Sugar mommy: Dónde vayas.

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La nieve caía sin detenerse, cubriendo las calles de la cuidad con un frio manto blanco. Algo dentro de él no quería llorar, pero todo se encontraba roto. El peor momento de su vida y podría jurar que estaba a punto de hacer una locura. El único pilar en su vida se había marchado, la única persona que sacrifico cuanto era para que él pudiera aspirar a algo mejor.

No la veía en persona desde hace algunos años, pero es que el trabajo de su hermana mayor la mantenía alejada. Su contacto se limitaba a algunos mensajes de texto al día, o a veces semanas de incomunicación interrumpidas por una llamada por video chat de algunos minutos.

Para el castaño de ojos carmesíes como la sangre, su hermana representaba la única esperanza que tenía. Levanto su mirada al cielo, observando la vorágine de copos que bajaban. Aquella mañana tuvo que hacer oficial sus miedos luego de una llamada de un agente de policía.

Flash Back

El estridente sonido del teléfono alámbrico, perturbo la tranquila mañana de viernes del castaño. Se encontraba separando su ropa sucia por colores, para ir a la lavandería. Con fastidio se dirigió hasta el ruidoso armatoste, que raramente sonaba. Usualmente sus conocidos preferían llamarlo a su celular que, aunque decrepito, se movía con él a todas partes y aun soportaba las aplicaciones esenciales.

-¿Alo? –contesto.

-¿Okita Sougo? –preguntaron al otro lado.

-Él al habla ¿Quién es?

-Le hablamos del departamento de policía de Edo, lamentamos molestarle, pero necesitamos que se acerque a la comisaria, queremos realizarle algunas preguntas.

-¿Sobre qué? –cuestiono extrañado.

-Aquí le explicaremos con mayor detalle, por favor acérquese lo más pronto posible.

Una acidez repentina se instaló en el estómago del castaño. Sin prestar atención de su apariencia corrió por el estrecho departamento tipo estudio, comprobó llevar su billetera y llaves, al salir tomo una campera para protegerse del frio de inicios de invierno. Como alma que lleva el diablo salió de su edificio, apenas espero por unos minutos el autobús, cuando sus nervios lo impulsaron a correr hasta la comisaria.

Agitado atravesó las puertas de cristal, con la respiración aun irregular, indico a la secretaria su nombre e inmediatamente ella lo condujo a una oficina, ofreciéndole una taza de café antes de salir. Las manos le temblaban lo suficiente para no poder llevar con regularidad la taza a sus labios, a pesar de desear darle un trago, por la falta de desayuno en su estómago.

Un hombre de cabellos negros como la noche entro a la oficina y se sentó tras el escritorio.

-Buen día, Okita Sougo, lamento… -empezó a hablar el hombre.

-Vaya al punto. ¿Qué era lo que no podía decirme por teléfono? –interrumpió el castaño.

-Otro departamento de policía contacto con nosotros, encontraron un cadáver. Y por las pertenencias de esa persona dimos contigo, necesitamos que la identifiques.

-¿La? ¿Está diciéndome que puede ser mi hermana?

-Sí, es una posibilidad, pero queremos estar seguros –hablo extendiendo unas fotos al castaño.

Aun sin maquillaje y con los ojos cerrados, los labios morados y la palidez en su rostro, era indiscutible. Era Mitsuba. Abatido bajo la cabeza y asintió levemente.

-Lo siento, Sougo. Pero necesitamos que digas en voz alta tu percepción.

-Sí, es mi hermana, Okita Mitsuba. La ‘S’, el tatuaje de su tobillo, era por mi nombre –confeso con la voz quebrada.

-De verdad lo lamento.

-Hay más ¿Verdad? ¡Dígamelo! –exigió el castaño.

-La evidencia indica que esto fue un asesinato. El otro departamento lo está investigando como tal.

-¿Cómo?

-La apuñalaron múltiples veces en el tórax –informo.

-Me largo… -murmuro.

-Sougo, una cosa más. Al parecer este será un caso difícil… Pero, se paciente. Hallaran al culpable.

-Gracias. Aunque no lograran hallar a mi hermana viva, señor…

-Hijikata… -respondió a la pregunta no formulada.

Fin del flash back.

Al salir de la comisaria, Sougo corrió todo lo que dieron sus piernas, tratando de escapar de la realidad, contuvo las lágrimas hasta que sus ojos se tornaron tan rojos que parecía drogado, alejando a las personas con su imagen. Se cansó y derrumbó en una banca de un solitario parque, donde había permanecido hasta ese instante.

Un suspiro se escapó de sus pulmones, el frio comenzaba a calar en sus huesos, causándole dolor articular. La tristeza abandono sus facciones, e impulsado por una nueva sensación se levantó, para tomar rumbo a su departamento, contactaría a los oficiales a cargo de la investigación y colaboraría lo necesario hasta ver al culpable pudriéndose en la cárcel. Ignorando por completo al auto rojo estacionado en la acera de en frente, que se mantuvo allí durante todo el tiempo que el castaño estuvo sentado en la banca.

-Vámonos –indico una voz femenina dentro del auto y de inmediato se deslizo por las calles desapareciendo de aquel vecindario.

Había pasado un mes desde la terrible noticia. Y la policía no había dado con ningún sospechoso del crimen de Mitsuba, Sougo constantemente gastaba de sus pocos ahorros para viajar hasta la comisaria donde investigaban el crimen contra ella, logrando que su estabilidad financiera cayera, hasta el punto de verse obligado a buscar empleo, pero sus recientes problemas no le dejaban concentrarse en esa tarea tan frugal. Incluso había abandonado sus clases en la universidad.

Su mundo había colapsado, apenas dos semanas después tenía a su arrendador golpeando como loco su puerta y llamándolo varias veces al día, para que se pusiera al corriente con la mensualidad de su departamento, pero era pagarlo o comer a esas alturas. Si no se presentaba pronto a clases podía dar por perdido su semestre, además de que con sus ausencias era casi seguro que no mantendría el promedio necesario para su beca de estudios. Y se negaba a andar contando la historia de su desgracia para inspirar pena en los demás.

Desde la muerte de sus padres a una tierna edad de 10 años, su hermana se hizo cargo de él. Ella con apenas 15 logro tramitar un permiso especial para poder trabajar en restaurantes como camarera, así se permitieron seguir subsistiendo, ya que no eran beneficiarios de ninguna herencia y tampoco fueron ayudados por ningún familiar. Vendieron cuanto pudieron y perdieron la casa pagando los gastos del funeral. Al final se acomodaron en un estrecho departamento y avanzaban día con día.

Hace cinco años, su hermana consiguió un empleo de acompañante. Como solo ofrecía su compañía como servicio, sus clientes eran pocos en la agencia para ‘Scorts’, todos esos viejos asquerosos solo deseaban llevarse a su hermana a la cama, pero ella jamás vendió su integridad. Recurrió a ese empleo para poder pagar la costosa colegiatura de Sougo, además de que era un empleo con pocas perdidas, pero demandaba demasiado tiempo, lo que distancio bastante a los hermanos, llevándolos a vivir en ciudades diferentes. Y ese era el trabajo que Mitsuba desempeñaba cuando fue hallada muerta en su habitación de hotel.

Todos dijeron al castaño, que estaban de manos atadas. La agencia empleadora de su hermana, no dio nombres de sus clientes y procesar una demanda para acreditar la ‘agencia’ como prostíbulo para coaccionarles a entregar la información, tomaría mucho tiempo y dinero, del cual Sougo carecía completamente. El caso se enfriaba y parecía que el castaño iba a perder todo lo que su hermana se esforzó por años.

Irritado comenzó a halar sus cabellos, sentado en la misma banca en la cual paso horas cuando fue avisado de la muerte de Mitsuba. Un rugido de su estómago desvió su hilo de pensamientos al escaso contenido de su nevera, lo que le llevo a pensar al poco dinero en su cuenta y a su fastidioso casero. Una sensación tibia contra su muslo le distrajo y volteo en esa dirección, encontrándose acompañado en la banca por una despampanante pelirroja que vestía un elegante abrigo blanco con detalles azules.

-Puedes comerlo, si quieres. Mi cita no vendrá y no son cosas de mi gusto, sería un desperdicio botarlos –comento.

-Disculpe, señorita pero ¿Qué le hace pensar que yo…? –siendo interrumpido.

-Tu estomago lleva rugiendo unos 5 minutos. Cómelo

-Yo… -intento refutar pero los desafiantes ojos azules de la pelirroja no aceptaban replicas.

El castaño abrió la bolsa de papel, encontrándose con un vaso de poliéstireno y una envoltura de lo que parecía ser una hamburguesa doble. Aun con sus reservas, el castaño dio un trago al vaso, deleitándose con el sabor del café amargo con solo un poco de leche, justo como a él le gustaba. Se sintió cálido y en confianza por un segundo, bajo su guardia sin darse cuenta, mordió la hamburguesa con avidez y trago, miraba los copos de nieve cuando de nuevo la mujer hablo.

-Y dime… Okita Sougo ¿Qué tanto deseas tu venganza?

Sougo quedo de piedra ante esa pregunta, aunado a ello ¿Cómo aquella extraña sabia su nombre?

-Puedo saber lo que quiera, cuando quiera y de quien quiera –respondió a la pregunta no dicha- Se todo lo que superficialmente puedo saber, tus estudios, el dinero que posees en tu escueta cuenta de banco, tu hermana… Lo que no sé y me interesa es… ¿Cuánto deseas vengarte? ¿Cuánto deseas poder tener en tus manos al que mato a tu hermana y hacer justicia? Ya que la inútil policía parece no poder hacer nada.

-Y-yo, n-no sé… -tartamudeo atónito.

-No intentes engañarme. Ese día, vi en tus ojos un fuego que amenazaba con quemar todo a tu alrededor, sé que quieres destruir este pútrido mundo si pudieras. Y yo puedo poner en tus manos lo que quieres, solo debes aceptar venir conmigo.

-Todo en este mundo tiene un precio –menciono estoico con la bolsa a un lado de su cuerpo.

-Y por ello me agradas –comento muy cerca de la oreja masculina.

-¿Disculpe? –pregunto confundido.

-Volveré a buscarte cuando veas el precipicio más cercano –dijo levantándose de la banca y parándose frente al castaño- Cuando sé que aceptaras mi propuesta –deposito un ligero beso en los labios masculinos y se encamino a la salida del parque donde un vehículo de vidrios ahumados la esperaba- Por cierto, me llamo Kagura –dijo antes de desaparecer.

Quince días luego, allí estaba nuevamente Sougo, en aquella banca del parque. Con la nevera vacía, sin siquiera un limón duro, la cuenta bancaria en ceros, la policía dando por estancada la investigación del homicidio de su hermana y con un aviso de desalojo en su mano. Estaba por caer al precipicio. Pasaron dos horas y para ser honestos, Sougo no tenía la menor idea de porque continuaba allí, en un principio sus pies lo condujeron allí por inercia, era como su lugar de las penas, pero ¿Permanecer allí? Ni idea. El castaño sacudió fuertemente su cabeza al pasar por su cabeza la idea de estar esperando a la pelirroja acosadora.

-Debo estar a punto de volverme loco. Esa mujer seguro era una charlatana sin nada que hacer –hablo consigo mismo viendo los arboles desnudos y cubiertos de blanco.

Arrastro los pies hasta su departamento, se ducho rápidamente con agua helada, ya que su casero corto la calefacción como medida de coacción para hacerlo pagar la renta. Se envolvió en el nido de mantas que tenía en su cama para contrarrestar el frio, y se propuso salir mañana a conseguir un empleo costara lo que costara.

El día siguiente, fue igual de asqueroso. Dio su mundo por hundido. La búsqueda de empleo fue infructuosa, por el momento, dejo varios curriculum en algunos restaurantes, esperando que lo llamaran antes de morir por inanición. Su estómago rugía con fuerza atravesó con rabia la puerta de su departamento y casi se arrancaba a tirones la camisa, la rabia le estaba haciendo sentir acalorado, abrió de sopetón la puerta de su alcoba con la camisa totalmente abierta. Solo para encontrarse a la pelirroja desconocida muy campante y sonriente sentada en su cama.

-¿Qué tal luce la caída libre? –pregunto con una amplia sonrisa.

-¡Qué diablos! –exclamo el castaño.

-Te dije que regresaría cuando estuvieras al borde del precipicio ¿Pensaste que volvería a aparecer en ese parque ayer? ¿Has pensado en mi propuesta?

-¡Estas demente! ¿Cómo entraste aquí?

-Tu casero es muy buena persona, pero un tonto sin remedio. Bien te dejo alistarte, la cena llegara en 15 minutos, no tardes.

Sougo se internó a la ducha, el agua caliente relajo sus músculos. Algo había hecho aquella mujer para que su casero reconectara la calefacción. Pero no era hora de darle vueltas a eso, necesitaba saber cuáles eran las intenciones de esa terrorista. Cuando salió de la ducha se colocó un conjunto de pantalones deportivos y chándal negro, con una camiseta blanca abajo. La pelirroja se encontraba moviéndose por la cocina sacando platos y vasos de las alacenas con tranquilidad, el castaño se dio el tiempo de admirar las anchas caderas, largas piernas en una falda de tubo, la estrecha cintura y largo cabello como un rio de lava. Para disgusto del ojicarmesi una presión se instaló en sus pantalones, tras su descarado escaneo.

-Ven sírvete –llamo la pelirroja señalando una casa de pizza mientras ella llenaba los vasos con Coca-Cola.

-Te seguiré el juego un rato –acepto entre suspiros.

Ambos se sentaron a la mesa plegable, para disfrutar sus alimentos. Kagura parloteaba preguntas al azar, que Sougo elegía contestar con su silencio.

-¿No se suponía que sabias todo de mí? –refuto.

-¿Quieres tu saber algo de mí? ¿O prefieres seguir jugando al mimo? –rebatió Kagura.

-Bien, tu nombre completo… ¿Cuál es?

-Kagura Yato y antes de que lo preguntes tengo 28.

-¡Qué! Me llevas 10 años… -exclamo Sougo atragantándose un poco con el refresco.

-¿Luzco mayor? –pregunto con una ceja alzada.

-Más bien, todo lo contrario.

-¡Que tierno eres! –exclamo sonrojada.

-¡No soy tierno!

-¿Sexy, te parece mejor? –propuso en tono coqueto.

El castaño volvió a su mutismo, ambos terminaron de comer y Kagura se encargó de lavar los platos, mientras el ojicarmesi leía uno de sus libros de economía.

-Bien, hora de dormir –hablo Kagura para sí misma e ir directo a la habitación.

-¡Qué! –grito siguiéndola hasta su habitación.

Cuando el castaño entro la encontró desabotonándose la blusa dejando a la vista un trozo de encaje negro.

-¿En qué diablos piensas? ¡Desnudarte en la habitación de un hombre desconocido! ¡Estas demente!

-Sougo… -llamo mientras se sacaba por completo la blusa- Tu jamás lograrías hacerme algo que yo no desee –dijo segura mientras bajaba el cierre de su falda y la dejaba caer al suelo, quedando en un conjunto de lencería negro con medias a medio muslo y ligas.

Kagura tomo la mano derecha del más joven, lo halo con ella hasta la cama, delicadamente ella le quito la chamarra y la lanzo a alguna parte de la ordenada habitación. Se acomodó en la cama y subió una de sus piernas sobre la cadera masculina, dejando el calor de su sexo junto al muslo masculino.

-¡Diablos! ¡Esto es una locura! ¡Salte de encima! –grito mientras forcejeaba con Kagura pero esta había entrado en un inmediato sueño profundo. Se dio por vencido, dejándose llevar por aquel ambiente cálido, del cual llevaba semanas sin disfrutar.

Eran casi las dos de la madrugada cuando el castaño comenzó a sentir demasiado movimiento en la cama, abrió sus ojos con lentitud encontrándose con la pelirroja removiéndose inquieta. Dejo escapar un suspiro de derrota. Deseaba que al despertar todo fuera una pesadilla, una ridícula y absurda pesadilla. Kagura seguía removiéndose junto a él, noto que tenía la piel más caliente de lo que recordaba al quedarse dormido.

-Ahh –gimió la pelirroja.

Los ojos rojos de desorbitaron de sus cuencas, la muy descarada estaba teniendo algún tipo de sueño erótico y se estaba frotando contra él. La piel rojiza de las mejillas femeninas, y los demás rubores en las zonas erógenas de la pelirroja lograron que su erección vespertina se hiciera más prominente. Los ojos azules de la fémina se abrieron levemente.

-¡Hasta que despiertas!

Kagura tomo una de las manos del castaño y la llevo hasta su seno derecho, apretando el agarre por acción de ella misma. Sougo estaba por quitar la mano pero la expresión excitada en Kagura le hizo tragar grueso.

-Tócame… –rogo la ojiazul.

Sougo la miro mudo durante un segundo, pero aquella suplica sacudió la erección en sus pantalones.

-Hazme tuya, por favor –pidió.

-Más te vale que no me vengas en la mañana que te viole –dijo poniéndose sobre ella.

El castaño separo las piernas femeninas con una de sus rodillas y casi sintió una carcajada surgir de su garganta al ver como la pelirroja frotaba su entrepierna contra su rotula. Con presteza, llevo su diestra tras la espalda de Kagura para soltar el brasier, exponiendo los voluptuosos senos, con las cumbres rosadas erectas. Ni lento ni perezoso pego su boca a uno de los botones y torturo con los dedos el otro. Sougo se separó del pecho femenino y bajo su mano hasta el sexo de ella, apenas rozo con sus dedos la piel caliente y húmeda sobre la tela, y un potente gemido escapo de los rosados labios.

-Continua –rogo volviendo a apresar los labios del castaño en un intenso beso.

El ojicarmesi se sacó la camiseta y luego despojo a Kagura de la diminuta tanga de encaje. Llevo su cara a la entrada de la fémina dando una larga lamida de abajo arriba. Sorbió con fuerza el botoncito de terminaciones nerviosas y las piernas de ella temblaron fuertemente sobre sus hombros.

Bebió del elixir de la liberación femenina, Kagura grito el nombre de su acompañante, amentando la locura del castaño. Sougo se incorporó y extendió su cuerpo hasta una cajonera, saco de allí y condón, se lo puso con rapidez. Antes de entrar en ella, conecto sus ojos como rubíes contra los zafiros contrarios, y entro de una estocada. Las piernas femeninas temblaban alrededor de su cadera, el rose de las medias contra su espalda y del liguero con sus pulgares, aumentaron su libido y ansiedad. Potencio las embestidas alentado por los suspiros de ella.

La pelirroja llevo sus manos a los cabellos castaños y acaricio con las uñas el cuero cabelludo, bajo por la nuca hasta los hombros. Estaba cerca de su segundo orgasmo, pero contuvo su liberación apretando la presión de sus uñas contra la espalda masculina. Kagura quiso prolongar el acto y tumbo al joven contra la cama. Subiéndose sobre la cadera masculina, condujo el erecto miembro a su entrada y lo hundió dentro de sí. Inicio un vaivén de cadera lento y sensual, los gemidos guturales del hombre bajo ella, le señalo que le gustaba su acto. Tomo ambas manos masculinas y las llevo hasta sus senos, indicándole que jugara con ellos. La fricción fue tan estimulante que a los pocos minutos la pareja alcanzo el orgasmo juntos.

Kagura se separó de la cadera masculina, dejando escapar un suspiro en cuanto el miembro masculino abandono su interior. Con una sonrisa, la pelirroja observo como el castaño se levantaba de la cama con el trasero al aire, para deshacerse del preservativo en el basurero del baño. Sougo volvió a la cama y Kagura se acomodó en su pecho aun sin vestirse.

-Descansa unas horas más, mañana tienes clases –dijo Kagura con una sonrisa, luego deposito un beso en la mejilla de su acompañante.

Para el castaño, aquel comentario fue totalmente inesperado, pero no tenía ganas de discutir por lo que restaba de madrugada. Eran las ocho de la mañana cuando el estridente sonido de su teléfono alámbrico sonó, despertando al castaño. Confundido, volteo a ambos lados de la cama, encontrándose solo, Kagura no estaba. Quería desentrañar el misterio de la desaparición de la pelirroja, pero el sonido apremiante del fastidioso armatoste lo impulso a levantarse, desnudo y con una erección matutina.

-Buenos días… -dijo al tener el auricular en la oreja.

-¿Sougo Okita? –dijo una voz femenina al otro lado.

-Él habla.

-Hablo de parte de la oficina del decano Vera del departamento de administración de la Universidad Edogawa. El decano quiere concertar una cita con usted, lo más pronto posible ¿Podría ser hoy? –cuestiono la voz.

-¡Sí, seguro! –respondió por inercia.

-¿Le parece bien a las 10 de hoy?

-Sí.

-Muy bien, le rogamos puntualidad.

-Por supuesto –murmuro para luego colgar- ¡Diablos! –exclamo corriendo a su habitación.

El castaño se dio una ducha rápida, se vistió con lo más discente que encontró en su escueto armario y se colgó su mochila de la universidad que estaba tirada en un rincón. Busco las llaves sobre la mesa plegable, encontrándose con 10.000 yenes en efectivo, junto a una nota con una caligrafía bastante bonita: “Que te vaya bien en la universidad”.

-¿Ahora soy una especie de prostituto? –pregunto a la nada irritado.

Aun sorprendido, estuvo por salir sin tomar el dinero, pero un papel deslizándose bajo su puerta llamo su atención. Frente a él se encontraba, la factura de pago del mes atrasado más un mes adelantado con su importe por mora. Eso sin duda era también obra de la pelirroja.

Vencido por el panorama, tomo el dinero y salió de su departamento, mientras se encaminaba a la parada del autobús paso por una pequeña cafetería y compro algo para desayunar. Espero el colectivo con un café caliente en su mano derecha y un pastelillo de queso crema con espinacas.

Media hora luego se encontraba esperando por la hora de su cita, sentado en la sala del espera de la oficina del decano de su carrera, pasado el tiempo propicio la secretaria le hizo pasar al despacho.

-Buenos días, Sougo. Siéntate –invito el hombre canoso en tono afable –Supongo que sabes porque te llame.

-Disculpe, señor. Pero no tengo la más mínima idea.

-Oh, eso es inesperado –confeso el hombre desconcertado- Bien. Esta mañana recibí la visita de su abogada, la señorita Kagura ¡Que mujer tan diligente y encantadora! Mire que hacer esto por usted aunque no estuviera en su obligación hacerlo.

-No entiendo de que me habla ¿De qué le hablo exactamente? –preguntar sin sacar al decano de su error.

-La señorita Yato, tuvo la amabilidad de venir a explicarme la situación por la que está pasando con la investigación de la muerte de su hermana. Lamento profundamente su perdida, según ella me dijo su hermana trabajaba para una firma de abogados en otra ciudad y al encontrarla muerta, sospechan de algún ex cliente o enemigo laboral –comento el hombre- Disculpa a este viejo por desvariar tanto, este es un asunto delicado del cual no debería hablar. En fin ella vino a pedirme que en vista de las circunstancias pudiera abogar por usted ante los profesores y demás decanos para permitirle presentar sus evaluaciones de forma excepcional en un examen global al final de semestre y de ser buenos sus resultados consideremos no revocarle la beca. Solo quiero que usted firme unos documentos para autorizar esta medida sugerida por su abogada, los documentos que respaldan el caso ya me fueron entregados por su abogada.

-¿Documentos? –interrumpió.

-Sí, ella me dio una copia del acta de defunción y un breve informe de la policía. Todo está debidamente sellado y autorizado, debe firmar este documento y prestare todo mi apoyo para su caso –dijo el hombre extendiendo una carpeta con documentos- Algunos datos han sido censurados, como puede ver, ya que seguimos hablando de una investigación en proceso –comento amabilidad.

-Bien. Supongo que no puedo hacer más que agradecerle a usted y la señorita Kagura por esta oportunidad –respondió para tomar el bolígrafo extendido a él y firmar.

-Nuevamente, lamento mucho lo sucedido. Puede buscarme si necesita alguna ayuda o solo hablar del tema. Le recomiendo ponerse en contacto con sus compañeros para reunir la información dada hasta el momento. Y no se preocupe esto será discreto, diremos que tiene un grave problema de salud –dijo levantándose y colocando su mano en el hombro del joven en señal de apoyo.

-Se lo agradezco, eso hare –dijo ocultando su gesto con su flequillo.

Aun cabizbajo, Sougo salió de la oficina, se despidió con un murmullo de la secretaria. Al estar en el pasillo dejo a la vista su ceño fruncido. La pelirroja se las pagaría. Abandono las instalaciones de la universidad, encontrándose con la polémica pelirroja recostada contra un vehículo deportivo rojo cereza.

-¡Qué diablos pretendes! –exclamo furaco.

-Sube y hablamos –ordeno con una sonrisa.

Las ganas de respuestas eran proporcionales a su ira, subió al vehículo de mala gana. Unos minutos de conducción después se atrevió a volver a repetir tu pregunta.

-Estoy segura de quien es el responsable de la muerte de tu hermana –confeso.

-¡Qué!

-Un hombre peligroso se empeñó con ella, lamentablemente yo no puedo acercarme por mis propios medios, esta alerta a cualquiera de mi personal –explico.

-¿Personal? –pregunto incrédulo.

-¿Has escuchado de Yorozuya?

-Es una mafia ¿No? –respondió confundido.

-Pertenezco a ella, soy uno de los altos mandos –revelo Kagura- Y el infeliz que mato a tu hermana, ha acabado con varios de mis subordinados, lo quiero fuera del juego. Aunque ha acabado con cuanto asesino he mandado tras su cabeza, pero pienso que con lo obsesionado que estaba con tu hermana, tú podrías ser un buen infiltrado.

-Estas fumada…

-Puede ser… aunque ¿Cómo explicas el informe falso sobre tu hermana? –al obtener de nuevo la atención del castaño sonrió- Conviértete en mi arma y tendrás en tus manos al asesino de tu hermana.

-¿Y si quiero salir luego? Nadie nunca abandona vivo las mafias… -rebatió.

-Podrás hacer lo que gustes, no tendrás que abandonar los estudios, te pagare por el tiempo que dure el trabajo y vengaras tú mismo a tu hermana.  Al finalizar podrás irte, lo prometo.

-¿Qué te hace pensar que poder ingresar donde asesinos expertos no han podido?

-Estaba obsesionado con Mitsuba, y ustedes son tan similares… -comento con una sonrisa tierna- Tienes cara de niña –insulto con una sonrisa gatuna.

-¡Serás petarda, china! ¿Así reclutas a todos tus subordinados? –pregunto molesto.

-Tu eres diferente –puntualizo- ¿Aceptas? O quieres que el asesino de tu hermana permanezca libre –propuso.

Era demasiada información para procesar, para el castaño aquella era una oportunidad de satisfacer aquel deseo oscuro en su corazón. Venganza por su amada hermana. El lado oculto de su carácter, su sádica y negra personalidad clamaba por aquella oportunidad, extinguir la vida a quien le arrebato a su amada hermana. ¿Vender su alma por ello? Su hermana siempre quiso que fuera bueno, y actuó como tal para hacerla sentir orgullosa, pero reprimió por años lo que de verdad era. Oportunidad de oro.

-Trato –acepto- ¿Y me mandaras indefenso a un campo hostil con un posible violador?

-En la escuela media fuiste considerado un genio del kendo… ¿Te interesaría empuñar una katana verdadera? –ofreció divertida.

-Sí –confeso con una sonrisa arrogante.

La curva siniestra de los labios masculinos, produjo un temblor en las entrañas de la pelirroja. Las escenas de su ardiente encuentro nocturno regresaron a la memoria de la ojiazul, sacudió levemente la cabeza para dispersar sus ideas. Piso más profundo el acelerador y puso un rumbo fijo.

-¿A que vinimos aquí, china? –pregunto molesto por la vista frente a él.

Kagura movía perchas rápidamente. Sacaba una tras otra piezas de ropa de los estantes y las ponía en los brazos de las dependientas que se desvivían por atenderla. La pelirroja llevo al castaño a una tienda de ropa masculina de lujo, donde hasta la atención era personalizada y exclusiva. Sougo llevaba años viviendo de manera modesta y tanto despliegue de opulencia lo incomodaba un poco, pero no lo hacía notar, prefería ocultar todo tras su fachada de tipo rudo.

-Bien, ve al probador… -dijo kagura.

-Ni lo sueñes.

-Considéralo un regalo, ninguno de mis subordinados puede vestir y vivir con nada menor a lo mejor –respondió ignorando las muecas y protestas del castaño.

Inevitablemente terminaron comprando un montón de ropa costosa; pantalones de vestir, sacos y camisas de algodón importado; corbatas de seda y zapatos de cuero italiano. Seguido visitaron una tienda de artículos deportivos, compraron varias piezas de ropa y zapatos. Complementaron todo con un guardarropa informal comprado en una tienda de apariencia “normal” pero con precios exorbitantes. El universitario decidió dejarse llevar por la situación impuesta por su caprichosa “jefa”, decidió ese camino por una razón y se propuso cumplir su venganza lo más pronto posible.

La mirada de Sougo simplemente paseaba por los estantes con aburrimiento, mientras la pelirroja quien ya se había familiarizado con sus tallas seguía eligiendo camisetas y vaqueros. De pronto un objeto carmesí llamo su atención, un antifaz con unos ojos muy peculiares, tomo entre sus manos el objeto y sonrió.

Un recuerdo de su hermana, elaborando por ella misma ese mismo antifaz; cuando eran niños pasaron por una tienda y su mirada quedo prendida del objeto, Mitsuba pregunto el precio del artículo, pero al parecer resulto ser un objeto de alta calidad de una marca bastante costosa, estaba fuera de su alcance. Pasaron las semanas y llego el cumpleaños del castaño, abrió el regalo y allí estaba el antifaz, se veía más tosco y menos bonito que en la tienda, pero las banditas en los dedos de la castaña lo explicaron todo, ella lo hizo para él.

-¡Sougo! –Llamo Kagura- ¡Quiero que elijas una mochila nueva para ti! –dijo alegre tomándolo del brazo.

-Bien –respondió en un suspiro dejando el antifaz en su sitio.

Kagura miro el objeto con una sonrisa y lo tomo, escondiéndolo en el montón de ropa que pensaba comprar. Luego de las compras, pasaron por un restaurante, pidieron comer en un apartado. La ojiazul le explico que primero necesitaría ser entrenado lo suficiente como para defenderse solo frente a la mafia enemiga, lo cual tomaría tiempo; le indico que seguiría sus estudios con normalidad y mientras tanto empezarían a investigar como ligarlo de manera poco sospechosa con su objetivo. Ella hablo sobre mil detalles más y el castaño solo escuchaba, solo mostraba un leve interés cuando hablaba de sus próximos entrenamientos. Luego de comer lo dejo en su departamento junto con la docena de enormes bolsas de compras.

Con fastidio empezó a desempacar la que menos le causaba aversión, la ropa informal, encontrándose entre las prendas cuidadosamente dobladas el antifaz carmesí. Involuntariamente sonrió.

Las semanas pasaron y Sougo volvió a sus clases, estaba por terminar el semestre y estaba agobiado hasta las orejas en trabajos atrasados y estudios para sus exámenes globales, sabía que los profesores le harían pagar caro sus ausencias. Aunado a la presión escolar, su irritación rozaba los cielos ya que los oficiales a cargo de la investigación de Mitsuba congelaron la búsqueda para dedicarse a otros casos. Lo único que le permitía descargar su furia eran los entrenamientos exhaustivos a los que se sometía por las noches con el instructor tiránico que contrato la pelirroja; el peso de la espada en sus manos lo ayudaba a relajar, pero desde la noche pasada Kagura prohibió los entrenamientos hasta que aprobara sus exámenes. Uno pensaría que ella le daría su espacio ¡Pero no!

La inaudita mujer, se aparecía por su departamento como Pedro por su casa, y seguía asfixiándolo con regalos costosos; una laptop de última generación con un procesador increíble, un celular último modelo que a veces parecía quemar en su bolsillo. Uno pensaría que hasta allí llegaba todo, pero Kagura dormía todas las noches en la cama del castaño en reveladores camisones y cuando le apetecía gustaba por provocar al ojirojizo hasta que terminaban arrancándose la ropa el uno al otro para tener sexo.

-Aaahh –gimió la mujer contra la almohada.

-¿No eras tú la que quería más, chi-na? –dijo altanero pronunciando el apodo que le puso para molestarla.

-¡Sigue y cállate!

Sougo bombeo con mayor potencia contra el trasero femenino mientras Kagura empuñaba la sabana para contener más la llegada de su orgasmo. Minutos después ambos cuerpos descansaban en la mullida superficie de la cama, tratando de regular sus respiraciones.

-¡Me siento como un maldito gigoló! –exclamo frustrado mientras se ponía el bóxer de marca color rojo.

-¿Pensaste que este trato solo era para beneficiarte? –pregunto Kagura coqueta.

-¿Acaso matar a uno de tu lista negra no es suficiente pago? –rebatió.

-Puedes negarte… -dijo parándose de la cama para posicionarse frente al castaño quien le daba la espalda.

-¿Y dejar que me taches de homosexual? –Bromeo- No te daré el gusto, china.

-Bien… -dijo empujando al castaño para sentarlo en la cama y ella sobre sus piernas.

-¿Segunda ronda? –inquirió él.

-¿Seguro?

El de ojos carmesíes invirtió la posición de sus cuerpos, dejando a Kagura bajo él, se deshizo de sus bóxer, coloco un preservativo en su falo y se hundió en la carne caliente de su “jefa”.

Quince días después el castaño salió con una sonrisa victoriosa. Había aprobado todos los malditos exámenes y la terrorista de su jefa tendría que reanudar los entrenamientos. Estaba ansioso por enfrentarse nuevamente al samurái Sakata Gintoki, su meta del mes era derrotarlo. Saco el celular de su bolsillo dispuesto a llamar a la pelirroja para programar sus entrenamientos, pero una cabellera roja se visualizaba desde la entrada de la universidad.

-¿Qué haces aquí? –pregunto Sougo acercándose.

-Vine a celebrar tus resultados –contesto- Atrapa –lanzando unas llaves al castaño.

-¿Me dejaras conducir uno de tus vehículos? –pregunto extrañado.

-Ni muerta, pequeño sádico –respondió- Te dejare conducir tu nuevo auto.

-¡Estas de chiste! –exclamo con el ceño fruncido.

Frente al castaño se hallaba un deportivo negro, descapotable con un acabado mate. Le sacaba la baba solo ver el vehículo, pero creer que ahora era suyo, ese es otro asunto y aceptar eso como obsequio de su “jefa” era pasarse dos ciudades.

-Ni loco.

-Lo aceptaras o no podrás combatir con Gin-chan este mes –amenazo.

La idea de no poder combatir con el jefe de los asesinos, quien resultaba ser el mejor espadachín en Yorozuya si lograba sacarlo de sus casillas. Esa pelirroja sabía perfectamente donde darle.

-Bien.

Desde aquel día había pasado año y medio, de forma gradual, el subordinado y su jefa se fueron compenetrando de forma extraña. Él pasaba largas horas en el dojo de entrenamiento en la mansión donde vivía la pelirroja, que era también donde habitaban la mayor parte del tiempo todos los miembros de la Yorozuya, y cuando a Sougo se le hacía demasiado tarde mientras entrenaba le daba flojera regresar a su escueto departamento estudiantil, donde pasaba solo cuando era absolutamente necesario; en conclusión, Kagura y él Vivian en el mismo techo. Compartían la misma cama, a pesar de que el castaño tenía su propia habitación en la mansión; solo que Kagura tenía la extraña manía de buscarlo a su habitación para tener sexo y dormir juntos, eventualmente el de ojos rubí dejo de protestar y acudía por inercia al cuarto de la pelirroja a dormir.

El universitario se encontraba en el suelo del dojo regulando su respiración, había dejado su katana caer al suelo y se echó atrás los largos mechones de cabello que se habían salido de su cola de caballo durante el enfrentamiento. Al otro lado estaba sentado Gintoki Sakata, siendo atendido por una enfermera de cabellera morada, quien pasaba un algodón empapado en alcohol por su mejilla cortada.

-Está listo –dijo el peliplata con la voz agitada por el ejercicio.

-¡Sí! –exclamo Kagura acercándose al castaño corriendo para abrazarlo.

-¡Quítate china! –exclamo Sougo al ser tumbado al suelo por la pelirroja entre sus brazos.

Pero ella no hizo caso de la petición del castaño y se lanzó en búsqueda de sus labios, besándolo con ferocidad.

Aquella última batalla con el mejor espadachín de la organización era la prueba que le permitiría demostrar que estaba listo para llevar a cabo su venganza.

Dos meses más transcurrieron y Sougo se encontraba sentado frente al tocador de la habitación de su “jefa”, ella se encontraba a sus espaldas cepillando el ahora largo cabello del más joven, recogiéndolo en una coleta alta. El cabello del hombre rozaba su nuca y junto con la pelirroja habían acordado dejarlo crecer para que su rostro se asemejara más al de su difunta hermana. Aquella noche acompañaría a un conocido de Kagura a una reunión donde habían confirmado la presencia del objetivo y necesitaba lograr hacer contacto con ese hombre, que se interesara por él.

La noche había caído con lentitud, pero por fin el castaño se encontraba atravesando las puertas de la mansión donde haría su primer contacto con el objetivo. El evento fue totalmente aburrido y la mayor parte del tiempo no logro crear una apertura casual en el objetivo para acercarse, suspiro sintiéndose un fracaso, luego de sacrificar tanto por casi dos años.

Se acercó casualmente a la persona que acompaño esa noche para que no pareciera sospechosa su presencia en el lugar.

-Soyo –llamo a la mujer- Creo…

-Buenas noches, mi estimada Soyo –interrumpió un hombre regordete con signos de calvicie, el objetivo.

-Buena noche, señor Simon –respondió ella gentilmente.

-No tuve la oportunidad de saludarla antes. Muchas charlas de negocios desde que llegue –hablo viendo por el rabillo del ojo al castaño de 1,80 cm.

-No se preocupe, espero sus negocios sean todos exitosos.

-¿Y quién es el caballero que te acompaña?

-Mi guardaespaldas por esta noche –respondió tocando el brazo de Sougo- Fue altamente recomendado a mi padre, es un tirador y espadachín muy virtuoso.

-Un placer, Okita Sougo – dijo con amabilidad haciendo una reverencia.

-¿O-Okita? –Pregunto sorprendido pero al ver el parecido en el rostro no le quedo dudas- ¿De casualidad eres pariente de Okita Mitsuba?

-Fue mi hermana –respondió poniendo una expresión triste- Lamentablemente falleció.

-Un hecho muy lamentable ¿Sabías que fui su amigo? –dijo emocionado.

-No, disculpe. No sabía mucho de mi hermana, nos comunicábamos poco…

La conversación de ambos hombres se extendió apenas unas frases más. Pero la regularidad con la cual se vieron en otros eventos aumento. Eventualmente atrajo la atención de Simon, quien pregunto porque trabajaba como guardaespaldas, Sougo invento una historia trágica entorno a la muerte de su hermana que lo llevo a vender sus habilidades para continuar la universidad y no desperdiciar el esfuerzo de muchos años de su hermana. Simon tuvo “compasión” de él e intento por todos los medios y ocasiones que se le presentaban acercarse al ojicarmesi que tanto le recordaba a la difunta Mitsuba, a quien nunca pudo poseer como deseaba. Pero la mente del hombre llego a la conclusión de que: ‘Poseer a Sougo, era parecido a poseer a Mitsuba’.

 A lo largo de otros seis meses, Simon contrato a Sougo para pequeños trabajos para él. El estudiante hacia saber siempre lo complacido que se sentía trabajando para Simon, dándole a entender apego a su empleo con él. Una noche al terminar una limpia ejecución, Simon invito a Sougo a volverse parte de su guardia personal, el castaño encantado acepto, trabajaba para el viejo noche y día, mostrando lo más soberbio de sus habilidades, para impresionar a su empleador.

Una explosión en la mansión de Simon Curtis, hizo que todo el personal se reuniera en torno a su amo, incluyendo a Sougo. Se desplegaron para encontrar al intruso conforme lo ordeno Curtis. Con la rapidez de una sombra, Sougo elimino uno tras otro a los empleados de Simon, volvió corriendo y empapado en sangre a la estancia segura de su empleador. Actuó como un hombre desesperado por proteger por sí mismo a su maestro, ya que los demás estaban cayendo como moscas. Simon vio la expresión llorosa del castaño y para él fue como ver viva a Mitsuba, como se retorcía del dolor en sus últimos momentos, las lágrimas que bajaron de sus ojos cuando él la apuñalo múltiples veces. Abrió la puerta blindada dejando entrar a su querido Sougo, al reemplazo de Mitsuba.

Sougo se arrodillo frente al hombre, Simon preso de sus desvaríos soltó la goma que sujetaba la larga cabellera castaña, paso una mano por el rostro casi femenino. Una punzada en el cuello del viejo.

-¿Pensaste que no lo sabía? –Pregunto Sougo al hombre que le atravesó la garganta con su katana- Viejo asqueroso –dijo levantándose del suelo con la katana fuertemente agarrada.

Simon cayó al suelo con la hoja en su cuello. Sougo parecía el mismo demonio, cubierto de sangre y con la mirada llena de odio, aunque una sonrisa sarcástica adornaba sus gráciles facciones.

-Tu mataste a Mitsuba –sentencio, sacando la katana del cuello y clavándola en el muslo derecho- Le robaste un verdadero ángel al mundo, eres una porquería – clavando la katana ahora en el abdomen.

El hombre aterrado no hablaba, se estaba atragantando con su sangre apenas podía hablar, pero sabía que la muerte llegaría por él, lo que no sabía era cuanto sufrimiento le esperaba antes de eso.

-Siempre pensé que te cortaría por cachitos –dijo rebanando el meñique derecho del hombre donde ostentaba un enorme anillo de oro- Pero, admito que me divertí siendo tu subordinado. A cuantos mate, a cuantos torture. Me siento bastante satisfecho. No tengo ánimos de torturarte y allá afuera hay unos cuantos que quiero matar por mí mismo. No vales mi tiempo. Y Mitsuba seguramente no desearía que me ensucie con tu inmunda sangre.

Curtis del miedo se había orinado en los pantalones, pero un gesto de enojo se instaló en su faz.

-Eso era lo que más te molestaba ¿Verdad? Que para mi hermana eres un asqueroso adefesio, insuficiente para ella. Inferior. Asqueroso. Indigno. Ella misma acabo contigo antes de su muerte –divago para cortar la mano izquierda- A la china no le gustaba que jugara con los muertos- dijo un sinsentido para Simon- Kagura Yato manda saludos por sus subordinados.

Las lágrimas anegaron los oscuros ojos del viejo. Toda tenía sentido. Kagura encontró antes que él, al más leal de los asesinos. La cabeza de Simon Curtis fue desprendida de su cuello de un grácil movimiento de katana. Sougo salió de la habitación y mato a cuanto enemigo se encontró en su camino, esquivo balas como si estuviera bailando, cortó cuellos con movimientos rápidos de sus brazos. Camino hasta la salida para encontrarse a Kagura, Gintoki y Shinpachi rodeado de media docena de guardias mientras los demás seguían eliminando los remanentes de la mafia Curtis.

-Misión cumplida, china –hablo al estar frente a la pelirroja.

-Bienvenido, sádico.

Dos días pasaron, luego de que Sougo se echara la siesta más larga de la historia y la Yorozuya celebrara la venganza por sus compañeros caídos. Kagura se encontraba de nuevo tras las espaldas de Sougo peinando su cabello.

-Sera una lástima cuando te lo cortes –hablo al aire admirando las finas hebras entre sus manos.

-Tal vez no lo haga –comento.

-Como gustes –suspiro para ocultar su felicidad, le gustaba el cabello largo de él- Como prometí, puedes irte cuando quieras –dijo mirando el reflejo del hombre en el espejo.

-¿Me estas echando? –Cuestiono en broma- Admito que será aburrido no estar aquí. Pero debo dedicarme a la universidad más seriamente. Aun me falta un año para graduarme.

-P-puedes quedarte si quieres…

-No –respondió- Vivir como asesino no es suficiente para permanecer aquí, aunque me guste explotar mis propios límites –comento- ¿Hay alguna otra excusa para que me quede?

Kagura miro sorprendida la sonrisa de Sougo en el espejo.

-Dilo –susurro él.

-Quédate, por favor quédate –dijo ella dejando fluir las lágrimas.

-¿Por qué? –cuestiono sonriendo arrogantemente.

-¡Eres un sádico! –Exclamo limpiando las lágrimas con sus dedos- ¡Ya lo sabes! Te amo –exclamo enojada.

Sougo se levantó de la silla del tocador y abrazo a la alta pelirroja, poniendo su barbilla sobre el cabello de fuego, esbozando una ligera sonrisa.

-¿Qué sientes por mí? –pregunto Kagura.

-Unas inmensas ganas de hacerte gemir mi nombre –confeso.

-¡Imbécil! ¡Di algo lindo! Sabes a qué me refiero –exigió separándose del pecho masculino.

-Ven –tomando la muñeca femenina arrastrándola a la cama- Te hace sentir algo lindo.

Tiro a la pelirroja sobre la cama, se subió sobre ella para besarle el cuello y lamer el lóbulo de su oreja derecha.

-¿T-te quedaras? –quiso asegurarse Kagura.

-Iré donde tu vayas –susurro al oído femenino.

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Atrasadisima pero seguire intentando hasta concluir la week
Comentarios, estrellitas o tomatazos.

Besos y abrazos
Mia_GnzlzR

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