11. DUELO DE MEDIA NOCHE

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En la sala común de Slytherin, la atmósfera estaba cargada de murmullos sobre la inesperada caída de Neville y la posible expulsión de Harry Potter. Selena, que no se sentía cómoda con ninguno de los dos acontecimientos, decidió buscar refugio en la lectura. Se encaramó a uno de los sillones de la parte superior, siguio leyendo el libro "Obscurial: La Magia que Consume. New Scamander". A medida que las páginas pasaban entre sus dedos, una sensación inquietante empezó a apoderarse de ella.

Con cada palabra que leía, el temor acerca de su propio obscurus se intensificaba. Aunque este fenómeno había sido más común en la Edad Media, hoy en día los casos eran extremadamente raros. El autor del libro mencionaba que, durante años de investigación, solo había presenciado dos casos recientes, cada uno más trágico que el anterior.

La historia de una niña sudanesa, perseguida por revelar sus habilidades mágicas y que murió a la tierna edad de ocho años, la estremecía. Newt Scamander, quien había encontrado su obscurus para estudiarlo descubrio que era un ser parasitario que con el correr del tiempo al no tener un huésped desapareció. El otro caso

En una tranquila ciudad de Estados Unidos, un niño creció bajo el cuidado de una mujer que luchaba contra ss propio mentale. Desde pequeño, se dio cuenta de que poseía habilidades mágicas. Sin embargo, la magia era vista como una amenaza. Su madre adoptiva, le enseñó a reprimir su verdadero ser. Con el tiempo, ese esfuerzo por contener su magia lo transformó en un obscurial. Aun así, logró llegar a la edad adulta, algo casi inaudito en el mundo mágico.

«¿Acaso ese joven aún vivía, o se había ido como la niña?» Atrapada en sus pensamientos inquietantes, Selena se sobresaltó cuando la voz familiar de Draco Malfoy interrumpió su concentración.

—Hola —saludó él, con un tono de curiosidad.

—Hola, Malfoy —respondió ella, tratando de ocultar el libro tras su espalda, como si se tratara de un objeto prohibido.

Draco frunció el ceño, sus ojos grises brillando con un toque de sospecha. —¿Te sucede algo? —preguntó, notando el cambio de tono en su voz, ya que la había llamado por su apellido.

Selena forzó una sonrisa, desvió la mirada y se encogió de hombros. —Solo estoy un poco preocupada por Neville.

Draco rodó los ojos, acomodándose en el sillón junto a ella, los brazos cruzados con impaciencia. —Hey, no pongas esa cara —dijo Selena, dándole un leve golpe en el brazo con un gesto amistoso.

La mirada de él la atravesó, y por un momento, Selena sintió una chispa de conexión. —¿Segura que solo es eso? Antes de que Longbottom se cayera, ya habías estado ausente durante toda la semana.

El comportamiento extraño de Selena se debía a aquel antiguo libro que había encontrado en la biblioteca de Hogwarts. Desde que lo abrió, su mente había estado dominada por pensamientos sobre el obscurial, preguntándose cuándo podría volver a manifestarse y, sobre todo, temiendo la muerte que podría traer consigo.

Aunque encontraba algo de tranquilidad en el hecho de que, desde su llegada a Hogwarts, el obscurus no había emergido, una inquietud persistía en su interior. No había sentido esos impulsos voraces que antes la dominaban, y quizás Dumbledore realmente tenía razón: tal vez su obscurus se había disipado. Pero esa idea no era suficiente para apaciguar su curiosidad. Si el obscurial aún acechaba en su interior, quería entenderlo, conocer su naturaleza y aprender a controlarlo.

—Solo estuve en la biblioteca terminando mi tarea —mintió, llevando una mano a su cabello para darle un toque de despreocupación—. ¿Acaso me extrañaste? —elevó una ceja, intentando inyectar un poco de humor a la conversación.

—Claro que no —respondió Draco, su nariz fruncida en un gesto que contradijo el sonrojo que empezaba a aparecer en sus mejillas—. Por cierto... ¿quieres dulces? —preguntó de repente, su rostro iluminándose mientras extraía una abundante colección de dulces de los bolsillos de su túnica.

Un brillo de sorpresa asomó en los ojos de Selena al ver la variedad de golosinas. —Dile a tu madre que la adoro —sonrió, tomando una rana de chocolate de su mano.

Narcissa Malfoy, la madre de Draco, le enviaba dulces a su hijo una vez a la semana. Siempre tenía golosinas en el bolsillo de su túnica, lo que le permitía compartirlas con amigos en clase, siempre y cuando los profesores no estuvieran prestando atención. Una vez, la profesora McGonagall los había sorprendido en pleno festín, lo que resultó en una penalización de diez puntos para Slytherin. Desde entonces, eran mucho más discretos en clase, sabiendo que no querían arriesgarse a ser castigados nuevamente.

— Lena, ¿puedo preguntarte algo? —dijo Draco, con un tono intrigante mientras se acomodaba en su asiento y se inclinaba hacia ella.

— Claro —respondió Selena, llevándose un regalis a la boca.

— ¿Dónde vas en las noches? —preguntó él, arqueando una ceja con curiosidad.

Selena casi se ahoga con el dulce, su rostro enrojeció instantáneamente. Al darse cuenta de que había sido pillada, lanzó un almohadón a Draco con impulso, pero él se rio y lo esquivó con agilidad.

— ¿Cómo sabes? —preguntó, su voz temblando ligeramente por la mezcla de sorpresa y preocupación. En su mente, pensó que había logrado pasar desapercibida.

— Me levanté para ir al baño y te vi salir —explicó Draco, con un ligero encogimiento de hombros. La seguridad en su rostro era evidente. — Al día siguiente, volví a salirme de mi habitación a la misma hora y, sorpresa, te vi salir de nuevo.

Selena frunció el ceño, pensando en las noches que había pasado explorando el castillo. La idea de que Draco lo hubiera notado la incomodaba.

— ¿Le dirás a Snape? —preguntó, sintiendo un nudo en el estómago.

— Claro que no —respondió Draco, frunciendo el ceño con seriedad — Nunca te delataría con Snape. No soy un traidor, Lena.

Selena sintió un alivio enorme y su rostro se iluminó con una sonrisa genuina, la tensión en sus hombros se disipó.

— Gracias, Draco —dijo con gratitud, sintiendo que podía confiar en él, al menos un poco.

Hogwarts estaba plagado de estudiantes durante el día, un lugar abrumador, lleno de risas y bullicio. Para Selena, los ruidos y las miradas curiosas representaban un desafío para su práctica mágica. Podía intentar realizar algunos hechizos, pero la idea de que su obscurial pudiera manifestarse sin previo aviso la llenaba de temor. Esa era la razón de sus incursiones nocturnas: encontrar un rincón silencioso y solitario donde pudiera concentrarse sin el riesgo de ser descubierta.

— ¿Y a dónde vas? —preguntó Draco con una ceja levantada, sus ojos brillando de curiosidad. Sabía que el castillo era un laberinto y no podía evitar preguntarse qué actividades nocturnas podría estar llevando a cabo Selena en esos pasillos desiertos.

— Voy a la cocina —respondió ella, encogiéndose de hombros mientras jugueteaba con un regalis en sus manos, mordiéndolo con nerviosismo. No era del todo mentira— pero aún no la he encontrado

Draco soltó una risita, cruzando los brazos con un aire burlón.

— Hey, no te rías. Hogwarts es un lugar enorme. ¿Tú sabes dónde está la cocina? —replicó Selena, riendo al ver la expresión juguetona de Draco.

— No, aunque debería estar cerca de la sala común de Hufflepuff —respondió él, encogiendo un poco los hombros como si fuera un dato trivial que había olvidado.

Selena se sintió frustrada pero divertida al mismo tiempo. — Lo sé, pero no la encuentro. Cada vez que creo estar cerca, termino en algún pasillo que ni siquiera sabía que existía.

— ¿Y Filch no te ha descubierto aún? —preguntó Draco, inclinándose ligeramente hacia adelante, su expresión cambiando de burla a asombro.

Selena sonrió con orgullo, levantando la barbilla un poco para mostrar su confianza. — Claro que no. Aún no le he dado ninguna razón para sospechar. — Ella se sintió como una pequeña aventurera, disfrutando de su pequeña hazaña nocturna.

Draco la miró con un destello de admiración en sus ojos. — Deberías tener cuidado, Lena. No querrás que te atrapen.

Selena entró al Gran Comedor, la luz mágica de las velas reflejándose en el aire, mientras los murmullos y risas de los estudiantes resonaban a su alrededor. Se dirigió de inmediato hacia la mesa de Gryffindor, sus ojos brillando al buscar a su amigo Neville. Al encontrarlo, una sonrisa iluminó su rostro y, sin pensarlo dos veces, corrió hacia él, deslizando su cabello detrás de la oreja.

— ¡Neville! —exclamó, su voz llena de alegría, cuando se acercó. Al ver la venda en su brazo, algo en su pecho se contrajo. Sin dudar, lo abrazó con fuerza. Era un impulso involuntario, una respuesta instintiva tras esa aterradora caída.

Neville se sonrojó, sus ojos abriéndose como platos. — ¡Sele, cuidado con mi brazo! —protestó, aunque su risa entrecortada revelaba que la sorpresa no era del todo desagradable.

— Lo siento, lo siento —se disculpó rápidamente, soltándolo. Se reclinó un poco hacia atrás para mirarlo mejor, evaluando sus rasgos—. ¿Cómo te sientes?

— Estoy bien, Madame Pomfrey me dio una poción para que no me doliera —sonrió, alzando un puño como si estuviera recibiendo un premio.

— Genial, pero deja de ir a la enfermería —dijo, riéndose, dejando que la risa llenara el aire tenso.

— Suenas como la abuela —bromeó Neville, soltando una carcajada que resonaba cálida y amigable.

La charla se interrumpió cuando Selena notó de reojo a Harry pasando entre las mesas, dirigiéndose a su asiento en la mesa de Gryffindor. Con asombro, le gritó: — ¡Por Merlín! ¿No te han expulsado?

— Eso te hubiera gustado, Lestrange —replicó Harry con un tono frío, manteniendo una expresión seria.

Selena frunció el ceño, sintiendo que le ardía la cara. — Eso me hubiera encantado —respondió, aunque la afirmación no era del todo cierta. No le agradaba el desdén en su voz.

Justo en ese momento, Draco apareció con Vincent y Gregory, sus ojos brillando con una mezcla de desprecio y diversión. — ¿Comiendo la última cena, Potter? ¿Cuándo tomas el tren para regresar con los muggles? —dijo, inclinándose hacia adelante como una serpiente acechando a su presa.

Harry no titubeó. — Eres mucho más valiente ahora que estás de vuelta en tierra firme y tienes a tus amiguitos contigo —replicó, manteniendo su mirada fija en Draco.

Selena rodó los ojos, sintiendo que la tensión entre ambos jóvenes alcanzaba su punto máximo. A medida que las miradas desafiantes se entrelazaban, se preguntó si pronto se lanzarían maleficios o, peor aún, golpes. Era un espectáculo predecible, y, en el fondo, una parte de ella sabía que estaba a punto de suceder.

— Te enfrentaría cuando quieras —anunció Draco, con una sonrisa desafiante y arrogante, cruzando los brazos sobre su pecho—. Esta noche, si quieres. Un duelo de magos, solo varitas, nada de contacto. ¿Qué sucede? Nunca oíste hablar de duelos de magos, ¿no?

La expresión de Harry era un enigma para Selena, lo que la llevó a pensar que no tenía idea de lo que Draco había mencionado. Ni ella misma estaba segura, para ser honesta.

— Por supuesto que sí —intervino Weasley, cruzando los brazos y mirando a Draco con desafío—. Yo soy su padrino. ¿Y tú, quién es el tuyo?

Draco miró a Vincent y Gregory en un gesto indeciso, como si buscara apoyo. Después de unos instantes, sus ojos grises se posaron en Selena con una sonrisa desafiante.

— Selena —dijo, dejándola petrificada.

— ¿Espera, qué? Yo no... —trató de protestar, sintiendo que el color se le subía a las mejillas.

— Cobarde —interrumpió Harry, con un tono despectivo, mientras lanzaba una mirada desafiante hacia Draco.

Draco soltó una risita burlona que hizo eco por el gran comedor.

— ¿En serio, Lestrange? Ella no puede hacer ni un Wingardium Leviosa correctamente —Dijo Wealey en tono de burla, su comentario provocó que Selena ardiera de furia, un sonrojo rabioso disipándose por su rostro.

— Hoy a medianoche —anunció Selena, apretando los puños.

— Nos encontraremos en la sala de trofeos. Siempre está sin llave. Vamos, Lena —dijo, extendiendo su brazo hacia ella como si la invitara a un baile.

— ¿Qué es un duelo de magos? —preguntó Selena una vez que se alejaron de la mesa de Gryffindor, su voz temblaba ligeramente de curiosidad—. ¿Y qué significa que seas su padrino?

Draco soltó una risa baja y despreocupada.

— Un padrino es quien se hace cargo si me matan —dijo con una ligereza que le dio escalofríos a Selena. Al ver su expresión de horror, rió nuevamente, disfrutando del momento—. Pero en los duelos reales es donde la gente muere.

— ¿No es un duelo real? —cuestionó, confusa y cada vez más inquieta.

— Claro que no... —le respondió Draco, soltando un suspiro cansado—. Voy a decirle a Filch que esos idiotas planean ir al tercer piso.

Selena se le quedó viendo, sorprendida, mientras Caminaban por el pasillo.

— ¿Podrían expulsarlos por eso? —preguntó con seriedad.

— Espero que sí —respondió Draco, esbozando una sonrisa perturbadora.

— No quiero que los expulsen... sólo que les quiten puntos a Gryffindor —insistió Selena, frunciendo los labios como si eso pudiera hacer que su deseo se hiciera realidad.

— Le quitas la diversión —dijo Draco, poniendo una mueca de desdén y sacudiendo la cabeza.

Era evidente que Draco Malfoy estaba furioso esa mañana. Al ver que Harry Potter y Ron Weasley seguían campando a sus anchas por Hogwarts, el enfado de Draco iba en aumento; además, la idea de que no les habían quitado un solo punto a Gryffindor lo ponía aún más irritable. Su mandíbula se apretó mientras giraba por el pasillo.

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POR SI TIENE DUDAS 

Obscurial se refiere a un joven mago o bruja que ha desarrollado un obscurus, que es una manifestación de la magia oscura resultante de la represión de sus habilidades mágicas.

Obscurus: Es una forma de energía mágica oscura que surge cuando un niño o niña con habilidad mágica sufre de represión y miedo acerca de su magia, generalmente debido a la falta de apoyo emocional o la exigencia de ocultar su magia. Esta represión puede llevar a la creación de un obscurus, que se manifiesta como una entidad destructiva y peligrosa, capaz de provocar caos y destrucción a su alrededor.

Obscurial: Es el niño o la niña que alberga este obscurus. Un obscurial a menudo experimenta una vida llena de miedo y conflictos internos, ya que se ven obligados a reprimir su magia natural. Los obscuriales han tenido un desarrollo muy limitado en comparación con otros magos de su edad debido a esta represión, y su existencia es marcada por la lucha entre su verdadera naturaleza mágica y la necesidad de esconderla.

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