Capítulo 39

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

— Eso será todo por ahora. ¿Alguna duda?

Levanto la vista a mis jefes de departamento para asegurarme que todo quedó malditamente claro antes de retirarme. He decidido retomar algunas de mis funciones hasta que no esté seguro de lo que ocurre con Amber.

— ¿Nada? Bien. Vuelvan a su trabajo.

Como si la hubiera llamado, Cassidy viene a mi lado con la carpeta de las últimas cotizaciones y los reportes de su viaje a Nueva York, todo listo para ser analizado.

— Aquí tiene, Señor Grey. Me tomé la libertad de agregar algunas gráficas para usted. ¿Desea que repasemos el informe en su oficina?

Sus pestañas se baten mientras sostiene mi mirada, una pequeña sonrisa en sus labios cuando extiende la carpeta hacia mi.

— No. Leeré la información y te haré saber si necesito tu presencia.

No le doy tiempo para más, me alejo de ella para dirigirme a la chiquilla de ojos azules y prominente vientre sentada en la esquina de la sala con la mirada mortal.

— Te dije que te quedaras en casa, ya no estás en condiciones de seguirme a todos lados. — Extiendo la mano para ayudarla a levantarse.

— No estoy inválida. — Se queja. — Apenas tengo 7 meses, aún puedo cumplir mis funciones de secretaria particular.

No puedo evitar poner los ojos en blanco por sus palabras. Es obvio para todos aquí que ella no es realmente mi secretaria y me hace parecer un bastardo insensible que arrastra a su novia embarazada por todos lados.

— Andrea puede hacerlo, pronto no podrás seguirme el paso sin agitarte o cansarte.

— Si lo que pretendes es deshacerte de mi, ¡Ni lo pienses! Me quedo aquí a vigilar a esa zorra.

Ana señala al pasillo, donde Amber camina varios metros detrás de nosotros saliendo de la sala de juntas. No puedo entender sus celos por ella y si lo menciono terminaremos discutiendo como de costumbre.

— Acuéstate en el sofá un rato mientras hago unas llamadas. ¿Quieres algún bocadillo?

— Estoy bien, solo quiero levantar mis piernas un poco. — Le dedico una mirada hambrienta y no de comida. — ¡Solo piensas en sexo!

Ella chilla pero sonríe por mi expresión, el embarazo sin duda la tiene hormonal y voluble todo el jodido tiempo. De pronto su ceño se frunce y se endereza un poco en el sofá.

— Hay algo que quiero preguntarte.

— Habla. — Hago a un lado la carpeta de Amber.

— ¿Has pensado en nosotros? ¿Como en... Una pareja? — No me pasa desapercibida la duda en su voz.

— No. ¿Por qué debería?

Su expresión cae ligeramente, pero la chiquilla combativa en ella toma el control de su carácter de mierda.

— ¿Solo soy la mujer que embarazaste? ¿Una jodida incubadora de tu bebé?

Mis labios se fruncen en una mueca confusa porque no sé a dónde quiere llegar con esto. ¿Espera una jodida declaración con flores y unicornios voladores?

— Creí que ya habíamos hablado de esto.

— No. Dijiste que estarías conmigo y te harías cargo de nosotros, pero ¿Qué es esto? — Señala entre ambos.

— Agh, ¿Eres una de esas mujeres que necesita ponerle nombre a todo? No voy a hablar de mis putos sentimientos, ni me voy a poner en una rodilla, no soy ese tipo de hombre.

Sus ojos brillan con algún rastro de humedad.

— Solo quiero saber cuál es nuestra situación. ¡Tú pareces tener todo decidido! ¿Pero qué hay de mi? ¿Qué somos?

— ¡No voy a poner un puto anillo en tu dedo! Si es eso lo que quieres saber. Estamos juntos como hasta ahora, no necesitas un jodido poema o un desplegado en el Seattle Times.

— ¿Por cuánto tiempo? — Pregunta, el tono herido en su voz. — ¿Hasta que te canses de mi? ¿Cuando el bebé ya no me necesite? ¿O me mantendrás como tu puta personal?

— Ana... — Gruño con la mandíbula tensa.

— Preferiría conseguir un buen partido ahora sí vas a ser un bastardo controlador todo el tiempo.

— ¿De qué se trata esto? ¿Por qué de pronto quieres discutir todo eso?

— ¡Necesito saberlo! Dios, juro que tienes la cabeza y el corazón duro. — Se acerca para aferrarse a mis brazos. — Te lo dije, quiero estar contigo pero no voy a ser tu amante ni quiero quedarme viendo mientras te casas con otra.

— ¿De qué mierdas hablas? Cuando dije que no quería una relación me refería a ti y a cualquier otra mujer. No hago esas mierdas cursis de los apodos cariñosos ni voy a jurar amor eterno porque no es algo con lo que me siento cómodo.

Puedo ver la desilusión en sus ojos y me pregunto si ella no lo ve, esto es lo más cercano a una relación que alguna vez tuve.

— Me estoy haciendo cargo de ti, voy a cuidarte y contrario a lo que piensas, no voy a dejarte. Estamos juntos pero no vas a ponerle una jodida etiqueta a todo solo porque te sientes insegura. Es lo que puedo darte, y no presiones mis malditos botones porque recuerdo haber advertido que no quería hijos.

— ¿Y es mi culpa? — Chilla golpeando mi hombro. — Si eso es todo lo que voy a tener de ti, lo tomo. Por el momento.

— No cambiaré de opinión. — Gruño irritado por su insistencia.

— Ya lo veremos.

Me dedica una sonrisa tan radiante que por un jodido momento creo que el embarazo la volvió bipolar o alguna mierda de esas.

— ¿Debería preocuparme por tu salud mental?

La miro con los ojos entrecerrados analizando su expresión.

— Preocúpate por la tuya, no sabrás qué te golpeó.

— ¿Me amenazas? — Mis cejas se arquean con incredulidad.

— No. Es una promesa. Un día querrás que me case contigo y diré que no, ya lo verás.

— Es absurdo. — Sonrío. — Eso jamás pasará, prefiero donar mi dinero a la caridad antes de hacer algo tan jodido.

— No digas que no te advertí. — Canturrea dirigiéndose a la puerta de mi oficina.

— ¿A dónde mierdas vas ahora?

— A la cafetería por un pastelillo, tengo hambre.

No digo nada, la veo salir de la oficina con una gran sonrisa y la escucho invitar a Prescott, como si ella tuviera elección sobre acompañarla o no.

Vuelvo a mi escritorio más tranquilo para revisar el informe de Amber, pero solo algunos minutos después mi móvil vibra con una llamada de Taylor.

— ¿Qué pasa?

— Permiso para llevar de vuelta a la señorita Steele a Grey House, Señor.

¿Qué?

— ¿Por qué? ¿Qué pasó?

— Invitó a salir a un cliente y Prescott tuvo que ahuyentar al chico.

Mierda.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro