AU: Judas. 📍

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Un día normal transcurría en aquella ciudad poco transitada, casi parecida a un pueblo. Aquella chica de ojos rosas terminaba de colocarse su hábito con ayuda de su superior.

— Hermana Hanako, deberías de haber aprendido ya a colocártelo tú sola.

Asintió simplemente, con una cara la cual parecía que le había echado la regañina del siglo. No acostumbraba a ser reprimida, y mucho menos por alguien de mayor cargo que ella. Intentaba ser la mejor en todo lo que se proponía, y había veces que juraba que lo era. Pero otras tantas simplemente era la misma Hanako de siempre: torpe y con poco ímpetu.

— Lo lamento madre superiora. No volverá a ocurrir.

La mayor de ambas asintió con una sonrisa cansada, para después salir de la habitación.

Llevó ambas manos a entrelazarlas, cerrando sus manos en el acto y comenzando a rezar un padre nuestro. Acto que le sirvió para relajarse un poco y poder centrarse de nuevo en lo que el día de hoy le deparaba. Un sacerdote nuevo llegaría a la capilla del pueblo, una capilla con varias monjas de internas y una madre superiora. Apenas eran unas 12 muchachas más en aquel lugar. Realmente le apenaba un poco ser ella la más joven, pues pensaba que sería quien peor lo haría de todas, qué se reirían de ella. Pero, ¿como iban a hacerlo? Sus hermanas, todas muy buenas y devotas, desde el primer día que Hanako había llegado se habían comportado como una madre más para ella. O eso intentaba hacerse a la idea, pues más de una ya parecía mirarle como la típica tía que te sacaba todos los defectos.


— Buenos días, hermana Riko. ¿Cómo se encuentra hoy?.

Una cabellera blanca, vestido con una sotana negra se hizo hueco en el largo pasillo de la capilla donde daban misa. El padre Tōya había llegado al fin. Saludó al resto de hermanas con un gesto compasivo con la cabeza, acompañado de una sonrisa sincera.

— Buenos días, padre Todoroki.

Hablaron todas al unísono, manteniéndose en sus respectivos lugares. La madre superiora comenzó a hablar con aquel hombre. Al parecer este ya estaba enterado de cuáles eran sus tareas (algo que le resultó curioso a Hanako, pues quería saber el por qué estaba ahí), y solo le hacía falta que le enseñasen el convento de arriba a abajo.

— No se preocupe. Nuestra hermana Hanako podrá enseñarle las instalaciones. Es nueva entre nosotros, así que sabrá con más exactitud decirle dónde estará todo lo que necesite.

Alzó una mano al frente, señalando con su mano completa hacia donde se encontraba la azabache, aunque con aquel velo en su cabeza poco se podía ver más que su flequillo. Aquel hombre asintió con una débil sonrisa en dirección a la muchacha.

— De acuerdo. Muchas gracias. Si no le importa, me gustaría llevar mi maleta a mis aposentos. Más tarde volveré para practicar la misa.

— Por supuesto. Ahora esta casa también es la suya. - de nuevo el hombre le sonrió con amabilidad y fijó sus orbes azules en los de la indicada anteriormente. Se acercó a esta, viendo como el resto de monjas se iban del lugar hacia cualquier sitio.

El de cabellos blancos irguió su cabeza hacia abajo, haciendo una especie de saludo pacifico hacia la muchacha.

— Buenas tardes hermana Hanako. ¿Sería tan amable de enseñarme las estancias? Puede empezar con lo esencial, y cuando termine la misa el resto. Si le parece bien, por supuesto.

Le alegraba que al fin, alguien a parte de la hermana superiora no le mirase por encima del hombro. Como si fuese alguien que molestaba en aquella estancia, solo por ser de las más jóvenes e inexpertas.

— Por supuesto, padre Tōya. Puede seguirme y le llevaré hacia sus aposentos. Ahí podrá dejar su maleta.

— Excelente. Y gracias.

Ambos comenzaron a caminar en silencio, dejando a Hanako avanzar unos pasos por delante de este.

Hanako había acompañado a aquel hombre a la habitación que le correspondía durante aquellos meses que se quedaría en el convento con ellas. Le había servido para poder observarlo mejor. No se veía como otros curas que estaba acostumbrada a ver. El resto eran hombres mayores, de una edad media avanzada y todos tenían el mismo rostro de sinceridad y sobre todo: compromiso. No podía negar que él también se veía igual de decidido que el resto, pero el que fuese tan joven no le hacía creerlo del todo.

Después de todo, ese era el cliché que habían colocado sobre ella también las hermanas mayores. Por eso mismo no se quería dejar guiar demasiado por lo que la Hanako de hacía ya varios años pensaría.

A pesar de ser joven, no podía destacar nada más al respecto de su forma de ser o de cómo creía que era. Dicen que los ojos son el reflejo del alma, y en cierta parte no les falta razón. Ella había podido ver en el resto de curas sus ganas e interés en todo aquello, después de todo no hubiesen estado tantos años ejerciendo como cura si no fuese algo que les gustase. Y eso había intentado hacer con el padre Tōya, para al menos saber o intuir algo más. Pero era difícil, aquellos orbes azules no le transmitían nada más que una sensación rara.

— Listo. Todo colocado. ¿Me puede enseñar el resto?. - la muchacha asintió y de nuevo se pusieron en marcha. Esta le indicaba los sitios sin perder su tono monótono y servicial. Jamás le llamaría de otra forma que no fuese de usted. Eso era algo que estaba claro desde que entró al convento, debía de tratar de aquella forma a todo el mundo.

Le bastaron de 30 minutos para enseñarle las instalaciones al completo (pues el señor había insistido, diciendo que tendría tiempo para la misa). Ambos ya se dirigían de nuevo a la sala principal, es decir, donde daban la misa.

— Permítame la indecencia, hermana Hanako. ¿Pero no es usted demasiado joven para estar con el resto de sus hermanas? - levantó su mirada hacia el señor, llevando después la mirada a su propias manos consumida por los nervios. — Perdóneme si le molesta. No debe de responderme si no quiere. De todas formas, quería que supiera que me alegra ver que hay gente tan joven y con la fe tan rebosante.

La de orbes rosas solo consiguió encogerse de hombros ante aquello dicho. No sabía que responder, pues sabía que no debía de dar ningún tipo de explicación al respecto de sus razones y de sus votos para entrar en aquel lugar. Pero por los ojos que le observaban todo el rato, le daba ganas de responder.

— No se preocupe. No me molesta. No es la primera persona que me pregunta por eso. Pero si, al menos en este convento, soy la más joven. Pero aún así no me desagrada la idea, estoy muy agusto.

Y ciertamente ella podría preguntar a él, que también era muy joven para ser cura. Pero no lo haría, no quería caer mal a aquel hombre desde el primer día. Ambos que tenían una buena distancia, pues aún estaban caminando para llegar a aquel lugar, pararon en seco ante el gran portón que daba a aquella sala llena de bancos y de aquel gran altar para pronunciar la misa. Antes de abrir aquella puerta, el padre Todoroki se acercó (a su parecer, de más) a la hermana Hanako. Colocó una de sus manos en su hombro antes de hablar:

— No se preocupe hermana. Me reitero a mis palabras. Me gusta ver caras jóvenes entre nuestras queridas hermanas. Más si, me permite, son estas tan parecidas a las de un ángel.

Al escuchar aquellas palabras salir de los labios del padre, no dudó en mirar en todas las direcciones esperando que nadie hubiese oído aquello. Sabía que no estaba bien que lo dijese, pero tal vez lo hacía para afianzarse. Aunque, por supuesto, sus mejillas no dudaron es encenderse y tomar un carmesí.

— Me alegro pues de sus pensamientos, padre. Sin más, vuelvo a mis oficios. Hasta más tarde.

La azabache se retiró de allí, escuchando a los segundos como aquellas grandes puertas de madera cobriza se abrían. Cuando escuchó como se cerraban, llevó ambas manos a sus mejillas y aceleró su paso. Jamás había escuchado a un hombre hablar de ella así, ni nadie se había atrevido a ponerle una mano encima que no fuese la madre superiora. Estaba asimilando la situación, aunque su cerebro intentaba relajarle.

Con su edad, era normal que sus sentimientos se revolucionaran. Pero no, ella debía de mantenerse serena y fiel a Dios. No podía tener aquellos desafortunados sentimientos.


El día había acabado. Varias hermanas junto a ella se encontraban en la sala común, despidiendo a las personas que habían venido a presenciar la primera misa y eucaristía del padre Tōya. Ellas no pudieron verla por claros motivos, pero desde la sala de atrás se escuchaba todo lo que decía.

Tenía un tono de voz tranquilo, apaciguado y sereno. Daba gusto escucharlo recitar los versículos del Antiguo Testamento, como si estuviese leyendo cualquier libro. Le ponía ímpetu y sosegadez para que incluso los más pequeños de la sala pudiesen seguirlo y comprender lo que decía.

— Hermana Hanako, retira todas las velas y guárdalas en el cajón de atrás. Devuélveme las llaves cuando termines. - la hermana Mayu se giró hacia esta, brindándole un juego de llaves, ya antiguo, para que hiciese lo que le había pedido.

— Por supuesto. Ahora se las llevaré.

Le sonrió débilmente, a lo que Mayu simplemente asintió con una débil sonrisa también y se retiró. En el momento en el que miró, aún quedaban un par de sus hermanas. Realmente no le agradaba mucho quedarse sola y tener que apagar las luces, pues que fuese tan grande le causaba algo de temor.

Sin tardar mucho se acercó a la mesa de detrás del micrófono y la repisa de madera que había para colocar La Biblia. Comenzó a soplar una a una las velas, para que estas se apagasen. No frecuentaban las velas, pues preferían el incienso mil veces, pero esta vez, por orden del padre, habían puesto velas.

Miraba varias veces por encima de su hombro, para comprobar que no estaba sola. Solo tenía que esperar a que dejasen de derretirse y podría guardarlas en el sitio. Comenzó a quitar los trozos de cera que se quedaban en el fondo de aquel mantel de color ocre. Lo mejor era quitarlos, o si no al día siguiente ya estarían más duros y serían difíciles de quitar.

Al cabo de 5 minutos (y haber soplado a las velas) ya no soltaban trozos de cera derretida, así que comenzó a apilarlas para poder cogerlas mejor. Llevaba de siete en siete, o más bien las que cabían en sus pequeñas manos. Las transportaba a una sala que había detrás del 'escenario' donde el sacerdote leía y daba la misa. Ahí atrás había pocas cosas, un simple mueble para guardar varias cosas y no mucho más. Comenzó a apilar las velas en aquel mueble de madera, tal y como la hermana Mayu le había encomendado.

Lo hacía a prisa, pues cada vez iba escuchando menos pasos en la pila.

— ¿Está bien, hermana Hanako?.

— ¡Jesús! Padre Tōya, no sabía que seguía aquí.

Hanako se llevó ambas manos al rostro, tapando sus labios ante el susto que este le había dado. Estaba tan sugestionada que no le hubiese sorprendido que la misma virgen María fuese a asustarla. El padre levantó ambas manos, en señal de disculpa.

— Lo lamento. No era mi intención. Solo quería saber si se encuentra bien. La veía mirar todo el rato detrás suya.

Tragó saliva con dificultad. Aún estaba recuperándose del susto que le había dado.

— Quería ver si el resto de hermanas seguían aquí. Es...la primera vez que me quedo sola en la sala de las misas, y digamos que aún no me llevo muy bien con estos sitios tan grandes.

El de cabellos blancos asintió ante su explicación, cerrando el cajón que tenía abierto de haber guardado Hanako las velas. Colocó su biblia debajo de uno de sus brazos, para después acercarse a ella y rodear sus hombros con el otro. Demasiada cercanía.

— La comprendo. Impresiona que todo esto sea la casa del señor. Y más a oscuras, pero no se preocupe. La fe en el señor es más grande que cualquier otra cosa.

Estaba demasiado cerca para ella, podía oler incluso el olor que desprendía su sotana a lavanda. Hizo una media sonrisa, sin saber muy bien qué decir. Tenía razón, en la casa de Dios, no podía ocurrir nada malo. ¿No?.

Sí. Lo lamento si le he asustado también. Por cierto, no le había visto antes. - el padre levantó las manos de los hombros de esta cuando escuchó lo que dijo, aunque le indicó con esta que saliese antes que él hacía los pasillos para las habitaciones.

— Estaba limpiando la copa de la sangre de Dios. No sabía si usted o alguna de sus hermanas se iba a ocupar, así que preferí hacerlo yo.

Hanako le sonrió débilmente, diciéndole un 'gracias', pues tal vez hubiese sido ella quien se hubiese llevado la regañina por no lavarla.

— Puede ir a sus aposentos, señor. Debo de llevarle las llaves a Mayu. - le mostró el par de llaves, a lo que el padre simplemente hizo una mueca y continuó andando.

— No se preocupe. Iré con usted. Viendo que está un poco atemorizada, lo mejor será que vaya con alguien al lado.

Contestó con un corto 'vale'. Para después salir ambos de la sala de misas y cerrar los portones de la misma.

El reloj de la torre ya marcaba las 22:15 de la noche, la misa completa había durado menos de lo esperado, pero al haber tenido que recoger las cosas de la sala se habían comido más tiempo.

Recorrieron aquellos pasillos exteriores hasta llegar a la última. Ahí era donde la hermana Mayu dormía. Tocó un par de veces aquella puerta de madera, esperando una respuesta. Comenzó a impacientarse a la cuarta vez que llamaba a la puerta.

— Hermana. Dudo que aunque siga insistiendo, le abran la puerta.

Hanako suspiró débilmente, relajando sus hombros y suspirando. Aunque aún le daba la espalda al padre Tōya.

— Sí. Tiene razón. Tal vez haya ido a darse una ducha. Después de todo, a las once cortarán el agua caliente.

A pesar de ser un sitio sostenido por la riqueza de la iglesia y por el estado, debían de mantenerse con lo que tenían. Siempre y cuando quisieran dormir calentitas en su habitación, el agua caliente debía de ser cortada a esa hora para poder poner las estufas interiores.

— Debería de ir a aprovechar entonces. Yo me quedaré con las llaves y se las daré. No tiene de qué preocuparse.

La azabache miró por última vez por la ventana de al lado, que estaba cubierta por una cortina azul marina. Estando todo oscuro dentro, no veía nada. Volvió a suspirar y dio media vuelta, para acercarse al de cabellos blancos.

— No me gustaría dejarle esta molestia, padre. Esperaré por ella, mañana por la mañana podré ducharme.

A lo que, a modo de contestación, el padre simplemente rodó los ojos. Parecía no haberle gustado su contestación. Elevó su mano para colocarla en la cabeza de esta.

— No se preocupe, no es un problema para mi. Ahora también formo parte de vosotras, así que no tienes que disculparte. Además. - Tōya se acercaba un poco más a Hanako, la cual volvía a sentir su pulso temblar. No sabía bien por qué, o al menos no quería pensar demasiado en él por qué. Había bajado la mano de su cabeza, acariciando con la yema de sus dedos el rostro de la muchacha, haciendo un recorrido. Se detuvo en sus pómulos y después en sus labios, para bajarla del todo a su hombro. — Creo que le vendría bien una buena ducha. Mañana será un día... divertido. Ciertamente.

¿Qué?. Fue lo primero que pudo si quiera pensar Hanako. ¿Es que estaba loco? ¿Cómo había sido capaz de hacer aquel tocamiento sobre sus labios, como si ella fuese una casquivana?. Elevó sus orbes rosas, aún con sus labios medio abiertos. Tragó saliva con dificultad y cruzó sus brazos por debajo de su pecho, alejándose un poco del padre. Casi que por acto reflejo de la abrumación que estaba sintiendo tanto en su mente como en sus mejillas.

De acuerdo, padre. Nos vemos mañana entonces.

Le extendió las llaves y se fue de allí, intentando ir a una velocidad media pero que le sacase de aquel momento que había tenido. No sabía ni definir qué tipo de momento había sido. ¿Cómo había llegado aquel hombre a ser padre, siendo tan lascivo cómo era?. Mañana por la mañana se lo diría a la madre superiora.

Ahora solo quería despejarse, así que fue a por algo de ropa limpia y su pijama, para después ir a la ducha. Hizo el intento de mantener su mente en blanco, pues si no, sabía que el dormir se le dificultaría.

Aunque por suerte, después de una buena ducha caliente, y de haber podido avisar a la hermana Mayu sobre quien tenía sus llaves, abrió la puerta de su habitación y después la cerró con llave y cerrojo. También cerró la cortina de color blanco. Esa noche no cenaría, no se sentía dispuesta a cenar. Al día siguiente ya comería algo, más tranquila. Solo se metió en sus sabanas blancas, recostando su cabeza en la almohada del mismo color, para intentar dormir.

Aunque el mismo pensamiento no le dejaba dormir. ¿Qué ocurriría mañana, que sería tan divertido?


;; Hey, hey, hey! ¿Les ha gustado? Llevo bastante tiempo queriendo hacer algo de este estilo, con cualquier personaje de los que me gustan, y al final ha resultado ser Dabi. O Tōya.

Amo desde pequeña la canción de Lady Gaga, así que, todo este tema de religión y del mismísimo Judas me llama mucho más la atención. No será un solo One Shot, van a ser varios. En el nombre de las partes se verá cuando continuo con este. Espero que sea en pronto, por que ya tengo las ideas en la cabeza.

Sin más, si les ha gustado me gustaría que me lo hicieran saber en los comentarios. Sin más, nos vemos en poquito. Y pasen una feliz navidad y noche buena. Nos vemos uwu. 💖

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