Ojalá que no puedas hacerle el amor cuando duermas con ella.

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Dante festejó cuando el dado le mostró un seis. Contento, hizo avanzar su ficha naranja seis casilleros.

-Ey, ey, no hagas trampa, que caíste en un casillero rojo. Debes retroceder uno.

El chico miró a Eva, molesto, y enfurruñado hizo retroceder su ficha.

-¡Já, mirá! Voy a avanzar cuatro –dijo mirando el dado –de todos modos ya no te alcanzaré.

Anne apareció con una bandeja con tres tazas humeantes y se acercó a la pareja de jugadores, que estaba sentada en el suelo.

-Té caliente, y para vos, leche –señaló a Dante.

-No quiero.

-¿Cómo que no? Vamos, andá a lavarte las manos.

Corriendo, el chico subió las escaleras. Anne se sentó en la alfombra, junto a Eva, y le alcanzó una taza.

-¿Cómo lleva lo de Mark?

-A veces bien, y a veces...mal.

Hacía dos meses que Anne había comenzado una relación con su médico, Mark. Después de muchas dudas e idas y vueltas, al fin se había atrevido a dar ese paso. Mark era un hombre un poco más mayor que ella, también viudo, y sin hijos. Pese a eso, comprendía la situación de Anne, y también la de Dante. El pequeño se había llevado de manera excelente con él mientras pensaba que era un "amigo" de su madre. Cuando le contaron la verdad, no lo tomó muy bien, sobre todo porque estaba influenciado por los comentarios de sus compañeritos de escuela, que le decían que tener padrastro era malo. Por eso, en algunas ocasiones se comportaba mal, como un niño malcriado y salvaje, pero Anne trataba de no reprenderlo para no empeorar las cosas, aunque a ella le dolía mucho y se le cruzaba por la cabeza la idea de dar fin a la relación. Pero otras veces, Dante parecía olvidar quién era Mark y se prestaba a jugar y reír con él. Por suerte, Mark comprendía perfectamente las actitudes de Dante y como médico aseguraba que pasarían conforme el niño se acostumbrara y creciera.

En cuanto a la relación, Anne se sentía muy feliz, al fin había encontrado un hombre que la quería y la respetaba, aunque aún no podía asegurar que lo amaba. Muchas veces, el recuerdo de su esposo le empañaba la felicidad con tristeza. Lo había amado mucho y lo había perdido de repente. Suponía que a Mark le sucedía algo similar.

Cuando salió de la casa, Eva se sentía feliz por su amiga, ya no la veía como a una mujer dulce pero con dejos de tristeza, sino a una joven radiante y llena de esperanza en el futuro. Ella...ella no podía decir lo mismo. Lo que tanto había temido, llegó: ya no había NADA. Todo el fuego que alguna vez hubo, se había apagado tan rápido como se encendió. Y ella continuaba así, resignada. Pero algo seguía ahí, algo seguía matándola de a poco: la duda. La duda que desde un principio la había atormentado: ¿Cuál? A esas alturas, ya era imposible decidirse. Vivir tantas cosas con cada uno de ellos le complicaba la tarea. Se reprocharía por el resto de su vida no haber elegido cuando todo comenzó. Ahora estaba resignada y creía que tenía merecido el sufrimiento que le causaba seguir amándolos cuando ellos, al parecer, ya no. Quizás ellos también estuvieran confundidos...

Una idea horrible le daba vueltas en la cabeza, pero no le quedaba mas remedio que considerarla. Lo mejor era irse, dar por terminado todo antes de que siguieran lastimándose. Pero esa idea le daba mucho miedo.

Envuelta en esa maraña de pensamientos, llegó a la casa sin darse cuenta.

-Hola amor –John le dio un gran beso en la mejilla, pero ella respondió sólo con una mueca. Ese beso era algo muy lejano, aunque quizás sólo fueran ideas suyas.

-¿Te pasa algo?

-No John, nada. Estoy un poco...mareada. Tomaré una aspirina.

Fue casi corriendo hasta la cocina, tomó la aspirina y se sentó en la mesa, pensativa. A lo mejor, el problema era ella. Ni sabía porqué había respondido así al saludo de John.

Una semana después, pudo dilucidar el misterio.

Leía una novela, tirada sobre el sofá, con la radio a su lado. Subió el volumen cuando el locutor anunció un tema de la banda de Patrick. Sonrió, por suerte estaban teniendo éxito, y bastante seguido pasaban sus canciones en la radio. Según le había contado Jenny, el disco se estaba vendiendo bien.

Se pronto, la puerta de calle se abrió y entró Paul. Eva se extrañó de ver la cara de sorpresa de Paul cuando la vio allí sentada. Parecía espantado.

-Hola...ehh...no sabía que estabas acá.

-Mmm...hace como dos horas que estoy. ¿Y vos, dónde estabas? estuviste toda la tarde afuera y los chicos no sabían dónde te habías metido. –paró de hablar cuando notó la cara de preocupación del chico –Ehh...Paul...¿te sentís bien?

Paul no respondió, solo se quitó la chaqueta y se sentó a su lado y ella apagó la radio y cerró el libro. Quiso hacerle una caricia pero quedó estupefacta cuando Paul, con angustia mal disimulada, le apartó la mano.

-¿Q...qué te pasa Paul? –tuvo un presentimiento y comenzó a desesperarse.

-Yo...ehh....ay Eva, no sé qué decirte.

-Decilo y ya, dejá de dar vueltas.

-Es que no sé por dónde empezar.

-Por el principio. Ey, tranquilo, ¿pasó algo grave?

-No, bueno, para mí sí. Bah, qué se yo...

-Te repito, tranquilo. Me estás asustando.

-Está bien, voy a hablar pero es muy complicado y...triste. Pero no estoy dispuesto a mentirte, así que te diré la verdad aunque duela.

Eva tragó saliva. Sentía que el corazón le latía rápido, y que quizás estuviera en sus sienes, ya que sentía allí unas fuertes pulsaciones. Ver el rostro de Paul no la ayudaba, parecía que estaba a punto de romper en llanto, pero trataba de controlarse con mucho esfuerzo, para poder decirle aquello que parecía tan importante.

-Yo...ehh...yo....conocí a alguien. Una chica.

-Lo supuse. –respondió en un suspiro.

-Por favor, dejame terminar. Yo la conocí así, de casualidad y la he visto un par de veces más y...me gusta. Lo siento Eva, te juro que traté de controlarme, pero no puedo. Me gusta y encima...creo que la quiero. Hoy la invité a salir, vengo de esa cita. Sólo charlamos, nada mas, pero noté que a ella le pasa algo conmigo también.

-Es esa tal Linda, ¿no?

Esta vez, el que suspiró fue Paul, y asintió mirando el suelo.

-Sí, es ella. Pero te juro que no ha pasado nada, ni siquiera la he besado.

-Eso no te lo creés ni vos...

-¡Es verdad!

-Por favor, sos Paul McCartney, un gran mujeriego que no desaprovecha oportunidades, ¿me va s a decir que no la besaste? No me hagas reír.

-No me hables así. –Paul pareció ofendido, pero volvió a su anterior estado de preocupación –Creeme, es enserio. No he intentado nada porque considero que sería engañarte y no quiero eso. No te lo merecés.

-Oh que considerado, no me lo merezco pero te vas con ella.

-Eva no me voy con ella, te dije que no intenté nada y tampoco estoy seguro de si a ella le pasa algo conmigo.

-¿Y si ella no te acepta? ¿Volverás acá, no? Seré como un repuesto.

-No, no digas eso...

Lo miró indignada y se puso de pie de un salto.

-Eva, entendeme yo...

-¿Qué querés que entienda? ¿Que ahora te calentaste con otra y me dejás? ¿Eso querés que entienda?

-No, esperá, calmate.

-¡Entendeme vos a mí, Paul! Hace meses que estoy mal, que esto no va ni para atrás ni para adelante, y ahora me caés con esto, con que te gusta otra y obviamente te vas tras ella, como un perro. ¡Bravo! ¡Lo felicito señor McCartney, el conquistador!

Paul también se puso se pie y la tomó de los brazos.

-Basta, calmate.

-¡No me toques! Vamos, andate con ella. Ah no, pará. La que se va soy yo. ¡Estoy cansada de todo esto!

-No, no te vas nada. Te lo suplico, entendeme.

-¡Te dije que no! ¡Y soltame de una vez! –intentó zafarse, pero Paul la tomaba con mas fuerza! –¡Dejame!

-¡Calmate, hablemos bien!

-¡No quiero hablar bien, no hay nada para hablar! ¡Dejame de una vez y andate con tu querida Linda si ya no te importo!

-¡¿Qué querés que haga si no te amo mas?!

De inmediato, Paul se arrepintió de lo que había dicho. Se había prometido no decirle semejante cosa nunca, no causarle ese dolor, pero era lo que sentía, o mejor dicho, lo que ya no sentía. Y en ese momento de enojo, se le había escapado.

-Ya...Genial. –Eva pareció calmarse al escucharlo. –Eso era lo que necesitaba saber. Perfecto, no me querés, se acabó todo. Pero se acabó para vos, para mí no.

-No me creas, lo dije sólo de bronca, yo aún te amo Eva, perdoname, fue horrible lo que te dije.

-Ni te molestes en mentirme. ¿Pero sabés qué? Yo no voy a quedarme sentada y llorando, viendo como una groupie cualquiera te lleva. No, así no me voy a quedar. Vos no me vas a dejar tan fácil, porque yo todavía te amo y voy a hacer cualquier cosa para retenerte. Y si vos no me amás más, no me importa, te vas a quedar conmigo igual,

-Pará, pará, no digas esas cosas...

-Es enserio Paul. Tan fácil no me vas a dejar. A vos y a ella les voy a hacer la vida imposible. A ella y a todas las que se quieran acercar a ustedes. Voy a ser una leona para defender lo que es mío.

-No podés obligarme. Y vos no sos así, no hablás como la Eva de siempre.

-Hace mucho que cambié, y tarde te das cuenta. Me cansé de ser una tonta dominada, ahora voy a ser mala, porque nadie viene y me quita lo que amo.

-No hables como si yo fuera un objeto, y ya te digo, no me podés obligar. Tenés que entender, esto iba a pasar algún día, te lo tenías que imaginar.

-Me lo imaginé, pero ahora voy a luchar. Ya te dije, no te será tan fácil.

-Muy bien. –Paul se puso la chaqueta y la miró, desafiante –Empezá esa "guerra" que pretendés librar. Aunque, en parte, la culpa es tuya por nunca haberte decidido por alguno. Alguien tenía que empezar a cansarse y ese soy yo. Me voy.

-Bien, andá con Linda. Les deseo lo peor. De todo corazón.

Después de pasar una noche tratando de ahogar el llanto, vio amanecer. Comprendió que reaccionar como había reaccionado estaba mal, porque Paul terminaría tomándole odio, y ella quería todo lo contrario. Planeó una estrategia: parecer buena, conforme y tranquila, para después dar el zarpazo.

Una semana después, Paul, con incomodidad, le comunicó que traería a Linda a la casa, para que la conociera. Al parecer, la chica estaba enterada de toda la historia, y quería conocer a esa muchacha tan misteriosa de la que todos aún hablaban.

Eva aceptó mostrando que estaba arrepentida y Paul pareció tranquilizarse. Por la tarde, Eva continuaba con la lectura de su novela, cuando vio por la ventana que llegaba el auto de Paul. Era la hora de ver a su enemiga.

Se arregló el pelo frente a un espejo y se sentó de vuelta. Unos instantes después, se abrió la puerta y pareció Paul con una chica rubia, alta, pero con una belleza que no era nada del otro mundo. Una chica común y corriente. Como ella.

-Eva...–Paul se veía nervioso, nunca una presentación iba a ser más incómoda que esa –Ella es Linda.

-Hola Linda. –trató de forzar una sonrisa, pero no pudo. Lo que había planeado no podía llevarse a cabo, el odio que se había encargado de elaborar en lo mas profundo de ella, le ganaba.

-Hola Eva, me alegro de conocerte.

-No puedo decir lo mismo, pero así es la vida. –volvió a sentarse en el sofá. Vio que Paul, con la mirada, le suplicaba que se comportara, pero no estaba dispuesta a hacerle ese favor.

-Linda, sentate. Iré a preparar té.

Linda asintió, poco convencida, y preocupada. La idea de quedarse a solas con esa otra chica, de la que sabía bastante, pero no tanto como deseaba, la asustaba.

-Así que sos la famosa Linda. –dijo Eva, encendiendo un cigarrillo. –Pues, le hacés honor al nombre, sos linda.

-Gracias....

-No te lo tomes como un cumplido, que es lo menos que haré. Voy a ser directa, no tengo ganas de perder el tiempo en cortesías mal hechas. No te conozco, pero te odio. Y así, cayendo como una paracaidista, no te vas a llevar a Paul. Antes vas a tener que pelear por él. Y te aviso que vas a perder.

Linda sólo miró hacia un costado, no quería que esa otra mujer que parecía llena de odio hacia ella, viera como se le cristalizaban los ojos.

-Con Paul apenas comenzamos, pero él insistió en que me conocieras.

-Mejor, me gusta conocer a mis enemigas. Pero ya te digo, no lo lograrás.

Paul apareció con el té y Eva se puso de pie.

-Me voy.

-Pero...

-No jodas Paul, no pretendas que esto sea una reunión de la asociación de amas de casa. Ya te lo dije una vez, pero te lo repito: la peor de las suertes para ustedes dos.





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