XII. Saluda a Mamá.

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»(+): Hades.

•••

Cuando los rayos solares se colaron por la abertura que separaba sus cortinas Lalisa supo que era hora de abrir los ojos, había fingido que dormía durante dos horas y no hizo nada cuando Afrodita besó sus labios dulcemente antes de partir al Olimpo. A ella personalmente no le gustaban las despedidas y aunque sabía que no era un "hasta siempre", la diosa solía ser muy dramática al momento de despegarse de ella, por lo que fingir que dormía le resultó un poco más cómodo para evitarse retrasos por parte de la mayor y futuros problemas con Hefesto.

Además... todavía no estaba acostumbrada a estar tan alejada de la diosa por tanto tiempo, bastaría tan solo una mirada por parte de ella para que estuviese a sus pies pidiendo que se quedara a su lado.

–¡Hora de despertar! – DongHae ingresó con exceso de energía que a veces llegaba a molestar a la menor. – ¡Aquí tienes tu desayuno! Rico en proteínas, fibra y... todo lo que los humanos necesitan... creo. – Dijo mientras se acercaba cargando la bandeja que tenía de todo un poco: jugo, cereal, fruta picada, waffles y, lo que a Lalisa le llamó bastante la atención, una taza de café. – Lo preparó Afrodita esta mañana antes de marcharse. – Aclaró.

La joven se quitó de encima las sábanas y se levantó lentamente mientras recargaba su espalda en la cabecera de su cama. – No sabía que ella podía hacer todo esto. – Comentó intentando no bostezar y manteniendo sus ojos entrecerrados.

–Yo la ayudé, tuve que tragarme una hora entera de tutoriales. – El dios posó la bandeja sobre las piernas de Lalisa y se cruzó de brazos. – Entonces, ¿esta es su oferta de paz? Cuando ella no volvió a salir de tu habitación supuse que habría una reconciliación muy... cariñosa, pero viendo que estás vestida y de posible mal humor creo que no hubo nada más que abrazos.

–Solo dormimos. – Aclaró dándole un vistazo general a toda la comida que la bandeja tenía, no podría terminarlo sola. – Ella está casada.

DongHae rió exageradamente y mandó su cabeza hacia atrás por varios segundos. – Oh...– Soltó al ver la seria expresión de la chica. – Lo dices en serio... bueno, Lisa, eso no te detenía hace un par de meses.

–Las cosas han cambiado. – Dejó que su fruta favorita alegrara su mañana cuando se llevó un trozo de manzana a la boca y miró al mayor que todavía parecía confundido con sus palabras. – Necesito a Afrodita. – Giró los ojos cuando escuchó una exclamación por parte de él. –No de esa forma... es decir, necesito que ella me mantenga informada de todo lo que el Concilio quiera hacerle a mi padre o a mí.

–Quién lo diría... me tienes orgulloso.

–Yo no lo estoy, no quiero usarla. – Dejó a un lado la bandeja y se levantó. – Pero en serio quiero acabar con todo esto, necesito respuestas y sé que tú no me las darás.

–Sabes que va contra mis reglas.

–A veces siento que solo las usas como una excusa. – La chica abandonó su habitación algo irritada, no sabía si era la falta de sueño, que todavía no sabía cómo ayudar a Ares, que Ezio estuviera cerca husmeando o que realmente le hacía falta una "diosa ruda" que estuviese a su lado.

Por el momento se conformaría con una ducha, fría y larga.

–¡Te estaré esperando! – Lo escuchó gritar desde su habitación. – ¡Quiero que me acompañes!

Después de una hora bajo las frías gotas por fin se dignó a salir del baño, miró al dios sentado en la sala mientras leía una revista para adolescentes –la cual se había convertido en su favorita desde que empezaron a quedarse con JiSoo- y pasó de largo cuando él alzó su mirada y le señaló una modelo que parecía ser el poster barato de esa semana.

–¡Si quieres te la presento! – Volvió a gritar DongHae en broma.

–¡Dudo que puedas! – Le respondió dejando ver una sonrisa antes de encerrarse en su habitación para poder cambiarse.

–Todo es mejor a una diosa casada, pequeña. –Susurró volviendo a su lectura, sorprendiéndose cuando leyó que un integrante de un grupo masculino abandonaba la empresa. – Oh, qué triste. – Fingió estar dolido y pasó de página rápidamente restándole importancia.

Quince minutos después Lalisa volvió a aparecer ya lista para seguir al dios a donde sea que la llevara.

–¿Lista? – Cuestionó. – Aprovechemos que todas tus amigas están en clases y demos una vuelta. – Ofreció su mano y la invitó a que la tomara.

–Empiezo a creer que no será una caminata normal.

–Crees bien.

Lalisa ni en sus peores sueños creyó que sería testigo de todo lo que Chronos había decidido mostrarle para asegurarle que estaba de su lado y siempre lo estaría.

Apenas tomó la mano del dios todo a su alrededor cambió, el calor que la invadió cuando se transportaron a otro lugar no fue nada en comparación con su panorama actual. Su mente quedó en blanco cuando sus ojos fueron testigos del lugar más temido por los dioses. Sin darse cuenta ella se encontraba sobre un barco de madera junto a Chronos y, en la punta de esta, un hombre de aspecto sombrío dirigía la dirección.

–¿Dónde estamos? – Cuestionó aun sabiendo la respuesta.

–En el río Aqueronte. Y ese de ahí es Caronte. – Respondió con simpleza mientras miraba a su alrededor. – ¿Qué sucede, Lisa? Creí que esto te lo habían enseñado desde que estabas en pañales.

La azabache guardó silencio mientras dejaba escapar aire por su boca, a los bordes del río solo había enormes rocas que parecían llegar hasta el Olimpo, sin embargo, ella sabía que no era así. La oscuridad que el lugar podía tener era opacada por el fuego, fuego suficientemente fuerte como para percibirse incluso tras las piedras y el calor era tan sofocante que llegó a creer que se quedaría sin oxígeno pronto.

–Creí que solo los muertos pueden pasar por este río.

–Siéntete con suerte, somos los invitados de honor.

La joven amplió sus párpados al recordar que el Tártaro se encontraba cerca, en las profundidades de ese oscuro reino. – ¿Venimos por Ares? – Cuestionó aun teniendo esperanza, Chronos negó.

–No tengo el poder para llevarte hasta allí, solo los que han sido juzgados y condenados están en ese lugar. – Lalisa quiso hablar pero un fuerte rugido la hizo caer logrando que el dios riera ante su asombro, su labio inferior tembló cuando vio por primera vez al guardián del Hades. – No te he presentado a Cerbero, ¿verdad?

–Recordaría a un perro de tres cabezas, créeme.

–Bueno, ahora podrán hacerse amigos.

–Si no me come antes...– Se reincorporó y limpió su ropa mientras el barco se detenía en la orilla, frente a la entrada del reino de Hades.

Chronos deseaba burlarse de la muchacha pero se reservaría sus comentarios para cuando regresaran a casa. – Antes de que ingresemos quiero que tengas en cuenta algo. – Lisa saltó fuera de la embarcación, sacudió sus manos tratando de quitarse el polvo en ellas y lo miró con atención. – Todo esto debió haber hecho tu padre, pero dadas las circunstancias... yo lo represento.

La menor apretó los dientes y asintió sin deseos de pedir más explicaciones por el momento, solo se dejaría guiar.

Ambos se adentraron y la joven frunció el entrecejo al ver que ese lugar no era tan horrible como muchos lo describían, sin bien quiso quitarse la playera solo para disminuir el calor que la envolvía, todo a su alrededor precia una cueva, una interminable cueva en llamas.

Quizá lo único que logró intimidarla fue el guardián que la olfateó antes de ingresar.

Mientras caminaban otro de los cinco ríos que conformaba el inframundo llamó su atención y al parecer, a Chronos también.

– El río Lete. – Dijo el mayor. – JiSoo estuvo aquí.

Lalisa rápidamente se giró sorprendida, sintiendo cómo varias gotas de sudor se deslizaban por su frente. — ¿Cómo?

– Bebe de ese río y olvidarás todo. – Explicó tranquilamente mientras se detenía a orillas del mismo. – JiSoo le pidió ayuda a Hades y él le ofreció una solución.

– Creí que era imposible recordar una vez bebías de sus aguas. – Dijo cuando a su memoria llegó una clase en especial que recibió por parte de Zeus. Habían varias cosas que ignoraba y se arrepentía de no haber prestado suficiente atención cada vez que un dios se tomaba la molestia de enseñarle algo.

– Hades tuvo que ver en eso... él probablemente ayudó a que no olvidara ciertas cosas.

– Ella quiere saber sobre su vida pasada, ¿por qué no hacerlo ahora que estamos aquí?

–Es trabajo tuyo ayudarla. – Retomó su camino y la invitó a seguirle el paso. – Sé que estás molesta Lalisa, pero si yo guardo silencio es por tu bien, no puedo decirte todo lo que tienes que hacer, pero sí puedo darte un pequeño empujón.

Lalisa agradeció saber las intenciones del dios, pero no pudo responder cuando una figura masculina apareció frente a ellos; con los brazos cruzados y una capucha negra cubriendo su cabeza, su aura oscura hizo retroceder a la joven.

– Son algo lentos. – Lo escuchó decir.

– Es difícil caminar en este lugar sin morir deshidratado. – Dijo en tono burlón Chronos. – Tenemos suerte de no ser normales.

– ¿Estás seguro?

La menor se sintió incómoda cuando el desconocido la señaló, si bien ella empezaba a sentirse cansada y agitada, no quería decir que no podría continuar. Ella era lo suficientemente capaz de seguir con esa pesada caminata.

– Estoy bien. – Aclaró. – ¿Quién es usted? – Cuestionó y tras ello el hombre reveló su identidad.

Lalisa no supo cómo reaccionar, tenía a Hades frente a ella, mirándola con unos orbes tan oscuros y profundos que parecían llegar hasta su propia alma. La menor trató de no mostrar su nerviosismo pero algo muy dentro de ella le indicaba que él podía percibirlo.

– Pero cuánto has crecido niña.

– ¿Me conoce?

– Bueno... – Hades sonrió y se acercó hasta la chica posando ambas manos sobre sus hombros, esa simple acción la descolocó por completo. – Tu nacimiento es digno de recordar. – Dijo.

Lalisa parpadeó intentando no perderse en la mirada ajena. – Mi nacimiento... – Al darse cuenta de lo que había dicho el dios, ella se alejó, necesitaba concentrarse. – ¿Qué tiene de especial mi nacimiento?

Los dos mayores se miraron entre sí antes de que el amo y señor del inframundo diera unos cuántos pasos hacia atrás. – Pude escuchar que hablaban del Lete, ¿quieres conocer uno más?

– Si no tengo opción...

– Que agradable chica, me recuerdas a tu padre. – Hizo una pausa y se inclinó para susurrarle. – Que por cierto no dejaré de apoyar, pero por hoy olvídate de todo y deja que te muestre mi mundo.

¿Realmente estaba frente a Hades? ¿El mismo que resultaba ser el villano en las historias mortales? Se había dejado influenciar lo suficiente como para esperar ver a un ser horrendo, mirada sin brillo y poco amable, pero a cambio tenía a un dios igual o más bonito que Chronos. Mientras los dos caminaban delante de ella los comparó tan solo un poco. «Ambos son lindos.» Concluyó sin definir un ganador y se sorprendió de estar midiendo la belleza entre dos hombres cuando sabía a la perfección que a ella le llamaba más la atención la belleza femenina.

Se distrajo con sus propios pensamientos, no sabía cuánto tiempo llevaba en ese lugar pero empezaba a acostumbrarse, todavía no le gustaba estar bañada en sudor pero al menos las ganas de continuar con el recorrido se reavivaron.

– Lalisa, de ahora en adelante quiero que tengas cuidado. ¿De acuerdo?

La chica asintió y se detuvieron, a sus oídos llegaron lamentos, los mismos que pudo percibir cuando estuvo sobre el barco pero esta vez más fuertes, más tristes. Los dioses se separaron y dejaron que Lalisa se acercara hasta el nuevo río. Bajó su mirada hasta las aguas turbulentas y pudo ver entre estas cómo algunas almas flotaban emitiendo bajos quejidos y de vez en cuando intentando escapar. Varios brazos y piernas podían verse en la orilla en busca de ayuda.

– En este río navegan todas las almas que no lograron cruzar el Arqueronte y no pudieron ser juzgadas. No pertenecen a ningún lado. – Explicó Hades mientras llevaba sus brazos tras su espalda y entrelazaba sus dedos.

– ¿Están en el limbo? – Preguntó Lalisa.

– Mucho peor que eso. No podría imaginar el dolor que sienten. – Hades no podía controlar el flujo del río, pero tenía ayudantes lo suficientemente valientes como para adentrarse a esas aguas, hizo una señal a dos de sus lacayos y estos se zambulleron. – No podría definir qué es peor, si estar aquí... o en el Tártaro.

Lalisa exhaló con fuerza, no deseaba imaginar lo que su padre estaba pasando en esos instantes. Entornó su mirada y llevó una de sus manos hasta su rostro para limpiar la humedad que llegó a obstruirle la vista. – ¿Qué hacen? – Preguntó cuando vio a los ayudantes de Hades volver a la superficie cargando con algo.

– ¿Sabes qué se considera un pecado imperdonable? – La pelinegra negó. – Concebir a los hijos de un dios sin tener la autorización de este o al menos eso es lo que Zeus usa como excusa para enviar aquí a pobres mujeres que dieron a luz a varios de sus hijos.

– Patán. – Susurró Lisa escuchando la risa de sus dos acompañantes, su corazón se agitó al ver la silueta de una mujer siendo llevada por esos seres extraños que avanzaban en su dirección, la expresión dormida era inconfundible: ella sufría incluso estando inconsciente.

– Algunos ya se resignaron a su eterno sufrimiento. – Dijo Hades.

– La madre de JiSoo es una de ellas. – Continuó Chronos mirando en dirección de la mujer que había llamado la atención de Lalisa.

– Ella es... ¿es la madre de JiSoo? – Ambos asintieron.

– La pobre costurera, engañada por Hefesto... sí, ella es.

« – Es inaceptable que yo viviera en ese gran palacio si era hija de una simple costurera.»

Recordó esas palabras a la perfección y el reflejo del dolor en los ojos de JiSoo al decirlo. Se arrodilló e intentó tocar a la mujer pero Chronos la detuvo a tiempo.

– Está sufriendo... ¿no podemos sacarla de ahí?

– No puedes. – Hades se acercó a la chica y se arrodilló de igual forma para poder hundir su mano intentando tocar lo que Lalisa no pudo, pero su mano la traspasó y a cambio recibió grandes quemaduras que rápidamente sanaron. – No importa lo que hagas, están condenadas. Por suerte no fui yo el primero en descubrir que era imposible. – Intentó reír pero Lisa se mantuvo seria, ella se sintió triste por el destino que tuvo la primera madre de JiSoo, le resultaba injusto.

– A veces el destino es inevitable. – Escuchó a Chronos vagamente.

Al terminar el recorrido por todo ese mundo ambos volvieron a la normalidad, Lalisa se sintió aliviada de sentir el aire fresco chocar contra su rostro y despeinar su húmeda cabellera.

– Eso fue...

– ¿Muy fuerte? – Preguntó y Lalisa asintió. – Debes de enfrentarte a muchas cosas de ahora en adelante.

– Lo sé, pero si hubiera una forma de ayudar a esas almas...

– No creo que quieras ayudar a todos ellos, Lisa. Te mostramos a la madre de JiSoo pero con ella hay cientos de ladrones, violadores y traidores. No merecen el perdón. – Él tenía razón y la chica no se atrevió a contradecirlo, aunque quisiera ayudarlos habían muchos que se ganaron su lugar en el río, se ganaron una eternidad errante llena de sufrimiento. – Pero hay algo que evité que vieras. – Prosiguió mientras invitaba a la chica a seguirlo.

Lalisa no se había dado cuenta, pero aunque ambos habían regresado a la superficie terrestre, no se encontraban en Seúl, ni mucho menos en Corea. La joven indagó con su mirada a su alrededor y solo pudo encontrar vegetación, grandes árboles y el sonido de algunos animales nocturnos que vivían en el bosque.

La silenciosa caminata nocturna terminó cuando se detuvieron frente a un árbol, cerca de una cascada.

La menor no supo qué hacían ahí y realmente no entendía el tranquilo comportamiento del dios, pero un brillo singular en el suelo llamó su atención lo suficiente como para distraerla. Ella se agachó y su mano apartó la tierra que cubría esa placa; su estómago se revolvió sin razón aparente cuando leyó lo que estaba escrito.

«Sunhee Manoban

– Manoban...

– La idea original era presentártela cuando estuvimos con Hades, pero vi tu tristeza cuando conociste a la madre de JiSoo y creí que esta era una mejor solución a muchas de tus preguntas.

La menor tragó saliva sin poder moverse de su sitio, aun sin poder ver a Chronos podía sentir su mirada fija en la placa de oro.

– La que en vida fue Sunhee Manoban, tu madre.

Todo dio un giro en su propio mundo, Lisa sabía que el anonimato de su madre no era por simple gusto de Ares, ella muchas veces se había planteado la opción de ser hija de una simple humana; pero cada vez que tuvo la oportunidad de preguntárselo a su padre este se lo negaba rotundamente y ella, de una u otra forma, le terminaba creyendo.

Sus ojos se cristalizaron mientras sus dedos acariciaban la placa, su corazón se oprimió y después de mucho tiempo tuvo el deseo incontrolable de llorar. Sin embargo, se negó a hacerlo, su padre la había formado para aguantar cualquier tipo de dolor; incluso si este no era físico.

– Sé que te cuestionas muchas decisiones de tu padre, le quitaron a la mujer que amaba y a ella la castigaron por entrometerse en la vida de un dios. Ares quiso salvarla pero... no fue posible.

La voz de Hades hizo eco en su cabeza.

«– No importa lo que hagas, están condenadas. Por suerte no fui yo el primero en descubrir que era imposible. »

– Mamá está... ella está atrapada. – Dijo en un hilo de voz comprendiendo por fin la verdadera razón de haber viajado hasta el inframundo. No hubiese soportado ver a su madre en ese río. – Ares intentó salvarla, ¿verdad?

– Él recibió varias quemaduras cuando intentó sacarla de ahí pero no pudo. Se lamentó toda su vida no ayudarla. – Hizo una pausa y posó su mano sobre el hombro de la menor. – pero te tiene a ti Lisa, tú eres lo único que le queda y es por eso que intentó tomar control del Olimpo. – Chronos se agachó. Le dolió ver esa expresión asustada y dolida de la joven, comprobando así lo importante que ella era. – Ahora que sabes esto debes tener en cuenta que tú no... tú no pertenecías a ese lugar y que tu vida no será eterna. Ellos lo saben y estoy seguro que lo usarán en tu contra.

•••

Cuando abrió la habitación se encontró con Lisa sentada en el suelo mientras apoyaba la espalda en el colchón, esta estaba más que sumergida en sus propios pensamientos, ni siquiera pudo darse cuenta que tenía una invitada en su pieza. Jennie se preguntó qué es lo que había pasado, pero una vez más supuso que se quedaría con una gran incógnita en su cabeza hasta que Lalisa se animara a confiar en ella.

–DongHae me dijo que podía encontrarte aquí, espero no te moleste. –Dijo la coreana llamando la atención de la tailandesa que rápidamente alzó su mirada, Jennie se preocupó al verla con los ojos rojos.

–No me molesta. –Pronunció intentando sonreír. – Creí que estabas molesta.

–Solo confundida. –Respondió mientras hacía una señal al lado de la mayor para poder sentarse, esta asintió y Jennie no lo pensó dos veces tomando el lugar. – Estuve pensando que... si quiero ser tu amiga debo comprender tu forma de actuar y en lugar de enojarme preguntarte el porqué. Pero creo que llegué en un mal momento.

–¿Mi amiga? – Cuestionó y se conmovió al verla asentir mientras le sonreía amablemente. Tragó saliva al darse cuenta que la chica no tenía ni una pizca de maldad y no mentía con sus intenciones, sin embargo, en ese instante no tenía la mente suficiente para preocuparse por Ezio.

–No me gusta presionar y sé que no nos conocemos lo suficiente como para pedirte que me cuentes lo que pasa pero cuando mis padres murieron aprendí que estar solo en momentos duros es horrible. – La coreana tomó un respiro algo nerviosa y lentamente estiró sus brazos, al comienzo creyó que la más alta la rechazaría pero se alivió cuando esta se inclinó en busca de un refugio, un lugar donde esconderse de todo lo malo que podría pasarle. – Ya no estás sola. – Dijo lo que en algún momento de su adolescencia deseó escuchar. – Todo estará bien.

Y Lisa nunca supo lo poderoso que podía ser un abrazo cuando se tenía el corazón adolorido, hasta ese momento. Agradeció que la coreana no hiciera ninguna pregunta y le ofreció lo que creyó no necesitar jamás, un hombro sobre el cual llorar. 

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