Capítulo 47

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Mil gracias, Angela-MG por este edit tan precioso <3


Capítulo 47

The sun comes up / And the dark is gone

Sale el sol y la oscuridad desaparece.

Rudimental, James Arthur – Sun comes up


DRACO

Draco se sentó en la mesa del comedor de la Residencia con un cuenco lleno de sopa. En su mano derecha sostenía un nuevo comic de Batman que Granger le había dejado en la puerta de su habitación la noche anterior.

Le gustaba saber que ella se preocupaba por él, hacía que se sintiera bien. ¿Confiaba en ella? La palabra «confiar» era demasiado grande, Draco no confiaba ni en sí mismo, si tenía que ser sincero.

Ni siquiera había llegado a comer una cucharada de su sopa cuando sintió una presencia a su espalda. Draco se puso tenso, asustándose de repente. Se giró rápidamente y los ojos verdes de Miranda Ewing lo observaron. Pudo respirar tranquilo. Jamás se acostumbraría a sentir que, en cualquier momento, alguien podría asaltarlo.

—¿Cómo estás, Malfoy?

Draco cerró el comic y lo dejó sobre sus piernas, la joven, aun así, fue lo suficientemente rápida para alcanzarlo y tomarlo entre sus dedos. Miranda sonrió.

—¿Literatura muggle? —preguntó.

Algo en su tono de voz lo molestó. Sí, literatura muggle, ¿a ella qué coño le importaba? Aun así, Draco no quería ser desagradable con ella. No es que Draco fuera especialmente amable, pero tampoco olvidaba que Miranda siempre había intentado hacer que se sintiera bien, lo había acompañado a la fiesta de Halloween, incluso. Quizás Draco estaba cambiando, pero decidió que no estaba bien ser un hijo de puta con ella sin razón.

—Sí —confirmó—, mi... mi primo era mestizo. Por eso empecé a leer estos libros.

No pensaba decirle que Granger se lo había regalado por Navidad, no había ningún motivo para hacerlo. Su primo Tommy era una opción mucho mejor, en realidad.

Frente a él, Miranda entrecerró los ojos, como si no le importara mucho lo que él acababa de decirle.

—Pensé que, a lo mejor, se trataba de alguna de esas técnicas inclusivas de Granger. Ya sabes, como ella es hija de muggles...

Draco se tensó.

—¿Qué tiene que ver Granger con lo que yo decida leer?

Estaba a un pelo de mandarla a la mierda, a un maldito pelo. ¿Qué había de todo aquello de no ser cruel sin razón? Esa filosofía desaparecía si alguien mencionaba a Granger. Simplemente se esfumaba.

—Es tu tutora en el PRASRO —comentó Miranda, encogiéndose de hombros—, y siempre está taaaaaan implicada en las cosas del Ministerio...

Había algo raro en la forma en que Miranda pronunció esas palabras. Soltó una pequeña carcajada infantil después y Draco apretó los labios. Había algo raro en Miranda, pero no entendía qué podía ser.

—No sé qué quieres decir —fue su escueta respuesta.

—Oh, venga, ¡Malfoy! —exclamó ella, sin dejar de reírse—. No me digas que no lo sabes. —La joven se acercó a él para susurrarle al oído, su mano en la espalda de Draco estaba fría—. Se lo monta con el jefe de la Brigada de la aplicación de la Ley Mágica, ¿no lo sabías?

Fue como si le pegaran un golpe, un golpe inesperado que le alcanzó en toda la cara. Fue capaz de disimularlo y Draco agarró la cuchara de metal con fuerza, enterrándola dentro del cuenco de sopa, bebió un sorbo y después encaró los ojos verdes de Miranda.

—¿De dónde sacas eso?

—Lo sabe todo el mundo —respondió ella como si fuera obvio—, créeme, Granger sabe cómo escalar posiciones en el Ministerio.

En general, Draco no apreciaba los cotilleos y solía ignorarlos. Apretó los labios, suspirando. No quería escucharla.

Seamos sinceros, Draco Malfoy no conocía una puta mierda a Hermione Granger, esto estaba claro. Pero tampoco iba a hacerle caso a Miranda Ewing, que parecía más interesada en intentar captar su atención del modo que fuera que en hacer su jodido trabajo.

—Me da igual —contestó Draco en un gruñido—, no sé ni quién coño es el jefe de la Brigada. Cuando entré en Azkaban era Silver Connor y tenía setenta y nueve años.

—Connor se retiró el año pasado. El nuevo jefe de la Brigada es joven: John Scholz.

—Me da igual —repitió Malfoy, tomando aire y fijándose en su plato de sopa.

—Miranda —llamó alguien desde la puerta del comedor—, deberías estar en la recepción, ¿no?

Draco reconoció la voz de Astoria y suspiró, aliviado. Miranda se fue de su lado, como si acabara de recordar que, efectivamente, aún estaba trabajando. Se despidió de Draco con un gesto que él no respondió.

Cuando el Slytherin alzó la vista hacia su amiga, se quedó sorprendido: Astoria estaba horrible. No horrible de verdad, como él cuando había salido de Azkaban, sino... como si llevara días sin dormir y, además, hubiera perdido todo interés por peinarse o arreglarse en lo más mínimo. El cabello rubio de Astoria estaba alborotado y sucio, y sus ojos azules no brillaban con la emoción que tanto la caracterizaba... parecía, parecía...

—¿Estás drogada? —susurró Draco, poniéndose en pie.

—¿Eh?

Estaban solos en el comedor, pero nunca se sabía quién podría estar escuchando esa conversación.

—No me jodas, Astoria. ¿Qué te has tomado?

La pupila de sus ojos estaba dilatada.

—Poción tranquilizadora. Solo una dosis.

Draco bufó, llevándose una mano a la cara. Sus dedos apartaron el cabello —demasiado largo— de su rostro y él dio un paso atrás.

—¿Vas a seguir así mucho tiempo? —le preguntó a su amiga—, whisky de fuego, poción tranquilizadora... ¿por qué no afrontas tu realidad de una vez, Astoria?

Sabía que sus palabras eran duras, pero necesitaba que lo fueran. No le gustaba nada lo que estaba haciendo su amiga últimamente. Todas y cada una de sus decisiones parecían estar equivocadas. No es que él fuera el mejor a la hora de actuar con lógica, pero Astoria... se iba a arruinar la vida ella misma.

—Mis padres me matarán si no me caso.

—No digas tonterías, no van a matarte. ¿Se decepcionarán? Sí. Pero... ¿y qué? Que les den.

—Pero, Draco, ya han tenido suficiente con...

—No te compares con Paul, por favor —le pidió Draco—. Paul se metió al infierno él mismo, igual que hice yo y... créeme, lo último en lo que está pensando tu hermano en Azkaban es en haber decepcionado a su familia.

Astoria tragó saliva y pestañeó con calma. Esa conversación parecía no estar afectándole en absolutamente nada, como si solo estuvieran hablando del tiempo. Era inútil intentar hablar con ella si estaba drogada.

—Zabini te está esperando —informó ella al cabo de unos instantes—, es vuestra última terapia juntos.

Draco asintió con la cabeza, lanzándole una mirada de pena a la sopa que no se había comido. Mierda, odiaba dejar comida. Le daba igual tener tantos alimentos como pudiera imaginar, jamás volvería a minusvalorar un bocado de cualquier cosa.

—Astoria —dijo él antes de marcharse, girándose para mirarla de nuevo—. Deja de hacer el imbécil, por favor. Hasta yo estoy intentando reconducir mi vida.

***

Zabini lo esperaba apoyado en su escritorio mientras ojeaba unos documentos, probablemente su expediente. Su amigo le dirigió una sonrisa al verlo.

—No me lo puedo creer, nuestra última sesión juntos —dijo como saludo.

—Lo sé, es... increíble. El tiempo pasa rápido.

Draco tomó asiento en una de las sillas negras y se quedó mirando Blaise, que no se movió un ápice. Todo habría sido muy distinto si él no hubiera sido su terapeuta, eso tenía que agradecérselo al Ministerio, en realidad. Zabini le había ayudado, ver una cara amiga que se preocupara por él de verdad siempre era bueno.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Blaise.

—Bien.

Era la primera vez que respondía eso. La primera y, ahora, también sería la última. En menos de una semana, Draco abandonaría la Residencia. Sería libre de hacer lo que quisiera, aunque aún no tenía ni idea de qué sería aquello. Sabía que, a lo mejor, Hermione Granger entraba en sus planes. Solo eso.

Decidió no pensar más en lo que Miranda le había dicho. No tenía pensado fiarse de alguien a quien apenas conocía, Draco Malfoy no había llegado hasta allí por escuchar los consejos de la gente, eso estaba claro.

—¿Qué piensas hacer cuando salgas de la Residencia? —preguntó Zabini.

Su amigo le clavó sus ojos oscuros y Draco le mantuvo la mirada con el mismo orgullo y fuerza con que lo habría mirado cuatro años antes, cuando ambos compartían habitación en Hogwarts. Cuando Draco Malfoy se sentía el rey del mundo.

—No tengo ni puta idea.

Zabini asintió con la cabeza.

—Eso está bien, yo tampoco lo sabría —contestó su amigo, pensativo, después volvió a mirarlo—. ¿Y respecto a Narcissa?

Escuchar el nombre de su madre seguía tensándolo, no podía mentir, pero dolía un poco menos que al principio.

—¿Qué respecto a ella?

—¿Sigues sintiéndote culpable de estar vivo?

—Sí.

Un silencio de varios segundos se estableció entre ellos hasta que la voz tranquila de Zabini volvió a escucharse.

—¿Sigues pensando en hacer algo al respecto?

Le sorprendió que lo supiera. Draco no era imbécil, no le había contado su plan a Zabini. La única que lo sabía todo era Hermione. Astoria, por ejemplo, era consciente de que él quería resucitar a su madre de algún modo, pero nunca le había dicho que él mismo sería el sacrificio humano para conseguirlo.

Zabini lo conocía, había sido, prácticamente, su mejor amigo durante muchos años. Por supuesto que él leía ese cartel invisible en su mente que decía: «moriría por traer a mi madre de vuelta». Pero, si era sincero, la idea había comenzado a disiparse en su mente desde la fiesta de año nuevo. Hacía más de una semana desde el último día en el que Draco había sacado el cuchillo oculto bajo su lavabo y había intentado hacerse sangrar.

Quién sabía, a lo mejor merecía la pena vivir, aunque fuera un poco.

—No. Creo que no —confesó.

Zabini asintió una vez más y dejó los documentos sobre el escritorio, observando a su amigo con algo muy parecido al optimismo brillando en sus ojos.

—Sé que no es asunto mío pero, Draco... —comenzó—, yo creo que ella querría que fueras feliz.

Draco Malfoy bajó la mirada. Sabía que su amigo tenía razón, eso es lo que Narcissa habría querido. Ella jamás habría tolerado su comportamiento ni tampoco sus intenciones.

Quizás era hora de tener en cuenta cuáles habrían sido los sentimientos de su madre.

Draco chasqueó la lengua y volvió a observar a su amigo una vez más. Una pequeña sonrisa se estableció en su boca cuando dejó escapar sus siguientes palabras.

—Zabini —comentó, cambiando de tema—. ¿Podrías hacerme un favor? A mí no me escucharán, pero doy por hecho que tú, siendo el comecocos oficial del Ministerio, puedes hacer algo.

—¿Qué pasa? —Se mostró curioso.

—A mí solo me queda una semana más aquí, pero estoy seguro de que alguien lo apreciará en el futuro... —Sus ojos grises se dirigieron a la pared y señaló al muro con un gesto brusco—. Este sitio necesita unas putas ventanas.


Hola, amores!! Estoy actualizando este capítulo suuuuper tarde porque llevo todo el día haciendo mil cosas.

He estado pensándolo estas semanas y estoy bastante más ocupada de lo habitual, así que creo que esto va a acabar repercutiendo un poco a la frecuencia con la que subo capítulo nuevo. Tengo que corregir los próximos capítulos (porque quedan 20, pero están hechos un desastre). Espero tener tiempo de hacerlo en las próximas semanas.

Lo más seguro es que no pueda actualizar el martes, pero todo depende de cómo vaya mi semana. Os avisaré en la página de facebook (La estrella más oscura. Dramione) en cuanto saque un momento para corregir y actualizar. Así que prometo que tendremos capítulo nuevo la semana que viene, pero no tengo seguro qué día.

Mil besos y gracias por leerme y dejar reviews (no seáis fantasmas, que entonces no os veo!!).  Por ciertooo estoy feliz porque hoy, entre otras cosas, me he tatuado las Reliquias de la Muerte. ¡POR FIIIN!

Nos leemos, ¡os quiero! ;)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro