V. Desconocidos.

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(+) Hijo de Atenea: Ezio.

Nombre mortal: Min YoonGi.

•••

La muerte y la maldad no están relacionadas; al menos eso es lo que Hades cree firmemente. Todo lo que él representaba era ajeno a esas historias donde se convertía en el villano y, realmente, no culpaba a los humanos de mentes débiles al pensar aquello, todo recaía sobre los hombros de sus hermanos que en épocas pasadas habían ido profesando palabrería barata con tal de verse como los buenos que gobernaban el Olimpo y dejarlo a él como el pobre soberano del inframundo.

Y era muy posible que no le hubiera importado esa perspectiva que todos tenían de él... hasta que su propia familia le arrebató su felicidad.

Si de algo debían escribir los nuevos autores, era que hasta el dios de la muerte podía ser feliz a su manera.

Por algo es que admiraba a Ares y a su capacidad de permanecer en el Olimpo sin destruir a quienes le quitaron su sonrisa y alegría.

Los dos dioses compartían penas y todavía lloraban sus respectivas pérdidas, pero estaban lejos de quedarse de brazos cruzados.

Solo debía ser paciente, observar todo desde su trono antagónico al de su hermano Zeus y esperar... Lalisa era esa pieza faltante en su rompecabezas para llevar a cabo sus planes.

•••

Tanto Lalisa como Jennie habían despertado temprano.

La dueña de casa se encontró con su invitada sentada sobre el sofá, mirando a cualquier punto de la sala. Realmente no sabía cómo iniciar una conversación por lo que un simple «Buenos días» bastó para romper el silencio incómodo. Le dedicó una sonrisa y puso sobre los muslos de Lalisa su ropa ya seca y limpia.

– Te ofrecería mi habitación para que te cambies, pero YeRim todavía duerme. Así que, yo me iré y cuando regrese prepararé algo para el desayuno.

La mayor no tuvo tiempo de responder, Jennie ya se había girado para volver a su cuarto y darle más privacidad.

Después de varios minutos, la coreana cumplió con su palabra.

Lalisa hizo una mueca ante el amargo sabor que inundó su boca causando que Jennie riera ante su despiste. La coreana extendió su brazo y tomó una pequeña cucharita, se la mostró y luego la hundió en el recipiente que contenía azúcar.

– Primero debes endulzar. – Explicó a la muchacha como si de una niña se tratara, realmente no sabía por qué lo hacía si era algo obvio, pero le causaba ternura que la joven asintiera como si hubiese aprendido algo nuevo. – ¿O es que no te gusta el café?

– Yo no... Yo nunca lo he probado. – Admitió restándole importancia. Ladeó su rostro confundida ante la expresión de sorpresa de la coreana. – ¿Es algo malo?

– Oh, no, no, solo que es increíble. – Dijo moviendo en círculos el cubierto; cuando estuvo listo volvió a ofrecerle la taza. – Ahora sí, pruébalo. – Habló convencida de que su café era el mejor que existía... al menos en su casa.

Lisa volvió a beber y, esta vez, el sabor era mejor, muchísimo mejor. Ella, que solo conocía los néctares de diversas y exóticas frutas, o en otros casos, el sabor del vino, no sabía que existía algo tan delicioso como el café.

– ¿Y?

Lalisa alzó la mirada y alejó la taza de sus labios. – Delicioso.

La menor se sintió orgullosa y sonrió mientras reposaba el mentón sobre la palma de su mano observando con atención a la pelinegra. – ¿Cómo es que alguien no ha probado café en su vida?

– Te sorprendería saber que hay más como yo. – Respondió antes de terminar esa deliciosa y extraña bebida negra. Limpió sus labios con gran elegancia que dejó asombrada a la menor. – Muchas gracias, Jennie.

El silencio las envolvió antes de que Jennie detallara los hematomas que adornaban el rostro de la chica, una pizca de curiosidad la atacó y mordió su labio inferior dudosa. Quería aprovechar ese tiempo que tenía antes de que sus hermanas despertaran y que sus clases comenzaran.

– Lisa...

– ¿Mmmh?

– ¿Cómo te sientes?

– Mucho mejor. – La mayor no sabía cómo es que había logrado entablar una conversación, sobre todo si se trataba de simple humana; pero debía admitirlo, se sentía muy agradecida por esa hospitalidad. – Gracias a ti. Fuiste muy amable.

Jennie arrugó la nariz. – ¿Peco de entrometida al querer saber la razón de tu estado?

Lalisa negó. – Una pelea. – Y no mentía, solo se ahorraba algunos detalles. – Y al parecer perdí.

– No está bien solucionar las cosas con violencia.

– Es lo que hay. – Se encogió de hombros bajando la mirada, ese era su segundo día y todavía no sabía qué hacer respecto a la orden de Atenea.

– Dijiste que querías encontrar a alguien.

Lalisa asintió, su padre le había dado el nombre de alguien que podría ayudarla, pero para ese entonces no tenía la más mínima idea de cómo encontrarla.

– Puedes llamarla, ¿sabes su número?

– ¿Número?

Jennie retiró de su bolsillo su teléfono y lo deslizó a través de la mesa para entregárselo. Lisa había visto a muchos humanos utilizarlo, sin embargo, no sabía cómo se manejaba; era algo nuevo.

La mayor lo tomó con sumo cuidado y lo examinó con gran detenimiento.

– ¿Qué número sería? – Cuestionó más para sí misma que para su compañía.

Jennie empezaba a creer que esa desconocida era muy especial. Se levantó de su asiento y se acercó a la confundida chica.

– No café, no teléfonos, ¿eres de este mundo?

– Soy humana. – Respondió rápidamente creyendo que había sido descubierta. – Muy humana. Es solo que...

Jennie soltó una carcajada. – ¿Nunca tuviste uno? – Lalisa negó y la coreana le sonrió amablemente. – Ya veo.

– ¡Lisa unnie!

Ambas chicas se giraron y se encontraron con una MinJeong emocionada, la niña ya estaba vestida con su uniforme de colegio, sin embargo, todavía mantenía su cabello húmedo y alborotado.

La hermana mayor miró a la más alta y luego a MinJeong. – ¿Se conocen?

– ¡Sí! Anoche tenía sed y vine por agua... Me encontré a Lisa unnie, ella me explicó que se quedaba a dormir.

Lisa se sorprendió de la capacidad que tenía esa niña para guardar el secreto especial que ambas tenían, a decir verdad, creyó que MinJeong se dejaría llevar por la ilusión y se lo diría a sus hermanas. Pudo respirar tranquila y asintió dándole credibilidad a sus palabras.

Al parecer Jennie le creyó, pero luego la reprendió por haberse levantado de cama a esa hora sin avisarle.

– Ven, debes estar lista para tus clases. – La coreana extendió su brazo y la pequeña tomó su mano. – Hoy... ¿qué peinado quisieras? – cuestionó con dulzura y una sonrisa.

– ¡Trenzas!

Lalisa se quedó en su asiento observando cómo MinJeong se sentaba en una de las sillas y Jennie se posaba tras ella para poder peinarla. Su estómago se revolvió ante la tierna escena, y no pudo evitar preguntarse si todos en ese mundo eran así de amables, con un corazón puro y desinteresado.

Por el rabillo del ojo Jennie vigilaba a Lalisa, riendo internamente ante el rostro concentrado de la chica, parecía que todo lo que hacía era algo nuevo para ella.

– ¿Lisa unnie también nos acompañará?

Las dos mayores se miraron. – No creo que ella pueda acompañarnos. Tiene cosas por hacer. – Explicó Jennie esperando que la pequeña entendiera.

MinJeong estiró su labio inferior en tu tierno puchero. – Pero no tomará mucho tiempo. – Replicó.

– Minjeongie...

– Está bien, puedo ir con ustedes. – Lalisa se adelantó, no deseaba relacionarse más con ellas pero no podía negarse a esa expresión y, quizá, las palabras de Chronos todavía resonaban en su cabeza. Debía empezar por algo pequeño, así que después de dejar a la niña y hacer lo que pedía por última vez, ella desaparecería de sus vidas.

MinJeong celebró y Jennie susurró un "gracias".

– ¿Deberíamos despertar a Yerimie?

Jennie negó. – Hoy es su día libre, dejemos que duerma un poco más. – Terminó de peinar el lacio cabello de su hermanita y sonrió. – Listo.

MinJrong saltó de la silla y se acercó a la azabache.

– ¿Me veo bien? – Cuestionó con inocencia, robándole una sonrisa a la mayor.

– Te ves muy bonita. – Dijo posando su índice en la frente de la pequeña y empujándola ligeramente. Realmente deseaba tener un pequeño contacto con ella para comprobar su habilidad, pero se decepcionó al no ver ningún recuerdo de la menor.

La niña chilló de alegría y se giró para correr hacia su habitación, no tardó mucho cuando apareció con su mochila sobre sus hombros, lista para salir.

Cuando todo estuvo listo las tres salieron, mientras Jennie y Lisa caminaban con tranquilidad, MinJeong se había adelantado intentando seguir a un pequeño gato.

– ¡MinJeongie! ¡Ten cuidado! – Aunque esa mañana Jennie había visto con mejor semblante a su hermanita, la preocupación era parte de ella cada vez que la veía hacer algún esfuerzo físico. – ¿Por qué no escucha?

– ¿Te preocupa? – Cuestionó Lisa.

La coreana, sin quitar su atención de su hermana menor, entreabrió los labios. – ¿Me lees los pensamientos?

Lalisa sonrió encogiéndose de hombros, había quedado cierta curiosidad sobre la condición de la niña después de que Chronos se negó a decirle su enfermedad.

· Hace dos años supimos que MinJeong es anémica.

La mayor desconocía sobre enfermedades ya que toda su vida había gozado de buena salud, eso era obvio. Deseaba preguntar y tener detalles pero al ver la triste expresión de Jennie supuso que no era algo simple.

– Lo siento. – Dijo. – Pero se ve tan feliz. Haces un gran trabajo cuidando de ella. – Trató de animarla y se reconfortó con la sonrisa de Jennie que le agradecía sus palabras.

– No solo yo, YeRim también lo hace. Si algo le pasa, no nos perdonaríamos.

– Son grandiosas. – Admitió con gran sinceridad.

Su conversación se detuvo de un momento a otro. Jennie sintió que su corazón salía de su pecho cuando observó a su hermana correr tras el animal sin ver antes de cruzar la pista como muchas veces le había enseñado. Ahogó un grito y sus párpados se ampliaron al ver a Lisa correr en su dirección sin ninguna dificultad.

El auto pasó a gran velocidad y al conductor pareció no importarle haber estado a punto de atropellar a una niña.

Mientras tanto, Lisa se encontraba en el suelo abrazando a una temblorosa MinJeong que respiraba con dificultad ante el terror que le había invadido esos segundos.

Algo peludo se escabulló entre los brazos de la menor y saltó sobre el rostro de la azabache.

Jennie se acercó a gran velocidad y ayudó a su hermana a levantarse, sin embargo, cuando estuvo por ayudar a Lisa, esta parecía estar luchando con el gato para quitárselo del rostro mientras se reincorporaba. Por muy graciosa que era esa escena, no pudo reírse, su mente estaba nublada ante el miedo que sintió al creer que pudo haber perdido a su hermanita. Rápidamente tomó de los brazos a su hermana menor y se inclinó para estar frente a frente.

– No puedes hacer eso. Kim MinJeong, te he enseñado a no correr de esa forma. Entiéndelo por favor, mira lo que sucedió por tu imprudencia, si algo llega a pasarte... – Su voz se quebró, y atrajo a la menor a su cuerpo para abrazarla, siendo correspondida de inmediato. – Perdóname, no estuve atenta...

Mientras tanto, la mayor entre las tres por fin pudo desprender al animal de su rostro, sintiendo como este dejaba un par de finas marcas sobre su piel. – Estúpido león. Ahora entiendo por qué Afrodita los odia. – Al terminar su frase amplió sus ojos y se volteó para asegurarse de no haber sido escuchada; al ver a las dos hermanas en su propio mundo, se tranquilizó. – Esto te costará, es mejor que te vayas antes de que...

– ¿Lisa?

La mayor dejó su discusión con el pequeño gato y se giró, se sintió abrumada cuando Jennie la abrazó como agradecimiento. Su cuerpo se tensó y su mente se llenó de muchas imágenes. «Sus recuerdos...» Realmente no eran muy claros ya que todo era caos en una autopista, muchas ambulancias y patrullas de policías.

– Gracias, Lisa... muchas gracias...

– N-no es nada. – Quiso alejarla pero creyó que era de mala educación, sin embargo, le era casi insoportable el sentimiento de tristeza que la embriagó en esos momentos.

La mayor se alejó cuando MinJeong quiso incorporarse a ese abrazo mientras cargaba al animal.

– Esa cosa me odia... – Susurró logrando que las dos Kim rieran.

– Pero es lindo. – MinJeong alzó al animal y este hizo un desagradable sonido que la hizo retroceder alzando las manos. – Le caes bien.

– Dudo que le agrade...

Después de ese susto y el acto heroico que abrió todavía más la curiosidad en la coreana sobre esa desconocida, Jennie tomó la mano de su hermana mientras que esta cargaba a su nuevo amigo. Lalisa, por su parte, tomó el sitio al lado de Jennie, muy lejos del "león".

Cuando llegaron al colegio de MinJeong la mayor inspeccionó el lugar. « ¿Qué clase de prisión es esta?» Había visto a muchos humanos acudir a ese tipo de lugares, todos vistiendo igual, pero ahora estando ella presente se le hacía más aterrador. Muchos niños caminaban felices y otros lloraban, por lo que no lograba comprender el sistema que se manejaba en ese lugar. « ¿Los torturarán?»

La menor de las Kim abrazó a Jennie y está lleno de besos el rostro de su hermanita.

– YeRim vendrá por ti. – Dijo, la pequeña asintió de inmediato. – Bebé, debes dejar al gatito...

« ¿Gato?»

– Pero está solito...

– No puedes entrar con él.

La menor hizo un puchero y asintió mientras se agachaba para poder dejar al animal en el suelo, para luego acariciar su lomo con gran delicadeza.

Lalisa observaba en silencio la despedida de las dos hermanas, no sabía si era porque había sido criada en un ambiente no tan amoroso o porque el cariño en esas dos era contagioso, pero se alegraba de ver sus lazos fraternales tan fuertes, incluso si no las conocía, le reconfortaba saber que no todos eran malos.

– ¡Adiós Lisa unnie!

Las dos chicas observaron a la menor ingresar, cuando se quedaron a solas Jennie se giró para encarar a la mayor.

Lalisa tuvo que tragar saliva ante su sonrisa, esa sonrisa gomosa que mostraba sus encías capturaba su atención por completo y le causaba ternura. Sin contar el esfuerzo que hizo para no alzar sus manos y tomar las suaves mejillas que poseía la coreana, « ¿Son reales?».

Después de unos cuántos segundos se vio obligada a apartar su mirada y concentrarse.

– Supongo que hasta aquí llegamos. – Dijo la menor.

– Eso creo... – Rascó su nuca sin saber cómo despedirse. – Jennie, muchas gracias por todo... en verdad, nadie hace lo que tú hiciste.

– ¿Estarás bien?

– Lo estaré.

– Espero que puedas encontrar a quien buscas...

«Yo también.» Lalisa se limitó a asentir.

Esa despedida se sentía extraña, por lo menos para Jennie, se sentía mal por dejar sola a alguien que probablemente conocía muy poco de Corea más que el idioma, sin embargo, creía que pedirle que se quedara hasta que encontrara lo que buscaba incomodaría a la chica, se conocían dos días, solo dos días y la curiosidad junto a la intriga la había invadido; nunca había conocido a alguien tan... interesante como ella, agradable, y bonita, muy bonita.

Ambas rieron nerviosamente cuando Jennie hizo una pequeña venia y Lalisa extendió su mano; después intercambiaron acciones, por lo que, al final, terminaron despidiéndose con un simple movimiento de mano.

Lisa observó a Jennie alejarse hasta que perdió visión de ella entre las personas que por ahí pasaban. Llevó su mano hasta la cadena que Ares le había dado y suspiró. « ¿Ahora qué sigue, padre?»

– ¿Necesitas ayuda, pequeña?

La joven sonrió al escucharlo nuevamente tras ella, al girarse se encontró con su gran amigo, vestido en un traje que le quedaba a la perfección.

Su alegre expresión se esfumó al verlo como si de un simple mortal se tratara. Materializándose, pudiendo ser visto por cualquiera que pasara cerca a esa calle.

– Lee DongHae a tus servicios. – Se presentó haciendo una corta reverencia. – ¿Qué te parece? Quiero encajar en este mundo. Aunque mi belleza va más allá, pero es lo de menos, ¿verdad?

– Por Zeus. ¿Qué es todo esto?

– Intento ayudarte. Además, el mundo debería agradecerme por darles mi presencia.

•••

Jennie llegó a su universidad con poco ánimo, no sabía por qué se sentía así y realmente no deseaba relacionarlo con Lisa, por lo que decidió dejar atrás el tema de esa misteriosa chica con flequillo y concentrarse en todo lo que le esperaba para ese día.

Clases, trabajo, tareas.

Parecía simple si lo pensaba de esa forma, pero su cuerpo empezaba a ceder a tanto esfuerzo que hacía para mantener una vida decente.

Inhaló y exhaló.

«Ánimo.» Se dijo a sí misma.

Al dar un paso para encaminarse a su primera clase, su hombro chocó duramente con el de alguien más alto y fuerte. Retrocedió adolorada y alzó la mirada solo para encontrarse con unos penetrantes y fríos ojos que la observaban con molestia.

– Fíjate. – Dijo el varón con voz ronca. – ¿O es que eres ciega?

Jennie frunció el entrecejo. – No solo fue mi culpa, ¿sí?

El chico bufó. – No puedes hablarme así. – Se acercó de forma amenazante, pero un brazo se interpuso entre él y la chica.

– No creo que quieras dar una primera mala impresión, YoonGi. – La tranquila voz de una joven llamó la atención de Jennie.

El varón, aunque sabía que ahora se encontraba en un mundo donde él no podía hacer alarde de sus poderosas habilidades, no deseaba convertirse en un completo sumiso. Él no era como los demás. Se alejó y miró con reproche a la delegada de su clase por haberlo detenido.

– Como sea. ¿Hay algo más que quieras enseñarme?

– Puede enseñarte algunos modales. – Replicó Jennie haciendo reír a la otra chica.

– ¿Qué dijiste? – Su ceño se frunció y quiso acabar con la vida de esa humana; nadie podía hablarle así, menos alguien como ella. «Tú serás la primera en morir...»

– Hora de seguir con el tour. – Dijo la otra chica. – Todavía debo enseñarte algunos laboratorios y demás. – Dirigió su mirada a Jennie que se mantenía a la defensiva y le dedicó una pequeña sonrisa. – Disculpa las molestias.

– Descuida. Con su permiso. – Jennie alzó el mentón, saldría de ahí con la cabeza en alto. Caminó cerca de ese tal YoonGi y lo empujó ligeramente con su hombro.

Los dos chicos la miraron, uno completamente furioso y la otra con una sonrisa ante esa atrevida actitud.

«Ezio... eh. Te recordaba más cruel. » Pensó la pellirroja fingiendo amabilidad hacia el chico, extendió su brazo y esperó a que él tomara la delantera.

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