Capítulo 16

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Cámaras... Benditas cámaras de vigilancia.

Una orden directa y un incentivo económico es todo lo que se necesita para obtener lo que quieres, así funciona el mundo del poder.

Welch mandó a su equipo a colocar cámaras en la entrada del bar, el escenario y pedí una extra para su departamento, todo enlazado a mi móvil en una red segura.

— Eres un puto genio, Grey.

Reviso la cámara antes de salir de Grey House solo para asegurarme que funcionan, antes de dirigirme a Escala. Tengo algunas ideas sobre cómo pasar el rato con Camille esta tarde.

— ¿Amo?

Ella aparece tan pronto como salgo del ascensor, en su pequeño corsé negro transparente y su cabello larga trenzado. Lanzo el maletín sobre el sofá antes de aflojarme la corbata.

— Sirven un trago.

— Si, amo.

Camina hasta la cocina para traer el vaso de whisky que pedí, así que me dejo caer en el sillón para quitarme la corbata y la camisa. En el momento en que se arrodilla frente a mi, sé lo que quiero hacer a continuación.

— Acércate — Ordeno desabrochando mi pantalón.

Cómo la buena sumisa que es, sabe lo que quiero al instante: un poco de oral antes de ir a lo grande. Camille termina de bajar el cierre del pantalón por mi y desliza mi miembro dentro de su boca.

— Tómalo todo — Gruño empujando su cabeza.

Sujeto un mechón de su cabello para detenerla y empujarme más profundo dentro de su boca, que me recibe con entusiasmo pero su expresión es tan seria que me pregunto si ella lo disfruta también.

— Termina — Gruño cuando disminuye el ritmo — Voy a acabar en tu boca.

Cuando bajo la vista para mirarla, me sorprendo pensando en Ana y su labial rojo brillante. ¡Esa pequeña estafadora! ¿Cómo mierdas es que no puedo sacarla de mi mente?

Espero a que Camille termine de satisfacerme antes de levantarme del sillón. Acomodo de nuevo mi pantalón y le señalo las escaleras para que suba al cuarto de juegos.

— ¿Amo? — Ella susurra con la mirada baja, sin levantarse de dónde se encuentra — ¿Tienes algo qué ofrecerme que me permita crecer en mi conocimiento de la vida?

Mierda.

Otra vez no. Me detengo a unos pasos de ella para mirarla, tratando de ganar algún tiempo para responderle. Creí que habíamos dejado en claro este asunto la primera vez que lo pidió.

— No. Pero te ofrezco un collar de mi protección — Contesto con absoluta seriedad.

— Lo rechazo.

Se levanta del piso y sube las escaleras sin mirarme. Sé que se dirige al cuarto de juegos para cumplir con mi petición, pero su insistencia está acabando con mi buen humor.

— ¿Es que no lo entiende? — Gruño cuando me encierro en mi estudio — ¿Quiere el jodido collar de propiedad? ¡Le he dicho que era estrictamente una relación física! ¿Es tan malditamente imposible entenderlo?

Tomo el teléfono móvil y enciendo las cámaras. Puedo ver el bar comenzar a llenarse de borrachos malolientes y trabajadores hartos de sus trabajos de oficina. En un rincón de la pantalla, Ana acomoda los cables de su micrófono.

— Ella tiene unos ojos preciosos — Susurro contemplándola — Un collar de consideración se vería precioso en ti.

¿Ana entraría en la cultura BDSM? No lo creo, es demasiado rebelde para acatar órdenes, aunque entrenarla sería un trabajo que me encantaría intentar. Su hermosa piel blanca marcada por mi fusta dándole tonalidades rojizas.

Inmediatamente descarto la idea. Un collar no sería lo adecuado para ella, tal vez pueda hacerla llevar algo más discreto pero que envíe el mensaje correcto: que ella está tomada por un amo.

Reviso de nuevo la cámara para asegurarme que el maldito imbécil de ayer no esté ahí, no lo quiero cerca de Ana. Dejo el móvil de nuevo sobre el escritorio para ir a mi cuarto de juegos.

— Manos arriba — Señalo el gancho que baja de techo donde planeo colgarla — Esto será rápido.

Enlazo sus manos sobre su espalda con la cuerda roja y luego bajo hasta sus tobillos. Los aseguro son firmeza antes de tirar de la cuerda para elevarla, el cinturón de cuero bajo su cadera me facilita elevarla en el aire.

— Quiero que grites — Golpeo sus nalgas con mi mano — Camille, no te contengas.

Golpeo de nuevo, tan fuerte que me escuese la mano. ¿Por que no chilla? ¿Estoy siendo demasiado blando?

— ¡Grita! — Azoto su trasero al aire, rojizo por el golpe — ¡Maldita sea! ¡Voy a cogerte fuerte y tienes prohibido terminar!

Estoy tan enojado que no puedo concentrarme, solo voy hasta el cajón donde guardo los preservativos y me pongo el condón. Ella sigue sin hacer ruido, acabando con lo que queda de mi paciencia.

— Ana... — Gruño antes de penetrarla.

— ¿Amo?

Cuando Camille intenta mirarme es que caigo en mi error. Tengo a la sumisa delante de mi y lo único en lo que puedo pensar es en el pequeño cuerpo curvilíneo de la estafadora de ojos azules.

— Cierra la maldita boca — Ordeno y entro en ella de un solo movimiento.

Sácala de tu mente, Grey, no le debes nada a ella. Es solo una chiquilla con cero experiencia en lo que te gusta.

Estoy jodido. Mi cuerpo se mueve en automático pero mi mente está en otro lado y está experiencia me resulta de todo, menos placentera.

— ¡Mierda!

Me aparto de Camille y derrumbo los artículos de la pared con un manotazo. La frustración recorre mis venas como si fuera ácido, quemando cada parte de mi cuerpo.

Tiro de la punta de la cuerda roja y Camille cae al piso con un golpe seco, aún con las manos atadas pero no hago nada por ayudarla. ¿Qué mierdas me hizo esa chiquilla?

— Lo siento mucho, amo, yo...

— Cállate — Le gruño — Necesito estar solo.

Salgo del cuarto rojo desnudo para ir directo a mi habitación por una ducha y mucho, mucho Whisky. Si no puedo sacar a la maldita chica de mis pensamientos, ¿Qué se supone que haga? ¿Meterla a fuerza en mi estilo de vida?

— ¿Entrenar a una nueva sumisa en este punto de mi vida? O mejor dicho, ¿Querrá ella ser una sumisa?

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