Capítulo 32

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Yo había jurado que ella tomaría mi distanciamiento de la peor manera. Mierda, incluso esperaba algunas lágrimas y algún jodido drama en mi departamento de ella rogándome.

Gruño de nuevo desde el asiento de mi auto, con la mirada puesta en la heladería y la chica de los ojos azules sentada en una mesa del exterior. Un par de chicos pasan por su lado y le sonríen con demasiado interés.

—Jodidos imbéciles.

Ella sonríe brevemente y vuelve su atención al vaso de helado de cookies & cream hasta terminarlo, con Fred su chofer observando desde el auto. No la pierdo de vista incluso cuando mi teléfono suena con una llamada.

—Grey.

—¿En donde estás, bro? Estoy afuera de tu departamento, traje costillas y cerveza fría.

—Paré a comprar algo de comida. —lo escucho reír.

—Si, como no. ¿En dónde está ahora? ¿El centro comercial?

Mierda.

Odio que ese idiota me conozca bien.

—La heladería.

—¡Uy! ¿Me compras un bote grande? De pronto tengo ganas de algo fresquito.

—Consigue tu propio helado, imbécil.

—No me hables así, Grey. Traje costillitas y cerveza, soy el puto mejor amigo del mundo.

—Lo sé. —gruño, pero una risa se me escapa—. Estaré ahí en 20 minutos.

—Que sean de verdad 20 minutos, no como aquella vez que Ana estaba en la biblioteca y me dejaste 40 minutos bajo la lluvia... —lo interrumpo.

—¡Estabas en tu auto, jodido idiota! ¡No te mojaste!

—¡Pero estuve ahí, bastardo desconsiderado! ¡En el frío!

Pongo los ojos en blanco aunque no puede verme.

—Voy para allá.

Enciendo el auto y me alejo de ella tratando de recordar cuántos días llevo haciendo esto. Si no estoy siguiéndola, estoy mirando sus movimientos por el rastreo de su teléfono móvil.

Primero lo hice convencido de que ella estaba en riesgo hasta que me di cuenta que quien la pone en riesgo soy yo. Steele hizo un gran trabajo haciéndola pasar desapercibida, pero estar cerca de mi es como ponerla bajo los reflectores.

Estaciono afuera de mi edificio y le hago una seña a Luke para que me siga con el paquete y las cervezas en sus manos.

—¿Hablaste con Welch? —pone la cerveza en mi refrigerador—. Se veía bastante molesto cuando recibió esa visita del...

—No, pero lo escuché diciéndole al gobernador que tiene a sus mejores hombres investigando.

Tomo otra tira de costilla en BBQ antes de mirarlo, no nos gusta hablar del trabajo fuera de horario, pero parece ser lo único interesante en nuestras vidas últimamente.

—¿Se refiere a nosotros? —se señala—. Estamos investigando porque lo presionamos para hacerlo.

—Lo sé. ¿Dónde compraste esto?

—En un lugar nuevo que encontré, ¿Sabes que más vi? —sus cejas gruesas se arquean—. Un nuevo club de strippers.

—Oh, mierda. —cierro los ojos y exhalo. Lo único que ama casi tanto como a la comida son las mujeres con poca ropa en un tubo.

— Si, mierda, si. ¿Lo imaginas? Nuevas nenas siendo amables, tratando de llamar mi atención y llevándome gratis al privado. —sus ojos se iluminan como si fuera la jodida navidad—. Ellas peleando por mi en bikinis dentro de una alberca de cerveza.

Pongo el pulgar en el pico de mi botella y la agito lo suficiente para crear espuma, que dirijo directo a la cara de mi amigo antes de retirar mi dedo.

—¡Mierda, Christian! —se limpia el rostro con la manga de la camisa—. ¡Ahora apesto!

—Siempre apestas, imbécil. —me burlo y señalo el refrigerador para que me entregue otra cerveza.

—Es bueno ver que ya no lloriqueas por los rincones.

Limpia la cerveza de la encimera con el trapo y lo enjuaga en el grifo.

—No lloriqueo.

—Si, lo haces. Entonces estaba pensando en que deberías acompañarme y salir, no digo que te enrolles con alguna chica aunque puedes hacerlo si quieres, no diré nada.

—No quiero.

—Solo acompáñame. —me interrumpe—. Has dejado de ser divertido.

—Yo solo estoy cansado. Este asunto de las armas parece no tener fin y no dejo de preocuparme porque algo le ocurra a Ana.

Luke se recarga en la encimera para mirarme, no estoy seguro si está tratando de parecer serio, o si de verdad está escuchando.

—Ella estará bien, sobre todo ahora que su padre ganó la elección. Nadie querrá meterse con Ray Steele y arriesgarse a desaparecer de la faz de la tierra.

—Mierda.

—No te preocupes amigo, tengo tu espalda. Si tu suegro te desaparece algún día por robar la virtud de su hija, voy a vender la nota al Seattle Times y te haré famoso.

No me molesto en contestar porque todo lo toma a juego aunque estoy seguro que cuando de verdad lo necesite estará ahí para mí. Y tiene razón, mi humor no es el mejor los últimos días.

—¿Te quedas? —señalo el televisor y lo enciendo en el canal de deportes.

—Solo si tienes más alcohol en el refrigerador.

—Tengo dos botellas de whisky y mucho vino blanco.

Encoge los hombros y trae otro par de cervezas cuando camino hasta el sofá. Me da una botella antes de dejarse caer a mi lado y tomar un gran trago.

—Aún creo que podríamos ir al club de strippers.

—Cierra el pico, Luke.

Permanece callado solo un instante antes de hablar, seguramente amando el sonido de su propia voz.

—¿Cuánto tiempo mas vas a esperar?

—¿Para qué?

—No te hagas el idiota, ¿Cuanto mas vas a esperar para ponerle las manos de nuevo sobre tu querida Cerecita?

Mierda, si lo sé. Con Steele teniendo un cargo de poder, debo tratarlo con sumo cuidado.

—Tres meses. —tal vez más.

—Mierda, casi puedo sentir que eres virgen de nuevo. —sonríe divertido.

—Voy a estar bien, deja de preocuparte por mi. —lo miro con el ceño fruncido.

—¿Qué pasó con la rubia? Tu vecina, la del piso de arriba.

—¿Andrea? —no puedo evitar la sonrisa—. Dejó de hablarme después de que alguien escribió "Zorra infiel" en su puerta.

—¡Jodida mierda! ¡Tu novia está loca!

—¿De qué hablas? No fue Ana. —creo.

Presiono mis labios para dejar de sonreír, pero no puedo evitarlo. Estoy seguro que fue ella teniendo otro de sus ataques de celos.

—Ahí está, estás mintiendo de nuevo. —me acusa con su dedo girando en mi cara—. Solo te hundes más, mi estimado amigo. Estás jodidamente enamorado.

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