VIII: El Ermitaño No. 59 2

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Había pasado medio año desde esa cirugía, los huesos de su rostro habían sido rotos y reubicados, al igual que los de sus brazos y piernas, además de implantes de grasa en los hombros y pantorrillas.

Debe ser obra de la habilidad de un usuario que manipula el calcio para moldear los huesos, hubiese sido un cambio notable si tan solo se hubiesen detenido ahí.

Sus dientes habían sido alargados y limados para parecer colmillos, su piel había sido imbuida en una mezcla fértil aclarándola y aumentando el crecimiento del vello corporal, además que sus ojos y manos no eran suyos.

Al parecer le trasplantaron los globos oculares de un usuario, además que ahora las uñas de sus manos eran retractiles.

Es como dice la expresión el mejor lugar para esconder un árbol es un bosque, en especial si en un principio no era un árbol.

—"En días como estos no dejo de preguntarme, cuantos habrán utilizado esta cirugía para evadir la ley, es imposible convertir a un humano en un usuario por métodos comunes, pero si es posible hacerlos parecer uno, cuando estaba en el F.B.I. había escuchado los rumores sobre las Loans, no pensé en darme cuenta de esta forma que eran ciertos"

Cada mañana veía su rostro, pero la persona en el espejo era un completo desconocido provocando que rápidamente regresara los vendajes a su rostro, pues aún no había aceptado que había muerto.

Pero no todo era malo, aunque sus nuevos ojos le presentaban problemas de percepción llevándolo a usar anteojos especiales en todo momento, poseía la habilidad de ver claramente en la oscuridad algo que se le presentó muy útil.

También el ser más alto era una mejora considerable pero el aumento del vello corporal era una molestia, se sentía como una especie de hombre lobo, no obstante, esa seguramente era la intención del doctor.

—"El último año no fue una pérdida de tiempo, lo primero fue acostumbrarme a mi nueva altura y ojos, después de eso empezó la investigación, aun sabiendo que fue por mi sed innata por respuestas que termine en esta situación, no podía echarme para atrás, algo muy extraño estaba ocurriendo con el equilibrio de poder que rige el mundo desde finales de la guerra, algo se aproximaba algo grande, pero que, que, ¡que!"

—Creo que he estado demasiados días encerrado —Espeta tras darse cuenta que ha estado hablando consigo mismo por demasiado tiempo.

El hombre se viste con una gabardina negra, un sombrero y sus lentes para así salir del departamento, no sin antes tomar un paquete de cigarrillos.

La caminata hasta el exterior parecía tomar una eternidad, suma consecuencia de no haber salido a tomar el sol en más de 10 días, al llegar al exterior se encandiló.

Aunque era un día tormentoso, la luz fue suficiente para cegarlo, el hombre abre un paraguas y sale del complejo.

—" En estos momentos tengo tres opciones por tomar, la primera revisar las cámaras ubicadas en las entradas de los hogares Lumiere y Wagner, los chismes que he vendido a los medios me ayudaron en los momentos más difíciles, además que en este punto ya debieron tomar todo el video que podían; segundo, volver a la comisaría en busca de información sobre la desaparición de Graham durante su traslado, aunque no ha habido resultados del caso en meses así que no es factible; o tercera, ir a un bar a ahogar mis penas".

—Me inclinaré por la tercera —espeta hablando consigo mismo nuevamente.

Avanzando por las calles de la ciudad no había un monitor, pantalla o radio que no estuviese hablando de la gran noticia del día, los rostros de Lector Lumiere y Winnyfer Wagner cubrían la ciudad como si las personas simplemente no fuesen capaces de pensar en otra cosa.

Al cruzar la esquina y avanzar hasta el final de la calle se veían unas escaleras a un burdel subterráneo, un lugar frecuentado por él hombre, silencioso y que no acostumbra llenarse mucho durante el día, por muy irónico que parezca un espacio seguro después de su departamento.

Lamentablemente hoy no sería el caso...

En el interior como si fuese una maldita broma del destino había cabello plateado y ojos azules hasta donde alcanzaba la vista.

El bar sacó provecho de la ocasión disfrazando a las camareras de Winnyfer Wagner, un truco barato, pero por el incremento de la clientela era evidente que funcionaba.

El hombre se acercó hasta la barra evitando el contacto visual, él ya había tenido suficiente de Wagner para una vida entera, una vez sentado la barista se le acercó, una mujer alta de hombros anchos y voz gruesa quien le habla como si lo conociese.

—Kenny, qué bueno verte de regreso —exclama la enorme mujer

—Ya te dije que no me llames así, además necesitaba con urgencia un cambio de aires —responde —Veo que el negocio va bien Laila.

—Y que lo digas, una de las chicas vino disfrazada ayer llamando la atención de todos los clientes, el resto la imito y ahora el lugar está a reventar —expone feliz ante la situación.

—Yo sinceramente no lo entiendo, también me sorprende que tu no estés siguiendo su ejemplo —Señala.

—Yo no necesito llamar la atención de ningún hombre, además el cabello blanco no combina con mi tono de piel —responde con arrogancia.

—Sinceramente yo tampoco veo el atractivo —responde empatizando.

—Por eso eres mi favorito Ken...

El hombre inicia un monólogo interno.

—"Mudarse a ciudad Hélix fue una de las cosas más difíciles que hecho en mi vida, no tenía parientes ni amigos, estaba solo con un rostro diferente y un nombre falso, Ken Kincade, como si no fuese suficiente estar viviendo en el antiguo apartamento del viejo ahora mi nueva identidad estaba emparentada con la suya, fue un milagro haber encontrado a Laila, en una ciudad llena de usuarios es bueno saber que tienes un aliado, si es que aun puedo llamarle así, aunque vale la pena mencionar que a pesar de esos brazos fornidos, mentón de acero, y voz rasposa, ella es en realidad una mujer, pero el hecho de que sea tan orgullosa de sí misma con todo y defectos me recuerda un poco a Liv"

—¿Te me quedarás mirando toda la tarde o me dirás que quieres ordenar? —pregunta Laila.

El hombre empieza a registrar sus bolsillos, dándose cuenta que había olvidado su cartera, aunque de igual forma en estos momentos estaba a unos pasos de la bancarrota.

Tras rehacer su identidad, se le entrego la propiedad de un apartamento con estudio, no obstante, el traslado no incluía los recursos como el agua o la electricidad.

A causa de ello Ken se vio obligado a realizar trabajos secundarios, investigar infidelidades y escandalizar a celebridades, aun así, no fue suficiente por lo que si no conseguía una fuente de ingresos fija pronto moriría de hambre.

—¿Qué me puedes dar por 1 dólar y 65 centavos? —pregunta.

—Un vaso de agua y un consejo —responde.

—Tomaré el consejo...

Laila, camina hacia la caja registradora y de entre los billetes saca un mazo de cartas, el hombre no era muy creyente de la supuesta magia del tarot, pero Laila presumía mucho de su habilidad, aunque casi siempre el resultado era malo cuando Ken sacaba una carta.

La mujer abre el mazo y baraja las cartas frente a él, hasta permitirle tomar una.

—El ermitaño 59 —Espeta Laila al ver la carta.

—Supongo que aún tengo mala suerte en esto ¿no...? ... —pregunta.

—En realidad todo lo contrario, el ermitaño es una carta que significa destino, por ende, cosas grandes te depararán en tu futuro —afirma con asombro.

—Aprecio el consejo, pero ni siquiera esas cartas pueden predecir el futuro con cien por ciento de exactitud —responde escéptico.

—Son los hombres escépticos y de poca fe para los que este juego fue diseñado —aclama confundiendo a Ken —Quizás tú no elegiste la carta y fue ella quien te eligió a ti.

—Me gustaría mi cambio, por favor —espeta tratando de cambiar la extraña situación.

—El agua era gratis, no hay cambio... —responde —No obstante, te puedo dar un consejo de cortesía.

—No gracias, no quiero que la próxima carta que saque de ahí diga que perderé la cabeza...

—En realidad esta vez es uno de mi parte, "el destino llama al final de la barra" —espeta confundiendo aún más a Ken.

Laila apunta al final de la barra donde una de las camareras del bar lo observaba directamente, una mujer joven de alrededor de unos 25 años.

No era la primera vez que esto pasaba, en ocasiones anteriores ya la había visto observándolo, pero como ese es un truco muy común en su profesión decidió ignorarlo.

—Se llama Destiny, es super entusiasta y lleva meses interesada en ti, aunque con ese aire de misterio que generas no me sorprendería que no fuera tu única opción —espeta incitando a Ken.

—Sabes que no puedo pagarlo, yo... —responde antes de que Laila lo interrumpa de forma hostil.

—Dejemos una cosa en claro cariño, mis chicas no son rameras, esto es enserio y te recomendaría que lo tomes ahora antes de que pierda el interés —espeta dejando una pequeña copa de ron frente a él.

—Cielos Laila, me estás malcriando.... —Aclama con una leve sonrisa

—No es cortesía, lo sumare a tu cuenta —responde.

Ken se arma de valor, toma la copa de ron de un rápido trago, se retira los vendajes del rostro, se levanta de su asiento y camina hacia la camarera que lo recibe con una gentil sonrisa.

Él se sienta junto a ella y empiezan a hablar mientras un monólogo interno cruza por su mente.

"Mi nombre es Ken Kincade, actualmente soy desempleado, como dos veces al día lo mínimo, nunca he viajado, no conozco otros idiomas, no tengo ningún otro pariente vivo, actualmente vivo en una casa heredada por mi supuesto padre, no tengo talentos especiales ni intereses concretos; esa es la historia que escribieron para mí, no es mi vida, pero es la única vida que puedo vivir si quiero una oportunidad de revelar a quienes manipulan los hilos del mundo, si quiero tener una oportunidad de verlas otra vez, aunque no me reconozcan solo quiero saber que están a salvo"

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