Salida

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3 meses en la isla.

Marina camina por la playa dando pequeños saltos de alegría. Está muy feliz porque tiene esperanza de que si podrá salir de la isla gracias a la canoa. La canoa esta rota y le hacen falta un par de remos, pero todo lo demás esta bien. Y justo ahora esta en busca de materiales que le pueden servir para arreglar la canoa.

Llega en donde hizo esculturas con la basura y busca entre ellas algo que le pueda servir.

Desde lo lejos las aves la observaban preguntándose que hacía. Marina era algo relevante para ellos ya que no pasa mucho en la isla. No desde que los hombres que llegaron a la isla hace un par de años y que nunca se fueron. Algunas aves recuerdan la última vez que los vieron, sólo uno de ellos les agradaban siempre tenía un cuaderno listo para escribir o dibujar. Él fue quién les enseño a hablar a algunas aves.
Una bestia devoró a un par de los hombres los cuales eran crueles con los animales que habitaban la isla, gritos se escucharon esa noche.

Las aves se pusieron demasiado triste al no volver a ver al gentil hombre de nuevo.

Marina al final toma barias botellas de plástico y un gran pedazo de una tabla de surf.

Vuelve a la cueva junto con las cosas recolectadas. Llega hacia la canoa y empieza a averiguar como arreglar el gran agujero.

Empieza en llevar a la canoa a la arena y después de unos minutos empieza en poner el pedazo de una tabla de surf tapando el agujero, luego pone lodo sobre él y espera que se seque para comprobar si queda duro y si es duradero. Hizo una pausa para comer e ir por palos o troncos para hacerlos un par de remos.

Ya teniendo los troncos de árboles—Los cuales Marina se disculpó con ellos por cortarlos y que era por una buena causa—se puso a pensar en como iba hacer los remos.

Fue a la casita y busco por todos lados. Entre libros y debajo de hojas y ramas.

—¿Qué buscas?—le preguntó el perico.

—Tal vez a mi—respondió la guacamaya—¡Aquí estoy!

—Estoy buscando algo filoso—contestó Marina ante la pregunta del perico.

—Mi pico es filoso—dijo la guacamaya.

Marina pensó por un segundo que sería buena idea, imaginó como usaría a la guacamaya como herramienta así que lo tomo como opción si no había de otra.

Sigue buscando, pero lo único que encuentra como opción es un tenedor y un cuchillo oxidado. Marina toma el cuchillo con cuidado y lo envuelve en una hoja.

Marina toma el tenedor y le queda mirando fijamente por unos segundos. Luego se lo lleva a su cabello y empieza a desenredarlo.

🌊🌊🌊

Marina continúa arreglando la canoa en la cueva, se encuentra tranquilo en el sitio mientras Marina tararea una canción.

La gaviota se encuentra a su lado y ambas levantan la vista cuando sienten la presencia de alguien. Marina se esconde en la canoa y toma a la gaviota junto con ella.

Se escuchan fuertes pisadas.
La respiración de Marina se agitó y la piel se le erizó.

Cuando Marina escucha las pisadas más lejos asoma la cabeza para observar de quién se trataba, pero ya no había nadie.

Marina sacó la conclusión de que tal vez era la bestia de ojos rojos.

Después de unas horas Marina empieza a hacer los remos. Hizo dos tablas no tan delgadas con ayuda de conchas y el cuchillo oxidado—el cual no fue de gran ayuda—los palos largos les hizo una pequeña abertura en la punta para ahí colocar las tablas.

🌊🌊🌊

Marina se encontraba comiendo mango mientras platicaba con la gaviota.

—Y así termine aquí. Bueno eso creo—termina de contar Marina su historia.

—Eres muy bueno escuchando—le hizo saber Marina a la gaviota—Sabes las aves son buena compañía. De hecho eres la cuarta ave con que convivo en esta isla, de niña tenía un perico de mascota. Lo extraño mucho, extraño bailar con él, pasear, hablar y cantar.

La gaviota mira a Marina con curiosidad.

Marina sacude la cabeza alejando la tristeza de ella.

—¿Quieres?—Le extiende su mango a la gaviota. Sin pensarlo dos veces la gaviota acepta.

Marina escucha un fuerte ruido y lo reconoce de inmediato. Era un barco.
Se pone de pie rápidamente y corre hacia la playa. Llega hacia la gran pila de ramas y hojas de plana secas, Marina toma dos piedras y empieza a flotarlas entre sí rápido para que se caliente y así obtener chispas para generar el fuego.

Mientras Marina frotas ambas piedras observa hacia el mar, buscando el barco.

Las primeras chispas se hicieron presentes y con esas son suficientes para generar fuego. Marina cubre con ambas manos el pequeño fuego para que el viento no lo apague, sopla con poco para que fuego crezca. En par de minutos el fuego arde en todo el montón de ramas secas.

Marina subió a las rocas gigantes donde las olas se rompen, busca señales del barco.

—¿Y si sólo lo imaginé?

Pronuncia en un susurro.

Tomó asiento en las rocas y ahí quedo hasta el atardecer.

Lágrimas salieron de los ojos del color del océano mientras observaba como el sol se metía. Se limpió las lágrimas que tenía en las mejillas y se puso de pie.

El fuego ya se había apagado con el viento.

La esperanza de Marina aún seguía en su corazón, aun tenía el bote/canoa. Ya tenía todo listo, el bote arreglado, los remos y comida.

Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de Marina.

Había una salida.

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