XVII. Larga noche.

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» la letra cursiva es el pasado que ve Lisa.

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El pesado escudo y la ligera espada tenían un perfecto equilibrio cada vez que Lalisa los cargaba y no era sorpresa, había sido entrenada por el mejor guerrero existente.

Nadie había sido capaz de ver un gran espectáculo como el de esa noche; una larga noche.

La joven se encontraba rodeada por tantos hombres que era imposible contarlos, los dioses del Concilio -incluido su padre- observaban desde primera fila del coliseo cómo Lalisa luchaba por una segunda oportunidad.

La mirada de Lalisa llegaba a ser obstruida por su propio sudor y sangre provocando que cada cierto tiempo tuviera que sacudir su cabeza para poder tener una imagen limpia de sus oponentes.

Lo único que lograba escuchar era su agitada respiración que hacía eco en su cabeza y se convertía en un recordatorio constante para no rendirse.

Su fuerza no parecía tener fin.

'Piedad' no se hallaba en su diccionario esa noche. Le habían arrebatado la primera mujer que amó de sus brazos y ahora se encontraba luchando para no ser enviada a lo más profundo del Inframundo por haber violado una regla sagrada.

Su propia vida no le importaba, no realmente.

Pudrirse en una celda le resultó un buen destino para ella quien creía ya no poseer alma o corazón alguno, YooJin se los había llevado junto a su último respiro.

Sin su amada, ¿de qué servía seguir de pie?

Chronos y Ares se encargaron de prometerle que tendría su revancha y que dejarse condenar a una eternidad encadenada no era la mejor forma de honrar el recuerdo de YooJin.

Gran razón tenían.

Para ese momento su única forma de desquitar su ira, dolor y tristeza fue asesinando a miles de hombres. Débiles hombres que creían tener una oportunidad solo por ser discípulos de Atenea o Apolo.

Empuñó con ambas manos su espada y saltó hacia la batalla.

Lalisa abrió los ojos mientras escuchaba de fondo el sonido de su espada chocando con otras, como si esa pelea se desarrollara al otro lado de su puerta.

No era la primera vez que ese recuerdo se convertía en un sueño, pero había pasado mucho tiempo desde que lo rememoró. Para esta ocasión no despertó asustada ni sobresaltada, algo que agradecía.

Los próximos minutos intentó retomar sus horas de sueño pero le resultó imposible. La suave respiración de ChaeYoung era lo único que podía escuchar en la habitación.

Esa noche parecía ser diferente a otras, podía llamarlo sexto sentido o simple intuición pero su cuerpo entero se encontraba tenso mientras que su estómago experimentaba una desagradable sensación. ¿Estaba nerviosa? ¿Ansiosa? Sea lo que fuera no la dejaba dormir. Su incomodidad fue tal que terminó fuera de su cama, ignorando el frío del suelo que hizo contacto sus pies descalzos.

Se quedó parada mientras cerraba los ojos y su índice tocaba el centro de su frente, realmente no pensaba en nada pero era una vieja costumbre que había copiado de su padre cada vez que se sentía nerviosa.

Papá.

Abrió los ojos y como si de un imán se tratara, la mesita de noche al lado de su cama llamó su atención. Se acercó a ella y a tientas jaló el primer cajón. Dentro de este había mucho espacio para una sola cosa que Lalisa guardaba como un tesoro: la cadena que Ares le había entregado antes de separarse. La tomó entre sus manos y la colgó en su cuello nuevamente, como si de una medalla olímpica se tratara.

Se dio media vuelta y salió de su pieza hacia la cocina, muchas veces MinJeong le había dicho que sus hermanas le servían una vaso de leche cada vez que no podía dormir, sin embargo, se detuvo en la sala cuando vio a JiSoo sentada en uno de los sillones mirando algún punto inexistente en la pared.

—Tampoco puedes dormir. —Afirmó la coreana sin mirarla.

Lalisa se acercó y tomó asiento en el largo sofá, justo frente a la chica. — No. — Respondió. — ¿Se trata de insomnio colectivo?

—Tal vez. — JiSoo por fin posó sus orbes sobre el rostro de la chica. — DongHae no está.

—Cada vez que desaparece algo sucede. — Dejó caer su cabeza hacia atrás y sobó sus ojos.

—Lisa. —Llamó en voz baja. — He tenido un sueño extraño.

—¿Qué soñaste?

—Contigo. — Se acomodó sobre su lugar una vez tuvo la mirada de la japonesa sobre ella. — De bebé. Yo también estaba presente, cuidándote. — Calló por unos segundos rememorando la espantosa sensación que la invadió al momento de despertar. — Intentaba... yo... intentaba acabar contigo.

La más alta apretó los dientes al escucharla. Bajó la mirada y esbozó una sonrisa. — Pero solo fue un sueño. — Comentó queriendo convencerse.

—Es posible, pero...— Rápidamente se levantó y se sentó a su lado, el pánico en su rostro era visible. Pánico a sus propias acciones. — ¿Y si fue un recuerdo? ¿Y si-

—JiSoo. — La cortó de inmediato. — El pasado está muerto, la persona que alguna vez fue hija de Hefesto ya no existe.

Esa corta conversación llegó a su fin cuando escucharon una ventana romperse, seguida por un fuerte grito de ChaeYoung. Ambas se levantaron de inmediato y corrieron hacia la habitación.

— Siento interrumpir. — YoonGi sonrió con descaro mientras sostenía a la rubia del cuello, cubriendo muy bien su boca. — Vengo a cumplir un favor que Apolo me pidió. Al parecer extraña a su hija.

JiSoo quiso acercarse pero él dio un paso hacia atrás. No soportaba ver esa expresión asustada y agobiada de la menor.

─ Hey... Lalisa. ─ Llamó el muchacho. ─ ¿Recuerdas cuando éramos niños? ─ Cuestionó.

La tailandesa asintió sin prestarle verdadera atención, lo único que deseaba era recuperar a su amiga.

─ ¿Entonces recuerdas el gran miedo de esta bebé? ─ Volvió a preguntar sabiendo muy bien que la chica entre sus brazos odiaba ser llamada de esa forma gracias a su fobia. ─ Pensaba divertirme un poco con ella antes de devolvérsela a su padre. ¿Qué te parece una carrera?

─ Piénsalo mejor. ─ Amenazó Lalisa. ─ Si le haces daño y logro capturarte ni Atenea podrá salvarte.

El chico intentó no atemorizarse, por el contrario, apretó más el agarre y rozó su nariz con la mejilla de la menor. ─ Demos un paseo. Te gustará.

JiSoo se lanzó en dirección de ambos intentarlo detenerlo, pero llegó tarde, el muchacho había escapado junto a ChaeYoung. Sintió una ráfaga de viento justo a su lado y apenas giró su rostro vio a Lalisa correr tras YoonGi. Aunque ella deseaba ser parte de esa carrera y ser la responsable de acabar con el chico, su velocidad y resistencia no se comparaba con ninguno de los dos. En cuanto vio que en menos de unos segundos ambos estaban a una considerable distancia supo que no sería capaz de seguir el ritmo.

Frustrada apretó sus puños viéndose como una completa inútil.

La pelinegra se fue deteniendo cuando notó que las calles iban volviéndose cada vez más desoladas y parecían no tener fin. Cuando sus pasos se detuvieron todo a su alrededor cambió; los grandes edificios desaparecieron y fueron reemplazados por un gran campo. Ella reconoció dónde se encontraba, había soñado con ese lugar esa misma noche.

Su corazón se aceleró cuando se vio rodeada por los mismos hombres que había asesinado muchos años atrás. Cuando estos se lanzaron para atacarla se cubrió esperando ser atravesada por decenas de espadas, sin embargo, eso no ocurrió; al abrir sus ojos nuevamente se encontraba sola.

Completamente confundida respiró hondo intentando no perder la cordura.

─ ¡Atrapada! ─ La voz de YoonGi resonó pero él no se mostraba.

Al sentir que alguien tocaba su hombro se giró dando un golpe al aire, no había nadie tras ella.

Deseaba al menos una explicación, la única persona capaz de hacer ese tipo de cosas jamás se atrevería a jugar con ella.

Todas sus dudas quedaron en segundo plano cuando volvió a cambiar su panorama, esta vez ella se encontraba en medio de un bosque espeso, viéndose a sí misma abrazar a YooJin, ambas bajo la sombra de un gran árbol.

─ ¿Te duele? ─ Preguntó la coreana sosteniendo con delicadeza el mentón ajeno, mirando con preocupación el pómulo herido de la mayor.

─ En una hora ni lo notarás. ─ Respondió. ─ Es parte del entrenamiento. Papá es algo exigente.

─ No me gusta tu entrenamiento. ─ Se alzó ligeramente y besó los labios de Lalisa. ─ ¿Debería hablar con tu padre?

─ Oh... serías la primera humana en retar al gran Dios. ─ Bromeó dejando ver una pequeña sonrisa. ─ Qué valiente.

El labio inferior de Lisa tembló al saber lo que venía y, siendo sincera, no deseaba verlo nuevamente por lo que cerró los ojos escuchando su propia voz y la de su amada.

─ ¡Suéltenla! ─ Hefesto había diseñado largas y resistentes cadenas, cadenas que le sirvieron a Apolo y sus hombres para mantener a Lalisa bajo control mientras Ezio se encargaba de la sucia mortal. ─ Por favor...

─ ¿Qué hago con ella? ─ Cuestionó el muchacho.

─ Lo que quieras. ─ Respondió el dios. ─ Ese es tu premio. Y cuando acabes con ella danos el alcance.

─ Tengo una mejor idea. ─ Abrazó por la cintura a YooJin y la apretó mientras miraba con una sonrisa burlona a la joven pelinegra. ─ Este es el precio por meterte con una mortal...

─ Basta. ─ Lalisa pidió en voz baja. Lo que seguía la perseguiría toda su existencia. Agradeció que el recuerdo acabara allí y volviera de nuevo a las calles de Seúl.

─ Todavía no estás libre. ─ Volvió a escucharlo, probablamente oculto en algún lugar que ella no podía ver. ─ Es una pena que YooJin haya confiado en ti...

─ Era tu amiga. ─ Dijo entre dientes. ─ ¡Ella era tu amiga y la traicionaste!

─ ¡Ella eligió su final! ¡Si tan solo me hubiese escogido a mí y no a ti me habría asegurado de protegerla! Algo que tú no hiciste...

El escenario otra vez cambió y Lalisa arrugó el entrecejo, se encontraba asustada por lo que podría ver a continuación; sin embargo, ahora era una casa: pequeña y deteriorada. Nunca había estado en ese lugar por lo que creyó que intentaban confundirla.

─ ¿Dónde está Rosé? ─ Preguntó con la tonta esperanza de que tendría una respuesta. ─ ¿Y Chronos? ¿Qué hicieron con él?

─ ¡Todo a su tiempo!

Volvía a cambiar de locación, esta vez se encontraba cerca del mar y automáticamente supo lo que eso significaba. El desgraciado de YoonGi no solo jugaba con su mente, sino también se divertía a costa del miedo que Rosé poseía.

La rubia se encontraba atada y era empujada hacia la orilla por otro hombre.

—Déjala...─ Volvió a pedir cuando el desconocido pateó las piernas de su amiga obligándola a ponerse de rodillas. ─ Déjala. ─ Repitió sintiendo cómo la ira iba expandiéndose poco a poco, alojándose en cada músculo haciendo que su cuerpo pesara el doble. Sus enemigos habían sido cobardes, pero inteligentes. Siendo solo ella encerrada en algún tipo de ilusión no era capaz de tomar a alguien para desquitarse, no era capaz de cortarle la mano a otro Dios o deshacerse de sus discípulos a sangre fría.

Desde pequeñas el trabajo de Lisa era protegerla y a cambio recibir los dulces que su hiperactiva amiga conseguía. Era un trato justo e inocente. La tailandesa se sentía orgullosa cada vez que espantaba a los bichos o cuando tomaba la pequeña manito de Rosé en la oscuridad. Por lo que le dolía verla asustada y no ser capaz de estar a su lado para calmarla.

Apartó la mirada cuando el captor de ChaeYoung la tomó por el cuello y la obligó a inclinarse, hundiendo su rostro en la marea.

Los haría pagar, ella se encargaría de impartir su propia justicia y convertirse en el mayor miedo de todos aquellos que se habían atrevido a dañar a las personas que amaba.

Cuando dejó de escuchar los sollozos de su amiga y el choque de las olas entre sí supo que vería algo nuevo. Empezaba a hartarse, necesitaba salir de ahí pero no tenía idea de cómo hacerlo.

Podía intentar correr hasta cansarse y de alguna forma u otra volver al mundo normal, podía gritar hasta quedar sin voz e insultar a YoonGi o a quien quiera que estuviese tras esas visiones, podía hacer muchas cosas pero no le servirían de nada. Por lo que su única opción era esperar. Esperar y no perder la cordura.

Tragó saliva al momento de ver cómo una sombra se iba acercando a ella lentamente, intentó adivinar lo que venía a continuación pero ninguna de sus posibilidades se asemejaban a lo que realmente estaba por ver. La espesa sombra fue tomando forma, de pies a cabeza Jennie fue apareciendo frente a ella.

Perdió el aliento y se quedó quieta mirando a la coreana quien permanecía completamente desnuda, sonriéndole y extendiéndole un brazo para que pudiese unirse a ella. Lo perfecta que Jennie se veía no era normal en un humano. Desde su pequeña cintura hasta sus pechos. Todo en la castaña combinaba, incluso esa tímida sonrisa que le mostraba logrando que Lisa sintiera su boca secarse.

Su corazón iba acelerado y apartó la mirada avergonzada. Era una ilusión, sí, pero se sentía culpable de verla así, algo le gritaba que estaba cruzando un límite y necesitaba detenerse. No era momento de fantasear con ella.

─ Lisa. ─ La nombrada cerró los ojos. ─ Mírame... ─ Susurró la coreana.

─ Vamos. ─ Que YoonGi hablara no significaba nada bueno.

La joven tomó un respiro y se atrevió a dar un vistazo. Su labio inferior tembló al ver a Jennie y a YoonGi juntos, abrazados, desnudos. No es real. Se repitió una y otra vez, incluso cuando vio al muchacho lamer el cuello de la coreana. No es real. Una gota de sudor se deslizó por su mejilla y la pelinegra parpadeó varias veces, no se había dado cuenta que ella estaba envuelta en una copa de sudor desde hacía varios minutos. ¿La ira? ¿Los nervios? Eran tantas las razones.

─ Bella. ─ Pronunció YoonGi.

─ Púdrete. ─ Respondió la tailandesa imaginando la gran satisfacción que sentiría al cortarle la lengua a ese estúpido ser. Y no precisamente por ser tan hablador.

─ Basta de juegos. ─ El chico chasqueó sus dedos y la imagen de Jennie se desvaneció.

Lalisa agradeció verlo con ropa nuevamente.

Él se dignó a aparecer junto a cuatro personas más, fue entonces que Lisa comprendió todo lo que sucedía. Por fin tenía al responsable de todas esas visiones; Chronos se encontraba de rodillas, encadenado de las muñecas, tobillos, cintura y tobillo, con la cabeza gacha y cabello húmedo.

A cada lado de su amigo estaba Apolo y Atenea, esta última sostenía a ChaeYoung quien llevaba los ojos rojos, ropas mojadas y una cuerda alrededor de su boca impidiéndole hablar.

─ Lo siento pequeña. ─ Dijo el dios en voz baja. ─ Esto no estaba entre mis planes. No quería que vieras todo esto pero me obligaron

─ Suéltenlos. ─ Pidió la chica ganándose las risas de esos tres.

Apolo se fue acercando y alzó su brazo el cual tenía una venda alrededor de donde se suponía estaba su mano derecha, la que la chica frente a él se había atrevido a cortar. El dios estaba soportando sus propios impulsos de cobrar venganza por su preciada mano. Si Lalisa le había quitado algo que él amaba, entonces se encargaría de hacerla lamentar.

─ Divertida. Eres una chica divertida. ─ Le dio la espalda a Lisa y se inclinó para tomar entre sus manos el cabello de Chronos obligándolo a alzar su cabeza. ─ Pero ahora no hay nadie que llegue a salvarte. Tuvimos suerte de encontrarlo solo y desarmado. ¿Qué sucede? ¿No pudiste verlo venir? ─ Una carcajada invadió el lugar. Lo soltó y pateó para dirigirse esta vez hasta su desobediente hija. ─ Y Rosé tampoco te acompañará... he tenido mucha paciencia contigo, niña, pero viendo que jamás serás disciplinada me veo en la obligación de traerte conmigo a la fuerza.

─ Puedes rendirte ahora mismo, venir con nosotros y acabar con esto. ─ Dijo Atenea calmada. ─ O rehusarte y obligarnos a actuar de esta forma.

Lalisa miró a todos los presentes, a YoonGi quien mantenía una sonrisa victoriosa, Apolo que empezaba a lucir como un lunático, Chronos que le rogaba con su mirada a no aceptar, Atenea y ChaeYoung que negaba frenéticamente.

─ Prometo liberarlos...

─ ¡No podrás! ─ Exclamó Apolo y extendió ambos brazos. ─ Ahora estás sola, Lalisa. Sin tu padre, tu maestro y amiga. Dime, ¿qué es lo que te queda? ─ Lisa guardó silencio rehusándose a caer en las provocaciones del mayor. ─ Como tú quieras. Será más divertido darte caza. Acabemos con esto por hoy. ─ Volvió a patear a Chronos y este miró por última vez a Lalisa

─ Lo harás bien. ─ Dijo con una sonrisa. ─ Confío en ti, pequeña. Solo... no busques una rápida muerte. ─ Advirtió antes de acabar con toda esa ilusión.

Lalisa parpadeó y notó que habían desaparecido. Volvía a la normalidad. Algunos transeúntes caminaban cerca y se le quedaban viendo por su extraño comportamiento.

Apretó sus puños y bajó la cabeza repitiéndose una y otra vez que todo estaría bien.

Podía arreglarlo.

No estaba sola. No todavía.

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