¿Me Has Echado De Menos? [Fernando Alonso]

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Narra Fernando Alonso
Es tarde, pasa de la una de la madrugada, así que oficialmente, hoy es miércoles ocho de julio de dos mil veinte.
Cualquiera que esté leyendo esto, es probable que ya tenga más información que yo mismo en este momento, porque lo que sucederá cuando salga el Sol, dentro de unas horas, marcará el motorsport para siempre, y teniendo en cuenta mi mala costumbre de darle vueltas a la cabeza cuando la Luna ya se deja ver, pocos leerán esto antes del evento.
Para poneros en situación, tal vez convenga decir que esta historia viene de largo, de hace meses, e irónicamente todo lo desencadenó aquel que fue mi rival por excelencia durante tantos años. Sebastian Vettel lleva tiempo intentando lidiar con los problemas maritales que genera la mujer más exigente del mundo; la Scuderia Ferrari no perdona, yo mismo traté de advertírselo, pero lógicamente y como todo el mundo, creyó que solo lo hacía para perjudicarlo.
Si en una rabieta de los italianos, el hueco del alemán quedaba vacante, no sería yo el que fuera a ocuparlo, pero los españoles siempre hemos caído en gracia a la Scuderia, y Carlos no tardó en echar un garabato al final de una hoja de papel que acababa de ganar más valor que el propio coche del equipo. El hueco en McLaren que dejaba Sainz aún estaba caliente cuando descolgué la llamada de Zac Brown, pidiéndome, prácticamente rogándome que condujera para ellos.
Os seré sincero, me pudo el orgullo más que la razón, y aunque hubiera vendido mi alma al diablo por volver a la Categoría Reina, a Brown le dije que no. ¿Por qué? Tal vez me marcaron demasiado amargamente los últimos años con los de Woking, o tal vez sin más, yo creía que en aquel momento, pese al tiempo que llevaba sin subirme a un Fórmula uno, merecía más que un equipo de media tabla.
Para cuando recapacité fue demasiado tarde, la alegría duraba poco, y la idea de volver se me escapaba entre las manos mientras leía en la prensa que Daniel Ricciardo había firmado con McLaren.
Tendrías que haber sido más rápido Fernando, más espabilado, pero no, fui tan orgulloso como siempre...
Estaba sacando la bici de la cochera bajo el sol de primavera cuando una idea sobrevoló fugazmente el cielo y captó mi interés; tiraría del hilo, así de sencillo, y me duraría mientras los pilotos que moviera el mercado estuvieran ya dentro de la parrilla. Ahora el asiento que habría quedado libre sería el de Renault, aún del australiano por esta temporada. Miré al cielo y pensé en darle un par de vueltas al asunto mientras rodaba por mi preciosa Asturias, pero un nubarrón negro me devolvió de golpe a la realidad, dejándome caer sobre el asfalto.
Cuatro campeonatos del mundo quedaban libres y en mercado este año, y aquella vez, Vettel no podía ser más rápido que yo. Pasé días subiendo fotos de mis años dorados con Renault a Instagram, Twitter, Facebook y cualquier red social que se me ocurriera, esperando que aquella tentativa fuera suficiente como para llamar la atención del equipo francés sin sonar desesperado (aunque eso último a decir verdad me importaba bien poco).
Y funcionó, claro que funcionó, desde ahí todo fue coser y cantar.
Los rumores sonaban cada vez más fuerte, probablemente por culpa de ese periodista de toda la vida, al que le había contado el secreto, pero que para mi desgracia había permanecido poco con la boca cerrada.
Nunca cambiarás, Antonio...
A Renault no le gustaban los chismes, y yo rezaba para que sus balas perdidas no acabaran dando conmigo.
A día de hoy, en esta habitación de hotel en medio de París sigo teniendo miedo a recibir una llamada y quedar fuera de nuevo, observando desde lejos y rezando por volver.
Todos piensan que tengo la sangre tan fría que nada me afecta, y en realidad, me avergüenza decir que mi punto de ebullición está por debajo de la media. No voy a poder dormir en toda la noche, aunque le haya prometido a mi padre por teléfono que lo iba a intentar.
Cuando salga el Sol, me ducharé esperando que el agua fría borre mis ojeras, y me meteré como pueda en el traje que he traído en la maleta, ese que hace tanto tiempo que no me pongo que seguro que tengo que llevar con los botones desabrochados.
Debería haberme cortado el pelo, pero no he tenido tiempo, nunca tengo tiempo de nada, y a veces, vivir tan deprisa me tortura.
Un coche de la empresa pasará a buscarme temprano, y cuando llegue al salón que tendrán vestido con las mejores galas, no seré capaz de meterme en la boca ni el más minúsculo tentempié, aunque tendré que hacer el esfuerzo para beber algo de vino o champagne francés si no quiero que se sientan despreciados.
La hora se acercará, iré al baño, me lavaré la cara y veré mi reflejo en el espejo, intentando asegurarme de que estoy allí de verdad, y no es solo una de esas tantas veces en las que he repetido la imagen en mi cabeza.
Oculto tras un biombo, y tras la presentación de Cyril Abiteboul, todos sabrán quién va a aparecer, todos grabarán a Fernando Alonso en la historia moderna de Renault y dirigirán sus flashes hacia mí.
Nunca me han gustado las fotos.
Un apretón de manos y tras un par de horas que pasaré en la celebración por mera cortesía, volveré al hotel en un taxi al que dejaré el cambio de propina.
Otra noche sin dormir.
La cabeza me echará humo, las manos me temblarán.
Hola de nuevo, Renault, ¿me has echado de menos?

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