Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad

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Estaba cansada de que siempre que al niño se le ocurría una estupidez yo tenía que ir a salvarlo. Luther, Diego y yo llegamos a la Biblioteca Pública de Argyle y comenzamos a buscarlo, nos dividimos para que fuera más rápido encontrarlo pero fracasamos en el intento reuniéndonos en el último piso.

—¿Quieres saber por qué me fui?— Cuestionó Diego viendo a Luther.

—¿De qué estás hablando?— Respondió Número Uno confundido.

— Si te refieres a la Academia no, no quiero saber Diego. Así que dejen sus problemas de lado y encontremos a ese niño, que bien yo podría estar en casa viendo un maratón de películas pero no, aquí estoy con ustedes par de tontos— Dijo fastidiada Clarice.
Ellos no objetaron nada ante su inconformidad y continuaron buscando.
Clarice escuchó cerca que iban a llamar a seguridad así que supuso que Cinco estaba cerca, le hizo señas a sus hermanos y llegaron a una habitación donde se encontraba el pequeño Cinco borracho abrazando a un maniquí rodeado de hojas y cálculos escritos en las paredes.

—¿Está borracho?— Preguntó inocentemente Luther.

—Borracho no, borrachísimo— Afirmo Diego mientras se acercaba a él con intención de cargarlo y llevarlo a otro sitio.

—¡No me toques!¡Aléjate!— Gritó el chico arrastrando las palabras e hipando mientras lanzaba golpes al aire.

—Vamos Cinco, no tenemos toda la noche— Dijo Luther mientras intentaba cargarlo él pero fracaso igual que Número Dos, solo que él recibiendo una cachetada en el proceso.

—No seas un niño malcriado Cinco, fácilmente pude no haber venido por ti pero aquí me tienes, así que házme un favor y párate porque yo no pienso cargarte— Mencionó su hermana mayor de la cual estaba enamorado.

—Por ti hago todo lo que quieras mi amor— Respondió el niño mientras se recargaba en la pared e intentaba ponerse de pie, con el maniquí en brazos, mareándose repetidamente en el proceso y causando un leve sonrojo en la chica.

—A ella si le hace caso y a nosotros nos quiere golpear, mejor dicho a ti sí te golpeó— Reprochó Diego mientras miraba la mejilla teñida de rojo de Número Uno.

—Okey, ahora Luther cárgalo por favor y vámonos antes de que nos detengan— Ordenó la chica mientras veía como algunos oficiales iban subiendo por las escaleras.

Luther obedeció y cargó a el niño el cual se quedó dormido automáticamente, Diego recogió el maniquí y yo ordené y guardé las notas que supuse eran importantes. Salimos de la biblioteca y nos metimos a un callejón para ponernos de acuerdo a dónde llevarlo: el cuarto de Diego en un gimnasio, la Mansión Hargreeves o mi departamento. Al final terminamos llevándolo a el cuarto de Diego porque era el lugar más cercano.
A medio camino Cinco empezó a balbucear incoherencias sobre el amor y que deseaba nunca haberse ido.

—¡TE AMO CLARICE! Y aunque tu no me correspondas y me alejes de ti, te seguiré amando. Me gustaría no ser un maldito cobarde y tener que emborracharme para no ir corriendo a declarar mis sentimientos. Me gustaría tenerte enfrente de mi, decirte todo lo que siento y besar esos hermosos labios que tienes— Confesó causando un fuerte sonrojo en la aludida y unas estruendosas carcajadas por parte de los chicos.

—¡Maldición! No es gracioso par de idiotas, esta borracho y no sabe lo que dice. Sigue siendo un maldito niño hormonal y confundido— Defendió su hermana al verlo tan vulnerable y no poder defenderse él mismo.

Siguieron caminando sin prestar atención a lo que el chico decía hasta que empezó a tener arcadas.

—Si me vomitas....— Amenazó Luther pero fue muy tarde porque el niño ya estaba vomitando.

—Que puto asco Cinco, no fue suficiente que te haya visto en esos ridículos calzoncillos de corazones, ahora tengo esta asquerosa imagen en mi mente— Reclamó su hermana mientras se volteaba para no seguir viendo.

—Admítelo, te gusto verme en calzoncillos— Mencionó Cinco mientras se reía a carcajadas.

Finalmente llegaron a su destino y Luther acomodó a el niño en la cama mientras Clarice le quitaba los zapatos, calcetines, saco, chaleco y corbata revelando una gran mancha de sangre en la camisa.

—Sabes Clarice, me gustaría que me hubieras quitado la ropa en otras circunstancias— Dijo el niño con la voz somnolienta antes de caer en un profundo sueño.

Ella hizo caso omiso a su comentario y desabrocho los botones de la camisa del chico para poder curar su herida. Después de haberla desinfectado, le puso una gasa y lo vendo, para proceder a abrochar nuevamente su camisa, arroparlo y dejarle un suave beso en su frente.

Los sentimientos de el niño eran correspondidos, pero ella era mucho mayor que él físicamente.
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Espero les guste este capítulo, me gustaría saber si quieren una segunda parte donde los 2 terminan juntos.
No olviden votar, comentar, seguirme y compartir.

Ann♤

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