Capítulo 34

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Señorita Steele.

La voz grave y ronca de Taylor me saca de mis sueños en un impulso brusco. Estiro el brazo hacia el otro lado de la cama para buscarla pero su lugar está vacío y frío.

Me siento en la cama un momento para recordar lo que ocurrió: Después de tener sexo en la sala, la traje a mi habitación para volver a cogerla y ambos nos quedamos dormidos.

— ¡Ana!

Me pongo los boxers para salir rápidamente a la sala. La encuentro parada frente al ascensor, con nada más que mi camisa blanca y Jason de pié frente a ella.

— ¿Qué? — Le gruñe ella — ¿Crees que voy a salir así a algún lado?

Extiende su brazo para señalarse, sus pies descalzos y su cabello castaño aún revuelto por nuestra noche. Taylor me señala con la cabeza para que ella se percate y cuando se gira hacia mi observo el tazón en la otra mano.

— ¿No puedo tomar algo sin que tu perro guardián me vigile?

Camina de vuelta a la cocina para sentarse en la barra, se sirve más cereal y vierte la botella de leche. ¿Por qué Gail no está aquí?

— ¿Dónde está la señora Jones? — Le pregunto a Jason.

— La señorita Steele le pidió ropa limpia y fue a buscar algunas prendas en la lavandería. Gail la encontró merodeando en su estudio, señor.

Mierda.

No puedo descuidarme ni un maldito segundo porque ella probablemente siga intentando escapar, y tenerla en Escala no ayuda en absoluto.

— Vístete, Prescott te llevará de vuelta a la casona.

— ¿A dónde vas tú?

— Tengo que ir a la oficina, debo revisar unos documentos importantes.

— Bien, entonces voy contigo.

Se mete otra cucharada de cereal en la boca y sale de la cocina para venir hacia mi. ¿Es que no me presta atención a lo que digo?

— ¿Quién dijo que podías venir conmigo? — Le gruño.

Se detiene junto al marco de la puerta y gira para mirarme. Mi camisa cubre solo lo suficiente como para no darse cuenta que no lleva las bragas puestas.

— Estoy aburrida. He pasado muchos días encerrada en aquella casa y es lo menos que puedes hacer por mi.

— No voy a un puto paseo, tengo responsabilidades — Mi ceño se frunce haciendo que ella ponga los ojos en blanco.

— Lo dijiste, tú tienes responsabilidades. Yo no, así que tomaré ese pequeño paseo por tu empresa... Ya sabes — Me guiña un ojo — Si quieres volver a coger esta noche.

Con una mierda.

El bastardo de Taylor presiona sus labios para no reírse de las palabras de Ana, y yo siento de nuevo el enojo tensarme los músculos del cuello.

— Maldita chiquilla manipuladora, ¿Quién mierdas cree que soy?

Gruño de vuelta al dormitorio, es un poco tarde pero podría quedarme un rato más y atender solo lo más urgente. Ana está en la ducha con la puerta cerrada, así que tengo que esperar a que ella salga para darme un baño.

Tomo el resto de los empaques metálicos que quedaron sobre la mesita de noche, por si la ocasión se presenta en mi oficina, y los guardo en mi pantalón de vestir.

Gail hizo algo de magia. Consiguió una falda negra y una sencilla blusa blanca para que pueda usar con los zapatos que calzaba anoche. Su cabello recogido en una coleta alta se balancea con cada paso que da.

— Más les vale a ti y a Prescott no perderla ni un jodido minuto de vista.

Jason asiente cuando subimos todos a la suv que nos llevará hasta Grey House. La primera visita oficial de Ana en mi empresa y puedo imaginar a todos esos empleados curiosos mirando a la chica a mi lado.

— No hables con nadie — Le advierto — Caminas detrás de mí como mi jodida sombra y luego permaneces en silencio hasta que yo lo indique.

— Pfff — Hace vibrar sus labios con fastidio — Qué aburrido suena todo eso.

Camino de prisa hacia el ascensor, con Ana detrás de mí y Taylor y Prescott escoltándola a ella. En algún momento tomó los lentes oscuros de Jason para cubrir sus ojos azules.

— ¡Wao! Este lugar es enorme — Se pega al cristal para mirar hacia afuera cuando salimos en mi piso — Casi siento cómo se mueve el edificio.

Andrea suelta una risita, pero no se atreve a dirigirle la palabra. Cómo si ella lo adivinara, Ana se presenta con toda la naturalidad del mundo.

— Ana Steele — Estira su mano hacia ella — La novia del señor Grey.

¿Qué mierdas hizo ahora?

— ¡Ana! — Gruño sosteniendo la puerta de mi oficina — Entra de una maldita vez.

— ¡Hombres! — Rueda los ojos haciendo reír a Andrea de nuevo — ¡ya voy mi amor!

Se contonea todo el pasillo hasta que pasa por mi lado, su cabello balanceándose igual que su cadera.

— ¿Te resulta divertido? — Gruño cerrando la puerta.

— No mucho, pero algo es algo.

Camina hasta el ventanal detrás de mi escritorio y se aferra como un pequeño insecto deslumbrado por la vista.

— Este lugar es genial.

— Gracias. Ahora siéntate mientras termino de revisar algunos documentos.

— Quisiera mirar por aquí, si no te molesta. Me siento algo inquieta y la idea de ser tratada como una muñeca inflable no va conmigo.

Claro que no, quiero decirle pero en lugar de eso presiono mis labios y enfoco mi vista al frente. Si pudiera conformarme con una muñeca inflable no tendría todos estos jodidos problemas.

— ¿Puedo charlar un rato con tu secretaria?

— No.

— ¿Por qué no? ¿Te acostabas con ella?

— No.

— Es muy linda y muy simpática, ¿No te atrae o prefieres la fantasía de la chica secuestrada?

— No, maldita sea, ¡No! Cierra la boca de una jodida vez así me concentro en el trabajo.

Levanto la carpeta para crear un muro entre la chiquilla tonta y yo, así puedo acabar rápido con esto y volver a Broadview lo más pronto posible.

“De acuerdo al análisis presentado, las ganancias de la compañía aún no sobrepasan los costos de producción aunque el crecimiento está proyectado en el 17% para el cierre...”

Dejo de leer cuando un molesto zumbido me dificulta la tarea de concentrarme. ¿Qué rayos...? Bajo el muro de papel para mirar a la irritante mujer que silba bajito desde la silla frente a mi.

— Se acabó — Me levanto de mi lugar para ir hacia ella y tiro de su brazo — Contra el escritorio y súbete la falda.

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