Villano.📍

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El frío que hacía en la ciudad era demasiado intenso. Acababa de llegar el invierno, y ya estaba deseando que se acabase.

No era que odiase el frío, o el invierno. Ni mucho menos. De hecho, ella era la primera que cuando nevaba le faltaban piernas para salir y poder disfrutar de ella. Pero desde que había desarrollado su quirk, solo le hacía que se pusiera más débil.

Hanako no había desarrollado su don como el resto de niños. Incluso dieron por caso cerrado a su tema, acordando que si a sus diez años de edad aún no había ni un solo indicio de cuál era su quirk, no lo haría.

Un caso error por parte de sus padres y del médico. Pero tampoco hubiese negado que su vida normal, alejada de los héroes y villanos, podría haber sido mejor que la que le esperaba.

Paseaba por el puente helado que dividía la ciudad, entre el lado bueno y el lado mediano. Aunque todos sabían que era el lado malo, preferían no nombrarlo como tal.

Y es que desde que había desarrollado su quirk, no había dejado de usarlo y de intentar practicar todo lo posible con él. A pesar de que el resto de compañeros de clase le señalaron con el dedo por ser 'uno de ellos', ella practicaba a escondidas todo lo posible. Tanto que en apenas unos meses pensaba que ya podía controlarlo mejor.

Atravesaba aquel puente, vestida con un chaquetón de color azul oscuro, mucho más holgado y grande que ella. Llevaba unos vaqueros en color negro y unas botas de pelo blancas, para el frío. Había quedado con Kairi, una muchacha que al parecer, le había ocurrido como ella: había despertado su quirk tarde.

Bastaron un par de minutos hasta llegar al lugar indicado. Un parque natural, donde podrían hablar y caminar, comprar algo para comer y disfrutar de las vistas.

La azabache divisó a su amiga a lo lejos, así que simplemente se acercó a ella para después saludarla.

— Disculpa el retraso, pero mi madre necesitaba saber por quincuagésima vez con quien iba.

La chica de cabellos cortos color caramelo levantó la vista de la pantalla de su teléfono, levantándose del sitio donde estaba y abrazándose a esta.

— No te preocupes, yo también he llegado hace poco.

Ambas se sonrieron, pues a pesar de no ser la primera vez que se veían, seguían teniendo aquella sensación de la primera vez. Y es que ellas no se habían conocido en el barrio, o si quiera en clase. Se habían conocido por internet, en una red social donde compartían sus fotos sobre la puesta de sol o cualquier cosa de sus propios agrados.

Después de haber paseado un rato largo, ambas fueron a una cafetería para beber algo caliente. Hanako se pidió un chocolate y Kairi un té.

Ambas ocuparon una mesa con dos sillas, al lado de uno de los ventanales y no muy alejadas de aquella barra. Continuaron hablando, sobre lo difícil que había sido para Kairi encajar en un instituto para personas con algún don, cuando se había más que acostumbrado a no tener ninguno. Por su parte, Hanako aún no sabía qué hacer. Si estudiar para heroína o irse por otras ramas y acabar de algo donde no se jugase la vida.

— ¿Y como llevas la telequinesis? Hace poco dijiste que podías atraer cosas con más masa.

La de cabellos cortos asintió, con una sonrisa amplia en el rostro. Levantó su mano, atrayendo con facilidad el servilletero que estaba en el centro de la mesa.

— Ya puedo con masas superiores a los 5 kilos. Pero aún me queda mucho por delante. No sé cuánto será el tope, pero espero que más de lo que yo peso.

Un muchacho de cabellos rubios les trajo a ambas lo que habían pedido, para después retirarse, habiéndoles dicho un 'que aproveche'.

— ¿Y tú? ¿Tu florecimiento está dando resultado?. - la azabache, ahogó su pena en un largo trajo de chocolate. Negó después, soltando un suspiro. — ¿Entonces?

— Ahora en invierno es muy difícil hacer florecer cualquier parte de mi cuerpo. Suelen ponerse frías muy rápidamente y me llega el frío hasta mi, ¿sabes?. He descubierto que el dolor que les ocurra a ellas, me pasará a mi.

La de orbes azules miró a su amiga algo apenada. No se conocían desde pequeñas, pero por lo que le había contado, sabía que Hanako prefería no tener Don a tener uno que le perjudicara.

— ¿Y por qué no pides ayuda? Seguramente algún profesor sepa cómo hacer que al final, tú no resultes tan dañada.

Iba a disponerse a contestarle, diciéndole seguramente que ya lo intentaría cuando el invierno terminase, pero las noticias que sonaban en la tele de detrás le interrumpió. La mujer que estaba detrás de la barra, dio más volumen a esta para escuchar la noticia.

'El héroe número 1, Endeavor, habría sido atacado en el centro de la ciudad por una masa negra casi igual de grande que él. Por suerte, el segundo héroe Hawks, se encontraba con él y las pérdidas fueron mínimas. No se sabe aún quién fue él cabeza detrás de esto, pero las pistas nos indican a la Liga de Villanos.'

— ¿Te imaginas que hubiésemos manifestado nuestro quirk antes? Podríamos ser ayudantes del número uno. O de Hawks, que no se ve para nada mal.

Kairi llevó las manos a la taza de té, calentándolas un poco pues aquel recipiente estaba ardiendo.

Ambas al haber desarrollado su don a los dieciséis años iban muy atrasadas con el resto de personas. Tanto que si estudiasen en la U.A, seguramente estarían en primer año, a pesar de tener casi veinte.

— Si alguien con la capacidad física de Endeavor ha salido mal parado, imagínate nosotras. No aguantaríamos nada.

— ¿Siempre eres tan negativa? - la muchacha alargó su mano hasta coger la mejilla de la azabache y apretarla un poco, algo que hizo que soltase un leve quejido de dolor. Kairi simplemente soltó una larga carcajada. — Anima esa cara. Nosotras somos un cero a la derecha con nuestros koseis, pero por suerte, están ellos.

— Sí. Demos las gracias entonces de qué la seguridad del país no recaiga en nuestras manos.

— ¡Estaríamos en constante contacto con héroes fuertes! Y, digámoslo también, guapos.

La azabache se atragantó con su bebida, teniendo que darse un par de golpes en el pecho pues le había causado una tos horrible. Kairi solo soltó una gran carcajada al ver a la de orbes rosas en esa tesitura.

— Venga. Podríamos ayudar a Hawks. O a Erased Head. O incluso a Mirko.

Los orbes azules de Kairi se iban iluminando conforme iba nombrando a aquellas personas. Hanako negó, después de soltar un largo suspiro que se había retenido por la tos.

— Con nuestra suerte, iríamos con Gang Orca.

— O con las Wild Wild Pussycats. - Kairi sonrió con malicia. No desprestigiaban a aquellos héroes ni mucho menos. Seguramente la morena era una de las personas que más estima le tenía a los héroes. Pero a escalas grandes, siendo una persona que quería llegar a ser de los héroes más reconocidos, empezar con ellos seguramente no decía nada bueno de tu nivel.

— O con las Wild Wild Pussycats.

Repitió Hanako, rodando sus orbes rosas y volviendo a llevar la taza de chocolate caliente a sus labios.

La tarde había pasado sin incidencias. Todo había ido bien, y conforme la noche se iba poniendo sobre el cielo, ambas amigas se despidieron en el mismo sitio en el que se encontraron.

A Hanako aún le quedaba un rato largo antes de llegar a casa. Debía de ir a comprar algo para la cena para ella y su padre, pues su madre trabajaría hasta tarde en el hospital.

Se colocó unos cascos inalámbricos negros, para después ponerse la capucha de su chaquetón por encima. Puso las canciones en aleatorio, no le importaba cual sonase en realidad. Iba a imaginarse, fuese cual fuera la canción, que ella era la protagonista del videoclip y que le estaban grabando. Así fuese una canción triste o la canción más feliz del mundo.

Llegó a un supermercado pequeño, entrando en este y cogiendo lo necesario para preparar una sopa de fideos y unos filetes para acompañar aquello. Pagó todo aquello con un billete de 2000 yenes, se despidió de la mujer que alegremente le atendió y fue a la parada de autobús más cercana. No le gustaba pasearse por la calle de noche.

— ¡Hola! ¿Hay alguien en casa?.

Abrió la puerta de la entrada, no obtuvo respuesta. Seguramente a su padre le faltase poco para llegar. Se deshizo de sus zapatos de la calle y se colocó unas zapatillas de color rosa claro, como sus ojos.

Fue a la cocina a dejar aquella bolsa de plástico con las cosas, antes de escuchar como varias pasos se acercaban a la cocina.

— Hola Kai. ¿Papá no ha venido aún?. - se agachó a la altura de su perro, de raza pinche, para cogerlo en brazos y después acariciarlo y besar sus orejitas. — Voy a pasearte antes de que venga, y después podrás comer también.

Con el canino en sus brazos, fue a la entrada, cogiendo de la mesa que había a un lado la correa junto a un suministro de pequeñas bolsas. Ambos salieron de casa, no sin antes colocarse el calzado de calle de nuevo y de coger las llaves.

Fue al mismo pequeño parque de siempre. Contaba de un pequeño arenero, un sitio aún más pequeño para mascotas y poco más. Solía llevar ahí a Kai, pues no se alejaba mucho de casa y al ser de raza pequeña, podía tener todo a su disponibilidad.

Mientras este daba sus vueltas y hacía sus necesidades, Hanako se sentó en uno banco de ahí al lado, sacando en el acto su teléfono de uno de los bolsillos de su pantalón. A penas le quedaba batería, pues como siempre le ocurría, salía con poca de casa y al ponerse a escuchar música, más gastaba. Y aún con esas, malgastó el poco porcentaje que le quedaba para ver algunas redes sociales.

Odiaba aquellas redes sociales donde la gente colocaba imágenes de ellos, mostrando lo que hacían. Debía de reconocer que en un sitio de esos era en donde había conocido a Kairi. Pero aquello era diferente. No se notaba las ganas de hacer la foto, o si quiera las ganas de estar en aquel lugar. Ni si quiera ella tenía ganas de subir nada a esos sitios.

— ¡Kai! ¡Vamos! - la azabache avisó a su canino, el cual salió de donde estaba ya jugando con la arena. Hasta que se detuvo en seco. Comenzó a olisquear algo, como si hubiese captado su atención algo de comida, para después salir de ahí al trote. — ¡Eh! ¡Bicho! ¡Vuelve aquí!

Hanako se levantó del banco de forma apresurada, para seguir a su mascota. Le sacaba diferencia, pero en un pequeño callejón lo pudo coger en brazos, pues se había detenido a ladrarle a la nada.

— Ahí no hay nada, no me asustes, o no tendrás ninguna chuche.

Volvió a colocarle la correa en su collar, aunque un ruido sordo la detuvo de continuar andando. Al final de aquel callejón, una sombra se hizo visible. Estaba tirado encima de varias bolsas de basura, casi como si no pudiera moverse. Con desconfianza, dio un paso hacia delante, aunque sus piernas se querían ir dos atrás. Pero tanto su posible vocación como heroina o como médica, no le dejaba hacer esas negligencias.

— Perdone. ¿Se encuentra bien? ¿Quiere que llame a una ambulancia?.

No obtuvo respuesta.

'Vamos Hanako, estás a tiempo de irte y evitar una catástrofe.' Pero no lo hizo. Contó hasta tres, para volver a preguntar si aquella persona estaba bien. Después de eso y, armándose de valor, encendió la linterna de su teléfono (al cual le quedaba poco más de un cinco por ciento) y se acercó a paso apresurado hacia aquella persona.

Era un hombre, que vestía de negro menos por su camiseta, que era blanca. Tenía el cabello oscuro también. Y lo que más destacaba eran sus cicatrices, por todo sus brazos, cuello y mandíbula. ¿Tal vez ocasionado por algo relacionado al fuego?. Esas cicatrices parecían de quemaduras mal curadas. Tenía su camiseta ensangrentada y varias zonas heridas de su cara y manos.

Estaba desmayado, no cabía duda, pero no se atrevía a llamar a una ambulancia. Kai comenzó a ladrar en dirección a aquel hombre, a lo que parecía comenzar a recobrar el sentido.

— ¿Puede oírme? ¿Se encuentra bien?.

— ¿Hace falta que me apuntes con una maldita luz a los ojos?.

El hombre reacción. Suerte que estaba bien. Apartó la luz de él, apuntando a otro lado.

— Señor, está tirado en un callejón ensangrentado. ¿Necesite que llame a una ambulancia?.

— Déjate de tonterías. No necesito la ayuda de nadie. Y tampoco la tuya. Vete por donde has venido.

Hanako abrió un poco la boca, molesta por el tono y las palabras de aquel hombre.

— Debería de ir a que le viese un médico. Está ensangrentado.

El azabache se recompuso, sentándose ahora encima de aquellas bolsas. Su cuerpo le dolía al completo, después de haber estado en aquel lugar con los Nomus, Endeavor y Hawks, había tenido unos pequeños percances. Nada que no hubiese podido solucionar, claro estaba, pero ahora notaba la falta de comida y agua.

— ¿Tienes algo para comer?.

— ¿Cómo se llama?

— ¿Que más da como me llame? Tienes algo de comer, si o no.

El canino le ladró un par de veces, pero no iba en dirección al hombre, sino de Hanako. Parecía que este se estaba oliendo lo que podría pasar.

— No, no tengo nada de comer. Pero podría invitarle a algo si lo necesita. Por eso le pregunto el nombre.

— Dabi.

El hombre, de ahora supuesto nombre Dabi, se levantó de donde estaba intentando hacer fuerza. A Hanako le sonaba de algo ese nombre, pero no sabía de qué. Hasta que se colocó delante suya, y vio como le podía sacar casi que 20 centímetros.

Intentó pensar rápidamente de que creía conocer el nombre, hasta que llegó al ki de la cuestión: era un Villano.

— Oh. Discúlpeme. Pero me llaman.

Quería salir de ahí. De nuevo de ingenua se había pasado de estúpida. Elevó la cabeza, viendo los orbes azules del contrario y como se acercaba, a paso lento pero lo hacía.

— ¿Tanto miedo te da escuchar un simple nombre? Y bien, dime el tuyo. ¿Eres otra de esas niñas que quiere ser una heroína, pero se caga cuando ve a un malo? ¿Tan mal te enseñan en tu escuela de héroes? O más bien, de fracasados. - Dabi acabó por coger a la muchacha de la muñeca, está intentó zafarse pero no podía hacer gran fuerza con Kai en brazos. Incluso este, en vez de atacar, intentaba hacerse una bola en los brazos de esta.

— No soy heroína. Déjame en paz, o gritaré. Y cualquier héroe que pase por aquí vendrá a por ti.

— Mira como tiemblo.

Apretó un poco más el brazo de esta, elevando su otra mano hacia su barbilla. Hizo que elevase la mirada, para que ambas miradas se encontrasen.

Dabi la miraba como un león, intentando tranquilizar a su presa antes de dar el bocado. Y Hanako le miraba como un asustado y miedoso cervatillo.

— Soy Hanako. Hanako Kimura. Te puedo invitar a comer y a lo que quieras, pero por favor, suéltame.

No sabía de donde estaba sacando tanta tranquilidad, siempre había pensado que si le ocurría algo parecido, acabaría llorando. Y realmente poco le faltaba.

— Bien, Hanako Kimura. Llévame a tu casa a comer.

— ¿Qué?. - Dabi elevó la mano de su mandíbula a sus mejillas, apretando estas para que le fuese incapaz de hablar. Tanto que incluso ya notaba como le dolía la boca.

— Si tú casi te cagas del miedo por saber que soy un Villano, ¿cómo crees que reaccionaría el resto? No hagas nada mal, y no saldrás quemada.

Y conforme terminaba de decir aquello, una sonrisa amplia apareció en el rostro de Dabi. Una que daba miedo, a la par que se podían ver unas llamas azules encenderse en su brazo. Hanako asintió repetidas veces, intentando mostrarle que lo haría. Y, como no, las lágrimas ya comenzaban a derramarse de sus orbes.

Al cabo de 10 minutos, ya estaban en la casa de los Kimura.

El padre de la familia no había llegado, pero Hanako ni si quiera le dio importancia a aquello. Tenía en casa a un Villano. Un asesino probablemente. Y ella se encontraba ahí, haciendo la cena que había comprado antes para él.

Dabi se había puesto cómodo. Estaba en el salón, sentado en el suelo con la mesa de madera en el medio. Había encendido la tele, para ver las noticias y si sabían ya de que villano se trataba el que había hecho el revuelo esta tarde.

La azabache pensaba en diferentes cosas que hacer:

1. Llamar a la policía. Algo imposible, pues su móvil estaba cargando y no había más teléfonos en casa.

2. Gritar. Si la vecina del segundo,(la cuál era una cotilla) la escuchaba, podría llamar a la policía por altercado y venir. Pero también lo veía difícil, en cuando comenzase a gritar el hombre del salón la calcinaría.

3. Salir corriendo. Pero gracias a su dudosa actitud física, Dabi iría tras de ella y seguramente acabaría con su vida.

— ¡Eh! ¿Te queda mucho?.

— Ih. Ti quidi michi. - habló la azabache para si misma. Encima era irritante, como si siguiese siendo un niño pequeño. — No.

Preparó en un plato aquellos fideos y la carne, para llevarla a la mesa junto a los cubiertos y un poco de agua. Dabi ni si quiera le agradeció, simplemente le miró con dureza y le indicó que se sentase ahí, enfrente.

Sin chistar lo hizo, sentándose en seiza. Aquella forma ayudaba mucho a sus frecuentes dolores de rodillas y caderas. E incluso de espalda.

— Está bueno. Pero no te emociones. ¿De verdad no eres una heroína?. - Hanako negó con la cabeza. — ¿No te interesa unirte a nuestra liga?.

Elevó la vista de sus rodillas. Sus ojos de nuevo estaba humedecidos. No se esperaba aquella pregunta, pero volvió a negar, algo que hizo que el hombre simplemente suspirase.

— ¿Es que no tienes Don, y te tienes que conformar con una vida normal de mierda?.

— No.

— ¿Entonces? ¿Sabes responder con algo más que monosílabos?.

Volvió a suspirar. Le estaba cansando que fuera así. Obviamente no era la primera situación que tenía donde la persona se mostraba reticente, pero al menos luchaban por sobrevivir. Aunque la gran mayoría acababan calcinados. Tal vez por eso le interesaba a Dabi que se uniera a los villanos, por qué tenía algo de inteligencia. Algo que obviamente, hacía falta en el grupo.

— Sí. O sea no. Sí, sé responder más que con dos palabras. No, no tengo una vida simple. Tengo un don. ¿Pero a ti qué mierda te importa?.

Y al instante, cuando los orbes azules se clavaron en ella, se dio cuenta de cómo había hablado. Bajó de nuevo la mirada hacia sus piernas, cerrando sus ojos con fuerza.

Los minutos pasaron, y solo se podía escuchar como había vuelto a su tarea de comer. Hasta que dejó los cubiertos en la mesa de madera, haciendo un claro golpe en esta.

Por el susto, y por creer saber lo que iba a ocurrir, cerró sus ojos con más fuerza (aún si es que eso era posible), a la vez que se encogía más sobre su sitio. Aunque poco le duró, pues la mano caliente de este volvió a sujetarla por la barbilla, haciendo fuerza para que le mirase.

— Muéstrame que sabes hacer. - Hanako no sabía que hacer. ¿De verdad iba a exponer su don? Algo que podría servirle de escape en un momento que este no se diese cuenta? — ¡Hazlo!.

Mientras que lloraba, y alargaba su mano a sus propios ojos para secarse las lágrimas, hizo brotar de su espalda seis manos, las cuales salieron e hicieron parecer como si fueran realmente los pétalos de una flor. Algo que maravilló a Dabi. Tanto que ahora sí que quería llevarla con ellos.

— Pu-puedes...¿puedes dejarme ya? - recuperó las fuerzas para hablar, siendo cortada por la falta de respiración por estar llorando. — Por favor. - deshizo sus manos.

— Muéstrame que más tienes. - soltó la mandíbula de esta, aunque la hizo a un lado con fuerza, mientras se sentaba poco a poco delante.

Hanako no tenía más que obedecerle. Le mostró cómo si se sentaba, podía crear también pies. Como si cerraba sus ojos, podía crear manos con sus orbes rosas. También orejas, y como no, una gran cantidad insana de manos.

— ¿Algo más?. - Hanako negó. — No me importa. Puedes servir de ayuda. Si Twice hiciese copias de ti, podríamos ser invencibles.

— Por favor... Vete ya...

Dabi seguía pensando en las cualidades buenas que podría haber de tenerla ella a su lado. Y todo lo que se le ocurría era bueno. Así que, seguramente contaría lo que había descubierto.

— Está bien.

Y como si un ángel le hubiese susurrado, Hanako elevó la vista rápidamente cuando le vio levantarse. Le miraba esperanzada. No podía creerse que de verdad no fuese una mentira.

— Cuídate. Y cuida ese quirk tuyo. - de nuevo, aquella sonrisa escalofriante salió en los labios del azabache. Se colocó una mascarilla en el rostro, para que solo se le vieran los ojos. Además de abrochar la chaqueta negra que llevaba y ponerse el gorro.

Salió de allí, haciendo que Hanako cerrase la puerta con llave y se tirase a la entrada, haciéndose una bolita consigo misma y comenzando a llorar en silencio. La situación le había sobrepasado, y agradecía de cierto modo no haber llegado a nada malo. O que apareciese su padre y todo hubiese ido peor.

Dabi, por su parte, no quería actuar inconscientemente. Había sido un buen descubrimiento aquella muchacha. No sabía que fortalezas tenía, tal vez su fuego simplemente llamase la atención del resto de vecinos cuando iniciase el forcejeo, así que lo dejó estar.

Después de todo, sabía dónde vivía.

;; ¡Hola! Aquí ando de nuevo con un escrito. Este seguramente también puede que tenga segunda parte, por que se quedó medio interesante y ya tengo algunas ideas en mente al respecto uwu.

Ahora ando escribiendo mucho, por qué ando medio libre de tareas, pero cuando las tenga, se me dificultará más:(.

Seguramente vuelva a actualizar en un par de días. Con la segunda parte del escrito de Judas. Hasta entonces, me gustaría saber que les ha parecido este💗.

Y si, mi Haki tiene el don de florecer sus extremidades. Como Robin de One Piece. Aunque el nivel de Hanako es bajo, pues como se aclara, lleva simplemente 4 años con su don. Y si, Hanako tiene 20 años y no sabe qué hacer con su vida. Como yo.😋

Sin más, nos vemos en un siguiente escrito. ¡Ayyyps!

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