Culpas y remordimientos

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Cuando despertó y se vio, sintió muchas ganas de vomitar. Quizás era la resaca, quizás era remordimiento. ¿Qué había hecho? La respuesta más fácil era que, simplemente, había hecho el amor con cuatro tipos. La respuesta más difícil era que estaba cambiando, que esa no era ella, que antes jamás ni siquiera había pensado en algo como aquello. ¿Ellos la estaban cambiando? No, la que cambiaba era ella.

Se sentó en la cama, envuelta en las sábanas, y se restregó los ojos que querían lagrimear, no tanto a causa de la intensa luz del mediodía que entraba por al ventana, sino por lo que pasaba por su mente. De pronto entendió algo: la noche anterior no era la que había firmado su condena, su pase al infierno. Su condena había sido mucho antes, cuando aceptó ser la chica de los cuatro. O aún mucho antes, cuando se dio cuenta que todos le gustaban. En definitiva, se había convertido en lo que siempre había despreciado: una groupie.

Miró a todos lados, ni siquiera sabía de quién sería esa habitación. Encontró su pantalón y su blusa, el suéter y la ropa interior quién sabe dónde estarían. Se vistió con eso y sin siquiera lavarse la cara o mirarse en un espejo, abrió la puerta. Todo le daba vueltas, y a duras penas encontró la escalera y bajó a la sala. Vio a Paul entrando a la cocina y se maldijo, quería irse sin que la vieran.

–Ey, Evy ¿qué t...? Estás mal, ¿te duele algo?

–Quiero irme Paul, dame mis zapatos y llama a un taxi.

–Pero...

–Quiero irme.

Preocupado, Paul buscó los zapatos, estaban cerca de la puerta de la biblioteca.

–Te llevo a tu casa.

–No, no me lleves, me voy sola.

–Eva, mirame. –la tomó del mentón, la observó detenidamente y luego soltó una carcajada.

–¿Qué te pasa, idiota?

–Apaa...¿también agresiva, eh? Me río porque estás terrible, ¿te has visto?

La tomó de los hombros la acercó a un espejo enorme que casi cubría una de las paredes. Eva se vio y también rió, jamás se había visto tan mal, toda despeinada, el maquillaje corrido, la piel casi de color amarillo y unas ojeras que le llegaban al piso. Reírse la calmó bastante.

–No pienso dejarte ir en esas condiciones. Tomás un café bien cargado y luego te llevo.

–Pero...

–Eva, nada de peros.

La dejó sola nuevamente para entrar silbando a la cocina. Ella se dejó caer en uno de los sillones de piel carísima que tenían en aquella sala. Poco a poco, sus culpas y remordimientos fueron desapareciendo. No tenía nada de malo lo que había hecho, ella los amaba y ellos a ella, y eso no afectaba a nadie. Claro que estaba cambiada, pero estaba teniendo la certeza que para bien. Sonrió.

–Qué bella sonri...Uy Eva, tu cara de zombie. –George también soltó una carcajada como la de Paul.

–Ya dejen de reírse, ustedes están iguales.

–A ver....–George se miró en el mismo espejo–Sí, mi cara está un poco resacosa, pero mi físico sigue siendo el mejor, ¿o no?

Eva no pudo más que asentir y relamerse como un animal hambriento, porque George, parado delante de ella sólo vestido con calzoncillos, era de lo más apetecible por más que fuera delgado como un fideo.

–¿De quién será este calzón que apareció en mi cama?

–¡John!

De un salto Eva le arrebató su ropa a John, que bajaba las escaleras mostrándolas como si fuera un trofeo.

–Oh, me las quitaste, por suerte tengo este...¡sostén!

–¡No, John, dámelo! ¿O qué, lo vas a usar vos?

–No sería mala idea. –John se puso el sostén y le hizo ojitos–Ay soy una muchacha sexy y amo a Paul.

–¿Qué hay conmigo? –bostezando, Paul volvió con la taza de café para Eva, pero recibió el sostén de ella en la cabeza–¿Qué es esto? ¡Ay John, dejá de travestirte!

–Ay basta, quiero mi ropa. –Eva agarró su sostén y lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón.

–Quiere decir que ahora no llevás nada de eso puesto...Je, qué tentador.

–John.

–Uy sí, me callo. Vamos a tomar algo porque todo me da vueltas.

–Falta Ringo.

–Estará con un coma alcohólico.

–Iré a despertarlo.

Ya completamente olvidada de sus cargos de conciencia corrió hasta la habitación de Ringo. Allí él todavía dormía en su cama, al revés, y parecía que tenía intenciones de dormir por lo menos ocho horas más.

–Rin...Vamos, es más de mediodía.

–¿Qué pasa? –con mucha dificultad abrió los ojos–Hola...

–Hola bombón, estamos todos tratando de despertarnos con un café bien fuerte, ¿querés bajar? Puedo traértelo aquí si no tenés ganas.

–Me siento todo roto.

–Yo también, te lo traeré.

Luego de varios ataques de celos fingidos por parte del os otros tres, Eva caminó con una gran taza de café y se encontró a Ringo, ya sentado en la cama.

–Aquí esta, despacio porque está caliente.

–Gracias hermosa. ¿Cómo estás?

–Bien...

–¿Bien, muy bien, excelente, o...mal?

–Bien.

–No te creo nada. Joder, esto está hirviendo. –dejó la taza sobre la mesa de noche y extendió su mano para agarrar la de ella–No, no te creo.

–¿Por qué? Te estoy diciendo que estoy bien.

–Mmmm....

–¿Mmmm? –sonrió.

–No intentes hacerte la graciosa. Lo veo en tus ojos, no estás bien, te sentís mal, culpable.

–Bueno, sí, acertaste. Tampoco entiendo muy bien porqué. Ya se me está pasando, no tiene sentido sentirme así.

–Eso te iba a decir, que no tiene sentido. Hacé memoria: ¿lo pasaste bien? Digo, en ese momento.

–La pasé como nunca.

–Fin, historia terminada. ¿Por qué sentirte mal ahora? Ahhh...¡ya sé! Las mujeres siempre sienten culpa cuando hacen algo que les gusta.

–Sí, eso es verdad, supongo que nos educaron para eso, para pasarla mal.

–Y además...te sentís como una zorra, una groupie.

–Esto ya te lo he dicho pero sí, sos adivino. Porque me siento exactamente así. ¿Cómo lo sabés?

–Qué tonta. –la abrazó y le dio un beso en el pelo–Las groupies persiguen fama, fotos, dinero, pasarla bien un rato. Vos amás, y nosotros te amamos. Principalmente yo, te amo. Y ahora...

Comenzó a hacerle cosquillas hasta que la hizo caer en la cama y Ringo no paró hasta que ella le pidió con súplicas que la dejara. Las risas, definitivamente, se habían llevado todas sus dudas.

*********************

Al rato, Eva llegó a su casa. Entró, tratando de hacer el menor ruido posible para que Dante, que cumplía años, no la viera.

–Hola Eva.
–¡AY! –se asustó, no esperaba que alguien le saliera hablando. Miró hacia abajo y ahí lo vio –Dante ¿Qué hacés ahí?
–Estaba esperando a mis amigos. ¿No dormiste acá anoche?

–Ah, que bien...–respondió media dormida– Ah, Feliz...–bostezó –Cumpleaños, Dante. Y sí, dormí acá, por supuesto.

–¿Segura?

–Sí. –bostezó otra vez.

–¿Y la sorpresa?
–¿La sorpresa? ¿Qué sorpr...? Ah, sí, la sorpresa. Quedate sentado en el sofá, con los ojos cerrados, ahora vengo. –el nene obedeció y Eva subió a su habitación, donde miró con tentación su cama. Sin embargo, tomó la guitarra y bajó para, media mareada, pararse delante de él. La cabeza se le partía al medio, esos cuatro se las pagarían.
–Abrí los ojos.
Dante abrió sus ojitos y la miró, y miró a todos lados.
–¿Y? Yo no veo nada.
–CHAN CHAN CHAN CHAAAAAAN!!! –sacó la guitarra de detrás suyo, donde la llevaba escondida –¡Feliz Cumple!
El nene miró la guitarra con los ojos abiertos de par en par. Después la miró a ella, y de la nada le dio un abrazo, que ella no se esperaba, pero que la llenó de alegría.
–¿Te gusta?
–¡Si! ¡GRACIAS! –la tomó con sus manitas y contempló, embelesado, la funda –¡Son The Beatles!
–¡Obvio que si! ¡Pero mirá la guitarra, que es lo importante! –lo ayudó a abrir el cierre y sacar el instrumento con cuidado.
Se quedó boquiabierto, mirando la guitarra, que era a su medida, hasta que reparó en un detalle:
–¡Está firmada por George! –gritó.
–¡Porque serás su sucesor! Ahora, tocá algo de lo que te enseñé.
El pequeño, entusiasmado, comenzó a rasgar algunos acordes.
–Ahora vuelvo –subió, supuestamente a buscar algo, pero no se resistió a la tentación y se tiró en la cama, para quedar profundamente dormida al instante.

***************

Se acomodó el blazer azul que se había puesto porque le parecía lo más elegante de su armario, respiró hondo, y con paso decidido encaró hacia la puerta del edificio. Era lunes. Era su primer día de trabajo.
-¡¡¡Nenaaaaa!!! –se asustó al oír ese grito y miró a todos los lados del inmenso hall blanco del edificio.
–¿Jenny?
–¡Acá estoy! –gritó nuevamente, pero ésta vez prácticamente saltándole encima. Se veía contenta, mas descontrolada de lo acostumbrado.
–¿Q...qué hacés acá?
–¿Ya te olvidaste que trabajo acá?
–No, pero no sabia que ya habias empezado.
–Empecé ahora, tonta. Te iba a contar el sábado pero...
–Pero estabas ocupada con Patrick, ya los vi.
–¿Eh? ¿Qué viste?
–Tengo que trabajar, después hablamos.
–¡No, no! ¡Decimé qué viste!
Eva subió riendo al ascensor que la llevaría al tercer piso, donde la esperaba una pequeña oficina propia, un archivo de fotos y lo que era mejor: un laboratorio fotográfico. Allí revelaría todas las fotos que sacara, las clasificaría, archivaría o mandaría a publicar. También su trabajo era flexible: si alguien estaba interesado en su trabajo podría buscarla allí y ella podria atenderlo en su horario de trabajo. En otras palabras: estaba a sus anchas.
–¡Bienvenida Eva! –exclamó el director.
–Gracias...Sinceramente, no me esperaba todo esto...
–Espero que te haya gustado. Si querés podés cambiar todo de lugar, es tu espacio. Ahora...¿podrías revelar algunos rollos que hay en ese armario?
–Claro, por supuesto.
El resto de la mañana trabajó en eso, y sabía que a la tarde tendría que clasificar y ordenar bien el archivo. El verdadero trabajo comenzaría en unos pocos días, cuando saliera a acompañar a los entrevistadores y cuando se encargara de la foto de tapa, además de sesiones de fotos con los artistas.
–¿Vas a almorzar conmigo? –dijo Jenny luego de abrir de golpe la puerta del laboratorio.
–¡Cerrá esa puerta! ¡No puede entrar luz!
–¡Ay, yo que sabía!
–¡Cerrá!
Jenny cerró de un golpe la puerta y se metió entre las fotos colgadas que se secaban.
–No toques nada.
–No, no, no, no soy una nenita. Te vas quedar ciega entre esta oscuridad y esa luz roja.
–¿Cómo va tu primer día?
–Bien...atendí unas quinientas veces el teléfono. ¡Ey, te copiaste de mi! –dijo señalando la falda de Eva.
–¿Vos también de minifalda? Se nos pegó la nueva moda.
–Já, me encanta ponérmela y ver la cara de las viejas.
–Vos siempre igual.
–Mary Quant merece un monumento. Bueno, me voy, tengo que seguir trabajando –se acercó a la puerta y la abrió –¡Ah! Me olvidé de preguntarte lo que te venía a preguntar.
–¡Cerrá!
–¿Vas a almorzar conmigo?
–¡No! ¡Cerrá esa puerta!
–Ufa! –cerró otra vez –¿Por qué no vas a almorzar conmigo?
–Porque Ringo me pasará a buscar.
–Ay, a ella la pasa a buscar Ringo –dijo burlándose –¿Sabés qué? Ahora me voy a almorzar con Patrick, y no te voy a contar nada de que estoy de novia con él....ay, lo dije.
–Eso te pasa por andar tan enamorada. ¿De verdad me decís que sos su novia?

–Bueno, novia novia, no. Estamos saliendo y...¡me encanta! Bueno, me voy –salió del laboratorio dejando la puerta abierta de par en par, mientras se reía.
–¡Cerrá carajo!


******************


Cuando salió del edificio divisó enseguida el auto de Ringo y, sin mirar siquiera, subió.
–Hola Rin...¿John? ¿Qué estás haciendo acá?
–¡Vine a buscarte!
–¿Pero por qué en el auto de Ringo?
–¿Qué tiene que ver el auto?
–Bueno...en eso tenés razón.
John arrancó y a los pocos minutos estaba tomando una autopista de salida de Londres.
–John...tenemos que ir a almorzar a tu casa, ¿adónde vamos?
–A un lugar.
–Ok, pero mirá que a las tres tengo que volver al trabajo.
–Lo lamento, no será posible.
–¿QUÉ? John, te lo suplico, no hagas locuras, yo a esa hora tengo que estar ahí si o si, ¡es mi primer día!
–Pero no estarás, iremos a otro lugar, pasarás la tarde conmigo, te guste o no.
–¡JOHN! ¡ESTÁS LOCO! ¡No puedo faltar!
–Claro que podés.
Lo miró, le estaba hablando seriamente, no en su clásico tono de broma.
–John...
–John, nada. Venís conmigo.
–Pero...no podés obligarme.
–Si te secuestro, si. Mejor dicho, te estoy raptando.


**********************

–¡El que me hizo la broma que hable ahora o calle para siempre! –gritó Ringo entrando a la habitación de Paul, donde también estaba George practicando con la guitarra.
–¿De qué habla? –dijo Paul mirando a George.
–Dejalo...
–Ey, no me traten de loco. ¿Quién hizo desaparecer mi auto? ¡No lo encuentro!
–¿"Perdiste" tu auto? –dijo George sin contener la risa.
–Pensábamos que eras despistado, pero no tanto, hombre...
–Paul, hablo en serio. No está en el garage y las llaves tampoco. Un momento...¿Y John?
–Dijo que salía...¡ahí está! ¡Fue él! –gritó George poniéndose de pie.
–¿Pero para qué se llevaría mi auto? Yo iba a buscar a Eva....ah, ¡eso lo explica todo!


***************
–¡John, volvamos a la ciudad, ya! –gritó Eva –Te estoy hablando en serio ¡no te rías!
–Sos preciosa cuando te enojás.
–Me engañaste, ahora ya sé porqué viniste en el auto de Ringo.
–Si venía en el mío no ibas a aceptar, te ibas a quedar parada esperando a Ringo. En cambio así, caíste como un conejito en la trampa. ¿O debería decir conejita? –enarcó las cejas.
–¡No me causa gracia! ¡Te lo digo de verdad!
-Calmate, sólo es...
–Sólo es ¡nada! Y tampoco me calmo. De verdad, no te entiendo.
–Eva, calmate –dijo ya perdiendo la paciencia.
–¿Por qué hacés esto? ¡Decime porqué!
–¿Te vas a callar?
–¡No! ¡Volvamos, tengo que trabajar!
–¡Te dije que no!
–¿Por qué?
–¡Porque no se me da la gana!
–¡Estás mas loco de lo que creí! ¡¿Por qué mierda hacés esto?!
–¡Porque me revienta que te hayas acostado con todos, menos conmigo!
Se quedó callada, mirándolo casi con bronca, mientras él seguía con la mirada clavada en el asfalto de la ruta.
–Sí que te acostaste conmigo, John.–dijo al fin.

–No como hubiera querido, odio tener que compartirte, quiero tenerte para mí. Y además, seguramente ni te acordarás de eso, todos estábamos muy borrachos.

–Sí que me acuerdo, y no me gustó hacerlo con vos. Debí suponerlo, lo único que te interesa de mi es eso, no querés ser menos, como siempre. ¿Pero sabés qué? Ellos a mi me quieren, yo lo sé, en cambio vos siempre fuiste un misterio, y ahora me doy cuenta, para vos es todo competir.
Al escuchar eso, John salió de la ruta y frenó.
–¿Quién sos vos para decirme eso? –le gritó.

–¿Qué cosa? ¿Qué sos un egoísta o que sos malo en la cama?

John sólo apretó las mandíbulas, ella lo miró con indiferencia y abrió
la portezuela y salió afuera.
–¡Vení para acá! –John la imitó –¿Qué vas a hacer?
–Me voy, como pueda. ¡No me toques! –dijo al ver que él quería tomarla del brazo.
–Eva...perdoname, no quise decir lo que dije...
–Lo dijiste porque lo pensás. John, somos grandes, no nos engañemos. Vos a mi nunca me quisiste, pensabas que era una bruja, que quería fama. Después dejaste de decir eso porque seguiste a tus amigos, pero para vos soy una mujer mas. Pero quiero que sepas que yo no pienso lo mismo de vos, no sos uno mas para mí...te amo, mal que me pese. –se secó con el dedo una lágrima furtiva que se le había escapado–Y es verdad, me querés nada más que para acostarte conmigo y yo no sé porqué te hago caso. Terminemos con esto, llevame al trabajo.
-Eva...yo...no, no sé como decírtelo...–le tomó la cara y le dio el beso mas apasionado que habia dado en su vida. Estaba equivocada, si había creído eso de él era porque no sabía cómo demostrarle que la amaba con locura. Pronto dejaría de estar equivocada, le demostraría que él no era así, al menos no con ella.
-Escuchame una cosa, Eva Victoria –dijo separándose de ella –vos estás muy mal. No quise decírtelo así, pero en cierto modo estoy celoso porque ya estuviste con todos, esto de "compartirte" me come la cabeza, y ya sabes, hago locuras. Pero te amo, loca. Lo que pensaba antes sobre vos, es cosa del pasado. ¿Me entendiste bien?
-Si...–respondió poco convencida.
-¿Me entendiste o no me entendiste?
-Si, ¡ya te dije que si!
-Bueno, no te enojes.
-No estoy enojada.
-Si, lo estás. –dijo sonriéndole travieso.
-Que no, te digo que no...
-No te creo, tonta.
Se abalanzó sobre él y le dio un intenso beso.
-¿Ahora me creés? –John solo sonrió una vez mas. Sabía que el chico le habia hablado desde el corazón, lo veía en sus ojos, y ella no podía resistirse a eso.
-¿Volvemos? Ya se te va a hacer tarde para el trabajo y...
-No.
-¿Eh?
-Que no. Quiero que vayamos a donde me ibas a llevar, señor secuestrador. –subió al auto y John hizo lo mismo.
-Pero...
-Pero nada. Quiero que vayamos –le dio otro intenso beso –Y rápido.
John le sonrió pícaramente y encendió el auto.



Hello girls! Pido perdón porque dije que subiría el miércoles y no subí porque estaba muy ocupada. Espero que les haya gustado el capitulo. Vieron que se cumplen 50 años de Help?Es muy loco, esa peli no parece tener tantos años! La voy a ver esta tarde, en mi casa por supuesto, aunque sería re genial verla en un cine, no?

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