Capítulo 58

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—Esto no es lo que tenía en mente.

Levanto la botella de cerveza y doy otro trago, suspirando de resignación porque creí que pasaría la noche con mi Cerecita. En cambio, Luke y yo bajamos al bar hace dos horas y no ha parado de coquetear con quién se le cruza.

—Soy policía, cariño. ¿Quieres ver mi placa? —le guiña un ojo y la chica suelta otra risita.

Jodido Luke y su necesidad de levantar faldas a dónde quiera que va.

—Michigan no está en nuestra jurisdicción así que mejor te guardas la placa, Romeo. —gruño.

La expresión de mi amigo cambia a una de molestia con ojos entrecerrados y ceño fruncido.

—Eres un aguafiestas, Christian. ¡No me puedo divertir en absoluto!

—Perdón por arruinarte el ligue pero eres el padrino, estás acompañándome en mi última noche de soltería.

La camarera arquea las cejas y sabiamente permanece en silencio solo mirando.

—¡Lo soy! Quería llevarte a ver strippers y hacer todas las cosas que se supone que se hacen en esta ocasión, pero tu novia dijo que cortaría mis bolas con una navaja de bolsillo si te llevo.

—Mierda... ¿Así que son más importantes tus bolas? —me río.

—Diablos, si. Tú estás entregando las tuyas en bandeja de plata, yo prefiero conservar las mías libres un poco más.

La chica que había permanecido en silencio escuchando nuestra conversación, se inclina sobre la barra y pone su mano sobre mi brazo.

—Podría encontrar una forma de divertirte sin salir del hotel, nadie tiene qué enterarse.

Mierda. Aparto el brazo de ella para que deje de tocarme.

—¡Oye! —gruñe Luke—. Creí que tú y yo habíamos cerrado el trato.

—Por supuesto, guapo, pero tu amigo parece necesitar trato especial y yo podría...

—No, gracias. No me interesa. —termino mi cerveza.

—Además, este idiota va a casarse con la cosita sexy que desvirgó, es el tipo más feliz de todo el puto estado. Ahora lárgate que ya me pusiste de malas. —gruñe de nuevo—. No, no, vuelve. Se acabó mi cerveza, trae dos más antes de irte.

La chica golpea la barra con ambas botellas antes de alejarse al otro extremo.

—Creo que la hiciste enojar, ahora no sé si debería pedir whisky.

—¡Yo estoy enojado ahora! Ahí va mi esfuerzo de los últimos 20 minutos. —Luke mira a la chica con el ceño fruncido—. Ahora tendré que pedir servicio a la habitación y esperar que la lleve una mujer atractiva.

—No creo que sea difícil para ti, así que te dejo porque quiero ir a dormir.

—Voy contigo, así veo algo de porno para animarme.

No digo nada mientras nos dirigimos al ascensor. Pulso el botón del cuarto piso y el del sexto piso donde se queda Luke.

—¿Por qué estás tú en el sexto piso? —pregunto mirándolo.

—¿Por qué? Porque... Hmm, no tenían más habitaciones disponibles en el cuarto piso.

—¿Y por qué no me pediste una en el sexto contigo?

Sawyer mira los botones, sus zapatos, el piso y finalmente a mi.

—Eres más sencillo, Christian, sé lo incómodo que te pone el lujo.

—¿Ah, si? —arqueo la ceja.

Cuando el ascensor se detiene, presiona con rapidez el botón que abre las puertas y me señala el pasillo.

—Llegamos, ve a descansar viejo. Te ves como la mierda. Y no me llames... Estaré ocupado, ya sabes, con... —levanta su mano derecha y sonríe.

—Jodido idiota, lárgate de una vez.

Tiene razón, estoy cansado y lo único que quiero es dormir. Me hubiera gustado hablar con Ana, mi madre o con alguien que si pueda explicarme los detalles de mi la boda.

Enciendo el televisor y lanzo el móvil sobre la cama para ir al mini bar, después de esas cervezas necesito una botella de agua para prevenir la resaca cuando alguien toca la puerta.

—No quiero ver porno, Luke. Y tampoco voy a llevarte a... Mierda.

—¿Porno? —Ana está de pie en mi puerta con la ceja levantada.

—Hola, nena. ¿Qué haces aquí?

Pasa por mi lado revisando la pequeña habitación en la que estoy y cierro la puerta detrás de ella.

—Cerecita, son las 12:10 y espero que no hayas venido aquí desde Birmingham solo para vigilarme.

—No, amor. Estoy aquí porque quiero dormir contigo, te extrañé. —gira sobre sus pies para mirarme—. Hola, señor Grey.

—¿Mis padres saben que estás aquí?

—No. Piensan que estoy dormida en tu habitación. Por cierto, lindas sábanas de Star Wars. —Carajo—. ¿Quieres mostrarme ahora tu sable láser?

—No tengo un... Mierda, si. Quítate la ropa.

Le hago una seña hacia la cama matrimonial mientras lanzo los zapatos al otro extremo de la habitación.

—Cerecita, estoy casi seguro que no deberías estar aquí. — giro para mirarla quitarse la camiseta que lleva y me quedo sin palabras.

—Puedo determe ahora si quieres, pero no conseguirás nada hasta mañana por la noche. ¿Puedes esperar? —muerde su labio inferior para tentarme.

—Estoy seguro que mis padres entenderán. —y con eso último, bajo los jodidos pantalones hasta el suelo.

Ana se sienta en medio de la cama llevando solo unas sencillas bragas y una gran sonrisa.

—Un día vas a matarme, lo juro.

Se ríe.

—No será pronto, amor. Aún tienes que darme tres bebés y asegurarte de criarlos con disciplina.

—Mierda. Cerecita, si quieres tener sexo ésta noche tienes que dejar de hablar de niños.

—Está bien, solo ven aquí. —abre sus piernas para hacerme espacio entre ellas—. Quiero sentirte sobre mi.

No lo dice dos veces, me deshago de los boxers y sus bragas para subir por su cuerpo dejando un camino de besos y algunos mordiscos. Todo discreto para no delatarnos en la ceremonia.

—Te extrañé, Christian.

—Yo también te extrañé, Cerecita.

Le beso mientras me deslizo en su interior, demasiado ansioso para ser suave y las caricias se convierten en mordidas en su cuello. Apoyo mi peso en los antebrazos para presionar mi cuerpo aún más sobre ella.

—Ah, Christian, si... —sus uñas me arañan la espalda.

—Ana... —susurro de vuelta sin detener el ritmo, viéndola estremecerse.

Embisto unas pocas veces más para encontrar mi propia liberación y por un breve momento apoyo la cabeza sobre su pecho.

—Te amo, Cerecita.

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