38- Acoso y derribo (Wattvampiros, disparador #2-FANTASÍA HISTÓRICA).

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«Un rostro silencioso con frecuencia expresa más que las palabras».

Ovidio.

—¡Breogán Valdivia eres un maricón! —le gritó Lidia a la salida, poniendo cara de asco.

  Todos le festejaron la gracia riendo a carcajadas. ¡Ni que mereciese el Premio Nobel de Literatura por su creatividad!

  Breogán, incluso, se sintió impelido a lanzarles una respuesta sarcástica e inteligente o a explicarles que no era gay. Pero se contuvo: se trataba del insulto más leve de la mañana y estaba convencido de que desconocían los matices de la vida, pues los episodios de Gran Hermano constituían la única fuente de conocimiento para ellos. Además, lo relevante, ¿qué les importaba con quién se acostaba?

  Intentó tranquilizarse recordando que era el enésimo desprecio que esa jornada había recibido en su instituto, Afonso X O Sabio, y que había mantenido la calma. Respiró hondo, aunque era consciente de que este significaba la gota que desbordaba el vaso.

  Debía apaciguarse porque, cuando su mamá le preguntara qué tal le había ido, él tendría que responder:

¡Genial, ma!

  ¡Odiaba que esos imbéciles también lo convirtieran en un mentiroso!

  Su madre, un mes atrás, se había citado con la tutora para explicarle el trato injusto que recibía y que había confesado abriéndose el corazón en canal.

Breogán es muy callado y que sea otaku y dibuje tan bien manga en los recreos no ayuda —le expuso la mujer como si esto justificase el acoso escolar y el ciberacoso al que lo sometían—. Además, siempre tiene las mejores notas y vive en un pazo[*].

  En conclusión: la culpa era de él y para ser aceptado por los compañeros debía transformarse en el payaso de la clase, empobrecerse y dejar de lado su pasión por el anime y el manga.

  La reunión le vino de perlas pues su progenitora, enfadada, le prometió que debía aguantar a que terminara el curso y que al año siguiente lo cambiaba de centro educativo. Por supuesto, era más sencillo decirlo que hacerlo. Porque mientras tanto se sentiría más solo que la una.

  Necesitaba un cambio radical, se hallaba a punto de explotar. Aprovechando que era Halloween probaría algo extraordinario: contactar con su famoso ancestro, Sancho Ruiz de Valdivia, aventurero incansable. Breogán descendía de la Casa de Valdivia, linaje nobiliario que originaba el apellido. Se comentaba, inclusive, que su pariente había viajado a Valaquia y luchado al lado de Vlad Tepes, El Empalador. En el municipio decían que eran leyendas inventadas por viejos aburridos, pero los adornos rumanos dispersos en el hogar confirmaban lo contrario.

  Precisaba ayuda inmediata y quizá Sancho se la proporcionaría. Así que, implacable, sirviéndose de esa noche mágica sin igual, se desplazó con sus herramientas hasta la Iglesia Santa María de Cambre, construcción románica gallega del siglo XII y orgullo de la zona. Las molduras con repujados vegetales y geométricos y con escenas de la Biblia resplandecían iluminadas por la brillante luna y por las farolas de luz blanco azulada.

  Rodeó las capillas y entró por la fuerza. Caminó hasta la pila bautismal que trajeron los templarios. Removió con una puntiaguda espátula alrededor de una de las añejas piedras y esta se desprendió. Una escalera descendía hasta la negrura más extrema.

  Bajó con rapidez. Sabía que por allí se escapaban los monjes benedictinos cuando los normandos o los califas musulmanes de Córdoba caían como plagas arrasándolo todo. Lo que ignoraba era hacia dónde conducía el pasadizo. «Si lo encuentras, camina por el túnel y tus deseos se harán realidad», decía su abuelo.

  Trotó por él, apartando las telarañas y controlando las arcadas ante el olor a podredumbre y a humedad. No supo cuánto pasó antes de ver un punto de claridad. Aunque poco después salió a una pequeña fraga, en la que los tojos, los alcornoques y los robles se mezclaban. Estaba en el castro: la cima en la que se localizaba el poblado celta, donde según la tradición habían enterrado la fortuna de un rey.

  Bajó hasta la encrucijada frente al cementerio. No creía que atrajese a Satanás (enfundado en traje azabache), como aseguraban aterrados los vecinos. Dudando, se arrodilló y regó el suelo con sangre de gallo capón.

  Rogó:

—¡Mochuelos, búhos, sapos y brujas! ¡Demonios, trasgos y diablos, espíritus de las nevadas! ¡Cuervos y meigas, hechizos de las curanderas! ¡Satanás, revive al noble Sancho Ruiz de Valdivia!

  Un remolino lo absorbió y lo tiró sobre la tierra mojada. Reinaba la más absoluta oscuridad: aun así pudo ver. Gente desarrapada y con ropajes de otra época corría cuesta abajo.

—¡Huye! —le gritó una niña—. ¡Vienen los vampiros!

  Fascinado, lo reconoció al instante: exactamente igual a las miniaturas esparcidas en casa. Una fuerza de la naturaleza. Degollaba con maestría a las personas que atrapaba.

  Lo vio y se le acercó. Atemorizante, perfecto e invencible. Había alguien más, pero Breogán solo tenía ojos para él.

  Antes de matarlo, Sancho lo olisqueó. Luego dijo:

—Lleváis mi sangre... Pero, no comprendo, ¿por qué oléis y os veis tan infeliz?

  Y movido por las injusticias, llorando, le contó su historia. Cuando terminó, sin mediar frase alguna, el noble se lanzó sobre el joven y le succionó directo de la arteria. Después se cortó la muñeca y le dio a beber de la vena. Él, honrado, chupó con avidez.

—¡Nunca más seréis infeliz, sangre de mi sangre! —expresó Ruiz de Valdivia, indignado—. ¡Defenderéis nuestro honor con uñas y colmillos! Vlad os ayudará. ¡Venid, amigo!

—Os voy a explicar qué haréis cuando regreséis —manifestó la sombra, saliendo de detrás del castaño.

   Los ojos le brillaban como los de un felino. El bigote, un tirabuzón, se derramaba sobre las comisuras enmarcando los caninos. Los rizos castaños le caían por debajo de los hombros. Bastaba verlo para entender por qué Bram Stoker se había basado en este hombre o demonio para crear al Conde Drácula.

  La apariencia era idéntica a la del retrato que lucía en el Palacio de Ambras. Héroe y antihéroe, conocido por empalar, incinerar, diseccionar, desmembrar y desangrar a propios y extraños...

[*] Casa señorial de Galicia. Castillo pequeño.



Total de palabras: 999, contando el título y la cita que encabeza el cuento.


Disfruté mucho al escribirlo porque pude traeros parte de la Historia y algunas de las leyendas de la zona. Eso sí: Vlad Tepes no estuvo por aquí. ^_^

Frente de la Iglesia Santa María de Cambre (Provincia de A Coruña, Galicia).


La parte exterior trasera.


La pila bautismal que supuestamente trajeron los templarios.


Utilizando un poquito de nuestra empatía podemos combatir esta lacra. Nadie debe sentirse como el chico del cuento (la historia está basada en un caso real de acoso) o como la niña del vídeo.

https://youtu.be/1GV8K6CscBU



https://youtu.be/S-5Qs5ojgWA


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