15 Las rechazadas de la manada

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Hola a todos, aquí Coco, quien demoró su actualización un día entero XD pero que está muy feliz con el resultado y con las cositas que ha estado preparando para su deleite, fufufu. Todos los detalles están en mi obra Coconoticias, pero como aquí venimos a disfrutar de esta sexy historia de lobos, mejor los dejo con la nueva actualización y la promesa de que las cosas se van a poner interesantes. Ya saben qyué hacer, fufufu <3 

***

—Yo... pero tú... ¿Pero por qué...? ¡Diane! —Meliodas había regresado a casa cansado por el entrenamiento con Escanor. Hambriento, adolorido, deseando con todas sus fuerzas ver a Elizabeth, por poco y no reconoce a su propia mate al verla en la cocina. No esperaba encontrar a una súper modelo sirviendo pastel, y sabía que la única culpable era la castaña sentada en su islita.

—¿Siiiiii? —dijo la aludida con una sonrisa inocente mientras metía el tenedor en su boca.

—¿Qué demonios intentas? ¿Qué le hiciste a Ellie?

—Nada. Solo un poco de maquillaje y un vestido a su altura, eso es todo.

—¿Quieres que termine por asesinar a alguien? ¡Quítale eso! —Apenas terminó de gritar aquello, la hermosa chica albina se acercó a él con un puchero en la boca y unos adorables ojos brillantes que delataban molestia.

—¿Por qué? ¿Acaso no te gusta? —Lo tenía muy claro. Por respuesta, el rubio la tomó de la cintura y la besó como si no hubiera un mañana, dejándolos a ambos sin aire y a ella con una enorme sonrisa.

—Me encanta —Acto seguido la tomó de la barbilla, y la miró con una posesividad tan feroz que incluso logró borrar un poco la expresión jubilosa de su rostro—. Pero no estoy dispuesto a permitir que otro lo disfrute tanto como yo. Ahora sube a cambiarte, quiero cenar con la chica de la que me enamore. —Aquel halago a su humilde apariencia anterior logró conmover a la ojiazul, que se apiado de él y asintió con la cabeza para que la liberara de su agarre y pudiera obedecer. Al final no pudo ya que, justo en ese momento, fueron interrumpidos por alguien llamando a la puerta.

—¡Voy!

—¡No por favor! —exclamó aterrado el lobo—. Iré yo, tú solo... Siéntate aquí con Diane. —Meliodas escuchó a las chicas reírse de él mientras caminaba por el pasillo en dirección a la puerta, y no pudo menos que pensar que tenían razón al hacerlo. Tal vez se hubiera reído también, de no ser porque reconoció el olor de la persona tocando. En cuanto abrió, le sonrió con nostalgia a un joven pelinegro de semblante pálido y ojos verdes iguales a los suyos—. Hola hermano.

*

Su reacción fue más allá de mis expectativas. Tengo que ir por más vestidos con Diane, la reacción de mi Meliodas ha sido maravillosa. Veo a mi nueva mejor amiga disfrutar del pastel que hice, y a pesar de las noticias que me ha dado, creo que no me arrepiento de haber salido con ella. Está a punto de tomar un sorbo de su té cuando se pone en alerta y sonríe como solo ella sabe al invitado que acaba de llegar.

—Hasta que veo al Demon correcto salir de la finca —Entonces se lanza sobre un joven de pelo negro que creo reconocer como de la manada, y pese a que pone cara de incomodidad, al final él corresponde su gesto. Claro, después de todo, entre ellos son como familia—. ¡Que bueno verte otra vez Zel!

—Gracias Diane, yo...

—Siéntate hermano —Lo invita mi novio. Se ve que el pobre quiere hacerlo, pero no sabe dónde. Parece que lo que le incomodaba no eran las atenciones, sino el lugar. Y además, mira a todas partes menos a mí, ¿lo estará haciendo a propósito? Meliodas suelta una risita juguetona, y puntúa algo que me hace ruborizar—. Tranquilo. Puedes mirar a mi mujer. Prometo no arrancarte la cabeza si lo haces —Lo último parece dicho en broma, pero por su tono de voz, no estoy completamente segura de que lo sea. Decido ayudar al chico a salir de esta situación, y me acerco a él para saludarlo como se debe.

—Bienvenido. Por favor, siéntate aquí, ¿quieres un poco de té? —En cuanto oye mi voz, su cara enrojece y toma asiento en el lugar que le indique. Me muevo por la cocina para atenderlo, y esta vez hace exactamente lo contrario que al momento de llegar. Ahora percibo sus ojos clavados en mí. ¡Cielos! ¡Su mirada es tan intensa! Siento como analiza mi rostro en busca de algo, y no estoy segura qué hacer o decir. Pongo la taza frente a él y también me siento, pero ignora olímpicamente el té sin dejar de mirarme. Ambos nos exaltamos cuando Meliodas me toma súbitamente por la cintura para pegar mi cuerpo al suyo en una especie de gesto territorial.

—Bueno pues, vayamos al punto. ¿Qué estás haciendo aquí, Zeldris? —El joven pone cara de asustado al oír su nombre entero y traga saliva antes de comenzar su explicación.

—Yo... vine a hablar contigo y con la señorita Liones.

—Temo que mi tía no está, pero si quieres dejarle un mensaje...

—¡No! Me refería a usted, señorita Isabel.

—Es Elizabeth, tonto —Diane le arrima una rebanada de pastel en un gesto que no sé si es de amabilidad o de soborno, y luego recarga los brazos en la barra para centrar toda su atención en él—. ¿Qué es lo que la manada quiere con ella? ¿A qué te mandaron en realidad?

—Ellie, sube a cambiarte —La súbita petición de Meliodas para que me vaya me duele y me avergüenza al mismo tiempo. ¿Acaso trata de esconderme? ¿Quiere ocultarme de su familia? Aún no sé muy bien por qué lo hago pero, por esta vez, decido llevarle la contra y enfrentar la situación.

—No Mel. Creo que quiero enterarme de lo que nuestro invitado tiene para decir. Por favor, continúa —La cara que ha puesto me asusta, pero ya estamos aquí, y no pienso dejarme intimidar—. Zel, ¿puedo llamarte así? ¿En qué te ayudo? ¿Qué es lo que quiere la familia? —Siento los ojos de los tres lobos sobre mí, y no sé si he cometido un error fatal. Oh Dios, ¿habré ido muy lejos?

—Pues en realidad no estoy seguro de lo que quiere la familia, pero yo vine a pedirle disculpas señorita —¡Oh no! Otra disculpa de un Demon, espero que esto no sea una especie de karma—. Lamento mucho haberla llamado bruja el otro día, durante el juicio del clan. Solo estaba preocupado por Meliodas, ha pasado por mucho y...

—No es necesario hablar de eso.

—Siento que sí lo es. No he sido un buen hermano, y yo... —No alcanza a terminar de decir la oración, cuando Mel lo calla abrazándolo con fuerza un par de segundos. Es raro verlo mostrarse tan vulnerable, y cuando lo suelta, siento que se me ha formado un nudo en la garganta.

—No es tu culpa. Nada de lo que ocurrió es tu culpa, ya todo está en el pasado.

—Yo... —responde el lobo joven, que también se ha quedado sin habla—. Yo solo... quiero saber que estás bien. Y aunque no lo creas, nuestro padre y nuestro hermano desean lo mismo.

—¡Ja! —Aquella expresión burlona ha salido de mi amiga, quien deja la expresión enternecida de un momento atrás para mostrar una llena de escepticismo—. Eso lo dudo, amigo. Tu viejo no le ha hablado desde que el jefe se mudó aquí, y el patán de Estarossa no levantó un dedo para ayudarlos durante el juicio.

—Bueno Diane, si somos justos, tú tampoco.

—¡Pero al menos no pedí que los matarán!

—¡Basta ya! —Ambos dejan de discutir en el acto, y aunque mi lobo se ve muy intimidante, yo siento lo que de verdad pasa en su interior. Oh Meliodas. Percibo su tristeza y su ira a través de nuestro vínculo, esto lo está afectando mucho—. Eso ya no importa. Zel, agradezco que estés aquí, y siempre serás bienvenido donde sea que yo esté. Pero ambos sabemos que mi padre no te habría dejado venir a verme si no tuvieras otro objetivo así que, ¡dilo de una vez! —El chico agacha la mirada, avergonzado, y mueve la cabeza de lado a lado. ¡Es adorable! No sé por qué, pero me recuerda mucho a un pequeño cachorro.

—Sí, hermano —Entonces mete su mano al bolsillo y saca un hermoso sobre color crema con una luna impresa en él. Luego me la ofrece—. Señorita, me han pedido que la invite a la Fiesta de Cacería de la Luna Dorada.

—¡Ay no! ¿Es en serio?

—¿Por qué Diane? ¿Eso qué significa?

—Es una aburrida reunión familiar donde los lobos jóvenes salen a cazar por una noche y traen una presa para aquella hembra a la que quieran declararse. No importa si es su mate o no.

—Zeldris, esto es un insulto. Sabes que Elizabeth no puede...

—¡Pero deben ir! Si se niegan, eso significa que... que...

—Que no somos parte de la manada —Lo he dicho sin pensar, pero estoy segura de que es cierto. De nuevo, los tres voltean a verme. Supongo que ninguno esperaba que entendiera de inmediato esta parte de su mundo. Pero lo hago, aunque eso sea increíblemente doloroso para mí—. Entiendo, Meliodas, y pienso que si puedes ir solo, deberías asistir. No quiero interponerme entre tú y tu familia.

—¡Tú eres toda la familia que necesito! —Mi corazón da un vuelco al oír eso, pero no puedo alegrarme del todo al ver la cara que está haciendo el pobre Zeldris—. No iremos, y asunto concluido.

—Sí, Ellie. No vale la pena —Diane tiene la mano apoyada en la mejilla y cara de amargura. Ella debería tener invitación. Qué extraño, pensé que le gustaban las fiestas, y no veo porque debería abstenerse de ir solo por mí. Me distraigo de mis pensamientos al oír la voz angustiada del lobezno.

—Pero Meliodas, incluso si no vas a la cacería, mi padre te ha convocado un día antes para hablar contigo. Tienes que ir.

—¿Y dejar sola a Elizabeth?

—Es obvio que lo planearon así —Cada vez se ve más enojada, y creo que me estoy perdiendo de algo. Oh cielos, ¿qué tan mal está esta situación?—. Hagas lo que hagas, siempre habrá un momento en el que Elizabeth se quedará sola. Pero yo no lo permitiré. La acompañaré a todas partes y...

—No hace falta que intervengas, Diane. Simplemente no iremos, punto.

—¡Meliodas, debes ir! Si no vas, ¡corres el riesgo de dejar de pertenecer a la manada! Además, la herencia de nuestro padre...

—No me interesa su dinero.

—¡¿Y la reputación del clan?!

—¡Me importa un carajo!

—¡¿Le darías la espalda a todo lo que...?!

—¡Esperen, paren! —No puedo soportarlo más. Mis manos están temblando, siento la boca seca, pero a pesar de eso me acerco y abrazo a mi novio con fuerza. Si es verdad, quiero oírlo de sus labios—. Mel, ¿te avergüenzo? ¿Es mi culpa que no quieras ir? —Siento como las emociones se revuelven en su interior, y estoy segura que él percibe las mías. Maldito lazo del mate, no puedo ocultar lo herida que me siento. Está asustado, sé que solo quiere protegerme, pero no estoy dispuesta a aceptar que se sacrifique por mí. Si estar con él lo lástima tanto, entonces yo prefiero...

—¡No! —Me abraza con tanta fuerza que casi me lastima—. Ni siquiera lo pienses. No te atrevas a pensar en dejarme, no dejaré que eso pase. Eres mía, y nada de lo que hagan o digan servirá para alejarme de ti —Me duele y me alegra a partes iguales oírlo decir eso. Luego oculta su cara en mi hombro y acerca su boca a mi oído para susurrar—. Pequeña tramposa. Está me la vas a pagar —Entonces me besa el cuello, y necesito de todo mi autocontrol para no gemir delante de los lobos otra vez—. Está bien —dice con determinación—. Iremos. Veamos qué es lo que padre tiene para decir. —Al separarnos puedo ver la cara de Zeldris, y luce tan feliz como si le hubieran dado un regalo de navidad.

—Gracias, hermano. Te prometo proteger a Elizabeth en todo momento. —Diane simplemente suspira, resignada al cambio de planes, y saca el pecho para plantarle cara al reto que se nos viene.

—Cómo quieran. No sé si será divertido, pero seguro será una fiesta que nadie olvidará.

*

La semana pasó con angustiante rapidez para los tres. Elizabeth intentaba mantener el buen ánimo y el optimismo, pero era realmente difícil, cuando Meliodas estaba callado casi todo el día, con pensamientos lúgubres que se colaban a través de su lazo, y con una actitud corporal hacia cualquiera que la mirara que decía "si te le acercas, te mato". Y para colmo de males, había comenzado a salir todas las noches sin decirle a dónde.

Diane también estaba incontrolable, solo que en el sentido opuesto. Cuando se ponía nerviosa, no paraba de hablar. Elizabeth tuvo que llevarle su tisana especial para relajarla, y aún así, le pusieron un castigo después de clase por no callarse. Lo extraño es que no decía nada de la fiesta. Le había contado de muchas otras a las que fue, de las que ella organizaba, e incluso de la enorme que habría en el pueblo cuando llegara Halloween, pero cada vez que la albina intentaba preguntar sobre la manada, la cacería o el padre de Meliodas, cambiaba el tema o se distraía con algo. Quería encontrar una forma de hacerla hablar, pero el tiempo se le estaba agotando.

—Diane, ¿crees que puedas acompañarme a cierta cafetería nueva hoy? Está un poco lejos, pero me gustaría...

—Sabes que si se trata de salir contigo, la respuesta siempre es sí, Ellie. ¡Vamos ya! —Caminaron unas cuantas cuadras desde la escuela, pero entre más avanzaban, la chica de coletas más nerviosa parecía. Cuando finalmente llegaron al lugar, la peliplateada habría jurado que le escuchó susurrar una palabrota.

—¿Pasa algo?

—No, nada, yo solo... Olvídalo, ¡vamos por ese té! —Era una actitud inexplicable. La tienda era un lugar hermoso y acogedor, todo de madera clara, con hierbas secas expuestas y flores decorando. Ambas ordenaron un té especial con menta y miel, y suspiraron de algo que era una mezcla de cansancio con desánimo.

—Diane, basta ya. ¿Por qué no quieres hablarme de la fiesta?

—¿Pero de qué estás hablando? ¡Te he contado de muchas!

—Sabes a qué me refiero —La castaña abrió la boca ominosamente, y Elizabeth se preparó para ser atropellada por el tren verbal de su amiga. Sin embargo, eso no ocurrió. La ojimorada cerró la boca, suspiró de nuevo, y sus ojos se pusieron vidriosos mientras daba el primer sorbo a su taza.

—Elizabeth, entiende. Es un asunto delicado para mí, y no quiero hablar de eso.

—¿Por qué?

—¡Es que no quiero hablar de eso! Yo... —De pronto su amiga abrió los ojos como platos, y se puso completamente roja mientras se iba hundiendo en su asiento—. ¡Oh, diosa! ¡Me quiero morir!

—¿Por qué? ¿Qué es lo que pasa? —La albina giró en busca de la razón que había puesto a su amiga así, y al notar la silueta alta y esbelta de un chico casi pelirrojo, no pudo evitar sorprenderse también: King Fairy. No lo había visto desde la noche en que fueron juzgados, pero la reacción de Diane no era de miedo, sino de...—. No puede ser... ¿Diane, ese chico te gusta?

—¡Shhh! Por favor Ellie, te lo suplico, no llames la atención, no quiero que nos vea aquí. —Fue entonces que ella vio su oportunidad.

—¿Sabes qué? O me cuentas todo, o le hablo para que venga.

—¡¿Qué?! No por favor, no es justo.

—A la una... —El apuesto joven acababa de ordenar algo—. A las dos... —Estaba paseando la mirada despreocupadamente por el local, casi alcanzando la gaveta donde estaban—. Y a las...

—¡Para! —susurró furiosa la loba, completamente derrotada por la amenaza de su amiga—. Está bien, lo prometo, ¡lo juro! Ahora deja que se vaya por favor. —La sonrisa de Elizabeth fue tan enorme que, aunque Diane estaba molesta con ella, no pudo evitar contagiarse. Cuando el chico se fue, ambas volvieron a respirar—. Pequeña tramposa. Uff, claro, la fiesta... ¿Por dónde empiezo? Bueno, supongo que por mí. Creo que es algo que podrías deducir sólo de verme, pero yo no nací en el clan Demon. Es decir, ¡míralos! Ellos son tan lechosos, ninguno tiene mi hermosa piel bronceada y brillante, y ni qué decir de cuando tengo pelaje —Ambas se rieron un poco de la broma, y tras un largo suspiro, Diane continuó—. Originalmente era una Gigant. Sin embargo, ese clan siempre ha sido mucho más... ¿cómo decirlo? Exigente con eso de la pureza de sangre. Solo aceptan lobos de cuna, y los mate suelen surgir dentro de la misma familia... el mío se llamaba Howser.

—¿Qué...? ¡¿Cómo?! Espera, ¿tuviste un mate?

—Sí. Yo casi no lo recuerdo. Era una niña, ni siquiera había tenido mi primera transformación de luna llena cuando él murió, y por supuesto, no hubo marcaje. Pero vaya que eso sí marcó mi vida. Los Gigant solo aceptan a los cachorros nacidos de mate reales, porque saben que esas crías son las más fuertes. Se dieron cuenta que estaba condenada a que mis cachorros fueran débiles, o a que no tuviera ninguno en absoluto. Me ofrecieron a la familia Demon para evitar la deshonra.

—Es terrible. Oh Diane, lo siento tanto.

—No pasa nada —Se hizo silencio unos segundos, y cuando Elizabeth pensó que ya no contaría más, la castaña prosiguió—. Ahora, sobre la fiesta de cacería... creo que ya sabes cómo son los Demon con lo de su maldición. Están tan obsesionados con ella como los Gigant con su dichosa pureza de sangre. La leyenda dice que uno de ellos está destinado a matar a su mate. Por eso, aunque en teoría cualquier miembro de la manada me puede cortejar, ninguno quiere hacerlo. —Eso solo tuvo sentido después de unos segundos de análisis a profundidad. Las piezas de esa historia estaban cayendo en su lugar, y el panorama final era terriblemente injusto.

—Creen que tú tienes otra versión de su maldición. Piensan que mataste a tu mate sin querer —La expresión desolada de la joven fue respuesta suficiente, y Elizabeth lo único que pudo hacer fue sujetar con fuerza su mano por encima de la mesa—. Por eso odias esa fiesta.

—¡Nadie quiere salir conmigo! Me rehúyen como si estuviera sarnosa, ¡es humillante! —Ambas guardaron silencio, llenas de indignación y tristeza, pero por otro lado, Elizabeth vio en ello otra cosa que la uniría aún más a su amiga.

—Ninguno de ellos te merece. Eres demasiada mujer y demasiada loba para esos pulgosos —La castaña sonrió llena de gratitud ante el comentario, e infló el pecho con orgullo en una expresión casi cómica.

—Obviamente, pero gracias por notarlo.

—Y de todos modos, ninguno de ellos te interesa de verdad, ¿o sí? —La respuesta a eso fue ruborizarse violentamente, y comenzar a jugar con sus coletas—. A ti quien te gusta es King.

—Sí, es un amor de la infancia. Los sabios del bosque suelen ser los que actúan de mediadores entre los clanes de lobos y, cuando los Gigant me repudiaron, pasé un buen tiempo en casa de los Fairy antes de que me llevarán a su finca. Él cuido de mi cuando era pequeña, era algo así como mi niñero.

—Espera, eso es imposible. King se ve muy joven, debe tener nuestra edad... —Diane comenzó a reír a carcajadas y negó con la cabeza mientras se burlaba de ella.

—Es algo de su familia, siempre parecen más jóvenes de lo que son. Ellie, ¡King tiene 26!

—¡No! ¡¿Es en serio?!

—¡Tu cara! ¡Esa expresión! Necesito tomarte una fotografía ahora mismo.

—¡Espera! —Todo el dolor de antes se fue mientras reían y se arrebataban una a la otra el celular, bromeando como el par de adolescentes que eran. Cuando por fin se calmaron, la albina se concentró en aclarar los puntos sueltos—. Entonces, no te gusta esa fiesta porque nadie te invita a salir. Pero, ¿cuál es la razón por la que no quieres que yo vaya? ¿Acaso temes que Meliodas no quiera pedirme salir públicamente?

—No Ellie, en tu caso es algo mucho más simple. Ellos no te "piden salir" como tal, te entregan la presa que hayan cazado para cortejarte. Por eso es un problema. Esperan que asumas tu forma de lobo y te la comas ahí mismo. —Un largo silencio se instaló entre las dos, y cuando la albina por fin reaccionó, tuvo que dar un largo trago a su té.

—¿Que... que yo... que me la co...?

—Sí, que te comas la presa. Frente a todos. Por eso Meliodas está tan indignado. Sin importar qué te traiga, es obvio que no podrás —Elizabeth trago saliva y se puso a pensar en lo que sería comer un animal crudo, aún caliente y sangrante. Se le revolvió el estómago solo de pensarlo, así que se terminó su té de menta para pasar el mal sabor—. Pero no te preocupes, linda. No tienes que hacerlo, basta con que recibas lo que él te traiga y ya. Y yo estaré contigo para verlo.

—¡¿Irás?! —La sonrisa de Diane se volvió resplandeciente mientras tomaba a su amiga de las manos y la miraba con cariño.

—No pienso dejarte sola. A partir de hoy, las rechazadas de la manada les demostraremos que somos mucha cosa para ellos. Ya lo verás. 

***

Yyyyyy... eso sería todo cocoamigos ^w^ ¿A que esa fiesta tiene buena pinta? ¿Y qué opinan sobre la historia del pasado de Diane? Eso es algo que ya tenía muy pensado y, con todo, me gustaría desarrollar más en el futuro; aunque también ya quiero meter un poco de Banlaine, ¡oh, la indecisión! XD Pero bueno, mientras elucubro un poco, ¿qué tal un pequeño secreto de este capítulo? ¿Sabían que, en mi obra original (antes de pasarla a melizabeth) la chica que interpreta Diane era negra? No estoy segura de si ya lo había mencionado antes, pero me gustaría volver a hacerlo notar, ya que cada queme la imagino en su forma animal, sigue siendo de un pelaje tan negro como la noche. Bueno, ahora sí, sería todo por hoy. Nos vemos el próximo domingo para más, ¡y el jueves para nuestro maratón de San Valentín! <3<3<3




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