AU: Cute Tics.📍

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Ya era la segunda vez que la chica bajita de no más de 10 años había derramado ese café que había preparado su padre para la mesa número nueve. Lo recogió sin saber cuantas veces lo había hecho ya, y fue a advertirle a su padre para que volviera a hacer el café descafeinado.

Mientras iba a la caja, ya qué su padre le había dicho que no hacía falta que le ayudara ella a servir a los clientes y menos después de lo sucedido con las tazas, se tiraba ligeramente de los mechones de su larga cabellera de color azabache. Su madre le daba ligeros golpes en su espalda para que dejase aquella tarea de lado y no se hiciera daño, pero poco servía.

Siempre se había preguntado por qué le daban esos tics, todos ellos musculares. Ya fueran en los brazos, piernas e incluso muchas veces le daban tics hasta en los parpados, cosa que hacía que los niños se rieran de ella y no era algo que a Hanako le gustase demasiado, por eso había preferido pasar desapercibida entre todo el mundo, como alguien no aceptado o como se llamaba ella ''bicho raro''.

Se escuchó el sonido de la campanilla, indicando que la puerta se había abierto dejando ver a un niño de su misma edad acompañado de una mujer. Se acercaron a la tabla y la mujer se agachó para ver que quería su hijo.

— Hola pequeña. - dijo la mujer albina, mirándola con sus orbes de color gris. — Nos gustaría tomar un café y un batido de...

— Chocolate, mamá. - dijo el niño, pelirrojo con los orbes azules tan puros como el mar.

— Al-Algo más ¿co-cómo algo de comer? - dijo la oji rosa, mirándo primero a la más alta y luego a el niño.

El chico se quedó extrañado mirando a la chica ¿Por qué había repetido el principio de las palabras? Ahora que se fijaba, cada ciertos segundos le temblaba el ojo. ¿Por qué? Le parecía extraño pues era la primera vez que veía a alguien haciendo eso de forma, al parecer, involuntaria.

— Yo quiero un donut. - dijo el niño, fijándose aún más en los ojos rosas de la chica.

— Con eso estará bien. Un café, un batido y un donut - sonrió la mayor y sacó de su bolso un monedero de color ocre con la cremallera dorada para pagar.

— Se-serán mil trescientos yenes - dijo cogiendo el dinero que la mujer le daba y mirándo a otro lado, ya que se había dado cuenta de que la miraba demasiado. La mujer no. Esta le miraba con una sonrisa dulce a pesar de que su mano temblase al coger el dinero. Pero aquel niño incluso parecía escrupularle con la mirada. — A-Ahora se lo traeré...

La mujer se alejó de la barra y fue a sentarse con su hijo en una mesa. El niño al ver que no había nadie más para escucharlos decidió preguntarle a su madre sobre las actuaciones de la chica.

— Oh cariño, es algo que creo que no terminarías de comprender. O simplemente no sea lo que te voy a explicar. Tal vez sea por nervios, o por que nació así. - acarició el pelo corto rojo del niño. Él asintió y siguió mirándo a la chica vestida con unos pantalones marrones claro, una camiseta verde y un lazo en su cabello negro. Aquel contraste de colores, junto a su pelo y sus orbes, solo hacía que se fijase más en ella.

La madre de la niña al rato les llevo las bebidas ya que sabía que si las hubiera llevado su hija, todo se habría desparramado. La niña les llevo el bollo del niño, al que acompañó con un "Qué disfruten" con obviamente varios tics a la hora de hablar, y de nuevo varios musculares.

El pequeño Tōya la seguía mirándo. De verdad quería comprender por qué la niña hablaba así y su comportamiento. ¿Por qué era diferente a él o a cualquier niño que conocía? A simple vista le parecía tan normal, como los demás.

La niña se sentó detrás del mostrador, con una libreta con varias pegatinas de Rayo Mcqueen y una princesa Disney, para dibujar cualquier cosa. Solía dibujar siempre a su familia, a ella o el paisaje. Pero esta vez decidió dibujar a el chico pelirrojo de ojos azules, que no dejaba de mirarla. Eso de que la miráran no se le hacia raro, ya que era parte de todo.

Pero ella se dió cuenta de que él no la miraba como todos, él simplemente era diferente.

Al cabo de un rato había terminado de hacer aquel dibujo. Después de todo, no se podía permitir el lujo de estar toda la tarde sentada haciendo aquello, pues tenía que ayudar a sus padres a servir. Aún era pequeña, y muchas veces oía a sus padres discutir por eso mismo pues su madre sobre todo, no comprendía por qué la tenían ahí sirviendo en vez de dejarle salir con sus amigos. Pero Hanako no quería, más que nada por que al menos en la cafetería se sentía querida y protegida. Los niños de su escuela eran duros con ella, siempre se reían cuando se trababa al hablar o cuando comenzaba a tirarse de su cabello.

— ¿Mamá? - eran los únicos clientes que había en el momento. Tōya levantó la mirada para ver a su madre, la cual apartó la mirada de la revista que leía para ver a su hijo. — ¿Puedo ir a hablar con ella?

Rei levantó la mirada, viendo como estaba sentada detrás de la barra sumida en un cuaderno con pegatinas. Giró de nuevo el rostro para asentir débilmente hacia su hijo.

— Claro que puedes. Seguro que le alegra que lo hagas. - adelantó su mano para acariciar con dulzura la barbilla del infante. Este sonrió sin mostrar sus dientes, para darle el último bocado a lo que había pedido y levantarse de la silla.

Divisó por encima de sus hombros que nadie entrase en el momento y ella tuviese que atender. Al parecer a esa hora de la tarde no iba nadie. O justamente había dado la casualidad de que hoy no entraban. Se acercó a la barra, pudiendo divisar a la chica concentrada en su libreta. No veía muy bien lo que estaba haciendo en ella, pero no pasó por desapercibido que mientras hacía aquello estaba relajada. No veía ningún tic ni en su rostro ni en sus músculos.

— Perdona.

— ¡Ahk! - la azabache dio un leve sobresalto en la silla donde estaba sentada. Había llevado de forma instantánea una de sus manos hacia su cabello para agarrarlo débilmente. — ¿Qu-qué ocurre?

— ¿En qué colegio estudias?

Hanako miró por varios segundos a aquel niño sin comprender muy bien. Había escuchado su tono de voz, siendo uno simple y suave. No era parecido al que solía escuchar en clase. Sus ojos volvieron a cerrarse y abrirse rápidamente, pudiendo notarse que estaba más nerviosa que de normal. Bajó sus manos después a su libreta, subiéndola hacia su tronco para tapar su camiseta de color verde caqui.

— ¿E-eh? E-en el de la calle de al-al lado. - sus orbes miraron a los de su acompañante, — ¿Por qué preguntas?

Apoyó débilmente su mano en aquella barra de madera, pudiendo ver desde esa altura la libreta y lo que estaba dibujando. No pensaba que pudiese dibujar tan bien con aquellos espasmos que sufría su cuerpo, pero había superado todas sus expectativas. Miró detalladamente el dibujo, creyendo verse en él, pero no podía decir con certeza que si lo fuese.

— No te había visto nunca. ¿A qué clase vas? - ella negó débilmente. — ¿No? ¿Qué quieres decir?

— Su-suelo ir poco a clase. - de nuevo sus manos se dirigieron a su ropa, tirando de esta torpemente. Bajó su vista varios segundos para después volver a mirarle. — E-estoy más aquí que en clase.

Él enarcó una ceja sin comprender mucho que quería decirle con aquello. ¿Tal vez por esos tics que experimentaba se le dificultaba el ir a clase con normalidad? La madre de la niña salió de dentro de la cocina yendo directamente hasta donde estaba su hija.

— ¿Desea algo más? - Tōya negó. — ¿Estabais hablando entonces? Qué bien Hanako.

La de cabellos rubios colocó una mano detrás de la cabeza de su hija, la cual con aquel simple roce dejó de tener tantos espasmos en sus piernas y ojos. Colocó bien el lazo que tenía en su cabeza, posicionándolo sobre su lado izquierdo. Tōya no dijo nada ante la presencia de la mayor, simplemente miraba a la niña.

— ¿Quieres salir al parque? Está aquí al lado.

— ¿Q-qué? N-no. N-no puedo... - se abrazó más fuerte a la libreta. No entendía realmente lo que ocurría, pero sabía que no era bueno lo de irse con él. Ni le conocía.

— Claro que sí cariño. Vamos, estarás vigilada a través de la cristalera. No pasa nada.

Rei Todoroki se levantó de su asiento al escuchar la conversación de los tres, posicionándose a un lado de su hijo mientras colocaba una de sus manos en la espalda del infante.

— Yo iré con ellos al parque y los vigilaré. No hay problema. - la albina sonrió débilmente hacia la madre de Hanako, la cual miraba entusiasmada a su hija pues era una buena oportunidad para que socializara.

La azabache no sabía como decir que no, todos parecían haberse puesto en su contra. Intercalaba la mirada entre su madre y aquel niño de cabellos rojizos. No tuvo de otra más que simplemente soltar un suspiro y dejar su libreta a un lado.

— Va-vale.

Ambos infantes llevaban un rato en el parque. Tōya intentaba sacar tema de conversación, pero ella respondía con monosílabos o simplemente con movimientos de cabeza. No se encontraba cómoda, pues le daba miedo que en cualquier momento alguien del colegio la reconociese. O más bien cualquiera de su clase.

— Hanako, ¿sabes por qué te dan esos tics? - preguntó sin pelos en la lengua aquel chico.

Estaban sentados en los columpios, balanceándose débilmente. Ella giró el rostro para verle, sin saber bien qué responder. En realidad no lo sabía.

— Nu-nunca lo he preguntado. - elevó la mano de la cadena del columpio para llevarla a su camiseta verde. Tiraba de ella débilmente, intentando controlar los espasmos que comenzaban a darle en la mano. — N-Ni quiero saberlo...

— ¿Por qué?

El pelirrojo detuvo el columpio para poder verle. En realidad estaba siendo tan constante en aquel tema por que quería saber más sobre ella. Era la primera persona que veía con esa condición. Quería conocer cosas de ella, pues la curiosidad de que fuese alguien de su edad y no le hubiese visto nunca en clase le parecía extraño. Aún más cuando solo había un colegio en aquel condado.

— ¡Hanako! ¡Pero qué haces aquí! ¡Yo pensaba que los ovnis te habían capturado para hacer pruebas contigo y t-t-tus tics! - una voz reconocía por ella sonó detrás de los columpios. Creía conocer quién era, y era una de las razones por las que quería irse.

— L-lo siento Tōya. M-me tengo que ir.

Comenzó a hablar de forma más rápida y apresurada de la que ya hablaba de normal. Aquellos espasmos se habían intensificado, pues ahora hasta sus piernas parecían temblar. Este giró el rostro para ver a otra chica de su edad, solo que a ella si la conocía. Suyen, una de las chicas de la otra clase pero que no daba ganas de intentar hablar con ella.

— ¡Es que no me has oído! La clase entera pensaba que te estaban investigando para saber por qué eras tan ra-ra-rarita. - una sonrisa divertida se asomaba por los labios de la misma.

Hanako quería irse, pues una de las razones por las que no quería ir a clase era por ella y el grupo de amigas que tenía. Siempre que podía se metían con ella y aquel 'defecto' que le acompañaba siempre. Y lo peor era que no podía ni defenderse, pues aunque lo intentase siempre acababan sacando algo con lo que martirizarla. La respiración de esta comenzó a hacerse más pesada, quería irse ya de ahí. Sus párpados no hacían más que tener aquellos temblores.

— ¿Por qué no te callas? No nos importa nada de lo que tengas que decir. - adelantó Tōya su mano para coger la de la azabache. No sabía muy bien si estaba actuando bien o si eso haría que Hanako se encontrase peor, pero no quería que se fuese de allí por simplemente los comentarios de una niña pequeña. — Lárgate, ¿es que no me has oído?

Suyen soltó una risa divertida al escucharle y al ver el acto que hacía. Ella se mantenía simplemente al margen, sin mirarla demasiado pero aceptando la mano del chico. No sabía que hacer ni que decir. Si hubiese estado sola seguramente se hubiese ido rápidamente a la cafetería casi que llorando.

— ¿Te has echado un novio igual de extraño que tú? Entre raritos os entendéis.

Este no añadió nada más, simplemente levantó su dedo corazón y tiró de la mano de Hanako para ir hacia el lado del parque donde se encontraba su madre.

Ambos llegaron al lugar, obviamente sin contarle nada a su madre. Llevaron a la azabache a la cafetería de sus padres. Ambas progenitoras hablaron entre ellas, preguntado por la situación de la infante y por qué no iba a clase. Habiendo hablado durante unos minutos, decidieron darse los números correspondientes pues al parecer ambos habían hecho buenas migas. No hablaron nada más después de lo ocurrido, pero ella no quería soltar su mano de la del pelirrojo.

Al fin se había sentido protegida con alguien.

;; ¡Hola! ¿Como están? Yo dije que no podría subir nada durante un tiempo y aquí me tienen una semana después aaaa. Pero es que ando en mi tiempo libre viendo South Park, y estoy enamorada de Tweek y Craig, así que decidí escribir algo al respecto de ellos pero sin tocar demasiado el canon. Solo los tics que tiene Tweek.

Creo que de este sí o si subiré segunda parte. De hecho es que hasta la tengo ya pensada como será. O al menos eso creo.

Espero que les haya gustado y no se haya sentido demasiado cliché, sobre todo lo del final. Me gustaría saber que opinan, y si se notó en algún momento que hablaba sobre este ship de South Park.

Sin más, nos veremos en una siguiente actualización, que espero que sea en el otro libro de Tōya. Espero que mi mente no se disperse y de nuevo venga con otro One Shot. ¡Ayps!🤎

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