23. MIHAWK 🔞‼️

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Personaje: Dracule Mihawk
Contexto: Conde-sirvienta
Contenido adulto: Sí
Personalidad lectora: dulce, un poco borde, cariñosa y divertida
Pedido por: MRCShino  (espero que te guste)

NOTA 📌

Sinceramente, me ha costado más de lo que me esperaba. Al final creo que me ha quedado más o menos decente. Espero haber captado la personalidad que la lectora quería 🙈

MIHAWK X LECTORA

Ser sirvienta de un conde tenía sus ventajas y desventajas. Era cierto que toda tu vida giraba en torno a tu trabajo. Debías abandonar tu casa, ver a tu familia cada cierto tiempo, vivir a tiempo completo en la mansión y atender las necesidades de aquel hombre sin importar la hora que fuera.

Sin embargo, las comodidades de las habitaciones y los restos de comida que sobraban allí, hacían que el esfuerzo valiera la pena. Las sirvientas estaban bien atendidas y sus padres se quitaban un peso de encima al no tener que mantenerlas. Normalmente las jóvenes provenían de familias pobres, no aceptaban aquel trabajo precisamente por vocación. Y ese era el caso de (TN).

—(TN), por favor, lleva esta bandeja a la habitación del Conde Mihawk —le pidió una de las cocineras. En aquellos momentos algunas de ellas se encontraban acabando de limpiar la cocina después del banquete de medio día.

—Sí —murmuró ella, mientras se acercaba para cogerla.

Era la hora del aperitivo de media tarde. Una copa de vino y algo de pan con queso. Uno de los mejores quesos del condado. El señor Mihawk no escatimaba en bebida y comida, algo bueno que degustar era fundamental.

Caminó por los largos pasillos de la mansión con aquella bandeja de plata entre las manos, procurando que se moviera lo mínimo posible. No quería causar ningún tipo de desastre. Por suerte, la puerta del conde estaba entre abierta y podía preguntar en vez de tener que golpear con los nudillos.

—¿Señor Mihawk? —preguntó.

—Adelante —escuchó desde dentro.

Empujó la puerta de madera con la punta del pie, para poder pasar. Él estaba de espaldas, sentando en frente de aquel escritorio repleto de ornamentos. Su labor como conde de notario era ejercer como tesorero de las rentas reales. Era un trabajo duro y minucioso, pero él se lo tomaba completamente en serio. No era como otros condes que se echaban a perder al llegar al poder. Disfrutando de los lujos y prestando la atención justa a sus obligaciones. Esa era una de las cualidades que la peli(t/c) admiraba de ese hombre. Ladeó la cabeza y miró a la joven con aquellos ojos amarillos.

—Déjela aquí —ordenó, mientras hacía rápidamente algo de hueco en la mesa para que pudiera dejarla cuanto antes—. Gracias. Puede retirarse.

—Sí, señor —dijo ella, haciendo una pequeña reverencia.

Desde luego, Mihawk no era un tipo precisamente muy hablador. Al contrario que todas las personas importantes que (TN) había conocido —o más bien observado— desde que vivía en el castillo. Todos ellos solían caracterizarse por ser unos charlatanes, presumidos y egocéntricos. Él no era así, y esa era otra de las cosas que le encantaban. Se podía decir que había tenido suerte por haber acabado trabajando allí y no en otro lugar.

Sin embargo, se podía decir que era un hombre demasiado frío y distante. Era obvio que no iba a entablar amistad con los sirvientes de la mansión, pero tampoco se le había visto nunca rodeado de gente. Bueno, hacía unos años su prometida se mudó allí. Era una joven preciosa, de familia adinerada. Por aquellos años (TN) era una simple adolescente —sí, las sirvientas comenzaban a trabajar siendo menores—, pero lo suficientemente avispada como para captar la situación.

Aquella mujer que apenas pasaba los veinte años no parecía ser la indicada para el conde. Era egoísta, caprichosa, ruidosa e insistente. A pesar de ser la futura mujer de Mihawk, ni si quiera en aquellos momentos parecía ser feliz ni ser cercano a la mujer con la que compartiría su vida. A pesar de sus defectos, todos estuvieron un buen tiempo de duelo cuando aquella enfermedad mortal se la llevó. Ya había pasado un año y medio desde aquello.

[•••]

Era un día cualquiera en la mansión del condado. (TN) y una de sus compañeras, Perona, estaban en la habitación. Se estaban haciendo peinados la una a la otra. Solían hacerlo en su tiempo libre. Sin embargo, los descansos durante el día no duraban mucho.

Unas horas después, a mitad tarde. Las cocineras ya estaban preparando todo lo necesario para la cena. Otra parte del servicio iba preparando la mesa y colocando adecuadamente la cubertería. Los encargados del jardín continuaban con sus labores. Mientras tanto, Perona y la (peli/tc) estaban preparando el baño para Mihawk. Le gustaba relajarse antes de la cena. Después de trabajar arduamente durante el día se parecía un buen baño de agua caliente.

—¿Te imaginas darte un baño en esta enorme bañera? —preguntó la peli-rosa, mientras acababan de verter en el agua unos aceites aromatizantes. Aquella gran bañera de bronce.

—Es demasiado grande para nosotras. Estoy segura de que acabaría ahogándome —comento (TN), divertida. Su amiga estalló en carcajadas.

—¿Está todo listo? —La voz del conde hizo que se pusieran serias rápidamente.

—Sí, señor. Disfrute del baño —contestaron, de forma conjunta, justo antes de comenzar a caminar hacia la puerta.

—Disculpe, ¿le importaría traerme una copa de vino? —preguntó Mihawk, dando un pequeño toque al hombro de la peli(t/c). Esta se quedó sorprendida al escuchar tanto respeto por parte de aquel hombre. No habían intercambiado muchas palabras durante todos esos años y... Jamás le había tocado.

—Por supuesto, señor —contestó ella. ¿Cómo iba a negarse? Su misión era servirle. Cerró la puerta tras de sí al salir.

Una vez soló, comenzó a desabotonarse la camisa blanca. Seguidamente, se deshizo de los zapatos, pantalones y prenda interior. Se metió con cuidado dentro de la bañera, apoyando el cuerpo sobre el fondo y el cuello en el borde. Respiró profundamente, aliviado. Desde luego, ese pequeño momento después de todo el día trabajando era la gloria. Tan solo le faltaba la copa de vino.

Esa joven de cabellos (t/c) había logrado captar su atención en varias ocasiones. Esa tal (TN). Ni si quiera sabía cuánto tiempo llevaba en la mansión. Sinceramente, no solía relacionarse mucho en el personal que trabajaba en la mansión. Ya tenía a alguien que supervisaba su contratación y sus labores. Trataba a todo aquel que se acercara a él con educación y respeto, pero eso no significaba que tuviera que entablar más conversación de la necesaria.

Sin embargo, solía fijarse en los pequeños detalles. Gestos, actitudes. Incluso conversaciones que escuchaba al pasear por los pasillos de la mansión. Nunca se quedaba cotilleando, ni mucho menos. No tenía ni tiempo ni interés, pero a veces era imposible aislarte de todo lo que ocurría a tu alrededor.

Había escuchado varias veces aquella dulce risa de la joven. Sus bromas con otras compañeras. Como otras trabajadoras parecían pasarlo bien a su lado. Un buen ambiente era necesario para que los trabajadores se esforzaran, y (TN) contribuía claramente a ello. Era extraño, había algo especial en ella. El ruido de la puerta le hizo salir de sus pensamientos.

—Adelante —dijo, alto y claro.

—Señor Mihawk, le traigo su copa de vino —anunció ella. No iba a negar que se puso algo nerviosa al ver que el conde ya se había metido en la bañera. Desde luego, no era momento de quedar como idiota. Se acercó hasta él y le tendió la copa, sonriendo amablemente—. Aquí tiene.

—Gracias —dijo él, mientras extendía uno de sus brazos para cogerla. En esos pocos segundos, (TN) pudo apreciar aquellos pectorales tan bien esculpidos.

Mihawk, por su parte, pudo notar el rubor de las mejillas de la joven en aquel pequeño lapso de tiempo, justo antes de que se diera la vuelta y comenzara a caminar hacia la puerta sin decir nada más. Maldición. Puede que fuera un hombre serio que disfrutara de la soledad, pero eso no quitaba sus necesidades. Era un tipo duro, pero no de piedra. ¡Oh, que demonios!

—(TN). Si no le importa, me gustaría que acudiera a mi habitación esta noche. Después de la cena —pidió, justo antes de que saliera por la puerta. Se quedó parada. El pelinegro dio un sorbo a la copa, mientras esperaba tranquilamente la respuesta.

—Sí, señor —dijo ella, finalmente. Hizo una pequeña reverencia antes de salir por la puerta.

Se quedó un momento apoyada en la pared, antes de continuar su camino. Le había pedido que fuera a su habitación. A su habitación. ¡Por la noche! ¿Por qué solo se le ocurría una posibilidad ante tal petición? No podía ser eso. Imposible. El conde Mihawk era demasiado para ella. Tanto en clase social, como físicamente. Eso último corroborado recientemente.

—Perona. ¡Perona! —exclamó, mientras cogía a la peli-rosa del brazo. La paró justo antes de entrar a las cocinas.

—¿Qué pasa? —preguntó, confundida.

—El conde me ha pedido que acuda esta noche a su habitación, después de la cena —contestó, bajando la voz. Su amiga se quedó boaquiabierta, analizando aquellas palabras.

—¡Quiere hacer el amor contigo! —exclamó. (TN) le puso la mano en la boca, con gran rápidez.

—Estás loca. No digas semejantes afirmaciones en voz alta —se quejó. Acto seguido, una sonrisa divertida se dibujó en su rostro—. Ojalá sea cierto. Que mejor que estar entre los brazos de ese hombre.

—Eres muy afortunada —se rio Perona, al observar a la peli(t/c) dramatizando mientras fantaseaba.

—Eh, ¡vosotras dos! ¡El comedor no se va a preparar solo! —les regañó la jefa de cocina—. Esta juventud, siempre haciendo tonterías.

—Lo siento, tiene razón. Ya vamos —se disculpó (TN). La mujer le dio unos suaves golpecitos en la cabeza cuando pasó por su lado. Era imposible enfadarse con aquella chiquilla tan dulce, alegre y cariñosa.

[•••]

Durante la cena, la joven estuvo notablemente nerviosa. Puede que hubiera estado bromeando, solía hacerlo a menudo. Era divertido. Sin embargo, los nervios afloraban desde lo más profundo de sus ser.

Cada vez que sacaba uno de los platos, podía notar aquellos vivaces ojos amarillos fijándose en ella. Tal vez solo era su imaginación. Ni si quiera sabía las verdaderas intenciones del conde. Ese hombre mayor, apuesto, misterioso y adinerado. Tan serio, pero a la vez tan benévolo en comparación con otros.

Unas horas después, la cena ya había acabado y el comedor estaba perfectamente recogido. Las sirvientas, a excepción de la peli(t/c) comenzaron a retirarse hacia sus aposentos. Ella caminó hacia el lado contrario. Hacia la habitación de Mihawk.

Su corazón bombeaba con fuerza. ¿Y si realmente...? Iba a ser una decepción para él. Era completamente inexperta en ese tema. No iba a estar a la altura. Encima, entregarse a otra persona era algo muy importante que debía hacerse con el hombre que compartirías el resto de tu vida. ¡Y con el que estuvieras casada! O eso es lo que le habían enseñado. Sin embargo, su cuerpo le pedía otra cosa. O eso creía. A ese paso le iba a estallar la cabeza.

Ahí estaba. En frente de la puerta. Acercó lentamente la mano y golpeó con los nudillos. Abrió una vez obtuvo el permiso.

—¿Para qué me necesita? —preguntó ella, una vez dentro de la habitación. No sabía si había escogido las palabras correctas.

Dejó unos manuscritos que estaba leyendo sobre el escritorio y se giró hacia ella. Su camisa blanca estaba medio desabotonada y sus cabellos ligeramente despeinados. Era un aspecto demasiado informal, sentía que estaba invadiendo su privacidad. Ni si quiera contestó mientras comenzó a dirigirse hacia ella. Una vez en frente, extendió el brazo para cerrar la puerta, pasado a escasos centímetros de la cabeza de la joven.

Desde luego, ser delicado y decorar sus palabras no eran características propias de él. Claro, directo y sin perder más tiempo del necesario. Sí, eso definitivamente le definía a la perfección.

—Necesito una noche de pasión. Simplemente quería saber si estaba dispuesta a compartirla conmigo —explicó, como si nada. Los ojos de (TN) se abrieron como platos. Esperaba que esa fuera la propuesta, pero no que lo propusiera tan a la ligera—. No es una orden. No tiene que aceptarla si no quiere.

—Yo, sí... Es decir... —comenzó a balbucear. Idiota, idiota, idiota. ¿Podía concentrarse y dejar de hacer el ridículo? Él tan solo la observó, pacientemente. No iba a negar que le producía algo de gracia verla reaccionar así—. No sé si soy la adecuada. Temo no estar a la altura.

—Eso no es lo que me importa. La cuestión es si tiene ganas.

—Sí, tengo... ¿Deberé confesarme después? —preguntó, algo preocupada.

Una cosa era bromear con su amiga, y otra estar a punto de dar realmente el paso. Su pregunta hizo soltar una carcajada a Mihawk, lo cual sorprendió incluso a él mismo. Aquella dulce e inocente joven. Era obvio que su cabeza estaría llena de ese tipo de enseñanzas. Cuando crecías te dabas cuenta de que pocos predicaban con el ejemplo.

—No irás al infierno por cometer un solo pecado —dijo el pelinegro—. De todas formas, si quiere confesar cada una de las acciones que tendrán lugar en este dormitorio, es cosa suya.

—Bueno, si por uno solo no pasa nada... —murmuró, mirando al suelo. Él sabía de esas cosas, tendría razón. Volvió a alzar de nuevo la cabeza y miró fijamente al rostro del conde—. ¿Será gentil conmigo?

La duda ofendía, aunque era una pregunta normal en una joven sin experiencia. Además, se lo pedía con aquella expresión tan dulce... Daban ganas de tratarla con cuidado y reventarle de forma salvaje a la vez. Sabía que daba la impresión de ser un tipo distante y desde luego nada cariñoso, y así había sido siempre. Sin embargo, eso no quitaba que fuera caballeroso y respetuoso.

Cogió la muñeca de (TN) con delicadeza y la hizo girar sobre sí misma, de forma que quedara de espaldas a él. Comenzó a desabrochar los botones de aquel uniforme. Demasiado oscuro y demasiado largo. Se deshizo con cuidado y sin ninguna prisa de cada prenda que cubría el cuerpo de la joven.

Ella por su parte, disfrutaba de los pequeños roces que los dedos de Mihawk producían contra su piel al retirarle la ropa. Por una parte se sentía nerviosa, incluso avergonzada. Sentía que lo que estaba haciendo no estaba del todo bien, según siempre le habían enseñado. Por otra parte... Tenía curiosidad y ganas de probar ese placer del que la gente mayor siempre le había hablado hacia unos años, cuando aún era una adolescente. Se sobresaltó cuando Mihawk colocó las manos sobre su cintura para hacer que se diera la vuelta. El primer instinto que tuvo, fue cubrirse los pechos con las manos.

—Perdón, acto reflejo —se disculpó, con una risilla nerviosa, mientras dejaba caer sus brazos lentamente. La verdad es que era una situación algo embarazosa.

Mihawk no dijo nada, simplemente tiró de ella para guiarla hasta aquella enorme cama. La joven suspiró al tumbarse sobre aquel suave y mullido colchón.

—Vaya... Desde luego tampoco saldría de mis aposentos si tuviera esta cama —bromeó, mientras se acomodaba.

Él se mantuvo en silencio. No iba a contestar a ese tipo de comentarios que consideraba algo estúpidos, aunque viniendo de ella le hacía parecer incluso más dulce y graciosa de lo que ya le había parecido que era. No pensaba que se sentiría interés por una chica así.

Una vez posicionado sobre ella, se abalanzó sobre sus labios. No quería perder más tiempo. Su excitación aumentó por momentos cuando la peli(t/c) soltó un pequeño gemido al notar la lengua del conde contra la suya. Cuando sus bocas se separaron, Mihawk no dudó ni un segundo en comenzar a recorrer cada parte de la piel de la joven. Lo hizo con sus labios, con la lengua, con los dedos... Incidiendo en las zonas más sensibles. Cuanto más la escuchaba gemir, más ganas tenía de provocar que continuara haciéndolo. Jamás había sentido ese tipo de atracción tan intensa. No se esperaba que fuera para tanto. Cada gesto de (TN), cada una de sus expresiones... Le hacía desear cada vez más.

Al mismo tiempo, la joven estaba como en otro mundo. No se arrepentía para nada de haber dejado todas aquellas enseñanzas a un lado. ¿Por qué habría que ir al infierno por eso? ¡Era lo mejor del mundo! Cada vez que sentía los dedos, los labios o la lengua de Mihawk sobre su cuerpo era como ver las estrellas. No. Era como estar en el mismísimo cielo. Sentía cosquilleos muy agradables recorriendo su cuerpo por dentro. Lo único que le molestaba era que él todavía llevara la ropa puesta.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó él, cogiendo las manos de la joven. Había estado a punto de desabotonarle la camiseta.

—¿Qué? No es justo que estés vestido —contestó ella, frunciendo el ceño. El conde se quedó mirándola fijamente. Sin palabras, durante unos segundos. No se esperaba que le hablara así—. Siento... Siento haberle hablado así, pero sigo pensando que no es justo.

—Tiene razón —dijo él. No iba a negarlo. Estaba completamente desnuda y a su merced. Su petición era razonable. Se incorporó lo suficiente como para desvestirse. Dejando a la vista aquel cuerpo bien trabajado—. ¿Mejor así?

La peli(t/c) tan solo asintió. Las palabras se habían perdido por su garganta al ver la parte intima del conde. Ni si quiera le hubiera hecho falta ese gesto afirmativo. Tan solo con la mirada de la joven y el rubor de sus mejillas era suficiente. No iba a negar que era satisfactorio saber que causaba esa impresión en ella.

Después de unos cuantos minutos más de besos, caricias y demás preparaciones, por fin llegó el momento en el que se conectaron en uno con el otro. Primero con suavidad, aumentando el ritmo de manera acompasada. Disfrutando el uno del otro de la calidez de sus cuerpos. Del placer que producía el roce de las embestidas. Así estuvieron hasta que ambos quedaron satisfechos por completo.

—Por Dios, ha sido increíble —dijo (TN), mientras el conde se tumbaba a su lado. Ni unos segundos de silencio nada más acabar. Se llevó una mano a la boca—. Acabo de blasfemar. Dos pecados en una noche.

Mihawk estuvo a punto de sonreír, aunque no dijo nada. Desde luego, esa joven era graciosa sin pretenderlo. Era algo adorable. Se llevó una mano a la cabeza. Era extraño. Puede que un poco más de relación social no fuera del todo mal, al menos con cierta empleada.

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