Capítulo 37

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Estaba a punto de subir al auto cuando Ana envío un mensaje diciéndome que Fred la llevaría, así que le pedí vernos en Columbia Tower.

—¿Te peinaste? ¿Llevas una camisa de vestir elegante?

—Mierda, Luke, ¿Por qué sigo tomando tus jodidas llamadas?

—Porque me necesitas, ahora, ¿Compraste las flores?

—Esto es ridículo. —exhalo exasperado—. Ya nadie regala flores.

—¡Compra las malditas flores, Christian!

—Las compré, cierra la boca.

Levanto la vista hacia el auto que se detiene en la acera y en la hermosa chica castaña que baja de él con un elegante vestido rosa tejido.

—Llegó, no se te ocurra llamarme.

—¡Dale mis saludos! ¡Dile que...!

Cuelgo la llamada de Luke para acercarme a ella y tocar su mano. La observo cuando se despide de su chofer y gira para mirarme.

—Hola, amor.

—Hola Ana. ¿Cómo estás? —casi quiero golpearme la frente por preguntar algo tan trivial, pero ella solo sonríe.

—¿Son para mí? —señala el ramo de rosas en mis manos.

—Si, no sabía si las rosas eran de tu agrado pero... Espero que te gusten.

—Me encantan. —las toma en sus manos para acercarlas e inhalar el aroma.

—Tengo una reservación, ¿estás lista?

No espero su respuesta, apoyo la mano en la parte baja de su espalda y la guío al edificio y hacia los ascensores. Estoy tan malditamente nervioso que no se me ocurre un tema de conversación.

—Buenas tardes, ¿A qué nombre? —la chica rubia de la entrada nos sonríe y Ana me mira.

—¿Amor?

—Ah, si. Christian Grey.

—Por aquí, por favor.

Nos guía hasta una mesa del fondo e inmediatamente el camarero se apresura a traer los menús.

— ¿Alguna sugerencia? —pregunta sin mirarme.

— No lo sé, es la primera vez que vengo aquí. No lo creerías, pero es una sugerencia de Luke.

— ¿De verdad? —arquea la ceja y baja la vista de nuevo—. ¿Te apetece el filete a la plancha?

—Claro.

La miro de nuevo mientras examina el menú de vinos y luego a las flores junto a ella. Si hace ocho meses me hubieran dicho que un día estaría teniendo mi primera cita formal con ella me habría reído en sus caras.

—Hay algo que he querido preguntarte desde hace tiempo. —le hablo cuando el mesero se aleja con nuestras órdenes—. ¿De verdad pensabas huir con Jack Hyde?

—Agh, eso. —pone los ojos en blanco—. Sí. Creí que lo habíamos dejado atrás pero si quieres saber, te diré.

Apoya los codos sobre la mesa para descansar su barbilla en sus manos.

—Siempre fui la hija obediente, ¿Sabes? No me quejé nunca porque sabía que yo era el secreto sucio de mi papá. Pasé desapercibida la mayor parte de mi vida porque mamá siembre estaba ocupada y papá solo venía a casa cuando era algo realmente importante, así que solo éramos Fred y yo. —una expresión triste se refleja en su cara—. Yo podía hacer lo que quisiera cumpliendo solo dos condiciones: no revelar mi apellido real y no cruzarme en el camino de la otra familia de papá.

—¿No hablas con ellos?

—Dios, no. Ni lo deseo, ¿Sabes lo prepotentes que son?

—Lo imagino.

—Entonces, yo puedo ir a dónde sea siempre y cuando a Kate o a su madre no se les ocurra ir al mismo lugar. —yo asiento en comprensión—. Mi sueño era estudiar literatura inglesa en la universidad de Portland y vivir en el campus como cualquier chica, pero un día papá me llamó por teléfono para decirme que Kate quería ir a la misma universidad a estudiar Periodismo.

—Mierda.

—Si, es una mierda. —su ceño se frunce—. ¡Llevaba meses planeándolo! Y nunca me había quejado, nunca, siempre hice lo que él me pidió sin rechistar.

—¿Así que decidiste darle una lección?

—Claro, estaba muy enojada con él y ya tenía estos boletos para ir al concierto de Kings of León el fin de semana. Jack solo era un tipo al azar demasiado estúpido para acceder a llevarme sin miedo a las consecuencias.

—Creo que tenemos diferentes recuerdos de esa historia. —la miro con los ojos entrecerrados—. Jack era un imbécil que te embriagó para aprovecharse de ti, ¿Qué mierda querías lograr?

—¡Quería huir! Del otro lado del país no habría forma de que me cruzara con la tonta Kate y su estúpida madre. ¡Pero el idiota de Jack quiso desviarse siguiendo a un club de motociclistas!

—Así terminaste en Great Falls.

—Si.

—¿Y lo habrías hecho? ¿Te habrías acostado con él?

—No lo sé. —susurra—. Estaba tan enojada y ebria que probablemente lo hubiera hecho si no hubieras aparecido.

—Te salvé.

—Lo hiciste. —sonríe—. Y creo que también te llevaste el premio.

—Los beneficios de ser un héroe. —luego lanzo la pregunta que gira en mi mente—. ¿Qué edad tiene Fred?

Ana toma un sorbo de su copa de vino.

—¿Por qué preguntas?

—Curiosidad. —encojo los hombros.

—Parecen celos.

—Solo contesta la pregunta.

Se toma un tiempo con la respuesta, mirando a las personas en las otras mesas y al camarero cuando regresa con nuestros platos.

—Fred tiene 43 años, prácticamente podría ser mi padre.

—¿Está casado?

—Viudo. ¿No te parece que exageras? Fred es una buena persona y lo conozco desde que tenía 5 años, ni siquiera se atrevería a mirarme de forma inapropiada.

—Yo juzgaré eso. —bebo el resto de mi copa manteniendo mi vista en ella.

—Eres un chico muy celoso, amor. Y sabes que solo tengo ojos para ti. —hace un pequeño gesto con la nariz que me resulta divertido.

Discutimos animadamente sobre el restaurante mientras terminamos la cena, la noche cayendo frente a nosotros en los edificios altos de Seattle y no puedo creer lo bien que la estoy pasando con ella.

—¿Le pediste a Fred que venga por ti?

Ana toma otro trozo del pastel de chocolate con su tenedor y me mira con los ojos entrecerrados.

—No. Creí que iríamos a tu departamento.

—¿Quieres ir? —no puedo ocultar la sorpresa en mi voz.

—Si, ha sido una gran cita, gracias por eso y por las flores. Ahora vamos que quiero dormir en tu cama.

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