraer su atención y tenerla pegada a él durante el resto de la noche. Fijó su atención en sus dos objetivos, aliviado de que estuvieran juntas: Hermione y Astoria.

—Un zumo de calabaza, por favor —le pidió a Tom al llegar a la barra.

Su padre lo había llevado varias veces al Caldero Chorreante cuando era pequeño y Draco era consciente de que todo el mundo allí lo conocía, pero prefería ignorar las miradas curiosas que le dedicaba la gente.

El zumo se materializó frente a él al momento y Hannah Abbott se apartó de ese lado del mostrador, como si verlo la hubiera asustado. Draco no se sintió ofendido, más bien le dio igual.

—Astoria —saludó con un gesto. Ignoró a Granger de forma consciente.

Para su sorpresa, Astoria parecía un poco... extraña. La rubia llegó hasta él, dando un par de pasos torpes. Después acarició su rostro.

—Me alegro mucho de que estés aquí, Draco —le dijo.

—¿Estás borracha?

—Eres todo un lince, Malfoy —comentó Hermione, que seguía a su lado con una jarra de cerveza de mantequilla en la mano.

—No sabía que te gustaban las fiestas, Granger. Creía que no eras el tipo de chica que aprueba la diversión.

Para su sorpresa, Astoria le golpeó el hombro con más fuerza de la necesaria.

—No discutáis. Por favor —pidió. Después, como si acabara de recordar algo, se marchó de su lado—. Necesito ir al baño.

Astoria se alejó de la barra del bar dando tumbos. Draco bufó. En realidad, prefería que ella estuviera así, sería más fácil, de algún modo, conseguir quitarle un poco de sangre. Quizás incluso le robaría su varita. Sabía que eso no tendría consecuencias negativas para su amiga, pues toda la responsabilidad recaería en él y, una vez se descubriera lo que él estaba tramando, ya sería tarde para que pudieran hacer algo al respecto.

Se sabía el hechizo de resucitación de memoria, podría hacerlo con los ojos cerrados. Llevaba semanas planeándolo e incluso soñaba con eso (metafóricamente, puesto que aún no conseguía dormir).

Draco volvió a centrarse en Granger. Estaba guapa a rabiar ese día, joder, podría engañar a cualquiera. Podría decir «no soy una sangre sucia comelibros que habla con su gato» y cualquiera se lo creería.

—¿Alcoholizándote para darle un poco de sentido a tu vida? —preguntó él, señalando los ocho vasitos de chupito vacíos que reposaban frente a Granger en el mostrador.

Draco sabía que, con toda probabilidad, pertenecían a Astoria, pero aun así no podía perder la oportunidad para meterse con ella, aunque solo fuera un momento.

—Como si tu vida tuviera más sentido que la mía —rebatió ella.

—Si no me mantuvieras encerrado en la Residencia como a un elfo doméstico, probablemente sí lo tendría.

Hermione chasqueó la lengua.

—Estás fuera y estás libre. ¿Qué más quieres, Malfoy?

Draco se encogió de hombros y bebió un pequeño sorbo de su zumo de calabaza. Estaba dulce, le gustaba. La verdad era que ese sitio era alucinante, a Draco siempre le había agradado Halloween, o al menos antes lo había hecho. Su madre preparaba zumo de calabaza y a veces le contaba historias de miedo durante esa noche.

—Librarme del PRASRO estaría bien —respondió—, o al menos librarme de ti.

—No creas que no lo he intentado ya. Pero no es tan fácil. Me han prohibido renunciar a tu caso —respondió ella.

—¿Prohibido? Creía que no podrían obligarte a hacerte cargo de mí si tú no quieres hacerlo.

Hermione apartó sus ojos castaños de él, evadiendo la pregunta. Draco sabía que había algo más, algo que ella le estaba ocultando, pero, en realidad, quién sabía cuántas cosas más se guardaba solo para ella. La joven bruja se mordió la lengua un momento y después volvió a hablar.

—Solo para tu información, Malfoy, no se te permite salir con los empleados de la Residencia —comentó de forma casual.

Su mirada se dirigió, de forma muy breve, a Miranda, que seguía enfrascada en su conversación con esa otra bruja. Draco enarcó una ceja.

—¿Y a quién le importa eso? ¿No puedo elegir a quién tirarme?

—Sí, por supuesto que sí. Pero no puede ser alguien de la Residencia, son las normas. Una relación demasiado estrecha con un antiguo mortífago podría resultar peligrosa para la seguridad de toda la Residencia. —Hermione alzó la barbilla y lo miró a los ojos. Después, con su dedo índice, señaló a la entrepierna del rubio—. Así que haz el favor de mantener tu bragueta cerrada hasta que hayas salido del PRASRO.

¿Estaba celosa? No, sería demasiado bueno para ser cierto. Quizás Granger estaba tan desesperada que hasta tenía esperanzas de volver a liarse con él. Eso sí que era posible. ¿De verdad su vida sexual era tan patética como para creer que él iba a ponerle un dedo encima? No se la follaría ni por obligación, ni aunque Voldemort le pusiera una varita en la nuca y le amenazara con lanzarle una Imperdonable. Ya había sido suficiente con lo que había ocurrido en ese callejón, unos días antes...

La idea de volver a besarla, de sentir sus labios suaves bajo los de él y notar sus respiraciones mezcladas lo tensó un instante. No era bueno para él pensar en eso otra vez, nunca había sido de piedra, precisamente, pero saber lo que Granger provocaba en su cuerpo ya era suficiente señal de que no tenía que acercarse demasiado a ella, a no ser que...

Claro. A no ser que pudiera sacar algo de provecho con eso.

Necesitaba un modo de que Hermione Granger lo dejara en paz durante la noche, que no reparara en su ausencia y que, además, se negara a buscarlo. La única forma de conseguir algo así era enfadándola. Enfadándola de verdad, humillándola incluso.

Necesitaba llevar a Hermione Granger a un estado de odio hacia él en el que la bruja pensara: «no quiero saber nada de este cabrón». Y, una cosa había que reconocerle a Draco Malfoy:

Que él era el mejor sacando de quicio a Hermione Granger.


Draco tiene un nuevo reto: tocarle las narices a Hermione. ¿Cómo lo hará? ¡¡Lo veremos muy pronto!!

¡¡¡Feliz año a todas (y todos jaja)!!! Gracias por estar por aquí, amo todos y cada uno de los comentarios que me vais dejando y tengo muchísimas ganas de seguir escribiendo cositas y compartirlas con vosotras este año. La verdad es que estoy super emocionada :)

Nos vemos el martes, ya sabéis, contadme cualquier cosa que queráis para que se haga más corta la espera jaja. Por ejemplo: ¿Desde dónde me leeis? Yo os escribo desde España <3

¡Mil besos!

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