"La lucha se concentra en aquellos que desean la gloria, y solo dos afortunados pueden alcanzarla."

El poder es el privilegio más deseado por todos, y ser un dios te lo concedía.

Por miles de años se habían llevado a cabo diversos torneos para que los aspirantes ─hijos de dioses─ demostraran todo su potencial y así sean elegidos por El Concilio, liderado por Zeus. Por supuesto, llegar a la cima siempre era una tarea complicada ya que los diez miembros tenían requisitos muy distintos y para cumplirlos todos, se debía rozar la línea de la perfección.

Ser un erudito en ciencias, justo y perfecto estratega te convierte en la opción perfecta para Atenea. Sin embargo, la falta de crueldad y violencia te eliminaría por completo de la lista de Ares.

La regla es simple: Gánate el título limpiamente.

Pero, ¿qué tan importante es la justicia cuando un nuevo descendiente de Ares aspira a tener ese puesto?

Ares, quien se había ganado a pulso el odio y desprecio de sus propios hermanos y padres, proponía a Lalisa, y aunque la joven demostraba ser diferente a su padre, ninguno quería tener cerca a la descendencia de tan desalmado dios.

Porque eso arruinaría sus planes.