One shot.

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OneShot: ‘’Copito de nieve’’ Hacía mucho frio aquella tarde de invierno en el que su mamá había decidido ir a visitar a la señora que conoció en el gimnasio. Patch no comprendía por qué tenía que acompañarla, él solo quería quedarse en la cama y beber chocolate caliente mirando dibujitos animados, pero no. Clarete había decidido que el niño y ella debían visitar a la tal Anne y a su pequeño hijo de cinco años. Patch estiraba su bufanda jugando en el auto mientras aparcaban afuera de la casa de la señora Cox. —Mami, yo no quiero ir a la casa de esa señora, y no quiero tener que jugar con su hijo ¡es un niñito! —Clarete suspiró y le repitió por enésima vez a Patch: —Ángel, tú también eres un niñito, no se llevan tanta diferencia de edad, te divertirás —pero Patch en un arranque de caprichos, continuó protestando mientras caminaban a la puerta, pisando la nieve. — ¡Tengo casi nueve años, soy prácticamente un adulto! —y Clarete rió mientras tocaba la puerta, sintiéndose agradecida de tener un hijo tan dulce e inocente. —Shh, pronto saldrá la señora Cox a saludarnos y debes portarte bien ¿sí? — ¿Por qué? —siguió con los berrinches el pequeño Patch. —Porque soy tu madre y te lo ordeno —le zanjó precipitadamente Clarete a su hijo al tiempo que Anne abría la puerta. La mujer era alta y tenía el rostro dulce. Como el de mi mami, pensó Patch mientras pasaba luego de saludar. Pronto luego de una breve introducción en la puerta de entrada, Anne gritó un nombre amoroso con fuerza, Patch pensaba que había dicho algo así como ‘’bomboncito’’, pero la realidad es que no había oído bien. Subió la vista a las escaleras y un mocoso más bajito que él y con rulos salvajes en toda su cabeza, bajó corriendo las escaleras usando un traje de superhéroe hecho con unas mantas y ya. Patch rodó los ojos y el otro niñito sonrió efusivamente cuando llegaba al suelo. —Cariño, saluda a la señora Clarete y a su hijo, Patch —Harry miró a ambos y sonrió. —Hola señora Clared, hola Batch —pronunció mal, pero no era su culpa completamente. El niño solo tenía cinco años y estaba resfriado. —Pueden jugar, niños, nosotras iremos a la cocina a hablar. De un momento a otro Patch y Harry se habían quedado solos el uno en frente del otro, mirándose. Patch se acercó al niño prepotentemente y casi le grito: — ¡Es Patch! Con P, retrasado —y Harry frunció el ceño agarrándose del borde de su camiseta. — ¡No soy detdasado! —y luego susurró bajito—. ¿Qué es detdasado? —Patch rodó los ojos. —Lo que tú eres —Harry hizo un pucherito y sus ojos se aguaron un poco. — ¿Ed algo malo? —preguntó y Patch se sintió mal un momento así que suspiró. —Olvídalo, raro —y sin dejar de ser borde, habló con Harry—. ¿Dónde está tu cuarto? Harry sonrió con dulzura sin darse cuenta de lo odioso que estaba siendo el niño de los ojos azules con él y comenzó a subir las escaleras corriendo para entrar a su cuarto. Las paredes de la pieza de Harry estaban llenas de dibujitos hechos por él y también estaban algo escritas. Patch sonrió cuando miró los monigotes del niño en el tapiz celeste y luego puso sus ojos en el resto del lugar. La cama de Harry era pequeña y tenía forma de un auto de carreras, mientras que en su mesita de noche había solo crayones, lápices y un vaso de jugo de manzana. Harry se sentó en el suelo y de nuevo agarró sus cosas para pintar más monigotes, el niño quería dibujar a Patch y regalarle el papel, pero Patch estaba más emocionado por las figuras de acción que Harry tenia, las cuales nunca usaba porque le aburrían. — ¡Woooow! ¿Son tuyas? ¡Están geniales! —expresó el castaño oscuro mientras sus ojos se iluminaban con cada pequeña cosa nueva. —Di quiedes llévatelas, a mí no be gustan —Patch miró a Harry y comprendió que el niñito era bueno y solo buscaba caerle bien, así que soltó sus juguetes y se sentó a su lado mirando lo que hacía. Aunque el frio calaba los huesos, Harry tenía las manos calentitas y por eso podía dibujar bien, como un niño de cinco años dibujaba, y decidió hacer a Patch, con sus ojos grandes ya mieles y su cabello castaño oscuro y luego se dibujó el mismo, con sus rulitos y los ojos verdes. Debajo de todo escribió ‘’Harry y Patch’’ y se lo dio al castaño quien lo recibió con una sonrisa. La tarde comenzó a pasar más rápido a medida que Harry y Patch jugaban a saltar en la cama, correr y dibujar. Patch miraba a Harry detenidamente y sonreía cada vez que descubría los hoyuelos del menor marcándose tan pronunciadamente y sus rulitos moviéndose inquietos de un lado a otro. Patch se la estaba pasando en grande, pero en el momento que iban a armar casas con maderitas, Clarete le anunció a su hijo que era hora de irse. Harry, como niño pequeño que era, se puso a llorar y Anne sin saber que hacer le pidió que acompañara a Patch a la puerta y así lo hizo. —Hey, mocoso, no llores…le diré a mi mami que me traiga mañana y seguiremos jugando ¿quieres? —ofreció Patch con una sonrisa resplandeciente y Harry miró a su nuevo amigo correspondiéndosela. — ¿Do probetes? —preguntó Harry aún con la nariz tapada. —Lo prometo —y entonces el muchachito de ojos verdes, sonrió como antes. —Adiós, Batch —lo saludó y luego de que Clarete se pusiera el abrigo, el muchachito besó a Harry en la mejilla. —Adiós, copito de nieve —y se fue. Harry no entendía el apodo, pero tampoco le interesaba tanto, aun así el sonrojo se apoderó de sus mejillas y bajó la vista, apenado, mientras esperaba que Patch volviese realmente al otro día. Patch Cipriano: 13 años. La tarde estaba helada, nevaba por montones y mamá me había dicho que no sabía si podríamos ir al cumpleaños de Harry con esta nevada, así que tomé mi abrigo y agarré mi mochila poniendo adentro el regalo que tenía para mi ruludo y me fui de mi casa dando un portazo. ¿Cómo se atrevía mi mamá negarme el ver a mi niño? Harry jamás me lo perdonaría si no iba a su cumpleaños. A pocas cuadras de la casa de Anne, me miré en el espejo asegurándome de no tener mala cara, pero el matiz rojo de mis mejillas y mi nariz, debido al frio, no se iba. Resoplé enojado y me dispuse a ir más rápido. Al llegar a la puerta, antes de que tocara, Harry me había visto por la ventana y abrió la puerta emocionado mientras se tiraba a mis brazos. — ¡Patch! —gritó embocinando mientras rodeaba mi cuello con sus dos brazos y despegaba los pies del suelo, yo lo giré sosteniéndolo con fuerza para que no callera y sonreí con felicidad. —Feliz décimo cumpleaños, copito de nieve —le susurré al oído y luego lo bajé al suelo para mirarlo mejor. Sus ojos verdes como la primavera brillaban salvajes, con emoción y cariño, y sus pómulos levemente sonrojados mientras mordía su labio inferior nervioso. Harry el niño más bonito que podía haber conocido, simplemente verlo me encantaba y que otros lo miraran, me jodía. —Gracias, Pat —susurró con su voz de campanillas mientras me agarraba la mano y caminábamos a donde estaba Anne. Ella nos miró tomados de la mano y aunque Harry no lo notara, yo había visto el ceño fruncido de su madre con preocupación, así que intenté soltar a Harry, pero este no me dejaba ir de ninguna forma. —Cielito, la niña que te gusta ha llegado —susurró Anne mientras se agachaba a la altura de Harry y señalaba con la mirada a una muchacha con rizos dorados y largos que se situaba en la mesa donde estaba la comida. Harry volteó mirándola un momento y luego sin darle mucha importancia miró a Anne de nuevo ignorando completamente a la muchachita. —Ah, si —fue su comentario y sonreí abiertamente al verlo tan desinteresado— Mami, Patch y yo nos sentaremos en la punta de la mesa —anunció el pequeño y entonces Anne suspiró con cansancio asintiendo levemente. No entendía por qué la mujer estaba tan jodidamente molesta conmigo, pero me importaba un comino. Harry no se me despegaba en ningún momento, él seguía sonriendo con felicidad a todos los invitados y de vez en rato cruzaba chistes con otros niños y molestaba a la niña de rizos rubios diciéndole que los suyos eran más suaves, y yo no lo dudaba. Aunque deseaba poder estar en mi habitación encerrado escuchando The Who y dibujando o comiendo, me gustaba estar en compañía de Harry. No interesaba lo estúpidos e inmaduros que eran sus amiguitos, o la cara de perra de Anne rondándome cerca, ni siquiera la música pop basura que sonaba de fondo, nada de eso importaba cuando el niño de los ojos más bellos que había visto me tomaba la mano y me miraba con tanta devoción. Harry era adorable. La tarde pasaba lenta y pesada y el frio se hacía cada vez más y más denso, me lamentaba profundamente no haber traído algo más de abrigo, pero confiaba en que mi madre me buscaría en un rato y podría ir a acostarme en mi cama tibia con todas mis frazadas, aunque lejos de Harry, y eso no era demasiado genial. —Patch, ¿en qué piensas? —me preguntó Harry jalándome la chaqueta mientras fruncía su ceño curioso y mordía su labio inferior hasta dejarlo rojo.

—En nada, pequeño —le respondí mintiendo mientras rodeaba sus hombros con mi brazo y lo apretaba fuerte contra mi pecho mientras reía. — ¡Patch! —se quejó—. ¡Me dejas sin aire! —y nos reímos ahora al unísono. Luego de comer toda clase de chuches que había en la mesa principal y beber tanto refresco que podríamos haber explotado, seguí a Harry y sus amiguitos a que jugaran a verdad consecuencia mientras Anne bebía café con algunas madres. Los niños estaban sentados en círculo y había uno en especial que me miraba con recelo. —Bien, ya saben cómo es el juego, al que le toque el pico de botella debe elegir verdad o consecuencia —habló el moreno mientras miraba a Harry y le guiñaba un ojo y este se sonrojó de sobremanera y se pegó más a mi cuerpo y el desconcierto se apoderó de mi con rapidez. El muchacho hizo que la botella girara y nos pasamos unos largos veinte minutos escuchando verdades de niñas, consecuencias de muchachos y riéndonos de las estupideces que el moreno les hacía hacer. De pronto la botella que se mantenía girando, se detuvo justo delante de Harry y el moreno sonrió con malicia. —Bien, Styles —comenzó—. ¿Verdad o reto? Harry me miró con sus ojitos verdes un momento y suspiró como resignado. —Verdad —dijo casi inaudiblemente. —Bien ¿Quién te gusta? —y Harry se sonrojó de sobremanera. Yo miré a mi ruludo y este no contestó, entonces supe que sí…evidentemente alguien le gustaba. —Mejor elijo reto —se arrepintió y yo solté su mano despacio para liberarlo. Debía ser incomodo que lo agarrara así si estaba detrás de alguna niña. —Perfecto —respondió el niño con ojos grandes y marrones mientras juntaba sus manos—. Tu reto es que tienes que conseguir que el niño más grande de tu fiesta te de un beso. —Zayn… —susurró Harry avergonzado y suspiré levantando una ceja, sabiendo que era una treta del mocoso ese para incomodar a mi Copito de nieve. —Yo soy el más grande de la fiesta —le dije a Zayn mirándolo desafiante y este sonrió de lado imperceptiblemente. —Pat, no tienes que… —y antes de que Harry continuara, tomé su rostro con una mano y dejé un sonoro y húmedo beso en su mejilla, y al separarme lo mordí. A Harry se le subieron todos los colores al rostro y se rió dulcemente, nervioso mientras yo le correspondía y lo abrazaba. — ¡Eso no vale! —Se quejó Zayn como supe que lo haría— ¡Era en los labios! —Tu nunca especificaste —le reproché mientras me paraba del suelo y tendía mi mano para que Harry la tomara—. Ya me tengo que ir, peque…acompáñame a la puerta. —No… —susurró decepcionado mientras entrelazábamos nuestros dedos y lo ayudaba a levantarse. El camino a la puerta había sido demasiado corto y rápido y eso me había decepcionado. Quería quedarme con él, pero Clarete se enojaría si no llegaba. Harry abrió la puerta y ambos miramos hacia afuera embelesados por la belleza de la nieve que caía despacio. —Tengo algo para ti—le dije de repente y saqué de mi mochila el pequeño paquete rojo que había traído para el ruludo. Al verlo, sus pupilas se dilataron con sorpresa y sonrió ampliamente con felicidad. Era la mejor expresión del mundo. — ¡Patch! —gritó despacio mientras tomaba el pequeño paquete y me abrazaba con toda su fuerza. Lo agarré de la cadera y lo apreté con fuerza contra mi cuerpo, haciendo que se pusiera en puntitas de pie por lo bajito que era. —Ábrelo, anda —le sugerí dejándolo libre para que viera su regalo pero sin despegar mi agarre de su cadera pequeña. Harry desenvolvió el papel cuidadosamente al principio, pero cuando la curiosidad lo venció, rompió los moños y el color granate se esparció por el suelo. Al tener en sus manos el pequeño objeto, lo miró con adoración, con sus ojos abiertos en totalidad y brillantes como un faro. En las pequeñas manos de Harry, deslumbraba el fulgor de una pequeña cadenita de oro blanco, con un dije mediano con la forma de un copo de nieve. —Es perfecto… —susurró sin habla mi niño y yo lo apreté con más fuerza besando su mejilla. —Tú lo eres. Harry se dio la vuelta y me abrazó con mucha fuerza, como si no quisiera dejarme ir y me preguntó al oído por qué le decía copito de nieve, pero no respondí y él no insistió. Y allí nos quedamos veinte minutos más, abrazados, casi pegados, sin necesidad de separarnos. Sin querer hacerlo. Porque yo no quería dejar ir a Harry. Patch Cipriano: 18 años. Odiaba el invierno muchas veces porque el frio me impedía salir a la calle, pero por otro lado el invierno me recordaba al mocoso. Nos conocíamos desde hace demasiado tiempo y sin embargo podíamos estar todo el día, juntos, sin aburrirnos. Harry siempre tenía una historia para contar. Al cumplir los quince había iniciado una etapa de rebeldía que traía a Anne con canas verdes, aunque mucho no me interesaba ya que ella le había prohibido a Harry verme alegando que no quería un rarito en su casa pervirtiendo a su niño. Me oculté mejor detrás de un árbol frente a la escuela de mi niño y lo esperé mientras me fumaba un cigarrillo despacio para pasar el frio. De pronto la campana sonó y todos salieron disparados al patio delantero, riéndose y jugando con la nieve del suelo. Todo era normal, opaco, aburrido, hasta que apareció él. Harry corría hacia la puerta de salida, y sus rulitos rebotaban de arriba abajo mientras la nieve fría y blanca se posaba sobre su ropa y su rostro de porcelana. Buscó con sus ojos por todos lados, abriendo esos orbes del color de las esmeraldas grande, poblada de pestañas castañas. Mojó con su lengua sus labios rosados por naturaleza y sonrió cuando al fin me vio allí, escondido. Corrió con rapidez hasta donde yo estaba y con un salto se tiró a mis brazos colgándose de mi cuello mientras reía como un niño. —Pat... —me susurró a modo de saludo mientras yo apretaba su cuerpo delgado con mis brazos musculosos y lo apegaba más a mí. —Hola, copito de nieve —le respondí mientras su rostro se separaba de mi pecho y dejaba un beso húmedo y sonoro en mi mejilla. — ¿Me llevaras a casa hoy? —preguntó separándose apenas de mi cuando le saqué la mochila para llevársela. —Sí, espero que la demente de tu madre no esté —admití riéndome ligeramente mientras agarraba a Harry de la cinturilla del pantalón como siempre para que no se fuese lejos. —Dijo que trabajaría hoy hasta tarde —respondió y giré levemente mi cabeza para encontrarme con las mejillas encendidas de mi niño. —Te ves aún más hermoso cuando te sonrojas —murmuré en voz baja provocando que el fulgor de sus mejillas se encendiera más aún. Llegamos a casa de Harry y aunque intenté que se metiera y se fuese a hacer tarea, me insistió que pasara y simplemente no podía negarme a él. Era casi imposible. Una vez en su cuarto decidió sacar las cosas que más le gustaban y mostrármelas, como siempre hacia, intentando entretenerme para que no me fuese. Harry siempre usaba esa táctica contándome anécdotas de sus juguetes viejos, de sus discos, sus libros y tonteras guardadas, sin darse cuenta de que yo me sabía cada historia a la perfección porque cada una de las cosas las había vivido con él. La hora pasaba lento y él estaba cada vez más cansado, pero disimulaba y bostezaba cuando no lo veía, aunque era imposible que yo pasara ese tipo de detalles por alto. —Ven, copito de nieve —le murmuré acostándome en s cama y estirando mis brazos. Harry caminó lento hasta mí y se tiró a mis brazos, acurrucándose en mi pecho y cerrando sus parpados. —No quiero dormir —insistió, pero en cuanto mis dedos se pasearon por su cabello, no interesaba nada, él se dormía. De pronto, en medio de mi propio letargo somnífero, oí a alguien subir por las escaleras, pero sin prestar atención seguí con mis ojos cerrados y mis brazos alrededor de la cadera de mi niño, eso hasta que la condenada puerta se abrió de golpe y Anne se mostró con el rostro perlado de la furia. — ¡¿Qué coño hacen?! —gritó haciendo que Harry se despertara de golpe y la mirara asustado. —M-mami —susurró él parándose en el suelo—. No es lo que… — ¡¿No es lo que creo, Harold?! —gritó mientras yo me paraba atrás de Harry y ponía mi mano delicadamente en su cintura como apoyándolo. Nunca había visto a Anne tan enojada, pero suponía que explotaría un día luego de contenerse tantos años—. ¡¿No estás acaso durmiendo con Patch?! Harry negó con la cabeza con sus ojos anegados en lágrimas. —P-pero…él-él es mi mejor amigo —intentó de nuevo, pero entonces Anne caminó con rudeza hacia nosotros y levantó la mano como para abofetear al ruludo, mi acto reflejo fue empujar a Harry detrás de mi cuerpo y mirarla desafiante. —Ni se te ocurra —le advertí, y antes de que ella contestara proseguí—. Que tú seas una jodida homofóbica de mierda no te da derecho a pegarle a Harry por nada, y más sabiendo que entre él y yo no haya absolutamente nada más que amistad —y pronto sentí lo doloroso que era decir aquello—. Debería darte vergüenza haber hecho el jodido amague de golpearlo solo por una puta preferencia, ¿Qué tal si yo te abofeteara porque a ti te gusta el helado de vainilla y a mí el de chocolate? ¿Sería eso justo? ¿Sería sensato? —pregunté con retorica mientras apretaba los puños—. ¿Quién te da el derecho? ¿Quién te crees para hacer esos desplantes, joder? Que tienes casi cuarenta años y no eres capaz de aceptar que en tu época las cosas eran distintas, no eres capaz de aceptar que la única persona que ha estado siempre con tu hijo, he sido yo, ni tu ni nadie me van a alejar de él porque es lo que más adoro en el mundo, siempre lo ha sido, así que déjate de estupideces y deja de ser una retrograda de cabeza cuadrada porque eso solo te llevara al odio de tu propio hijo, Anne —y allí se quedó ella. Atónita, estupefacta, mirándome fijamente a los ojos mientras se le escapaba una lagrimilla por el lagrimal derecho. No me atreví a mirar Harry hasta que Anne por fin abandonó su cuarto dejándonos con la puerta cerrada. El aire que estaba en mis pulmones se escapó y entonces me volteé para observar a Harry en una esquina, sollozante.

—Lo siento… —susurré mientras bajaba el rostro y caminaba hacia la puerta, pero antes de agarrar la manija, sentí un tirón en el brazo. — ¡No me dejes! —gritó entonces él con la voz quebradiza. Me volteé y lo tomé entre mis brazos, estrechándolo con fuerza, intentando mantenerlo en una sola pieza. —Jamás te dejaría, copito de nieve… — ¿Por qué me llamas así? —preguntó aun llorando un poco y sonreí de lado suspirando con pesadez. Era hora. —Jamás me volviste a preguntar —noté. —Lo sé…supuse que no me lo dirías. —Supusiste mal —y acaricié sus rulos un momento solo para despegar su rostro de mi pecho y hacer que me mirara fijamente a los ojos—. ¿Alguna vez has visto un copo de nieve? —Si… — ¿Has visto su forma? —Él asintió y yo me perdí en sus orbes esmeralda—. Cada copo de nieve tiene una forma única, distinta, original y preciosa, pero con la mínima calidez, se derrite sin más, quedando agua entre tus dedos. Así eres tú… —susurré y Harry me miró confundido—. Eres único, precioso y delicado, y aunque con muchos eres frio y arisco, con un poco de cariño y calidez te conviertes en una dulzura…te conocí en un invierno frio y odioso, odiaba el invierno hasta que te vi por primera vez…eres mi copito de nieve, único, especial…perfecto. Las lágrimas se deslizaban por el rostro pálido de Harry y una pequeña sonrisa se formó en su semblante. —Te amo, Patch…—susurró cohibido y bajó la mirada al suelo. Mi corazón se disparó a mil por hora y sonreí ampliamente. —Te amo, Harry…mucho más de lo que jamás imaginaras —y comprendí en ese momento que no estaba obsesionado con él, que no era un crush…comprendí que estaba enamorado, que siempre lo había estado desde que éramos unos mocosos. Harry subió de nuevo sus ojos hasta que chocaron con los míos y sus mejillas se encendieron. —Pat… —susurró y yo acaricié su mejilla. — ¿Qué? —pregunté y acto seguido oí un ruidoso suspiro. — ¿Puedo…besarte? Sonreí de lado y acaricié despacio la cadera de Harry por encima de la ropa mientras inclinaba mi espalda y llegaba a la altura de sus labios, sintiendo su aliento chocar con el mío. Los ojos de Harry se cerraron casi al momento en que los míos lo hicieron y entonces, luego de un breve lapso de duda, apoyé mi boca contra la suya entreabriendo sus labios con mi lengua levemente y finalmente besándolo con parsimonia. Harry temblaba entero bajo mis roses, bajo mi boca, a la merced de mi lengua y el calor de mi piel. Y yo sentía como la inexperiencia adornaba aquel primer beso, a sabiendas de que no sería el último, aunque necesitara separarme en el momento para poder respirar. Abrí mis ojos levemente y observé el semblante pacifico de Harry, con la nariz y las mejillas sonrojadas, su boca húmeda y rosada por el beso y finalmente la manera en la que batía sus pestañas para abrir sus ojos. —Te amo, copito de nieve…siempre fuiste mío —susurré y luego de una sonrisa compartida, Harry se lanzó de nuevo a mis brazos riendo con dulzura. —Te amo tanto, ángel…siempre tuyo y siempre mío. Y allí nos quedamos la noche entera, en su cuarto encerrados, besándonos hasta desgastarnos nuestros labios. Sabiendo que nos amábamos y no nos abandonaríamos a pesar de las adversidades…porque con él    era especial…era mi copito de nieve.

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