Capítulo 18

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El móvil suena sobre mi mesita de noche y estiro la mano sin ver para que deje de hacer ruido. Abro un ojo para mirar el nombre de Welch en la pantalla.

—Grey.

—Soy yo, de nuevo te necesito.

Despego el teléfono de mi oreja para mirar la fecha en la pantalla porque estoy jodidamente seguro que esto es un sueño de algo que pasó hace un par de semanas.

—¿Que quieres?

—¿Recuerdas a mi sobrina? ¿Ana Steele?

—Si. —balbuceo.

—Necesito que la encuentres... De nuevo.

Mierda.

Son las 5:11 de la mañana, estoy cansado y desorientado, tal vez por eso se siente como un dejavú. Incluso miro al costado de mi cama para revisar que Andrea no esta ahí como aquella vez.

—¿Que hay con ella?

—No lo sé, tuvo una discusión ayer con su madre y salió de la casa. No la han visto desde entonces.

—¿Tienes alguna idea de dónde podría estar?

—No, por eso te llamo. Estoy mirando las cámaras de la ciudad y la ubiqué en una parada de autobuses, ahí le pierdo el rastro.

—Mierda.

Empiezo a sentirme culpable porque seguramente tengo algo qué ver en su reacción, fui un imbécil con ella y podría apostar que su madre no se lo puso fácil.

—Tengo que estar en la estación a las 8, ¿Qué esperas que haga en tres horas?

—No me importa que te tomes el jodido día, Grey. ¡Encuentra a la chica!, esa es la prioridad y recuerda hacerlo con la mayor discreción posible.

—¿Vas a autorizar la seguridad extra para mí piso? —lo escucho resoplar de mi petición.

—Mierda, si. Solo trae de vuelta a la chica y entrégala a su padre.

—Entendido.

Me levanto de la cama para vestirme, pero no puedo desaparecer solo así de mi trabajo. Necesito informar por lo menos a Luke de esto.

—¿Qué? —gruñe cuando contesta el teléfono.

—No voy a ir hoy, tengo algo qué hacer con urgencia.

—¿Estás en problemas?

—No, pero probablemente tenga que salir de la ciudad. Estás a cargo y por favor Luke, no me hagas arrepentirme.

—Vete a la mierda, soy mejor que Ethan y lo sabes.

—Como sea, me voy.

Termino la llamada porque Welch me envía la última ubicación de Ana en King Street Station. Aún tengo su identificación, así que lo más seguro es que alguien más le comprara el boleto.

—¿Has visto a esta chica? —muestro la foto de ella en mi móvil. La primera que Welch me envió.

—Si. —dice un chico imbécil con una gran sonrisa—. No recuerdo su nombre, pero subió al Empire 8.

Salgo de la estación lo más rápido que puedo porque tengo que alcanzarla. Ella sin duda se dirige a algún lugar y el tren es la forma más rápida de llegar, pero ¿A dónde?

Ni siquiera sé si tiene más familia o algún lugar al cuál acudir y me doy cuenta de lo poco que me he interesado por ella. No es que me importe mucho, pero Ana parece saberlo casi todo de mi.

Tomo el móvil y le marco pero no toma la llamada. Eso es suficiente para mí, significa que es rastreable. Selecciono el contacto de Ethan.

—Necesito que rastrees un móvil para mí. —le pido sin darle tiempo a saludar.— ¿Puedes hacerlo?

—Claro jefe, solo enciendo la laptop.

Le dicto el número al rubio y al cabo de unos minutos lo localiza en Spokane. ¿Que está haciendo? ¿Ella va a dónde creo que va?

—Infórmame de la ubicación conforme avance, y no la pierdas de vista.

—Seguro.

Solo paro por un café y una rosquilla en una cafetería en el camino porque llevo desventaja. Para cuando llego a Spokane, ella ya ha bajado del tren y se dirige en autobús a través del estado.

Jodida mierda.

Son casi las 6 de la tarde cuando estaciono afuera del edificio que nuestra la última ubicación de Ana. No hace mucho que ella llegó también, pero me intriga el hecho de que haya elegido este lugar para detenerse.

—Buenas tardes. —saludo al hombre detrás del mostrador.

—¿En qué puedo ayudarle, amigo?

—Estoy buscando a alguien. —le muestro la foto de Ana—. Seguramente la recuerda, estuvimos aquí hace un par de semanas.

—Ah si, lo recuerdo. —me mira de arriba a abajo y arquea una ceja—. Por como luce ella, estoy seguro que lo jodiste.

—¿Qué? —le gruño confundido.

—La chica. —hace una seña con la mano—.  Hay una florería a dos cuadras de aquí.

—Solo dígame de una jodida vez en dónde está.

Golpeo el escritorio, pero el tipo me mira aún con expresión impasible. ¿Quién mierdas cree que soy? ¿Piensa que las chicas huyen de mi?

Lo ignoro porque voy a seguir mi instinto y subo hasta el segundo piso, habitación 12. Golpeo la puerta esperando que ella abra, pero no obtengo respuesta.

—¿Ana? ¿Estás ahí? —golpeo de nuevo—. Cerecita, abre la puerta.

—Vete.

—Ana, por favor.

—Déjame sola, Christian.

—Cerecita, por favor, solo quiero verte.

Justo cuando pienso que no va a abrir, destraba el seguro y empujo la puerta. Ella no se lanza a mis brazos como yo esperaba que lo hiciera, camina hasta la cama y se sienta en la orilla.

—¿Qué haces aquí? —pregunto lo más amable que puedo.

—¿Qué quieres Christian? ¿A qué viniste?

Supongo que lo jodí bastante porque no me mira, así que me siento a su lado en la cama.

—Quería explicarte lo que pasó ayer.

—No hay nada qué explicar, fuiste bastante claro.

—Pero no debí decirlo de esa forma. —mantengo mi vista en ella—. Me disculpo por ser grosero contigo. ¿Por eso estás aquí?

—Si... No. No sé, yo solo quería alejarme de todos.

—¿Quienes son todos?

—Tú, mi mamá, mi papá. No es que a ellos les importe mucho, igual que a ti supongo.

—Ana, lo siento, ¿Está bien? No estoy acostumbrado a tener que dar razones de mis actos, a nadie. Y lo de Andrea es una estupidez.

—¿Te acuestas con ella? —pregunta y sus ojos buscan los míos esperando una respuesta.

—Ya no. —digo y sigue mirándome con tristeza—. Ella es una mujer casada y yo no buscaba una relación, era conveniente para mí.

Suspira y vuelve su vista al frente, al televisor apagado sobre la pared.

—Soy un idiota, lo sé, lo dijiste.

—No soy una niña, y sé lo quiero. Te quiero a ti.

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