Capítulo 53

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*Un lumos por Helen McCrory, que es y seguirá siendo nuestra Narcissa y la mamá de Draco*

Hola chicas <3 Bueno, no llego a explicaros cuantísimo me gusta este capítulo. Os aviso, aunque ya lo habéis visto mucho en este fic, de que estamos a punto de ver cosas muy tóxicas. Como ya sabéis, Draco tiene trastorno por estrés postraumático y aunque a veces nos parezca que está bien, no lo está.

Espero que os guste, ¡contádmelo todooooo!


Capítulo 53


I want someone, with secrets / That [...] nobody knows.

Quiero a alguien con secretos / que nadie conozca.

Kehlani - Gangsta


DRACO

El cabello rubio caía en el suelo de baldosa negra, contrastando con ese color. No sabía por qué se estaba fiando de Hermione, sabiendo que al día siguiente tendría una boda a la que acudir. ¿Y si Granger le cortaba el pelo a un lado de la cabeza y se lo dejaba largo en el otro? Draco alzó la vista, fijándose en su reflejo en el amplio espejo del aseo de su cuarto. Hermione cortaba gruesos mechones a su espalda, sin perder la concentración.

Las manos de la Gryffindor se movían hábilmente alrededor de su cabeza, peinando y despeinando para comprobar que la largura fuera adecuada. Y lo era. En el espejo, Draco Malfoy casi podía ver al chico que una vez había sido. Él estaba sentado en un pequeño banco de madera, quedaba a la altura perfecta para que Hermione cortara su cabello.

—¿Dónde aprendiste esas dotes de peluquería? —preguntó.

Hermione se quedó callada un instante. Después habló.

—Cortaba el pelo de Harry y Ron durante la guerra.

Mierda. ¿Por qué le había preguntado? Pues porque era imbécil. No había más explicación. Había algo triste en la mirada de Hermione, de repente, y él supo que él era el causante. Si pudiera, cogería las tijeras y se las clavaría en la garganta... No. No. Draco tuvo que tomar aire de nuevo. ¿Estaba loco o qué? ¿Qué cojones había sido ese pensamiento?

Permanecieron en silencio varios minutos. Él la observaba de vez en cuando a través del espejo. Era guapa, muy guapa... era más que eso, de hecho. Su corazón parecía acelerarse cuando pensaba en ella y sentir su presencia a su espalda era una especie de droga tranquilizadora. No se sentía seguro si Hermione no estaba ahí. A pesar de que él había recuperado su varita, de que podía defenderse solo de nuevo.

Si alguien intentaba torturarlo, él ya no estaría indefenso. Aunque, probablemente, eso no sucedería más. Esa etapa de su vida ya había finalizado, debía seguir adelante.

La miró una vez más y los ojos castaños de Hermione se quedaron clavados en los suyos, en el reflejo. Su mano se detuvo, con los dedos enredados en la nuca y la tijera flotando en el aire.

—¿Qué pasa? —preguntó ella con su voz dulce.

Pasaba que la quería. Eso pasaba. Y acababa darse cuenta.

Que era un imbécil, un hijo de perra, un idiota, un ex mortífago, una mala persona, un ser repugnante, un envidioso, un arrogante...

Y aun así se había enamorado de ella. Con Hermione Granger a su lado, todas esas cosas no parecían importar. No se la merecía, no se la merecería ni en un millón de años. Pero Hermione no parecía querer abandonarlo, ¿cómo podía ser posible?

—Me alegra que estés aquí —dijo Draco.

No se atrevía a decir más. Tenía que recordar que él mismo se lo había jurado: nunca le mostraría a Hermione Granger cuánto la necesitaba. Podía quererla, podía incluso fiarse de ella, pero la confianza ciega era algo que no existía. Algo que no se profesaba ni siquiera a sí mismo.

Hermione apartó la vista y él supo que algo iba mal. Con cuidado, ella dejó las tijeras sobre uno de los lados del lavamanos. Su cabello estaba corto y se veía muy bien, de hecho.

—Tengo algo que contarte.

Y ahora venía la mala noticia. Draco no tenía ni puta idea de qué podía ser, pero imaginaba que llegaría en algún momento. Porque a él nunca le salía bien... nada. ¿Cómo iba eso a estar sucediéndole de verdad?

Se quedó callado, esperando a que hablara. Se dio la vuelta para mirarla a la cara y se encontró con que Hermione mantenía un gesto serio, mucho más que antes.

—Harry, Ron y yo estamos investigando lo que te sucedió en Azkaban.

Draco asintió con la cabeza. Por primera vez, una noticia como esa no le alegró tanto como debiera. ¿Qué pasaba si Hermione se ponía en peligro? Su torturador, quien quiera que fuese, era un psicópata de categoría. Podría hacerle a ella lo mismo que le hizo a él. Un escalofrío lo recorrió.

—Nos falta averiguar algunas cosas, pero... bueno. Lo haremos.

—¿Es eso lo que quieres contarme?

—No.

Él se calló. Tenía miedo, no sabía qué esperarse.

—Draco, yo... no podemos levantar sospechas aún, ¿de acuerdo? Mi trabajo estaría en peligro si la gente se entera de que tú y yo... ya sabes. Y, si yo dejara la Brigada, no podría seguir investigando.

—¿A dónde quieres llegar? —preguntó él con voz más grave de la que le habría gustado.

—Mañana nadie debería vernos juntos en la boda de Astoria.

Draco tomó aire. ¿Qué era esa sensación en su pecho? Ah, sí, era como si alguien acabara de rechazar ir con él al baile de Halloween. Solo que no había baile y que nunca le había pedido a ella que fuera con él.

—De acuerdo —contestó.

—Hay más.

Joder. ¿Por qué no lo contaba todo a la vez?

—Te escucho.

—Voy a ir a la boda con otra persona.

Ahí estaba la bomba. Vaya, Hermione Granger... así que los rumores eran ciertos. Él permaneció serio, inexpresivo, era todo un experto en conseguirlo.

—Como amigos —se apresuró a puntualizar Hermione—, le he dejado más que claro que no hay nada entre nosotros y que yo... que yo estoy con alguien.

¿Y eso estaba bien? ¿Le hacía sentir mejor? La verdad era que no. Seguía doliendo.

—John Scholz, ¿no? —preguntó Draco, deseando que la respuesta fuera negativa.

Y observó la mirada de confusión casi con placer. Granger creía que él no tenía ni idea... y así habría sido si no fuera por Miranda, en realidad. Al menos una persona sí estaba interesada en que no lo tomaran por un puto payaso. Aunque lo único que Ewing quisiera fuera aprovecharse de la situación.

—Sí —contestó ella, comprendiendo que no tenía más escapatoria.

—Vale —dijo él, después volvió a mirarla—, ¿te lo has follado?

Los ojos castaños de Hermione se abrieron mucho.

—¿Cómo?

—Que si te lo has follado, o te lo estás follando. Ya sabes, Granger, en su despacho del Ministerio... o en tu apartamento, en la misma puta cama en la que también lo has hecho conmigo.

Hermione alzó su mano, casi como si fuera a golpearlo. Pero no lo hizo, su puño cerrado se abrió cuando alzó el dedo índice.

—No me hables así. Te he dicho que no hay nada entre él y yo.

—¿Y cómo coño se supone que voy a creérmelo? Llevo dos días encerrado en esta casa, cuatro meses encerrado en la Residencia y, antes de eso, tres años encerrado en Azkaban. ¿Cómo sé que no estás con los dos al mismo tiempo? Sé leer y aparentemente sois la pareja de moda en la Comunidad Mágica. —Draco se puso en pie, quedando, una vez más, varios centímetros por encima de Hermione—. Mira, Granger, a mí me da igual si quieres estar con él para quedar bien delante del Ministerio y conmigo para... bueno, no sé, para sentir que estás haciendo la buena acción del día. Solo quiero saberlo, nunca me ha gustado ser el tonto de la historia.

—No tendría que haberte dicho nada —murmuró ella, parecía frustrada consigo misma—. Creía que ibas a entenderlo.

Claro, porque esa situación era muy fácil de entender, ¿no?

—Haz lo que quieras —gruñó Draco—, vete con él a la boda, chúpasela en el baño durante el banquete... a mí me da igual.

Hermione se acercó a él peligrosamente. Su aroma dulce parecía alterar sus sentidos, porque lo único que quería, de pronto era abrazarla. Joder, ¿acaso se podía tener menos dignidad que él cuando ella estaba cerca?

—Te he dicho que no tengo nada con él, Draco —susurró ella—. Nada.

La boca de Hermione besó su cuello, puesto que Draco no bajó la cabeza para que ella pudiera besar sus labios. Permaneció estático, completamente quieto, a pesar de que su sangre corría por sus venas, cada vez más caliente.

—Dime algo —pidió ella.

Draco no dijo nada. ¿Qué coño iba a decirle?

Sin abandonar su cuello, Hermione comenzó a acariciarlo por encima de la tela de esos pantalones. Se estaba aprovechando porque sabía que él no tenía ningún autocontrol si ella decidía tocarlo así.

—Draco...

Draco gruñó, cerrando los ojos, cuando Hermione introdujo su mano por dentro de su pantalón y agarró su pene por fin. Las posibilidades de poder echarla de la casa y quedarse solo eran cada vez menores y esa idea parecía convertirse en imposible a cada momento. Cuando ella se arrodilló frente a él y lo miró a los ojos, Draco tuvo más que claro que estaba perdido.

Los labios dulces de Hermione se apoderaron de la piel rosada de su pene, lamiéndolo con exagerada lentitud. Draco se tensó y sus nudillos se pusieron blancos cuando él apretó sus dedos en el lavamanos, apoyándose de espaldas sobre él. Bajó la vista y la contempló una vez más: ella lo sujetaba con delicadeza y su lengua se paseaba por él de un modo casi hipnótico. Un gemido grave escapó de entre sus labios cuando ella se lo metió en la boca. No iba a aguantar mucho más, pues ella sabía dónde tocarlo y cómo hacerlo.

¿Cuándo había aprendido de qué modo podía volverlo loco? Quizás había practicado con Scholz... Y ese pensamiento fue doloroso. Draco apretó los dientes, no quería pensar en eso, no quería pensar en nada.

Una sacudida lo recorrió y de nuevo la observó. Ella lo miraba a los ojos. Besó la punta de su miembro una vez más y él gruñó. Supo que estaba perdido, a segundos de correrse. Y necesitaba estar dentro de ella como fuera.

Draco consiguió apartarla de él bruscamente. La agarró del brazo y Hermione se puso en pie con rapidez.

—Espera, no he termi... —trató de decir ella.

No dejó que siguiera hablando. Draco la empujó contra la pared y subió su falda con su mano. Ella misma se deshizo de su ropa interior y Draco alzó una de las piernas de la chica. Entró en ella de golpe, sin darle tiempo a acostumbrarse a su presencia... y la besó antes de que Hermione pudiera gritar en alto. La sensación de poseer su cuerpo una vez más era, sin ninguna duda, la droga más poderosa que jamás se hubiera inventado. No sabía cómo sería tener sexo con otra persona, pero sí sabía que nada podía ser mejor que hacerlo con Hermione Granger.

Ella se aferró a él, enredando sus manos en el cabello rubio del chico. Draco entró en su cuerpo una vez más y ella sollozó en su oído.

—Draco...

Nunca, ni en un millón de años, encontraría a alguien con quien hacerlo igual que con ella. ¿Cuál era la posibilidad de hallar a alguien tan perfecto para él? Alguien que supiera moverse en el momento correcto, que fuera capaz de convertir cada uno de sus movimientos en un motivo más de su locura. Encajaban tan bien que no era posible que ellos dos no estuvieran diseñados para estar juntos.

Las piernas de Hermione temblaron y estuvo a punto de caer, pero él la sujetó con fuerza y buscó su boca con la suya. Sus labios estaban hinchados a causa de la rudeza que ambos mostraban al besarse. Draco no pudo controlarse ni un instante más, entró en ella rítmicamente, incrementando el ritmo cada vez más. Humedeció un par de sus dedos con su saliva y la acarició justo donde ella necesitaba, con un movimiento constante y acompasado. Ella llegó antes que él al orgasmo y él se dejó ir en el instante en el que la sintió contraerse a su alrededor. Se mantuvo ahí, quieto, notando cómo su miembro temblaba de placer.

Sentía que estaba a punto de ponerse a llorar, la sensación era tan fuerte, tan...

—El hechizo —susurró ella.

Draco se congeló. Después salió de su cuerpo. ¡El puto hechizo! Joder. Subiéndose los pantalones, salió del cuarto de baño y llegó o a la habitación de su primo Tommy. Ella lo siguió.

—Draco...

—¿Tienes una poción? —preguntó, sin ningún rastro de simpatía en su voz.

Hermione suspiró.

—La prepararé. No... no te preocupes.

—De acuerdo.

Draco se quedó allí parado. Estaba enfadado y frustrado y, a la vez... su cuerpo estaba en el más absoluto de todos los paraísos. Hacerlo con ella ya no era traumático, más bien al contrario: era una maldita catarsis. Sentir que ella alcanzaba el clímax era como demostrar, aunque solo fuera un poco, que él también conseguía hacerla disfrutar, a pesar de ser un fracaso en el resto de los aspectos de su vida.

—Es mejor que te vayas.

—Draco...

—Vete, Granger.

No sabía qué más hacer. No se encontraba lo suficientemente cuerdo como para permanecer allí con ella. Sus ojos se dirigieron al recorte de la revista Corazón de Bruja; ese papel aún estaba ahí, tirado en el cubo de la basura.

La joven posó su mano pequeña en el hombro de Draco.

—Quiero ayudarte, Draco. Quiero protegerte.

Se arriesgó a mirarla a los ojos, a pesar de que sabía que hacerlo era peligroso.

—¿Ah, sí? —preguntó él, casi soltando una carcajada sarcástica.

—Te lo juro. Confía en mí, ¿vale? —susurró ella—, esto que hay entre tú y yo, nosotros, es lo más real que me ha pasado nunca. Mírame a los ojos y dime que no me crees. Dímelo.

Le costaba hacerlo, pero esos ojos se mostraban puros y transparentes. Draco supo que era una pésima idea confiar en ella. PÉSIMA. Y le dio lo mismo, de todas formas; fue lo suficientemente imbécil como para suspirar y dejarse convencer.

Hermione lo abrazó y él, aunque hubiera algo en su mente que le pedía que no lo hiciera, le devolvió el gesto. Sus labios se rozaron unos segundos, esta vez sin ningún rastro de violencia. Draco besó los labios de Hermione con ternura, con suavidad.

—Tengo miedo —le confesó el mago.

Una vez más, Hermione lo observó cara a cara y habló con tanta seriedad que él no pudo más que escucharla en silencio.

—Todo va a salir bien —le prometió, algo que ya le había dicho muchas veces.

Y Draco, aunque solo fuera por una noche, creyó en sus palabras.


Ay. Me encanta compartir este fic con vosotras, ¡no sabéis cuantísimo! Muchas gracias por leerme. Perdón si no he contestado todos los comentarios, ya sabéis que ando un poco mal de tiempo últimamente, pero lo estoy leyendo todo y me hace muchísima ilusión.

Nos vemos el martes y no olvidéis que también podemos hablar en la página de Facebook: "La estrella más oscura. Dramione" ¡mil besos!

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