36 Necropolis

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Hola a todos, aquí Coco, quien aún suspira por su creación y, pese a no llevar lemon, está segura que a más de uno le encantará UwU La cosa ya se puso fuerte en la trama, la identidad de la bestia ha sido revelada y ahora, en el borde de una nueva crisis, vemos a nuestros héroes tratar de reagruparse y decidir qué van a hacer. ¿Será que nuestro pobrecito Ban está condenado? :'( No especulemos todavía. Mejor abrasen su almohada, vayan por un té, y prepárense para la lectura de hoy que está bien buena ^u^ Ya saben qué hacer. 

Posdata: también hay actualización nueva en Bloodties y Coconoticias, no se las vayan a perder. 

***

—¡Sáquenme! —gritó el lobo golpeando las paredes de su celda—. Les digo que soy inocente. Esto es un error, ¡tiene que serlo! ¡Exijo ver al alfa de inmediato!

—Tranquilízate —dijo una voz a sus espaldas y, al reconocerla, una expresión de alivio relajó las facciones de angustia del chico.

—Al fin, alguien con cerebro —Acercándose a su amigo tanto como se lo permitían los barrotes, el pobre se lanzó a la misión de repetir lo que había dicho a cada persona que se le había acercado—. Meliodas, yo no soy la Bestia. ¿Podrías decírselo a estos estúpidos para que me dejen salir?

—Ban. Yo... —comenzó el rubio, pero las palabras se le atoraron en la garganta, y fue incapaz de seguir mientras apartaba la mirada en una mueca de dolor.

—No puede ser. ¿Tú también? —Una risa de pura exasperación salió de los labios del albino y, apenas terminó de reír, estalló definitivamente en un brote de cólera—. ¡¿Qué carajos está pasando aquí?!

—Te transformaste —empezó una voz suave tan inconfundible como la primera—. En frente de todos.

—Elizabeth... —dijo reconociendo a la muchacha en la penumbra, y al ver sus hermosos ojos azules tan llenos de dolor como la cara de su amigo, supo sin lugar a dudas que aquello no era ninguna farsa—. No. No es posible, yo... —Se rindió. Si las dos personas que más habían luchado contra el monstruo se lo decían en la cara, algo de aquello debía ser cierto. Se dejó caer con pesadez en el banco de piedra de su prisión, ocultó el rostro en las manos y, tras inhalar lentamente, volvió a mirarlos dispuesto a escuchar la historia inverosímil que de seguro le iban a contar—. ¿Cómo es posible?

—No lo sabemos —retomó el rubio, tratando de conservar la misma compostura que él—. Es la primera vez que esto le pasa a alguien que no es de la familia. O a un hombre lobo que fue mordido.

—¿Y no se supone que sólo le ocurre a los lobos que ya tienen mate? —añadió Ban, tratando de comportarse de forma razonable—. Yo no cumplo ni uno de los requisitos. Vamos. ¿Están seguros de que...?

—Te vimos —Por fin el anterior alfa se animó a mirar a su primer beta a los ojos y, al hacerlo, una tormenta de emociones se desató—. Te transformaste ante mí, por orden de Elizabeth. No hay ninguna duda de que portas la maldición. Ahora sólo queda preguntarnos, ¿cuándo? —La pregunta quedó flotando entre los dos como gas venenoso, y al inhalarlo, ambos sintieron verdadero miedo—. ¿Cuándo fue que la adquiriste?

—¿Insinúas...? —comenzó el ojirojo, temblando de indignación—. ¿Es posible que creas que yo fui quien la mató? —No hubo respuesta. Solo un par de lágrimas que, al terminar de caer, desataron la furia definitiva del albino—. ¡¿Piensas que fui yo quien mató a Liz?! ¡¿Cómo puedes creerlo?!

—¡No quiero hacerlo! —contestó el otro, también perdiendo los estribos—. ¡Eres mi mejor amigo! ¡Eres como un hermano para mí! —Tras esta declaración ambos guardaron silencio, y se quedaron resollando tratando de descubrir qué había en el corazón del otro—. Pero no puedo fingir que no vi lo que vi. Ban, ¿recuerdas algo? ¿Puedes darme algo a lo que aferrarme para seguir creyendo en ti?

—Yo... Yo... —murmuró el peliplateado tratando de encontrar una memoria que no estaba ahí. Entonces la joven bruja de Black Valley por fin intervino, y se puso entre los dos con una sonrisa leve que gritaba "todo va a salir bien".

—Por favor, cálmense. Ban —empezó dirigiéndose hacia la primera persona que la reconoció como parte de la manada—, tú definitivamente eres el portador actual de la maldición. Sin embargo, lo siento en mí: no eres la Bestia, y tienes que saber que haré cuanto esté en mi mano para probarlo.

—¡¿Qué?!

—¿De qué hablas, Elizabeth? —Le cortó su mate—. Sabes lo que vimos. Fuiste tú quien lo regresó a su forma humana.

—Lo sé. Pero vi sus ojos, y él no es la misma criatura contra la que luché —Los lobos miraron consternados a la pálida joven, y cuando esta comenzó a caminar de un lado a otro exponiendo sus puntos, ambos por fin pudieron volver a pensar con claridad—. Ayer, la Bestia no mató a nadie. A nadie, cuando en todas las demás ocasiones se cobró al menos una víctima —Tenía razón, y los amigos se le quedaron viendo como hipnotizados—. Mira sus heridas. Una de las razones por las que no pudimos atrapar antes al portador era porque su increíble capacidad de regeneración borraba las huellas de sus batallas. Ban sigue sangrando, tal como lo haría cualquier lobo que ha sido atacado con wolfsbane—. Ambos miraron al mismo tiempo su pecho con marcas enrojecidas, y fueron permitiendo que aquellas palabras los convencieran—. Finalmente, está su reacción ante mi. No sé porqué, pero... me da la impresión de que la criatura de ayer no me estaba persiguiendo. Más bien, trataba de alcanzar algo que estaba justo detrás. —Los ojos de Meliodas se abrieron como platos al entender algo, y miró a Ban como quien mira a alguien que está a punto de ahogarse.

—¿Qué? —preguntó estremeciéndose—. ¿Qué pasa? ¡Díganme!

—Ban... Elaine está desaparecida —dijo el rubio tras un silencio demasiado largo—. Nadie la ha visto desde ayer en la noche. Era ella la que estaba a espaldas de Elizabeth en la formación. —Más silencio, el sonido de su peso al caer de rodillas, y el alfa en desgracia soltó un aullido tan largo y lastimero que les partió el corazón.

—¿Por qué? ¡¿Por qué?! ¿Por qué no puedo recordar nada?

—Hermano, detente, ¡no hagas eso! —suplicó Meliodas al ver que el albino golpeaba una y otra vez su cabeza contra el suelo hasta sangrar.

—Necesito recordar, debo hacerlo. ¡¿Qué carajos pasó ayer?!

—Ban —lo llamó Elizabeth, y a pesar de haber sido en un susurro, se escuchó con tal claridad que no pudo menos que obedecer. Cuando el lobo abrió los ojos, ella estaba en el piso a su misma altura, y su mano atravesaba los barrotes tratando de tomar la de él—. Creo en tí. Tú no eres un monstruo, y Meliodas y yo haremos lo necesario para probarlo. ¿Confías en nosotros? —Silencio, lágrimas mezcladas con sangre, y entonces finalmente la sujetó.

—Encuéntrala —dijo apoyando la frente contra sus nudillos—. Por favor, Luna. A Elaine, ¡encuéntrala!

—Lo haré. ¿Estás dispuesto a ayudarme a hacerlo?

—¡Por supuesto! Haré lo que tú me pidas.

—Solo confía. Te ayudaré a recordar. Primero... cierra los ojos —Una inhalación, un último temblor antes de recobrar la calma, y Ban obedeció, dejándose guiar por ella—. Concéntrate en el sonido de tu respiración. Inhala... Exhala... —Así lo hizo tantas veces como se lo indicó, y cuando finalmente había logrado caer en una especie de trance, la joven bruja siguió con su instrucciones—. Recuerda el bosque, visualízalo. Siente tu cuerpo parado en él. Tus piernas...

—Patas —susurró el muchacho hipnotizado—. Estoy en mi forma de lobo. —Estaba resultando. Elizabeth había logrado conectar con sus memorias, y sus ojos como lunas llenas miraban el rostro de su amigo con tal concentración que parecía una estatua.

—Muy bien, patas. Tu pelaje. Tu lomo. Tu pecho. Tu cabeza. Permite que tus sentidos comprendan el lugar donde estás. Tu olfato, ¿qué te dice?

—Estoy... cerca del arroyo —contestó por fin—. Huelo agua. Estoy en mi posición de siempre, protegiendo la entrada de la finca.

—Bien. ¿Hay algo fuera de lo normal?

—Nada. Puedo oler a los que están contigo, pero muy lejos. Y mi misión es proteger a los demás, así que me quedo, aunque quiera estar con ustedes —Meliodas sonrió ante el gesto de solidaridad de su amigo, y estaba por tomar su mano también, cuando de pronto Ban se tensó—. Espera... hay algo extraño en el aire.

—¿Qué es?

—Huele a... flores. A lavanda —Meliodas y Elizabeth se miraron al mismo tiempo con nerviosismo, e hicieron bien, pues al segundo siguiente él había mostrado los colmillos, y se alteró de tal forma que parecía estar despierto—. No, ¡Elaine! ¡Es la sangre de Elaine!

—No es así. Calma, Ban.

—¡Te digo que es su sangre! Esta herida, ¡tengo que ayudarla! Tengo... ¡Raaaagh! —vociferó en algo a medio camino entre grito y rugido y, ante los aterrados ojos del rubio, su amigo empezó a cambiar nuevamente en la Bestia. Pero ni así Elizabeth lo soltó.

—Lobo —dijo con una voz espectral que detuvo su miedo y la transformación—. Escucha mi voz. Vas a guiarme a donde está ella. No irás sólo. Llévame, ¿dónde está? —El pelambre blanco e hirsuto del monstruo fue cambiando lentamente hasta volverse nuevamente el suave pelaje grisáceo que en realidad tenía y, aferrándose a sus dedos como una tabla de salvación, Ban procedió con su narración.

—Todo es confuso. Mi cabeza... está llena de voces. Dicen que debo llegar antes de que sea demasiado tarde.

—¿Quién lo dice? ¿Reconoces alguna?

—No, pero la más fuerte... creo que una es mujer. —Un nuevo intercambio de miradas se dio entre el lobo y su bruja y, tras ver confirmadas sus sospechas, se tomaron de la mano mutuamente mientras escuchaban el final.

—¿Qué ocurrió después?

—Ira. Demasiada. Y luces. Creo que algo me está atacando. Yo no puedo hacer nada, no me interesa pelear. Solo quiero alcanzarla, solo quiero salvarla antes de que sea demasiado tarde —Para ese momento apretaba tanto sus dedos que era doloroso pero, como antes, la albina no se rindió—. Otra voz me llama, y es muy fuerte. Me obliga a transformarme, a volver a mi forma humana —Ya había llegado a la parte donde peleaba con ella—. Todo está oscuro, tengo sueño. Las otras voces se callan y yo... yo...

—No te duermas —le pidió gentilmente la bruja sin soltar sus dedos ahora laxos—. Ban, no me dejes. Recuerda por última vez. ¿A quién intentabas matar?

—A nadie. Yo solo... quería llegar a su lado. —Entonces él cayó definitivamente dormido, y ella lo soltó delicadamente mientras lloraba.

—De acuerdo. Descansa amigo —terminó Meliodas mientras abrazaba a su mujer sollozante y besaba sus dedos ensangrentados—. Llegaremos al fondo de esto por tí, no te preocupes.

Ponerse de pie, caminar hacia la puerta, abrir de par en par. En cuanto ellos se pusieron en movimiento, la sofisticada maquinaria que era el cuartel de cazadores lo hizo también, y todos les abrieron paso mientras se dirigían a la sala de reunión.

—Ya era hora —Los cortó Orlondi con la cara completamente pálida—. Otro poco más, y hubiéramos tenido que abrir fuego.

—No te atrevas —Le ladró Elizabeth al antipático joven—. No se hará nada hasta que nosotros digamos.

—Sí, señora. —confirmó medio burlón, y cuando finalmente llegaron a donde el resto de su equipo estaba esperándolos, el nuevo debate de inmediato empezó.

—Entonces —empezó Escanor, aún mirando la pantalla que vigilaba la celda de Ban—, él es y al mismo tiempo no es la Bestia.

—Sólo es el portador actual —cortó Meliodas—. No es consciente de lo que hacía.

—Sí pero, ¿eso lo exime de culpa? ¿Cómo saber cuánto tiempo lleva siéndolo?

—Tranquilos, todos —se sumó el más reciente de sus integrantes, y ante la mirada complacida de la albina, su amigo Gowther les mostró un tablón donde había ido exponiendo la información que había reunido para ella y el mediador desde que lo llamó—. Esto es lo que sabemos hasta ahora: desde que se instauró la maldición, esta recae en cualquier lobo que cumpla estos tres requisitos: uno, ser parte de la familia Demon; dos, tener cualidades de alfa; y tres, haber encontrado a su mate. Puede que Ban cumpla esos requisitos ahora. Sin embargo...

—No era así cuando Liz fue asesinada —proclamó Meliodas, casi feliz—. Él era sólo un beta en ese entonces. Nunca quiso ser alfa, se transformó en tal mucho después por protegerme a mí.

—Además, es fácil saber dónde estaba en los ataques recientes —confirmó enfáticamente Diane, apoyándolo—. Fue él quien dio la alarma durante la Cacería de Halloween. Y además se encontraba en la finca el día del ataque al Consejo de Ancianos, ¡todos lo vieron! Es que, ¡simplemente no pudo ser él!

—Consideremos además lo siguiente —afirmó el chico de lentes, feliz de ver que estaban coincidiendo—. Lo dicen nuestros registros históricos: desde hace mucho, se sabe que la maldición cambia de huésped. No es la primera vez que la comunidad logra capturar al monstruo, y por mucho que hubieran matado al portador, el espíritu del lobo vengativo siempre lograba volver a través del cuerpo de otra persona. Hasta ahora se creía que sólo ocurría al morir el anterior huésped pero, ¿qué pasaría si lo que ocurre en verdad es que la maldición pasa de una víctima a otra, sin necesidad de que la anterior muera? —Un denso silencio se hizo entre los presentes, y el primero en reaccionar fue Meliodas haciendo un sonido parecido a la risa.

—Sería un panorama aterrador, pero eso explicaría muchas cosas.

—Cabe la posibilidad de que anoche fuera la primera transformación de Ban en monstruo —dijo animosamente Diane. Acto seguido se fue poniendo pálida, y su sonrisa se diluyó tan rápido que casi fue cómico—. Pero entonces, eso quiere decir...

—Que es imposible cazar a la Bestia —confirmó Escanor con expresión lúgubre—. No se puede atrapar algo capaz de atravesar todas las jaulas. Incluso si mantuviéramos a Ban recluido por el resto de su vida, lo más probable es que la maldición termine pasando a alguien más. Sólo estaríamos ganando tiempo.

—Por el momento, tiempo es lo que necesitamos —proclamó Elizabeth, y todos giraron al mismo tiempo a ver a la mujer que, sin planearlo, ya era su líder de facto—. Todo lo que he visto, todo lo que me ha sucedido, me lleva a una sola conclusión: no estamos peleando contra un solo enemigo, sino dos. Hasta ahora sólo nos hemos enfocado en la Bestia pero, ¿qué pasaría si en realidad estuviéramos peleando contra el espíritu de la bruja también? —El aire a su alrededor se enfrió tan rápido como si estuvieran en un sepulcro y, al hacer sentido sus palabras en la cabeza de todos, un escalofrío los recorrió.

—¿Dices...? —preguntó Diane temblando abiertamente—. ¿Que la bruja original de Black Valley podría seguir viva?

—No exactamente. La he visto demasiadas veces en visiones como para creer que siga en este mundo pero... no lo sé. Me da la impresión de que el monstruo está siendo controlado por alguien. ¿O acaso debemos creer que la selección de huésped es al azar? Si el espíritu de la bruja aún sigue moviendo los hilos, ¿no querría eso decir que para acabar con el monstruo primero tendríamos que acabar con ella?

—O con su hechizo, que es lo mismo —concluyó Gowther doblando la vara con la que había ido señalando los puntos de su explicación en el pizarrón—. Esto es un círculo vicioso donde no se puede excluir uno del otro. Eso es lo que pensaba el mediador. Y esa era la teoría que tenía la señorita Merlín. —La mención de la tía de Elizabeth los tensionó a todos, pero igual, la albina no permitió que eso entorpeciese la charla.

—Necesitamos saberlo. Debemos saber si estamos peleando contra un espíritu o contra dos. Y para eso necesitamos tu ayuda, King —El joven castaño había permanecido callado durante toda la reunión. Estaba mortalmente pálido, y los círculos oscuros bajo sus ojos delataban su preocupación. Su hermana seguía desaparecida y, si no daban pronto con respuestas, podía terminar perdiéndola para siempre—. El día de la Fiesta de Cacería, tú y yo nos encontramos por casualidad cuando amanecía. Estabas en trance, y me revelaste una profecía que al final resultó ser cierta.

—Ya te dije que no puedo recordarlo —contestó él con una voz rasposa por falta de uso—. Lo que dicen los espíritus es sólo para la persona a la que se lo revelan. No hay forma de que pueda saber lo que dije.

—Lo sé, no es eso a lo que me refiero. King, el ritual para entrar en trance... ¿Crees que podrías compartirlo conmigo? —El joven levantó la mirada tan rápido que asustó a su compañera, y con cada segundo que pasaba, la inusual petición fue cobrando más y más sentido.

—¿Quieres...? ¿Vas a entrar al reino de los espíritus?

—Elizabeth, no, ¡es muy peligroso! —La cortó su amiga, que  sostenía a su novio medio desmayado en la silla.

—No irá sola —proclamó Meliodas, que al parecer ya se esperaba eso—. Yo la acompañaré. Será la primera vez que se comparta una técnica secreta entre clanes, pero es indispensable si queremos encontrar a Elaine.

—He visto muchas cosas en mis sueños —continuó Elizabeth justificando su postura—. El campo de lavandas, la Casa Grande, el río, y muchos otros lugares que estoy segura son reales. Tal vez, si pedimos consejo a los espíritus tal y como tú lo hiciste, ellos puedan guiarnos a donde está tu hermana. No, ¡estoy segura de que así será! Su desaparición está directamente relacionada con la transformación de Ban y sé que, cuando la encontremos, finalmente podremos resolver todo este misterio.

Le estaba pidiéndo una cosa enorme. Nunca, en más de trescientos años, había sucedido que un miembro del clan de los lobos solicitara la ayuda espiritual de una bruja. Sus rituales eran sagrados, eran secretos, eran un tesoro que no debía compartirse con nadie más. Y ahora, eran la única llave para poder entrar en territorio enemigo. King se levantó de la silla con los ojos llenos de determinación, e hizo un misterioso gesto con las manos con el que, entre su gente, se sellaba un juramento solemne.

—Está bien. Los llevaré a la Necrópolis, atravesarán el velo hacia el reino de los espíritus para encontrar las respuestas que necesitamos.

—Gracias, hermano —sonrió Meliodas ofreciéndole su mano, y el castaño no solo la tomó, sino que tiró de él en un abrazo totalmente inesperado. Era la primera amistad real entre su gente en mucho, muchísimo tiempo. Y Elizabeth casi lloró conmovida.

—Está decidido —confirmó King separándose de él—. Ahora vámonos. El ritual debe comenzar antes de que caiga la noche.



*

—Mira la luna —suspiraba Gelda en brazos de su lobo—. ¿No es hermosa?

Él no podía responder. La estaba abrazando con una daga sobre su pecho, listo para atravesarle el corazón en caso de que así se requiriera. Una impactante luna llena se elevaba a través del cristal de la ventana del refugio en el que estaban y ahí, entre muros fríos de concreto y barras de acero, la pareja esperaba el veredicto de la Diosa Luna para cuando su transformación empezara.

—Lo siento en mí. Zel... tengo miedo.

—Gelda —susurró el moreno con un nudo en la garganta, y la abrazó con más fuerza para evitar que temblara—. Aguanta. Todo terminará pronto. —El círculo plateado en el cielo siguió elevándose, su luz casi tocaba la punta de los pies de la chica envuelta en cadenas. Zeldris besó su cabellera mientras escuchaba sus latidos acelerarse y, en cuanto el halo plateado por fin alcanzó sus pies, un largo gemido salió de ella.

—¡Aaaaah! Está pasando. Zel, ¡el cambio está pasando! —lloró mientras sentía horrorizada como algo buscaba emerger desde su interior—. Tengo miedo, por favor, ¡ayúdame!

—Estoy aquí, Gelda. Estoy contigo. —La joven estaba tan asustada como feliz. Ya no tendría que morir sola en un cuarto de armas que nadie abriría en años. Si moría, lo haría en brazos de su primer amor. Era el momento perfecto, la forma perfecta. Entonces, el cuarto se llenó con el chasquido de su columna al romperse, y la lenta y dolorosa transformación comenzó. Sus huesos se torcieron y quebraron tratando de cambiar de forma, su piel comenzó a romperse mientras el pelaje surgía aquí y allá. Una sed y un hambre que jamás había conocido la doblegaron por completo y, aferrándose inútilmente a su mente humana, la cazadora suplicó a su amante que cumpliera su promesa.

—Ahora. Zel, ¡hazlo ahora! —Si moría, moriría como humana. Si moría, moriría estando con él. Cerró los ojos sintiendo como el brillo lunar la cubría por completo y, en el instante en el que por fin la última gota de humanidad dejó su cuerpo, sintió un poderoso dolor que casi la hizo desfallecer. Solo que este no era parte del cambio, ni la daga, mucho menos la muerte. Era la presión de una mordida y, cuando al fin volvió a abrir los ojos, lo primero que vio fue el perfil de Zeldris mientras le clavaba los dientes profundamente en el cuello—. ¡Aaaaaaaaaaaaah!

Rojo. Todo era rojo ante sus ojos. El dolor de su transformación se mezcló con el inmenso placer que emanaba desde ese punto, y ella se retorció tratando de liberarse de su abrazo, las cadenas y el amor que le oprimía el pecho. La excitación estaba ganando, la pasión y hambre sensual terminaron rebasando por mucho la necesidad de sangre por la que su nueva naturaleza estaba clamando. Quería morder, quería desgarrar, quería matar. Pero lo más importante: quería copular con su mate, pues eso es lo que él era, y la Diosa Luna se había apiadado de ellos dándoles el vínculo con el cuál salvaría su vida. La transformación se detuvo a medio camino, dejándola como algo que era parte humano y parte lobo, y cuando su forma se estabilizó lo suficiente como para que dejara de ser dolorosa, él finalmente la penetró, llenándola de placer, amor, y la absoluta certeza de que tendría en él a una pareja de por vida.

—Gelda, ¡Gelda! —rugió mientras comenzaba a embestirla, y ella se dejó llevar, incapaz de pensar, y convertida en instinto puro. Siguieron así, copulando con desenfreno mientras la luna se elevaba y, para cuando esta por fin comenzó a descender, su primera noche como loba había concluido. Y la primera como mates empezaba.

—¿Cómo vamos a ocultarlo? —preguntó ella tras recobrar su forma humana otra vez—. Mi aroma... seguro ahora huelo a loba.

—Huele a que eres mía —ronroneo sensualmente su pareja, y le dio un beso sobre el hombro adorando mudamente su nueva cicatriz—. Por el momento usaremos esto —dijo poniéndole un pequeño medallón dorado a la altura de los ojos—. Lo encontré tirado en el bosque el otro día. Perteneció a Elizabeth, y creí que tal vez podría llegar a sernos útil en algún momento.

—De acuerdo. Zel... —continuó mientras trataba de cubrir su desnudez con lo que quedaba de su ropa hecha girones—. ¿Me hubieras matado de no haber resultado ser tu mate?

—Sí —contestó él de inmediato, y por alguna razón misteriosa que ella no supo identificar, aquella respuesta logró hacerla muy feliz—. Habría cumplido tu voluntad, costara lo que costara. Nunca dejaré de agradecer a la Diosa Luna que nuestro destino fuera diferente. —Sus bocas se encontraron de forma tan natural como instintiva, y al terminar su beso, ella se puso el collar y jugó con él mientras reflexionaba.

—Nuestro destino aún no está escrito. Incluso si convencemos a nuestras familias para que nos dejen vivir, aún está la maldición de la bruja de Black Valley. Tenemos que ir con Elizabeth y ver cómo resultó su viaje al mundo de los espíritus —Un suspiro, un beso aún más ardiente, y la nueva loba se abrazó a su pareja aferrándose de tal forma que casi le hace daño—. Me alegra no tener que haber ido ahí yo misma. No creo que la Necrópolis fuera muy hospitalaria con una asesina como yo.

—No tendrás que volver a preocuparte por eso —le sonrió Zeldris de una forma aún más radiante que el sol que los acariciaba—. Aún si vas, ya no tendrías que hacerlo sola. Yo iré contigo, y así será por siempre. 


***

Sniff TuT Al menos algo bueno tras tanta tragedia ❤ El contra ataque comienza, la misión es clara, y ahora, será trabajo del equipo ir al lugar donde se origina la maldad que los acosa a todos, ¡qué emocionante! *w* Y bien, ¿qué opinan? ¿Les gusta los guiños a la historia original (ya casi están los siete reunidos)? ¿Qué piensan de lo que le pasa a Ban? Y a Elaine, ¿aún sospechan? ¿Cuál creen que sea la reacción de todos cuando se enteren de lo que pasó entre Gelda y Zeldris? Bueno, creo que es muy pronto para saber. Por ahora, ¡eso sería todo cocoamigos! Les mando un beso, un abrazo y, si las diosas lo quieren, nos veríamos el próximo domingo para más. 💋



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