💛 IX

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Aquella misma noche, cuando Camilo llegó de trabajar, percibió el aroma de su hijo. Le pareció extraño porque aún no debería de llegar su celo. Apenas entró a la habitación de ellos, encontró a Priscila sentada en el suelo contra la cama de Daniel, mostrándole fotos desde su celular.

—Bueno, decidíte, ¿pastafrola o una torta?

—Una torta me parece un montón.

—Pastafrola entonces —eligió Priscila—. De membrillo.

—De batata.

—¡De membrillo, dije, mierda!

Su hijo ya estaba acostado, cubierto y con un paño húmedo en la frente. Seguramente Priscila lo estaba atendiendo para que los dolores musculares le fueran más llevaderos.

Al verlo, Priscila se levantó del suelo, fue a saludarlo con un beso en la mejilla y su padre se lo devolvió más tranquilo.

—¿Cómo están, chicos?

—Bien, pa. Nomás que a Dani se le adelantó el celo de nuevo.

Daniel se encogió de hombros y desvió la mirada. Cada vez que se encontraba en esa situación le daba vergüenza que su papá se preocupara tanto. Y como era sabido, este se acercó para inclinarse y medirle la temperatura con el dorso de su mano luego de mover el paño para después reacomodarlo.

—Estoy bien, pa.

—¿Seguro? Si esta medicina nueva está siendo muy fuerte para vos podemos ir a otra clínica.

—Nah, estoy bien. No te preocupes.

—Pa, me voy a poner a cocinar así ya comés. Perdón por no haberlo hecho antes, estaba cuidando a este pendejo.

Daniel rodó los ojos, no tenía mucha energía para replicarle a su hermana.

—Gracias, mi reina —Camilo le sonrió a la mayor y, cuando esta salió, volvió su atención hacia el muchacho—. Dani... Es la segunda vez que te agarra así... ¿Seguro que nadie te está molestando allá? Yo sé que en las universidades estudian muchos alfas, así que el ambiente por ahí...

El joven hizo el esfuerzo de sentarse en la cama y tomar el paño caído en su mano, así le quedaba mejor charlar con su padre.

—Nadie me molesta, pa. De verdad te digo, vos sabés por qué es...

—Claro, pero hace mucho que no te era irregular —Camilo estaba inquieto, quería tocar el tema, pero temía molestar a su hijo. Aun así debía hacerlo—. Ese amigo nuevo que te hiciste, el alfa. ¿Es de verdad tu amigo o te está persiguiendo?

—¿Qué? —Daniel se sintió algo fastidiado con esa pregunta—. Ya te dije que nomás es mi amigo, no pasa nada con él. Además él... Bueno, él fue quien me ayudó cuando me vino el celo, me llevó hasta un...

Camilo se espantó de pronto y su cara lo demostró.

—¿¡Cómo que te ayudó un alfa!? ¿No te hizo nada? Decíme si te obligo a hacer algo.

—¡No, papá, ya te lo dije! Él es re buena persona. No es cualquier pelotudo —Daniel frunció el ceño, se notaba que estaba irritándose—. Me llevó a un remanso de esos que hay por la zona de la facu. Y encima después vinieron Milo y Nahu para buscarme y traerme hasta acá, preguntále a Milo si querés. No me hizo nada.

El omega mayor se mantuvo en silencio. Le afligía su comportamiento, pero era inevitable cuando veía tan vulnerable a su hijo.

—Perdón, Dani. Ya sé que no lo conozco, pero no es la primera vez que queda tanto el aroma de ese chico en tu ropa. Por eso pensé que estaba siendo insistente y se quiso propasar.

Para eso, Daniel tenía pocas excusas y solo terminó ocultando su abochornada cara entre sus manos.

—Ugh... Nomás le pedí que me abrace, no me hizo nada. No me haría nada, te lo prometo —aclaró Daniel quedando cabizbajo.

Su padre suspiró de alivio y acercó su mano al cabello teñido de su hijo para acariciarlo.

—Te creo, está bien. Igualmente sabés que podés contarme cualquier cosa, ¿eh? No te olvides que siempre voy a estar para vos.

Al oír eso, Daniel bajó la guardia. Vio de soslayo la pequeña sonrisa del hombre que entregó su vida para cuidar a sus hijos mellizos contra la soledad y las carencias; el hombre que se culpó miles de veces el no tener a su lado otro padre para la crianza y el que a sí mismo se llamaba mal padre por no poder proteger a su hijo menor de la vida. Incluso, Daniel estaba seguro de que a Camilo le martirizaba hallar los rasgos faciales de ese alfa maldito en los rostros de sus dos hijos omegas. Tan parecidos que eran a esa foto llena de humedad y tiempo, donde se notaba que Camilo sonreía como nunca más pudo al lado de un tipo que amó demasiado.

Siempre que recordaba eso, Daniel se juraba a sí mismo no volver a darle motivos a Camilo para llorar hasta dormir.

Sí, su nuevo amigo era un alfa, de esa clase que estuvo evitando todos estos años de abstinencia, pero creía que si podía abrirse nuevamente al mundo, lo superaría. Sería el orgullo de Camilo y este ya no tendría que vivir velando y sufriendo para que Daniel solo se enfocara en estudiar y que ningún celo lo agarrase desprevenido..

Él, actualmente, a pesar de ser un adulto, no dejaba de sentirse un niño débil siendo cuidado por su padre y por su hermana mayor.

—Gracias, pa... Te voy a contar todo. Así que no te preocupes —murmuró tímido, pero claro—. Aparte, si queda el olor de Enrique en mi ropa, es porque él también es sensible. Bah, él por naturaleza.

Camilo se sorprendió, por fin Daniel se abrió un poco más en este asunto.

—Ah, es emotivo. Entiendo —Camilo sonrió—. Así que se llama Enrique.

—Seh, creo que no les dije el nombre hasta el momento.

—¿Y ya tenés la confianza de decirle por el diminutivo?

—¿Tiene diminutivo?

Su padre rio y asintió con la cabeza.

—Que yo sepa, a los Enrique se les dice Quique.

De pronto, Daniel infló sus mejillas aguantando una risa.

—Ahora le voy a decir así entonces. Gracias, pa —De alguna forma, el apodo se oía chistoso.

—De nada, mandále saludos de mi parte a Quique la próxima vez. Decíle que estoy agradecido de que te haya ayudado.

—Dale —Su humor mejoró.

Pronto la puerta de la habitación fue golpeada, Camilo se enderezó.

—¿Sí?

—Tío, soy yo.

—¿Quién «yo»? —preguntó Camilo risueño yendo a abrir la puerta.

Gonzalo estaba sonriendo por el chiste. Pero al ver de reojo a Daniel, su expresión cambió a una de incertidumbre.

—Te enfermaste rápido de nuevo —dijo a su dirección.

Daniel se mantuvo serio. Pocas veces Gonzalo le dirigía la palabra, pero se mostraba algo más dócil cuando del periodo de los omegas de la casa se trataba.

—No estoy enfermo —farfulló Daniel.

—Bueno, eso, te vino rápido —Gonzálo desvió la mirada como si hubiera terminado de decir su diálogo por compromiso hacia su primo.

El omega menor simplemente se acostó de nuevo de cara a la pared.

—Son las nuevas medicinas, son fuertes, pero le afectan la regularidad. Por eso tenemos que ayudarlo bastante más ahora hasta que se acostumbre.

—Mmm... —Gonzalo asintió con la cabeza—, claro, ojalá se acostumbre de una vez, así podemos ayudar todos en la casa.

Cuando Daniel oyó eso, fingió simplemente desinterés y se mantuvo en su lugar. Oh, pero por supuesto que sabía con qué intención se había hecho. Menos mal que estaba Camilo, no iba reaccionar frente a su padre. Pero ya era obvio que Gonzalo solo hablaba para sacarlo de sus casillas. Con su sensibilidad hormonal tan desordenada, no le parecería raro si un día simplemente se terminaba cansando del indescifrable rechazo que este tipo tenía con él.

—Bueno, eso es algo a lo que se le tiene que tener paciencia, ya no depende de Dani, sino de su organismo omega —comentó Camilo, como su sobrino era beta pensaba que había cosas que le costaría comprender.

—Cierto. Perdón —Gonzalo tuvo que ocultar su gesto de regañado y decidió retomar el tema por el que vino—. Ah, tío, te llamaba porque quería que vieras cómo planeé hacer la ampliación para arriba, vamos a tomar unos mates mientras te cuento. Estuve viendo precios en el corralón también.

—Ah, sí. Dale, vamos —El omega mayor pasó hacia su lado del cuarto para dejar la mochila de trabajo y salió tras Gonzalo hacia el comedor-cocina—. Dani, descansa, después te alcanzo la comida.

—Gracias —susurró Daniel haciéndose el somnoliento solo para que el otro tipo molesto se fuera lo más pronto posible de allí.

La mirada de Enrique brillaba al oír la voz animada de su padre en el celular diciéndole lo mucho que le quería y que lo extrañaba, pero que aun así quería que se siga esforzando en los estudios.

Enrique era el orgulloso hijo alfa de una familia de pueblito, él único que tenía curiosidad por salir de viaje, conocer gente y estudiar con tanta pasión una carrera profesional. Por supuesto era apoyado por sus hermanos y padres, pero en esta ocasión estando tan lejos, sentía mucha nostalgia.

Su papá omega lo llamaba con el cariñoso nombre de «Quiquito», y este alfa se sentía pequeñito de nuevo.

—¿Sabes, Quiquito? La Lucita me ha contado que conociste a alguien, me dijo que es omega y yo, ay, ¿por qué a mí me cuentan los chismes tan tarde? ¿Es algún noviecito?

Enrique quería enterrar su enrojecida cara tres metros bajo tierra. ¡Ahora incluso hasta su padre postrado sabía de Daniel!

—¡Esa enana huerca chismosa! ¡No le voy a contar más nada!

—Pues, Quiquito —el hombre del otro lado de la línea rio—. Ya toda la familia sabe de la novela. ¿Y hace cuanto están saliendo?

—¡No es mi novio, papá!

—¡Pero el Quiquín sí quiere! —un grito femenino lejano se hizo oír.

—¡Las vas a pagar, bocona!

—Mijo, no grites tanto. A los omegas no nos gusta que nos hablen alto —regañó de broma—. Tienes que hablarle bonito, Quiquito.

—Perdón, papá —El alfa estaba a punto de sollozar.

Definitivamente ahora no le podía contar a Luz del mensaje que Daniel le había mandado pidiendo que salieran pronto. Ya que su familia seguía el chisme como si fueran capítulos de «Las Aventuras de Enrique», y estos podrían malinterpretar la serie.

N/A: Holii, se suponía que tenía que estar estudiando y no escribir este cap porque sería más largo, pero extrañaba mucho a mis nenes, así que ni modo, al menos dejé el resto del cap para la próxima.

¿Cómo van? Espero que anden bien. Yo sigo en la misma, pero hacer cosas de estos niños me levanta el ánimo :¨).

¿Qué les pareció el cap? Es cortito, pero quería que se viera un poco más del circulo familiar de los pipis. Gonzalo siendo un forro, y ahora la familia de Quique sabe de Dani y están atentos a las novedades (?) Les leo.

¡Ah, cierto! ¿Cómo pasaron sus fiestas?

En fin, les mando un abrazo, les quiero <3


Dan

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